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Cuando la vida es peor que la muerte (Jack Skellington x Victor Van Dort) por Shir285

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Notas del capitulo:

Autora verdadera:

Esos músicos son todos unos shipperos :v
Ah, nunca pensé que esta cosa le gustaría a tanta gente *cries a lot* las amo. <drei
Y aún no sé si vaya a hacer lemon. No estaba en mis planes iniciales, pero si lo piden mucho yo obedezco. O tal vez no. Este mi fanfic y yo me lo follo cuando quiero. (????????) Ok no.
Y Noriko, me has dejao loca. No sabía que los shippearan tanto. Yo sólo vi un fanart por ahí en el año 2008, y nunca más volví a ver nada de esta pareja. Merecen más amor alv.

En fin, aquí la conti~


Shir285:

Gracias a Lifty por informarme del error, no tenía idea de que el sexto capi no salía (^^) Lo lamento, he aquí el capi perdido:


Desde la lejanía del faro donde vivía Sally, la casa de Jack daba la impresión de ser bastante pequeña, de modo que Victor se sorprendió mucho cuando entró en ella. Su interior era mucho más amplio de lo que había imaginado y, más que una casa, parecía una especie de laboratorio combinado con un quirófano y un aula de clases, pues por todas partes había mesas repletas con instrumentos de trabajo de todo tipo, además de una gran pizarra que estaba llena de cálculos, operaciones y dibujos.

Apenas puso un pie dentro de la casa pudo percibir un extraño frío en su pierna derecha. Bajó la mirada, creyendo que tal vez se le había mojado con algo, pero se sorprendió al ver el pequeño fantasma de un perro, que se había acercado a él para olisquearlo debido a que era un total desconocido.

—Eh, hola.

Por un momento, un sentimiento de culpa mezclado con nostalgia se apoderó de él, pues al ver al animal no pudo evitar recordar a Scraps, su vieja mascota. La cual, por cierto, había ido a parar a Valentine Town. Aunque no podía quejarse, al menos estaba con Emily. Fue entonces que le asaltó una duda, ¿cómo los animales escogían donde pasar la vida más allá de la muerte? ¿Acaso se quedaban merodeando por las puertas hasta que llegara algún difunto humano y los llevara con ellos?

—Te presento a Zero —dijo Jack mientras pasaba junto a ellos. El perro alzó la mirada hacia Victor, a quien le dio bastante ternura su naricilla brillante—. Zero, este es Victor. Es nuevo aquí y no tiene donde quedarse, así que lo invité a que viniera con nosotros.

El perro ladró, como si estuviera dando su aprobación a que Victor se quedara.

—Sí, tú también me agradas —le dijo Van Dort al animal. Su reacción inmediata había sido acuclillarse para acariciarlo, pero se sintió un idiota cuando su mano literalmente lo atravesó—. Oh, claro.

Zero soltó otro ladrido, que casi sonaba como si se estuviera riendo por la situación. O era eso, o Victor realmente tenía un serio problema de seguridad y le gustaba pensar que todo mundo se burlaba de él. Incluyendo a los animales.

—¿Qué opinas? —preguntó Skellington refiriéndose a la casa—. No es mucho, pero espero que baste.

—¿Bromeas? —inquirió Victor mirando a su alrededor—. Me gusta. Incluso, creo que es hasta más grande que la de Sally. Sólo espero no ser una molestia aquí.

—Nada de eso —dijo Jack mientras hacía un movimiento con la mano, como si quisiera espantar esa idea como si de una mosca se tratara—. Será un placer tenerte aquí, y no lo digo sólo yo. ¿Verdad Zero?

Nuevamente el perro ladró en gesto aprobatorio, para luego volver trotando (o más bien, flotando) a su pequeña cama. Lástima que al final el mito de la reencarnación no resultó ser cierto, pensó Victor, habría sido genial renacer como un perro, y así no tener que preocuparse por más cosas a parte de comer, defecar y dormir.

En cambio tendría que seguir siendo él por el resto de la eternidad.

Qué emoción.

—En fin. —La voz de Jack lo sacó de sus absurdos pensamientos haciéndolo pegar un respingo—. Creo que podría hacerte un espacio por aquí —dijo mientras señalaba un rincón junto a la pizarra—. Justamente tengo un colchón sobrante, espera aquí mientras voy a buscarlo.

Victor asintió mientras vio a Jack bajar las escaleras. Luego se volteó a ver a Zero, quien se había quedado dormido con una rapidez asombrosa. Fue entonces que el azabache pensó que no tenía nada mejor que hacer que mirar el lugar, y tal vez curiosear un poco las herramientas y objetos que Jack tenía esparcidos por la casa, además de la gigantesca biblioteca que tenía.

Como era de esperarse, no entendió muy bien para qué servían la mayoría de los objetos, y entonces una duda llegó a su mente. ¿A qué se habría dedicado Jack estando en vida? Tenía toda la pinta de haber sido alguna especie de médico, científico o investigador, pero no podía estar seguro. Algún día se lo preguntaría, pensó, cuando hubiesen entrado en más confianza. Por alguna razón pensaba en que no podía preguntarlo así como así.

Es decir, el que él en vida sólo se haya dedicado a pintar y a tocar el piano, no significaba que los demás hayan tenido una vida tan insulsa y poco interesante como la suya. Tal vez el esqueleto tendría algunas cosas que ocultar. Bueno, no por nada nadie sabía gran cosa de él, a pesar de los años que llevaba siendo rey de la ciudad.

Siguió merodeando por el lugar, y no le extrañó nada que muchos de los libros y anotaciones que tenían estaban relacionados con la Navidad. O más bien, con el funcionamiento de la Navidad. Como si quisiera aplicar los mismos fundamentos al Halloween para volverlo igual de exitoso. O tal vez como si hubiera pasado ya tanto tiempo en ese mundo que había olvidado ya de qué se trataba aquélla celebración.

Entre todas las cosas que habían hubo algo que llamó particularmente su atención. Era un trozo de tela negro, que al parecer ocultaba algo de forma ovalada. Estaba posicionado cuidadosamente entre algunos libros sobre la Navidad, como si quisiera esconderlo. Victor miró a su alrededor, como para asegurarse de que Jack aún no venía, y se lanzó directo a él.

Extrajo el objeto con cuidado, a fin de cuentas no sabía qué era, para qué servía, si era frágil o si hacía ruido. Así que era mejor curarse en salud.

Después de echar un último vistazo por encima del hombro, removió la tela que cubría el objeto, y se confundió mucho al ver que se trataba de un espejo. Y uno común y corriente, al parecer. Pero obviamente, se dijo, no podía ser así: si Jack lo estaba ocultando, tenía que ser por algo. Rápidamente se puso a inspeccionarlo, como buscando algo sospechoso, pero el artefacto se veía perfectamente normal.

Estaba confundido, pero sobre todo decepcionado. Pensaba que por una vez en su vida descubriría algo importante.

Se acercó a una de las velas que iluminaban la casa. Tal vez si acercaba el espejo a la luz desvelaría algo secreto. Pero lo mismo, seguía siendo un espejo común. Uno viejo, polvoriento y con rastros de óxido, pero común al fin y al cabo.

Se rindió en su labor detectivesca y volvió a buscar la tela para devolver el objeto a su lugar, o al menos lo habría hecho si Jack no lo hubiera pillado.

—¿Qué haces? —Cuando escuchó la voz a sus espaldas se quedó petrificado—. ¿Qué tienes ahí?

Se escuchó un golpe sordo, que revelaba que Jack había dejado caer el colchón. Por desgracia para Victor, estuvo a su lado antes de siquiera poder recordar en dónde había guardado Jack el espejo.

—Nada, no hice nada —se excusó rápidamente cuando el esqueleto le arrebató el espejo.

—¿Puedo saber por qué andabas curioseando entre mis cosas?

Desde que lo conoció, Victor había pensado que Jack era una de esas personas a las cuales era casi imposible hacerlas enfadar. De esas que siempre parecía que tenían una reserva de paciencia y una dosis extra de buen humor. Sin embargo, ahí estaba él, con la voz delatando el enojo que sentía en esos momentos.

—Yo… lo siento, es sólo que… —Van Dort estaba dispuesto a inventarse una excusa, pero Jack lo interrumpió.

—Mira, sé que he sido amable contigo —comenzó—, e incluso te invité a vivir conmigo, por lo menos hasta que encontraras un lugar estable. Pero eso no significa que voy a dejar que te pongas de curioso con mis cosas. ¿Vale?

¿Recuerdan lo intimidado que se había sentido Jack el primer día luego de haberse dado cuenta del error que había cometido en la asamblea? Bueno, pues esa sensación no se comparaba en lo absoluto a lo que estaba sintiendo en ese momento. Se sentía como un pequeño ratón rodeado de gatos arravaleros, y lo peor era que ni siquiera entendía qué había hecho mal.

Se limitó a asentir.

—Muy bien. —Victor se apartó para que Jack pudiera volver a guardar el espejo en la biblioteca, pero el esqueleto negó con la cabeza—. No, eso sí que no. Voy a guardar esto en otro lugar.

Dio media vuelta y se dirigió nuevamente a las escaleras.

—Por cierto, pon esto en el rincón que te dije —dijo mientras señalaba el colchón—. Ahora vuelvo. Y no toques nada más.

Victor lo vio bajar las escaleras, sintiendo una incómoda opresión en el pecho.

Y lo peor de todo es que esa reacción, en lugar de amedrentarlo, sólo había logrado aumentar su curiosidad.


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