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Cuando la vida es peor que la muerte (Jack Skellington x Victor Van Dort) por Shir285

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Notas del capitulo:

Autora verdadera:

........

 

Shir285:

No hay notas, disfruten el cap, lamento haber tardado tanto en subir los capítulos.

Varios días habían pasado ya desde que Victor llegara al mundo de los muertos, y ya llevaba exactamente una semana viviendo con Jack. Las cosas se pusieron un tanto extrañas entre ambos desde el incidente del espejo, el cual, por cierto, seguía sin tener sentido para Victor. Y por lo visto Jack no quería que lo entendiera, pues había comenzado a actuar de forma reservada con él, además de que al azabache le estaba comenzando a dar la impresión de que el esqueleto quería mantenerlo vigilado cada vez que estuviera dentro de su casa.

La atmósfera se ponía cada vez más pesada, de modo que Victor salía constantemente a ver si conseguía un lugar propio donde vivir (figurativamente hablando), pero no estaba teniendo éxito alguno con eso. Halloween Town no era un lugar acostumbrado a recibir nuevos habitantes, de modo que no tenían previsto ningún lugar donde algún posible neófito pudiera quedarse.

Durante el transcurso de la semana también había ido a visitar a Sally un par de veces, a fin de cuentas era su amiga, y sabía perfectamente que ella no se pasaría por la casa del Rey Calabaza como si nada. Incluso se había quedado algunas horas para ayudarla en su sastrería por voluntad propia, sin cobrarle ni un centavo. Todo por conservar las distancias con Jack.

No era como si quisiera hacerlo, pero tenía la sensación de que el esqueleto lo necesitaba.

Algo que le parecía curioso, era que el doctor Finkelstein iba a la casa de Jack con mucha frecuencia, y ambos se encerraban en una habitación por horas. Al salir cerraban dicha habitación con llave y no hablaban de lo que habían estado haciendo en su interior. Y si lo hacían, era con puros susurros, como si tuvieran miedo de que hasta las paredes se enteraran de lo que hacían.

Además, cada vez que podía, Victor se ponía a curiosear entre las cosas de Jack, buscando encontrar el dichoso espejo. Y como aún no daba con su nuevo escondite, supuso que estaría resguardado en esa misma habitación. Lo que no hacía más que acrecentar su curiosidad.

Las únicas pistas (o algo así) que tenía eran las luces y los sonidos que salían de la habitación secreta cada vez que Jack y Finkelstein se encerraban ahí. Por la rendija que había entre la puerta y el suelo siempre se veían luces azules y verdes que iluminaban gran parte del suelo en el exterior, y cada vez que Victor pasaba junto a la puerta pegaba la oreja, buscando escuchar algo revelador. Normalmente escuchaba voces, pero debido a la densidad de la puerta no entendía lo que decían.

En esos momentos lo extraño no era el simple hecho de oír las voces de Jack y el doctor, sino que también eventualmente podía escuchar otras voces muy distintas, como si hubiese alguien más en la habitación. No sólo una persona más, sino varias. Pero siempre que abrían la puerta los únicos que salían eran ellos dos.

El azabache comenzaba a ponerse cada vez más nervioso y a pensar mal, ¿acaso tenían a alguien encerrado ahí? Si Jack se iba a poner tan reservado y celoso de sus asuntos, ¿por qué lo invitaría a vivir con él? ¡¿Acaso planeaba secuestrarlo a él también?!

No lo sabía, pero había cosa que sí era cierta: cada vez se sentía más incómodo en esa casa.

Pasaron varios meses y las cosas no mejoraron. De hecho, ya estaban a mediados de enero, lo que significaba que “sólo” tendría que esperar nueve meses y medio para irse de Halloween Town. Aunque no tenía mucho sentido pensar en eso ya, después de todo Jack le había dejado muy claro que no habría forma de irse a los mundos de las otras festividades. Prácticamente la única opción que tenía era esperar a la noche de Halloween, salir al mundo de los vivos, y quedarse vagando hasta que llegara el catorce de febrero del siguiente año, para ver si por casualidad existía la posibilidad de que pudiera ir a Valentine Town. Cosa que dudaba.

Aunque, si ya a Victor le había quedado claro que Jack guardaba más de un secreto, ¿por qué iba a creer en su palabra tan ciegamente?

Luego de un par de semanas de lo sucedido con el espejo Jack había intentado normalizar las cosas entre ambos, como si nada hubiera pasado y, sobre todo, como si el esqueleto no tuviera nada que esconder. Sin embargo la desconfianza de Victor iba en aumento, y realmente se estaba arrepintiendo de vivir con él.

A medida que los meses pasaron Victor trató de convencerse a sí mismo de que estaba actuando como un idiota. Es decir, Jack era el rey ¿no? Era perfectamente normal que los reyes se guardaran ciertas cosas sólo para ellos, pero eso no significaba que tuvieran que ser malas. A lo mejor lo que hacía con el doctor, sea lo que fuera, no era malo sino que era por el bien común de la ciudad.

Pero sabía que la única forma de llegar al fondo de todo ese asunto era hablando directamente con Jack e intentar sacarle la información. Había pasado muchos días tratando de resolverlo por su cuenta a sabiendas de que sería muy difícil que el esqueleto revelara algo, viendo la reacción tan brusca que había tenido con el espejo, pero la situación lo superaba.

De modo que una tarde de un jueves, Victor estaba en la sala de la casa jugueteando con Zero, esperando a que Jack volviera de la calle. Nuevamente había intentado forzar la puerta de la habitación secreta, pero otra vez había fallado. Sólo le quedaba esperar. Ah, y rezar por que Jack no lo echara luego de preguntarle.

Cuando escuchó la puerta abrirse sintió que el corazón le dio un vuelco.

O bueno, lo que sea que hicieran los corazones de los cadáveres.

—Hey. —Fue lo único que dijo el rey del Halloween a modo de saludo cuando los vio. Estuvo a punto de pasar de largo, pero Victor lo detuvo.

—Jack —lo llamó mientras se levantaba de la silla donde llevaba horas sentado—. Quisiera… —Suspiró. Vamos, Van Dort, hazte hombre—. Quiero hablar contigo.

Jack alzó una ceja al oír eso. Bueno, mejor dicho, hizo el gesto.

—Claro, ¿pasa algo?

Victor había ensayado más de una vez lo que iba a decirle, pero no había tomado en cuenta que el simple hecho de tener la mirada del esqueleto encima de él era más que suficiente para desamarlo por completo. No entendía por qué, es decir, hacía bastante tiempo ya que había dejado de temerle. O algo así.

—Desde que llegué has estado actuando muy extraño —soltó. Por la confusión que se adueñó del rostro de Jack, Victor captó que no había entendido a qué se refería exactamente—. O sea, desde que me vine a vivir contigo. O más bien, desde que encontré ese espejo.

Jack desvió la mirada. El azabache sabía que iba a ser muy difícil hacerlo hablar al respecto, así que se preparó mentalmente para cualquier excusa.

—¿A qué te refieres?

—Vamos, no soy estúpido. —Bueno, no tanto, te concedo esa—. Desde ese momento o me evitas, o me tienes vigilado. Y ni hablar de esas extrañas visitas del doctor Finkelstein. ¡¿Qué rayos hacen metidos por tanto tiempo en ese cuarto?! La última vez que saqué la cuenta estuvieron encerrados ahí por diez horas. ¡Diez horas! Ninguna fiesta a la que he asistido en mi vida ha durado tanto. Además, he oído voces que vienen de ahí dentro. Otras voces, unas desconocidas. ¿Acaso… acaso tienes gente secuestrada ahí? No lo entiendo. Y, ¿te digo algo? Estás comenzando a asustarme. Bueno, no. Desde antes me asustabas, luego dejé de asustarme pero ahora me estoy asustando otra vez, y…

En ese momento Jack lo interrumpió. Pero lejos de lo que Victor había pensado no lo hizo enojándose, gritándole o mandándolo a callar. No, lo interrumpió… porque se empezó a reír.

—A ver, a ver, cálmate, ¿quieres? —preguntó sin dejar de carcajearse. Victor se sintió más estúpido que nunca—. No hace falta que te exaltes así. Con sólo haberme preguntado te lo habría dicho. Ven, sígueme.

Y contra todo pronóstico, el esqueleto comenzó a caminar hacia la puerta que tenía a Victor tan perturbado. ¿Acaso era una broma? Después de pasar tantas semanas carcomiéndose la cabeza, ¿resultaba ser así de fácil? Claro que siempre existía la posibilidad de que Jack lo estuviera guiando directo a una trampa, así que mejor no bajaba la guardia ni por un momento. Sin importar lo fácil que pudiera caer ante los encantos de Jack.

Espera qué.

Olviden eso.

A pesar de que no dejaba de contar mentalmente la cantidad de cosas que podían salir mal en ese momento, Victor siguió a Jack hasta la habitación secreta. La llave de la puerta el esqueleto la tenía guardada en un colgante que tenía alrededor del cuello, escondida por debajo del traje, normal que el azabache nunca la hubiera encontrado.

Cuando Jack abrió la puerta Victor ya se estaba preparando a salir corriendo, pero no lo hizo. Al contrario de lo que había creído, dentro de la habitación no había absolutamente nadie. Solamente había una mesa cubierta de varios instrumentos de trabajo y libros, además del bendito espejo culpable de todo, el cual estaba guindado en la pared.

—La verdad es que no habíamos querido decirle a nadie, pero en vista de que estás viviendo conmigo no tiene mucho sentido ocultártelo —dijo Jack mientras entraba al cuarto, seguido por el azabache—. Lo que sucede es que el doctor Finkelstein y yo, junto con otros, hemos descubierto que aún existe una brecha entre los mundos. Y estamos intentando… expandirla, por decirlo de alguna forma.

Victor no dijo nada, era casi como si le estuvieran hablando en mandarín.

—Quiero decir —continuó el esqueleto al notar que no le había entendido del todo—, que aún puede ser posible la comunicación entre los mundos de los muertos. Para ponerlo más simple, existe una posibilidad remota de que podamos volver a salir de Halloween Town. Pero de momento sólo hemos conseguido contactar con gente de otros mundos, mas no viajar físicamente hasta allá. Todo gracias a este espejo. —Se acercó al objeto—. Aún conserva rastros de la antigua magia que nos dejaba viajar entre los mundos.

El azabache guardó silencio por un momento mientras analizaba la habitación y procesaba lo que Jack acababa de decirle.

—¿Quieres decir que… con ese espejo…?

Jack terminó la frase por él, sabiendo lo que preguntaría. Y no estaba nada contento al respecto.

—Sí. Puedes contactarte con Emily.


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