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Λεε Tαεμην [Lee Taemin] por Gyu

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Notas del fanfic:

Los nombres de los personajes no me pertenecen. El mundo ficticio es totalemnte mio. 

No resubir sin autorización. 

Gracias por leer. 

Notas del capitulo:

Sé que puede ser confuso, cualquier pregunta, comentario o crítica es bien recibida

 

 

 

I

 

 

                Lee Taemin, se llamó. Hube de conocerlo en el mercado de Vëro. Allí estaba él vendiendo frutas a un pelo de podrirse y yo le compré, pues de hambre casi muero luego del largo viaje desde la costa de Thanos, atravesando la selva, hasta el desértico pueblo de Vëro. Tan bullicioso como pobre. Allí nació y se crió Lee Taemin.

 

                He de decirles que cuando lo vi me pareció feo y las frutas podridas que vendía olían mejor que él. El pelo negro vuelto una maraña en la que uno perdería la mano si intentase acariciarle. Sucio y envuelto en un trapo que era más huecos que tela. Así era Lee Taemin de Vëro. Y yo, Kim JongIn de Cecēles le conocí. Y le amé.

 

                Contaré pues la historia desde el principio: Era yo un viajero en Thanos. La única tierra sobre La Tierra que quedó después de que el resto se hundiera. Viajaba yo porque así mi ánimo me lo pedía. Mi espíritu se retorcía y lloraba si yo permanecía mucho tiempo en quietud. Por eso, cuando tuve edad suficiente, emprendí mi viaje. Salí de Cecēles, tierra de campos,  y con el corazón en la mano me fui a conocer el mundo que, a pesar de la reducción de tierra, pequeño no era ni es. Dejé atrás únicamente a mi hermana quien adoraba mucho al pueblo como para irse conmigo.

 

                Pasé por Sôa, en donde compré un caballo, pero al llegar a Quillos tuve que venderlo por la zona montañosa. Seguí hacia el norte. A lo largo de mi viaje pasé por innumerables pueblos y ciudades, también conocí a mucha gente de bien de la que aprendí lo que tenía que aprender y lo que no. Mi amigo Park Chanyeol de Ftio me enseñó sobre plantas, quiso decirme sobre animales pero de eso ya sabía. Y Oh Sehun de Xián me mostró cómo hacer arco y flecha, para la caza y la defensa propia. También me instruyó en materia de alcohol a pesar de ser más joven que yo. Llegué a la costa y allí estuve tres semanas trabajando con un pescador. El mar es cosa seria, debo decir. Con él y su hijo Huang Zi Tao gané dinero suficiente para irme a Lïora.

 

                Lïora era la ciudad más grande de Thanos. El centro de todo. Quise ir allí, pero para llegar desde la costa tenía que pasar por unos cuantos pueblos. El terreno variaba al igual que el clima, mientras más al sur fuese se volvía más árido. Atravesé la selva en tres días sin problemas y llegué al desierto al cuarto día. No contaba con que allí un grupo de ladrones había, pues nadie me advirtió. Me quitaron casi todo lo que llevaba encima, más tuvieron el pudor de dejarme mis ropas y unas monedas que entre estas llevaba escondidas.

 

                Con sed y casi arrastrándome, llegué a Vëro día y medio después. No culpo a ninguno por no prestarme ayuda alguna, pues sé que yo tenía más, aunque me hubiesen asaltado, de lo que cualquiera en Vëro aspirase a tener.

 

                Llegué al mercado con el estómago arrugado de hambre. Olía a cualquier cosa, menos a algo comestible. No había carne ni verdura por ningún lado, eso me explicó el porqué de la gente tan huesuda que habitaba el lugar. Si no sintiese yo el hambre pensaría que me había muerto y caminaba en el infierno entre esqueletos. Más la esperanza no me abandonó y seguí adelante, hasta que di con un puesto destartalado, a duras penas armado, de frutas. Llenas de moscas, pero era lo único de comer que había visto en día y medio. Corrí, nunca hubiera corrido por frutas podridas. Y allí estaba él.

 

— Dame lo que me alcance con esto. — Le dije con la palma abierta en su dirección, sosteniendo en ella las pocas monedas que portaba.

 

                Él abrió los ojos tan grandes que temí que se le saliesen. Sonrió. Y que sonrisa tan horrible tenía. Parecía enfermo mental y me pregunté de nuevo si estaba en el infierno. Más tardé yo en parpadear que él en arrebatarme las monedas de la mano.

 

— Agarra las que quieras. — Los ojos fijos en las ruedas de bronce mientras esa voz rasposa le salía.

 

— ¿Estás seguro? — Pregunté acercando la mano a una manzana que no se veía tan mal.

 

— Si, si. — Con un gesto vago de la delgada mano aseguró. Miró a los lados con desconfianza y se guardó las monedas como quien oculta un tesoro para que nadie lo encuentre jamás.

 

                En silencio yo tomé las frutas, escogiendo las que no tuviesen moho aún. No me fue indiferente la mirada de ese chico tan tétrico, pude adivinar que era muy curioso y que no se quedaría callado por mucho.

 

— No eres de por aquí ¿verdad? — Negué con la cabeza hincándole el diente a mi alimento. Ya que no tenía bolsa para llevarlo tuve que comer allí. — ¿De dónde eres?

 

— De Cecēles. — Fui corto. El hambre me borraba del libro de la mente los modales.

 

— Ahh... – Musitó. Supe que él no tenía idea de dónde quedaba mi pueblo. Y supuse que nunca había salido del suyo. — Cecēles. — Repitió.

 

                Asentí, la tripa ahora con una manzana y gajos de mandarina adentro. Entonces reparé en su persona. Desaliñado y sucio como estaba, noté en su mirar que al mencionarle mi pueblo una llama se encendió en su pecho. Pensé que aquel chico tenía el mismo desespero que yo años atrás por salir del estado sedentario. Y me compadecí, porque sabía lo mal que se la pasaba uno sin poder hacer aquello que el alma te pide.

 

— ¿Sabes dónde puedo pasar la noche? — Lo pensó mientras yo me atiborraba las frutas, de una vez, pasando el mal sabor.

 

— Aquí no se reciben forasteros seguido, así que la taberna cerró hace tiempo. — Limpió sus manos en sus trazos de ropa. Me pregunté si habrían quedado más limpias o más sucias. — Ya debo recoger, se hace de noche. — Empezó a meter las frutas en un saco y puso las tablas del puesto en una zanja que tenía la pared tras él.

 

— ¿Dónde duermes tú? — No parecía que tuviese ni donde caerse muerto, lo que por su condición (huesudo, sucio y maltrecho) no tardaría en suceder.

 

— A las afueras del pueblo.

 

                Resultó que sí, de verdad dormía a las afueras del pueblo, en un parapeto que armaba cada noche (según me contó) con cajas, sábanas rotas y par de cosas más. Me invitó a pasar la noche con él, con la condición de que le contase sobre los lugares en los que había estado. Me dijo su nombre y yo le dije el mío. Una vez armada la “casa” de Taemin comencé a contarle: Le hablé de Sôa, un pueblo en camino de ser ciudad que quedaba cerca de Cecēles, donde había caballos a montón, unos hermosos prados rodeados de montañas. Allí estuve yo una semana y media, contemplando desde las colinas a los caballos correr libres. Luego mencioné a Xián, la hermosa Xián de casas blancas como su gente. Donde pronunciaban extraño la “s” y la gente sabía cómo despellejar animales sin ensuciarse la ropa. Lo hacían con tanta gracia y elegancia que parecía un acto de magia. Los ojos de aquel muchacho se iluminaron ante la mención de la carne. Oh, pobre. Él escuchaba con copiosa atención mi discurso, aunque a veces su faz se oscurecía y, aunque yo no le pregunté, supe que para él los prados, los caballos, la abundancia de comida y la gente amable sonaban como algo de otro mundo; pues me confirmó, no había salido de Vëro.

 

                Nunca había disfrutado yo tanto de hablar con alguien. Y por primera vez, desde que partí hacia la aventura, me sentí solo. La compañía de Taemin me hizo percatarme de mi desamparo. Si yo moría nadie se enteraría, nadie iría a anunciarle a mi hermana y a mis amigos que Kim Jong In había perecido ni les llevarían mi cadáver para que me llorasen y quemasen como es debido. Entonces até cabos. Yo necesitaba compañía en mis viajes y Taemin quería desesperadamente salir de aquel lugar. No hay que ser brujo para adivinar lo que seguiría después. 

 

 

...

Notas finales:

<3 Actualizaré pronto, sus comentarios acelerarían el proceso. 


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