Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Λεε Tαεμην [Lee Taemin] por Gyu

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Gracias por las lecturas y el comentario (Ya está respondido)

Cualquier pregunta, comentario o crítica es bien recibido. 

II

 

 

                Partimos de Vëro al amanecer. Taemin me iba contando que las frutas se las llevaba un señor anciano que le pagaba una moneda de cobre por venderlas, eso si vendía alguna en el día. El saco donde éstas estaban lo dejamos entre las cajas que hacían las veces de casa para aquel chico. Y él no se preocupó en despedirse del anciano ni de nadie, mas no le cuestioné. Ninguno de los dos llevaba nada encima, salvo nuestras ropas y las monedas con las que el día anterior le pagué las frutas. Aparte, Taemin llevaba su suciedad. El olor incomodaba a mi nariz, pero estábamos en pleno desierto, ni manera de hacer que el chico tomase un baño.

 

                Nuestro destino sería Ntiosh. Allí esperaba conseguir algún quehacer que me recompensasen con oro, porque estábamos, literalmente, mordiendo el cobre. Al llegar, Taemin observaba todo con esmero y fisgoneo, me recreaba con ese chico tan curioso. Ntiosh era también un pueblo desértico y caluroso como Vëro, más se respiraba vida y no muerte como en aquel. Tanta gente había que el chico mugriento tomó mi mano, asustado de perderme o perderse él. Era cálida, arisca por la mugre, pero se percibía la suavidad de una piel humana y no de monstruo bajo esta.

 

                Henos de sonreír la suerte, un tendero buscaba quien le descargase la mercancía recién llegada de una carreta hasta el interior de su tienda. Taemin y yo nos ofrecimos, el señor rechazó a mi compañero por su aspecto, pero me aceptó a mí para el oficio.

 

— Espérame aquí afuera, no tardaré. — Taemin asintió. Quedose viéndome bajar las cajas y sacos de la carreta hasta la tienda y de regreso. El pelo de su cabeza ni se movía cuando el volteaba a la izquierda o a la derecha siguiendo mi paso.

 

                Me dio tres monedas de oro, una mochila y botas para Taemin en recompensa por mi trabajo el generoso tendero. El chico se apresuró a ponerse las botas, desechando sus gastadas sandalias, que parecían hojas de papel en el grueso.  No habíamos desayunado, el estómago me pedía alimento, por lo que fuimos a la panadería y compré una bolsa de pan que costó una moneda de oro.

 

                La forma en la que Taemin vio el pan me dio tantos escalofríos como si me hubiesen pasado un hielo por la espalda. Él sólo se tragó cinco de los seis panes que había en la bolsa, dejándome a mí solo uno. Se disculpó y no lo regañé. Luego de llenarnos la panza con pan nos dirigimos a unos baños públicos. Era menester que Taemin se bañase, porque mi nariz quería salir corriendo de mi cara cada vez que me acercaba al muchacho.

 

                Entramos al área de duchas para hombres. Todos hacían gestos asqueados hacia mi compañero. Él se desvistió y con mucha delicadeza dobló sus harapos, más cuando se distrajo no perdí ni un segundo en echarlos a la basura (ya le conseguiría qué ponerse), pero se quedó quieto sin saber cómo proceder luego de desnudarse.

 

— No sé cómo bañarme. — Dijo cabizbajo.

 

— ¿De verdad? — Estaba mirándolo un poco sorprendido mientras me deshacía de mis propias ropas. Taemin asintió muy avergonzado. — Bien, por esta vez te ayudaré. — Pareció relajarse un poco.

 

                Los baños públicos consistían en pequeñas piscinas privadas, con un par de duchas a cada lado, eran como habitaciones de baño. Estábamos solo Taemin y yo en aquella habitación. Pienso que se hubiese sentido muy incómodo si hubiésemos estado en los baños públicos de Xián, donde todo se comparte y no hay ni un rincón donde puedas estar sólo con tu desnudez. 

 

                Taemin entró al agua, alentado por un gesto de mi mano, le seguí. En una esquina había jabón y lo tomé. Estábamos sentados frente a frente, el agua, tibia, nos llegaba poco más arriba del ombligo. Hice espuma para acto seguido pasar mis manos por el cuello de aquel chico. La mugre volvía a la espuma negra, y tuve que frotar su piel con fuerza para que saliese. Que chico tan mugroso.

 

                El cuello, los hombros, el pecho y los brazos ya los tenía limpios cuando se animó a restregarse por su cuenta. La piel de ese chico estaba roja, pero se notaba que era de tez ligeramente bronceada, unos tonos más clara que la mía. Le lavé el cabello mientras él enjuagaba su cara y con una taza le eché agua. El pelo le cayó en la cara y él se lo echó para atrás. Apareció delante de mí un joven muy atractivo de labios rosados; mi expresión debió delatar mi asombro por su gracia y hermosura, pues Taemin se sonrojó muchísimo plantando la mirada en su regazo, avergonzado.

 

                ¡Qué chico tan encantador y atrayente! Me arrepentí, de verdad que lo hice, por haber pensado que era un mugroso. Recordé nunca más juzgar a alguien por su apariencia. Taemin tenía los ojos oscuros con la travesura tintada en ellos, la nariz perfilada, los labios carnosos y rosados, su mandíbula fuerte y a pesar de eso, su rostro era ligeramente femenino. El cabello era castaño, no negro como supuse. Le llegaba más abajo de los hombros ahora que no estaba tieso y puntiagudo.

 

                De mi boca no salió palabra hasta después de habernos vestido y salido de los baños públicos. Seguía asombrado, embelesado y conquistado por Taemin. No dejé de verlo cuando salimos del agua, su cuerpo aseado con buen aroma, ni dejé de verlo cuando se vestía con unas prendas que nos regaló el gran corazón del dueño del local (una ligera camiseta blanca con pantalones de un verde oscuro, sumado a sus nuevas botas), ni pude apartar mis ojos de él cuando se secaba el pelo para recogerlo en una coleta alta, con mechones saliéndosele graciosamente y enmarcando su rostro (ese fue, por mucho, uno de los mejores espectáculos que en mi vida he apreciado).

 

— Me ves como a un trozo de pan. — Dijo pasado un rato de salir de los baños en tanto caminábamos por el pueblo.

 

— Lo siento. — Pronuncié desviando la mirada a otras caras. — Solo aprecio tu rostro ahora que se puede ver.

 

— ¿Me veo bien? — La curiosidad le saltaba en la garganta junto con la emoción, parecía de verdad ansioso por mi respuesta, incluso daba pequeños saltitos.

 

— Sí. — Omití un “muy bien” que me dio vergüenza soltar. Él pareció bastante satisfecho y se calmó, volviendo a caminar a paso normal.

 

                Pasamos el resto del día paseando. Taemin parecía ahora tener más confianza y energía que cuando lo conocí. Pasamos por una tienda de espejos y él se miró, se detalló, conociéndose o reconociéndose a sí mismo. Me miraba y luego se miraba él, comparándonos. Yo era un poco más alto y bastante más corpulento. El cabello negro oscuro y la piel tostada me diferenciaban de él, también mi ropa, toda de tonos tierra, tanto la camiseta como los pantalones y las botas.

 

                La tarde llegó junto con el denso calor. Siempre hacía calor en el desierto pero en las tardes el aire se volvía vaporoso y la arena se pegaba en la piel, a diferencia de las noches que solían ser frías.

 

— ¿Hacia dónde vamos ahora, Jong In? — Estábamos pasando por una calle concurrida, por lo que se pegó más a mí envolviendo sus manos en mi brazo.

 

— Buscaremos dónde quedarnos y en la mañana partiremos. Te llevaré fuera del desierto. — Taemin pareció emocionado y caminó más rápido tirando de mi mano.

 

— ¡Vamos! ¡Vamos! — Me jalaba por la calle y se reía, sacándome una ligera sonrisa. — ¡Mientras más rápido durmamos, más rápido amanecerá!

 

                Y así hicimos. Conseguimos una posada y pagamos una habitación que costó una moneda de cobre. La pieza era bastante rústica, una cama, un armario, una ventana, eso era todo. Nos acostamos en la cama a continuación de desvestirnos, me dio pena pensar que era la primera vez que Taemin sentía un colchón bajo su cuerpo. Él no dijo nada, yacía muy cómodo mirándome, detallándome. Le miré igual hasta que él dijo:

 

— Siempre supe que si le pedía a las estrellas que me salvasen de ese infierno de pueblo ellas me escucharían. Anoche dormía en un cartón y hoy en una cama contigo. — Cerró los ojos, suspiró y, con una sonrisa que ya no me parecía tenebrosa ni escalofriante, se quedó dormido. 

 

...

Notas finales:

De nuevo, gracias por leer. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).