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Dominus por JessJe

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Capítulo 2: Amans


 


El joven con lentitud alzó su mirada hasta encontrarse con los ojos del noble. Sir Charles sonrió al ver la claridad en la mirada de Kal, sin ningún tipo de falsedad, tan pura que le podía comunicar todos sus pensamientos sin siquiera hablar.


Los labios de Kal temblaban un poco, cautivado por lo hermosa que se veía la piel del otro, iluminada por la luz de la luna. Al final se atrevió a hablar, -Milord, quisiera… si su merced me concede… ¿puedo besarlo? -le preguntó casi tartamudeando.


El noble no respondió. acercó su rostro y posó sus labios en los suyos con suavidad. Kal fue respondiendo con lentitud, moviendo los suyos. Su corazón vibraba, conforme el roce iba subiendo de intensidad. El noble se separó un poco, y sin abrir los ojos, suspiró, -Tócame, Kal. Abrázame.


Éste obedeció, primero tomando sus brazos delicadeza, mientras Sir Charles seguía atacando su boca con deseo. Conforme sentía que su cuerpo se llenaba de lujuria, sus manos fueron rodeando el cuerpo del noble, con anhelo de hacerlo más suyo. Ambos suspiraban en medio del juego de sus labios, mientras los largos y fuertes brazos de Kal se posesionaban del cuerpo del noble.


Sin más pudor ni temor, Kal recostó el cuerpo de Sir Charles en el suelo lentamente. Dejó sus labios, dejando un camino de besos intensos en su rostro, su cuello, su pecho.


-Kal -gimió el noble -Quítate… quítate la ropa -le rogó.


Éste sumisamente obedeció, primero desabotonando su camisa. Charles le ayudó con dificultad, ya que sus manos no dejaban de temblar. El noble exhalaba al ver la piel de Kal que se iba exponiendo ante él. ¿Cuánto había deseado el poder sentir esa piel, que su cuerpo fuera recorrido por esas manos, engolosinarse por esos labios?


Kal con timidez se fue despojando de su prenda inferior. Y al verse completamente desnudo, un atisbo de pena llegó a las mejillas de Kal por un momento. El noble admiró con lujuria ese cuerpo que tanto había deseado en silencio. Se enderezó y lo besó con más intensidad, recostando ahora al aldeano en el suelo. Sus besos, sus caricias eran aún más pasionales y osadas que las de Kal. Con deseo se posesionó de su cuello mientras sus manos acariciaban cada centímetro del cuerpo de su amigo, que entre suspiros le llamaba milord, con respeto sí, pero con un tono cadente en su voz.


Sus labios fueron bajando hasta llegar a su pecho, mientras una de sus manos tocaba la ingle de Kal. -Mi señor -dijo con ahogo -por favor, no… no lo haga… no estoy debidamente aseado… su merced…


Pero el noble no escuchó sus palabras, en ese momento no eran oportunas.  Tomó el miembro de su amante con suavidad, y jugó con él, mientras sus labios se posesionaban, golosos de uno de sus pezones. Kal respondía con jadeos y suspiros ahogados, mientras su cuerpo gozaba de las caricias de Sir Charles, quien sentía un fuego recorrer por todo su cuerpo, ansioso por más. Bajo su boca, dejando un camino de besos por el vientre de su amante hasta llegar al punto deseado, y sin ningún recato, tomó con deseo el miembro de Kal, con suaves roces de sus labios, para después introducirlo en su cavidad. Éste abrió los ojos con sorpresa y gimió por el éxtasis que recibía, al sentir la boca de quien había admirado, respetado y deseado por años en su pene, que tomaba ya un tamaño considerable por el trato que recibía. Con entusiasmo succionaba su miembro, y sentía que su piel quemaba en al sentir las enormes manos de Kal que tocaba su cuerpo, presionándolo con fuerza.


-Mi señor… ahhhh… creo que… no voy a poder -habló entre gemidos cuando sentía que inevitablemente dejaría ir su semilla en la boca del noble, que no se detenía en su cometido, hasta que sintió el néctar en sus labios y escuchó los casi gruñidos roncos que salían de la garganta de Kal. El noble limpió con esmero el miembro de su amante, al tanto que éste gemía, constante, con los ojos cerrados.


Después de algunos minutos, Kal sintió los labios de sir Charles recorrer nuevamente su cuerpo hasta llegar a sus labios. El más joven sintió un olor diferente en el cuerpo del caballero. Era el aroma del deseo, fragancia pura a hombre. Charles se detuvo, dejando rastros de saliva que unían sus labios y mirándolo a los ojos, le rogó con voz ronca, -Déjame hacerte mío, Kal Wallace.


Este no dijo nada. Su respuesta fue devorar los labios del otro nuevamente. Dejó que Charles tomara la iniciativa en todo. Sentía miedo, no sabía que esperar, pero confiaba en él, en sus besos, en esos brazos que lo habían atrapado, de los cuales no pretendía escapar.


Estaba boca arriba, viendo las copas de los árboles, cuando sintió la lengua del noble en su entrada, mientras separaba sus piernas y las apretaba con fuerza. Un escalofrío traspasó todo su cuerpo mientras sentía su cuerpo siendo invadido. Gemía conforme su abertura, virgen minutos antes, se iba expandiendo un poco. Arrastro sus dedos en el suelo pedroso conforme su cuerpo reaccionaba a las acciones de Charles, sin que éste pudiese detenerlo.


Pasaron varios minutos, los cuales fue disfrutando, hasta que un sentimiento de soledad le invadió al no sentir más a Sir Charles en su entrepierna. El noble se enderezó, enseñando a su subordinado su palpitante miembro, cuyo tamaño había aumentado y se mostraba erguido, casi orgulloso. Charles se acercó a su rostro y lo acarició con cariño. -No puedo soportarlo más, Kal -le susurró. -Si llego a hacerte daño, por favor, dímelo.


La respiración de Kal estaba agitada. No tenía noción de lo que sucedería, pero en los ojos de su amado había un fuego que no podía describir, pero sabía que era el mismo que atravesaba su cuerpo. Solo asintió.


Charles se dispuso frente a él, tomando las piernas de Kal y acercándolos a su pecho. Miro el rostro de Kal y por un segundo sintió remordimiento. Ahí estaba él, un hombre experimentado a un segundo de profanar ese cuerpo tan perfecto. A pesar de los errores que había experimentado en carne propia, aún había inocencia en los ojos del antiguo granjero. Una inocencia que Charles estaba a punto de arrebatarle. Un pecado tan imperdonable como obsceno, pero tan delicioso y atrayente, que esa atrición duró solo unos segundos. Ahí estaba aquel hombre que deseó por tanto tiempo, a quien había aprendido a amar en cuerpo y alma, y si tenía que quemarse en el fuego eterno, que fuese envuelto en sus brazos, juntos.


Kal cerró los ojos cuando sintió su carne unirse por fin a la suya. Un movimiento lento y pausado, que hizo que de su boca saliesen morbosos gemidos que contrastaban con el sonido del viento acariciando las copas de los árboles y los golpes de las aguas contra las rocas. Podía sentir olas de dolor que iban desde su punto y se transportaban al resto de su cuerpo. Su mente estaba perdida, concentrada en esa sensación extraña y nueva.


Un ardor recorrió el cuerpo del noble al sentir su miembro ser atrapado entre las paredes que lo rodeaban, al tiempo que se introducía con lentitud. No quería apresurarse, no solo por no provocarle molestias a Kal, también porque quería alargar todo lo posible esta sublime experiencia.


Una pausa llegó cuando Charles no pudo avanzar más. Un minuto en que ambos inhalaban y exhalaban con fuerza y sonidos roncos. El noble, volviendo un poco a la realidad, se cautivó al sentir que el cuerpo de su amado temblaba un poco, y su rostro pálido empezaba a enrojecerse. No había abierto aún los ojos, y así lo prefería el caballero: temía que en ellos hubiese un poco de arrepentimiento y dolor. De ser así, se habría detenido. Lo menos que deseaba era provocarle sufrimiento. Pero no sucedió. En vez de eso, las piernas de Kal rodearon un poco el cuerpo del noble, como buscando más cercanía. Esa acción fue la señal para continuar.


Charles tomó un respiro profundo e inició un movimiento lento pero profundo, haciendo que los dulces y sofocantes gemidos de Kal fueran aumentando de volumen. No se escuchaba otra cosa en las cercanías que los ruegos del caballero rogando por más a su señor. Era suyo, por completo, y así se lo quería demostrar, exclamando, extasiado, que le pertenecía a su milord.


Después de varios minutos, la faena del favorito del rey se volvía laboriosa: el golpeteo en su cuerpo, mientras sentía la carne de Kal abrazando su miembro, la ronca voz de su subordinado, extasiado, suplicando por más, la luz de la luna que se reflejaba en su pecho sudoroso, que sintió que su cuerpo no iba a soportar más. Una estocada más y profunda, y salió de la entrada del muchacho. En ese momento, Kal abrió sus ojos rogantes de los que un par de lágrimas brotaron. Charles se recostó sobre él y devoró sus labios. Al sentir que su lengua se introducía a su boca y frotaba el interior, Kal lo abrazó con fuerza y deseo. Solo el deseo por respirar hizo que el noble se separara de él y le ordenó con suavidad, -Voltéate.


Kal, aún agitado, obedeció. Al ver sus nalgas perfectas, Charles las acarició mientras recorría con la vista su cuerpo. Su espalda era ancha y su cuello apetecible. Se recostó nuevamente, esta vez intercalando besos y pequeñas mordidas en la nuca desnuda del más joven.


Se enderezó nuevamente, esta vez sosteniendo la cadera de Kal. Introdujo su miembro nuevamente, haciendo que el muchacho gimiera nuevamente. Golpe tras golpe, y sin detenerse esta vez. Las mentes de ambos hombres estaban fuera de sí, ahogadas en las sensaciones que experimentaban. Kal nunca pensó que unirse a otro ser humano podía llegar a ser tan placentero. Charles jamás había sentido tanto gozo con otro cuerpo como ahora. Si había una razón para el infortunio, el dolor y la miseria del mundo, debía ser este: para perderse en el placer, para ahogarse en la lujuria, para amar con todas las fuerzas. Se habían encontrado por fin. El noble y el plebeyo, el rico y el pobre eran uno solo. No importaba el título, ni la posición. ¡Qué más daba el género! Si era una afrenta contra dios, que así fuese. Ninguno estaba arrepentido, y por dios del cielo, no lo estarían nunca.


Charles tomó en algún momento el miembro del muchacho, que estaba suplicando por atención, mientras seguía en su faena. Solo tres golpes hicieron falta para que Kal vertiera su semen sobre el suelo. Y al sentir lo tibio de ese líquido en su mano, la fuerza de voluntad de Charles fue vencida finalmente. Fuertes gemidos de su boca emanaron mientras el más joven sentía su cuerpo llenarse de su néctar.


Pasaron varios minutos. La luna se había movido un poco, y la luz les daba ahora directamente en sus rostros. Ambos cuerpos estaban tendidos en el suelo ya sin fuerzas. Kal dormía exhausto, con su cabeza recostada en el brazo de Charles. El noble no dejaba de contemplarlo y pensar en aquella frase que su amado muchacho le había expresado momentos antes de hundirse en ese profundo sueño, -Lo amo, Milord. Mi señor…


Un pequeño asomo de culpa embargó su alma. ¿Qué le esperaba a Kal ahora? Su mundo era cruel y despiadado para personas como ellos. Había aprendido a ocultar sus afectos, aunque estos habían sido cortos y momentáneos. Pero ahora era distinto, Kal no era un simple afecto. Estaban ligados a un sentimiento muy fuerte. Y a diferencia suya, que conocía los placeres de la carne desde antes, esta había sido la primera vez del muchacho. No podía dejarlo, tampoco deseaba hacerlo. Pero estaba convencido de algo: de ser necesario, por el bienestar de Kal, tenía que estar preparado para dejarlo ir, aunque eso le destruyera el alma. Había caído a merced de esa maldición provocadora llamada amor y de ahí no había salvación. No había nada que hacer, más que resignarse y disfrutar del tiempo que estaría junto a él, fuera largo o corto. Acarició su mejilla y sonrió, -También te amo. Kal.


BREAK


Pasaron un par de días. Kal estaba al pie de la tumba de sus padres. A unos metros de él, Sir Charles esperaba. El muchacho se persignó y se retiró. Al acercarse al noble, intentó ocultar su aflicción, pero le fue imposible. El mayor suspiró y le habló con sinceridad, -Si sientes que debes quedarte, Kal, entenderé. En lo que a mí respecta tu voto quedó terminado desde aquella noche.


El joven lo miró decidido, -No estaré con usted por un voto, milord, sino porque mi corazón así lo desea.


Charles asiente, mientras un alivio llena su interior. Ambos montan sus bestias, y Kal vuelve su mirada nuevamente hacia las tumbas. En silencio se despide y cabalga junto a Charles, convencido que su futuro ahora sería con él.


Después de varias semanas de viaje, llegaron por fin a la capital. Y como esperaba Sir Charles, tanto él como sus hombres fueron recibidos como héroes. Hubo un gentío que, gozosos, celebraban en las calles mientras el grupo cabalgaba en un desfile hacia el castillo.


Constantemente el favorito del Rey miraba hacia atrás para constatar que Kal lo seguía. Éste no podía ocultar lo maravillado que se sentía. Era un hombre de campo de todas formas, y estar rodeado de edificaciones tan imponentes era abrumador. Mujeres, niños y hombres les saludaban con alegría y un sentimiento de orgullo lo embargó. Conforme se aproximaba a la gran fortaleza que resguardaba el castillo, sintió nerviosismo. Nunca hbía imaginado una construcción como esa. Los caballeros que resguardaban la entrada hicieron una reverencia mientras Sir Charles y sus caballeros pasaban frente a ellos. El castillo estaba rodeado por jardines hermosos.


Un caballero, junto a varias damiselas esperaban en las escaleras que daban a la puerta principal. Al llegar los jinetes, el primero en desmontar fue Sir Charles. Kal observó sorprendido como éste iba hacia el desconocido. Una sonrisa brilló en el rostro de ambos y un fuerte abrazo dejó confundido al muchacho.


Los demás jinetes bajaron de su animal. Kal se quedó inmóvil por unos segundos, hasta que imitó a sus compañeros. Se aproximó a Sir Charles y aquel caballero para escuchar su plática, pero estos empezaron a caminar hacia la puerta. Las mujeres rodearon a los hombres que estaban con Kal. Una de ellas fue directamente hacia el joven y le hizo una reverencia, -Mi señor, si gusta lo llevo a sus aposentos.


-Emm.. le agradezco, pero debo acompañar a Sir Charles. Es mi deber.


La mujer le sonrió tímidamente, -Sir Charles de Wayne debe reunirse con el Rey. Por favor, acompáñeme. Así podrá asearse y tomar algún alimento.


Kal no insistió más y siguió a la mujer, pero sentía como su corazón se estrujaba con violencia.


Al mismo tiempo, Sir Charles iba con su viejo amigo, charlando sobre su faena en el norte junto a sus hombres.


-Su labor fue inmejorable, querido Charles. El Rey está muy complacido. Te aseguro que serás recompensado y tus fieles hombres también.


Charles le sonrió, -No lo hice por recibir una recompensa, Anthony. Le debo mi lealtad a mi Rey, lo sabes.


-Se lo debías a su padre, Charles, no a su hijo. Él lo sabe, y por ello está tan impresionado y complacido. Vamos, hombre. Déjate complacer -le dice con una voz jocosa.


- ¿Y cómo piensas que mi Señor me podría recompensar?


Sir Anthony Grayson se detuvo un momento y le susurró, -Al parecer, el Rey desea que formes parte de la línea monárquica.


Al escucharlo, Charles endureció su expresión - ¿Cómo pretende hacerlo? Mi familia es noble, pero no tengo línea consanguínea real.


-Aún no, pero la hermana del Rey fue traída desde su ducado. Se rumora entre las mujeres del castillo que el Rey quiere darte su mano, y así tus hijos tendrán derecho sobre el trono. ¿No te parece una gran noticia?


Pero en vez de alegrarse, Charles sintió una gran zozobra. -No puedo aceptarlo, Anthony. No… no puedo casarme con la hermana del Rey.


-Vamos, Charles. Eres un hombre maduro, sin hijos y con grandes propiedades. Debes pensar a futuro. Además, y si sigues complaciendo el corazón del Rey, podrías llegar a ser su sucesor en caso de que tus hijos aún no hayan llegado al mundo.


-No entiendes, Anthony, no puedo… no… no podría aceptar algo así.


Su amigo se quedó pensativo, -Te enamoraste de alguien más, ¿cierto, amigo?


El noble, al escucharlo, cambió su expresión de inmediato, -No se trata de eso -mintió- Ya existe un sucesor, lo sabes.


-Si te refieres a Sir William de Napier, te recuerdo que faltó al Rey.


-Fue hace mucho tiempo. Sir William era un niño en ese entonces.


-Ya estaba crecido y consciente cuando se ganó el desprecio del Rey. Tu estuviste ahí, Charles. Fue escandaloso. Por eso fue prácticamente expulsado del reino y recluido en la tierra de su padre.


-Pero no deja de ser el sobrino del Rey. Y sabes perfectamente que la casa Napier tiene muchos adeptos, incluso entre los nobles. Una noticia como está podría generar en un conflicto interno.


-Es la hermana del Rey, Charles. Y aunque es una mujer madura, sigue siendo de muy buen ver y aún puede dar hijos sanos, tus hijos Charles. En fin, es solo una conjetura. Pero te recomiendo que no te niegues si el Rey te lo propone ahora, porque los nobles y consejeros están en el salón junto al Rey y Lady Sarah ahora. Sería una afrenta que no creo que olvide.


BREAK


Pasaron varias horas. Kal esperaba en su habitación. Desde su ventana, miraba la luna, imponente, en el vasto cielo. Siempre que veía el astro, su mente viajaba a aquella noche, cerca del riachuelo, y un fuerte deseo empezaba a embargarlo. Después de eso, habían estado juntos otras veces, pero esa noche era especial y única.


Le hacía falta, y algo que no explicaba le preocupaba. Ese hombre había sido muy afectuoso con Charles, y eso le ahogaba. No entendía el por qué, pero sentía odio por aquel desconocido que se había atrevido a abrazar a su señor.


Al escuchar la puerta abrirse y verlo nuevamente, sintió una inmensa alegría. Fue hacia él y lo abrazó con fuerza, como si no lo viese por mucho tiempo. Charles solo sonrió y sintió un gran alivio por unos segundos, el cual se fue desvaneciendo al recordar los acontecimientos de esa reunión con el Rey. Apartó a Kal y le habló sereno, -Debo decirte muchas cosas, Kal. Necesito que me escuches con atención.


El joven se separó y aquella sensación de ahogo volvió a su cuerpo. Ambos tomaron asiento en la cama, pero antes de que Charles iniciara, Kal le cuestionó, -Ese hombre… él que te esperó en las escaleras, ¿quién es?


La pregunta le causó asombro al noble, y éste tranquilamente le respondió, -Es Sir Anthony Grayson, un amigo afectuoso desde mi juventud.


Kal no dijo nada, solo asintió, pero sin calmarse. Charles suspiró y le habló, -Me reuní con el Rey hasta hace unos minutos. Fui recibido con honores y luego hablé con él en privado. Él me ha impuesto un compromiso del que, temo, no puedo desligarme.


- ¿Compromiso? ¿Qué quieres decir?


-El Rey desea que le dé un heredero, por eso me ha ofrecido la mano de su propia hermana, Lady Sarah en matrimonio. Y acepté.


Kal sintió un profundo dolor, que se vio reflejado en su rostro. Antes que Charles siguiera hablando, el joven se puso de pie y caminó hacia la ventana. Miró con tristeza la luna que ahora era testigo de su sufrimiento y cerró los ojos con amargura.


-La situación es así, Kal: hay un hombre, Sir William Napier, que es sobrino segundo del Rey. Es un hombre que se ha ganado el desprecio de nuestro monarca, pero por desgracia es el único que está en la línea sucesoria. El Rey no pudo tener herederos, y su hermana enviudó sin hijos. La esperanza del Rey es que podamos darle un heredero que estará en primer lugar en la línea sucesoria, tal y como manda la tradición.


Kal se volteó con furia hacia Charles y exclamó, - ¿¡Pero por qué tú?! ¿¡Por qué no ese tal Anthony Grayson a quien le permites que te abrace?!


Charles abrió los ojos con asombro, -Me gané el respeto del Rey… y me ha confiado esa labor, pero… Kal, mencionas a Anthony nuevamente. ¿Por qué te molesta tanto? Estás… ¿lo odias acaso?


-Lo odio, sí. ¡Claro que lo odio! -le dice con ira. –A él y al Rey, por alejarme de ti.


-Pero Kal -le ruega tratando de calmarlo. Pero los ojos del muchacho se humedecieron, y no tenía control de sí.


-Me entregué a ti, Charles. Pero no solo eso. Tú también te me entregaste. Te amo, eres mío. No deseo compartirte con alguien más, ni con un amigo o con la hermana del Rey.


Una sonrisa se asomó en el rostro del noble. Era la primera vez que su amado Kal no usaba un título con él. Sus ojos estaban llenos de tristeza, sí, pero también de ira, de celos. Y lo enterneció.


- ¿Por qué ríes? -le pregunta con un poco de ahogo. - ¿Te parece cómico mi dolor?


Charles tomó con dulzura su rostro y exclamó, - ¿Cómo pude ser merecedor de ti, mi amado granjero?


Pero el muchacho se quitó con dureza, - ¡No me llames así! No es mi deseo ser víctima de tus bromas, Charles. Te estoy abriendo mi corazón, y no me tomas en serio.


El noble lo tomó con fuerza de los brazos y lo calló con un súbito beso. El muchacho lo tomó de la cintura y lo aferró a él con dureza. Charles sentía una gran emoción. Aquel joven que, hasta ese momento, había sido cauto y respetuoso, ahora le mostraba un lado feroz y animal que lo había excitado rápidamente. Separaron sus labios y Charles le ordenó, como siempre lo hacía, solo que esta vez su mandato fue lujuriosamente distinto, -Hazme tuyo, Kal.


El joven no esperó. Y si Charles había sido dulce hasta ahora con él, Kal no estaba dispuesto a serlo. Los celos y la desesperación por perderlo se lo impedían. El joven le quitó la ropa con dureza. Besó cada centímetro de su cuerpo, saboreó cada cicatriz, cada recoveco, hasta que se apropió de su entrada y la violó sin ningún miramiento. Lo penetró con fuerza y locura. Marcó su piel para dejar en claro que le pertenecía a él, a nadie más, ni noble, ni mujer, ni rey. Era suyo, y Kal era de Charles.


El noble en ningún momento lo detuvo. Disfrutó estar a merced de ese hombre, tan dulce como animal. Gozó al ser sometido ante ese muchacho de nobles sentimientos, pero que ahora estaba dominado por el miedo, un sentimiento que él conocía perfectamente. A él también le aterrorizaba perderlo. Pero no quería pensar en ello, no ahora.


La luna se fue perdiendo de vista, conforme las horas pasaban. Finalmente, ambos reposaban en la cama. Charles le daba la espalda al muchacho, pero permanecía despierto. Cerró los ojos y suspiró cuando sintió los labios de Kal recorrer su espalda. El muchacho miró con tristeza moretones en el cuerpo de su señor, marcas que él mismo le había hecho. Lo abrazó por la cintura y le habló al oído, -Perdóname por hacerte daño.


Charles se volteó y le sonrió, - No me hiciste daño. Es más, me atrevo a decir que ha sido la mejor noche que he pasado.


Pero eso no aliviaba el corazón del joven, que recostó la cabeza en su pecho, -No deseo perderte. Eres… eres mi vida entera. Por favor, Charles… no lo hagas. No te cases.


El noble acarició sus cabellos y le habló dulcemente, -Si no lo hago, podría haber una situación crítica en el reino al momento de morir el Rey. Sabes que me siento obligado por lo que el antiguo Rey hizo por mí, Kal.


-Pero… pero hay otros nobles. ¿Por qué tú?


-No puedo responderte, Kal. Ha sido decisión del Rey. Y debo cumplir sus deseos.


Kal se separó de él y lo miró a los ojos. Temía preguntar, pero debía hacerlo, -La hermana del Rey… ella… ¿es hermosa?


-Mucho -le responde con sinceridad -E inteligente. Será una buena compañera.


Kal baja la mirada con tristeza, -Entonces… tendré que alejarme.


-No -le responde con decisión Charles -Cumpliré con los deseos del Rey. Me casaré con Lady Sarah y traeremos al mundo a un heredero, pero mi corazón te pertenece, Kal. Eso no cambiará. Y… en cuanto a Sir Anthony, te llevaré con él mañana. Cuando lo conozcas, sabrás que no debes sentirte celoso de él.


Kal gruñó y se volteó mirando el dosel que colgaba sobre ellos. Luego, su vista paseó por la habitación y cayó en cuenta de algo, -Es la primera vez que lo hacemos en una cama.


Era cierto. Durante esos meses, habían estado juntos a la intemperie o sobre un manto. -Extraño hacerlo como antes -dijo con nostalgia.


-Lo dices por la noticia que escuchaste -le responde Charles- También me siento afectado por lo ocurrido, Kal. Pero no puede desconocer mi deber para con el reino.


- ¿El reino es más importante que yo? -le insistió suavemente.


-Para mí no existe algo o alguien que tenga más valor que tú, Kal. Pero la paz nos beneficia a nosotros también. Además, el Rey no toma con tranquilidad una respuesta negativa a cualquiera de sus peticiones.


-No es una petición -reclamó el joven- Es un mandato injusto y cruel. Piensa Charles, yo… no podría competir con un hijo.


-Pero no tendrás que hacerlo, querido -le insiste al tiempo que lo hace mirarlo a los ojos. -Mi vida te perteneció desde el día que me salvaste en aquel pueblo. Y mis deberes para con el reino o… mi eventual hijo, no superarán nunca a mis deseos de hombre. Por favor, Kal. Necesito que lo entiendas. Y sobre todo… lo más importante, que no me dejes por esto. No podría hacerlo, no… no sería capaz de seguir sin…


Los labios del muchacho lo enmudecieron por completo. Un beso que supo diferente. Un sabor de pasión y tristeza a la vez. Kal lo miró a los ojos y acarició su rostro, -No lo haré. Bien… si así ha de hacerse, lo aceptaré.


BREAK


SEIS MESES DESPUÉS


Como se tuvo previsto, la boda se realizó en primavera. La corte se engalanó con colores vivos, terciopelo y oro. Después de la bendición del sacerdote, a lo lejos y mezclado entre los caballeros de la corte y damas, Kal observaba a Charles de la mano con su esposa, la que sería madre de sus hijos.


Lady Sarah era, efectivamente, muy hermosa. Su cabello era largo, rubio y frondoso. Esa tarde, estaba bellamente arreglado, con una diadema de oro y piedras preciosas y un vestido blanco, largo con encaje y seda. Sus labios eran rojos como las cerezas y su piel blanca y tersa.


Kal miró con tristeza al hombre que amaba bailando con ella. Se sonreían mientras compartían palabras entre ellos. Y es que Lady Sarah era una mujer que se ganaba el corazón de cualquiera y eso era una verdad que ni el mismo Kal podía negar: era dulce, divertida, madura. Con Sir Charles había compartido algunas ocasiones, pero nunca a solas, ya que Kal no se despegaba del noble por ningún motivo. Pero las cosas eran diferentes a partir de ese momento. Esa noche, precisamente, estarían solos. Y lo más probable es que buscarían aquel heredero que tanto ansiaba la corte.


Estaba tan inmerso en sus pensamientos, que Kal no se dio cuenta de la cercanía de Sir Anthony, hasta que sintió su mano en el hombro. - ¿Pensativo, Wallace? -le pregunta risueño.


Como bien anticipó Charles, Anthony se ganó el respeto y aprecio del más joven. Era entusiasta y correcto en todos los sentidos, y veía a Charles casi como a un hermano. Ante eso, Kal dejó de sentir celos por el caballero.


-Estoy… vigilando, solo eso -le respondió el muchacho.


En ese momento, los novios agradecieron a los invitados y se retiraron a la habitación que había sido acondicionado en el castillo para que pasaran su primera noche juntos.


Conforme se retiraban, Kal miraba con desesperación a Charles saliendo de la mano con esa mujer, a quien y a pesar de todo, la consideraba su rival.


Anthony volvió su mirada a Kal y le susurró, -Ya que los novios se han retirado, no hacemos nada aquí. Vamos, quiero ofrecerte una bebida en mi habitación.


-Lo lamento -se excusó- Pero deseo recostarme, ha sido un día fatigoso.


-Te lo pido -suplicó- Es importante que me acompañes. Cuando estemos ahí, lo entenderás todo, lo prometo.


El menor aceptó con molestia. No deseaba hacerlo, pero no podía hacerle ese desaire. Mientras se dirigían al aposento de Sir Anthony, pensaba en Charles. ¿Qué estarían haciendo? Pero trató de sacar de su mente alguna imagen que lo destruyera. Sería una infidelidad consensuada, sí, pero no dejaba de ser doloroso.


Al llegar a la habitación, Sir Anthony sacó una botella de vino que tenía guardada entre sus cosas y dos vasos. Sirvió el líquido y le entregó un vaso al muchacho.


Antes que Kal la ingiriera, Anthony puso su copa en señal de brindis, -Que nuestra dicha y planes sean magníficos, mi joven caballero.


Kal respondió chocando su vaso con su acompañante. ¡Cuánto deseaba que sus palabras se cumpliesen! Que esa pesadilla que estaba viviendo fuera un mal recuerdo.


Luego de tomar sus bebidas, Anthony tomó los vasos y los dejó sobre la cómoda. Regresó con Kal, solo que esta vez, sus manos se posaron en el hombros del joven, sin ninguna razón.


-Bien, Kal, es hora de que enfrentes una verdad. Y espero que me escuches con atención.


Su cercanía le incomodaba. Así como su tono de voz que había cambiado. Algo sucedía y en pocos segundos Kal Wallace lo sabría.


CONTINUARÁ.


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