Porque como todo, nuestra historia de amor debía tener un final.
Tal vez no era el que esperábamos.
Tal vez no fue el mejor.
Pero fue un final, y espero con todo mi corazón que sigas bien, a pesar de que nuestra historia no termino del todo bien.
Aún recuerdo cuando te conocí en la escuela básica. No sabía que decir, aun no sé qué decir exactamente, y me siento como un completo patán cada que recuerdo nuestro triste y desamparado último encuentro.
¿Tú lo recordaras?
No lo sé, pero ojala sea así, porque, mi amor, te extraño mucho, y aunque no lo creas, a veces te busco entre las personas cuando voy caminando por las calles congestionadas de Japón.
Je, imaginame no más tan desesperado, buscando entre figuras somnolientas y grises tu sobrenatural cabello azulino que tantas veces encendió mi frio corazón. Porque fui un cubito de hielo contigo al principio. Oh, pero tu igual. No te salvas de que te lo diga, porque era una verdad que algún día teníamos que aceptar: tú también eras frio, y nos complementábamos con aquellas actitudes tan infantiles nuestras.
¿Sabes algo más? Extraño tus labios, y lamento el rápido cambio de tema, pero es así. Extraño tus labios, tus besos, mirarlos a través de la pantalla, porque muy pocas veces habíamos acordado quedar en algún lugar, y el resto de veces, nos veíamos por fotos o por la simple, y mágica, aplicación que era Skype.
Extraño tus abrazos, porque cuando nos veíamos, aunque no lo demostraras en tu frio rostro, te emocionabas, y brillabas como nunca lo hiciste, y me apretabas como si tu vida dependiera de ello, y yo, felizmente te devolvía el abrazo, porque, tampoco lo demostraba, pero estaba feliz.
Éramos muy distintos, ¿por qué nos amamos tanto? No lo sé, el amor solo llega sin tocar a la puerta, y el nuestro llego tan rápido como se fue.
Fue un suspiro nada más, el suspiro más placentero que tuve la suerte de llegar a sentir. Y tú lo hiciste por mí, me hiciste sentir vivo, me hiciste sentir nuevo, me hacías sentir único, como si fuera único y no una copia de un adulto malhumorado.
Sí, tal vez no muchos creyeran mis palabras, porque a simple vista éramos más bien aparejos, éramos más bien para nada rutinarios, y, además, no encajábamos como dos fichas precisas en un rompecabezas.
Pero, hasta nuestros compañeros después de un tiempo lo aceptaron, porque ¿cómo no aceptar el amor? Suena estúpido, y aun así hay personas que llegan a desecharlo antes de imaginarlo.
El tiempo lo puede todo, pero creo que en mi caso, no podrá borrarte de mí lastimada memoria.
Nuestro último encuentro, como ya nombre, no fue perfecto… No lo fue…
Y lamento tanto que haya sido así, que nos hayamos torturado tanto el uno al otro con este amor tan toxico que recreábamos en la cama o en algún otro lugar en el cual nos escondíamos para darnos dulces y cálidos besos.
Pero el amor toxico nunca lleva a ningún lado, y nosotros fuimos yunques uno del otro, hasta que al final…
Terminamos matándonos.
O tú, porque yo, ahora mismo, escribo esta carta desde el techo del edificio que una vez fue mio. Nuestro.
¿Sabes? Las personas allá abajo se ven muy pequeñas, y han llamado a la policía para intentar bajarme.
Pero si me bajan, me meterán en un manicomio, y eso no es lo que deseo para mi vida.
¿Qué deseo entonces?
Deseo llegar contigo al cielo.
Y eso haré.
Te amo tanto, Kuroko Tetsuya, y espero poder verte una vez más cuando todo esto terminé con un trágico final.
Mi final.
—Akashi.