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Frío por vickytoya

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Notas del fanfic:

No, no he vuelto(?).

Paseando por aquí me di cuenta de algo sumamente importante. Me gusta escribir, es cierto, pero también me gusta que me acaricien el ego.

Esto va por todos aquellos que aunque han pasado dos años desde que dejé de escribir, siguen dejando reviews.


A disfrutar.

Frío

 

Ken se había vuelto como un gran foco que lo atraía, era casi imposible no caminar en círculos a su alrededor, casi como una niña enamorada. Cuando lo pensaba demasiado, empezaba a verse a sí mismo de esa manera, incluso empezaba a tener pesadillas en donde usaba vestido y peluca, ¡já! Debería estar completamente loco para siquiera pensarlo siendo que se mostraba tan reacio al hacer covers de grupos femeninos.

Pero la verdad era que no importaba cuanto esfuerzo ocupara en ello, siempre terminaba yendo hacia los hombros anchos y cabellos rubios, cómo le gustaba su calidez, cómo le gustaba él.

Incluso en esa ocasión no lo había podido evitar, el frío había empezado con su nueva promoción, mientras filmaban el video que representaría el fin de una era, el aire que se colaba por mangas y bastillas para instalarse en los huesos los comenzó a rodear, si a eso le sumaba que era el único personaje que llevaba solamente una camisa, debían saber que se estaba congelando, ¿o no? De cualquier manera, ¿cómo era que había terminado entre sus brazos?

Aunque las manos del menor se encontraban estoicas dentro de los bolsillos del pantalón, él podía sentirlo tan cerca. La respiración cadenciosa y caliente perdiéndose en su cuello, llevándole escalofríos por toda la columna. Mientras, sus dedos se aferraban a las pretinas del pantalón, deslizando cuidadosamente sus manos hasta sus nalgas, intentando pasar desapercibido, aunque los suspiros ajenos le decían que no estaba haciendo bien su trabajo.

—Tengo frío— murmuró contra su cuello, incómodo ante la mirada de todos los presentes, aunque incapaz de moverse, sus palabras provocaron una risa contra su pecho. Él se estaba riendo, como si le estuviera restando importancia, o como si pensara en otras cosas.

Lentamente, Ken deslizó su nariz por el cuello de Leo, los escalofríos volvieron y su piel se erizó con solo ese contacto: como lo odiaba.

—Yo sé de algo que puede calentarte—contestó Ken al haber llegado hasta su oído, mientras daba una ojeada a su alrededor, asegurándose de que las miradas se habían despegado de ellos cuando Leo había hecho el comentario, entonces, con sumo cuidado, presionó el lóbulo de la oreja del mayor entre sus labios, y sus caderas se movieron hacia adelante, dándole a conocer su excitación—, ¿no crees que es una buena idea?

Disfrutó cada expresión del cuerpo de Leo, no podía verlo a la cara por la posición que habían tomado, pero sus hombros pasaron de “persona sin vida” a “claro que me estoy calentando”, aunque la rigidez adoptada le estaba haciendo reír—. Relájate— comentó con tranquilidad mientras seguía frotándose suavemente contra él, pronto tendría que empezar a pensar en el ártico, en hielo… Montañas y montañas de hielo, icebergs si será necesario, animales muriendo y todo ese rollo, pero mientras estaban así lo único que ocupaba su mente era Leo y su particular manera de seguirlo, de buscar cualquier contacto.

Un respingo le indicó que empezaba a tomar consciencia de dónde estaban, qué estaban haciendo, y por supuesto, quiénes los estaban viendo, pero no podía dejar pasar la oportunidad que se le ofrecía en bandeja de plata— o mejor no— arrastró las palabras, adornándolas con lujuria—así podré darte un masaje cuando lleguemos al dormitorio— omitió el “final feliz” que habría sido la cereza del pastel, pero sus palabras surtieron el efecto esperado.

Cuando Leo se separó de él, sus ojos estaban muy abiertos y sus labios se veían tan deliciosamente rojos que deseaba morderlos para probar su madurez, para comprobar que el mayor seguía siendo de verdad, sin embargo solamente le sonrió y volvió a acomodarse en la posición anterior, disfrutando del acelerado latido del corazón ajeno a través de la fina camisa.

Por supuesto que ya no tenía frío, así que simplemente dio un paso atrás, dejando a Ken con el difícil trabajo de bajarse el calor.

Habían pasado unas horas más entre el agua, el frío y las irremediables ganas que había contenido en su cuerpo hasta que finalmente sus músculos empezaron a gritar por un descanso, aparentemente tenía una conexión mental con el manager, que se acercó a ellos para indicarles que era todo por ese día, o más bien noche.

Se podría decir que se arrastraron hasta la vagoneta, Ken se deslizó hacia una de las orillas del asiento trasero, seguido por Leo, que terminó por acurrucarse contra el asiento al no haber nadie más que les hiciera compañía. Parecía estarse recriminando el no haberse ido adelante con N como usualmente lo hacía, incluso volvía a tener esa sensación de volar hacia la luz solamente para permitirle quemarlo. El tacto de Ken se mantuvo un momento en su espalda, de arriba abajo, a la par de su respiración. Después, lo jaló hasta su abrazo y acomodó cada mechón de cabello que caía para tapar sus ojos; sus manos estaban frías, pero no le causó incomodidad, al contrario, un suspiro de alivio salió de sus labios mientras acomodaba su cabeza contra el suave hombro del menor.

Tan cansados como se habían deslizado dentro, salieron uno a uno, parecían querer quedarse en la sala, acomodados unos contra otros en el piso, pero el frío los convenció de lo contrario, así que se subieron a los sillones, acurrucándose completamente rendidos.

El instinto maternal de Leo no tardó en salir a relucir, caminó hasta los cuartos y extrajo las cobijas para taparlos, cuando terminó de cobijarlos, sus pesados pasos resonaron hasta perderse en el umbral de su habitación.

Entonces lo sintió.

Ken se deslizó fuera de las sombras y lo abrazó por detrás, acomodando su nariz en el cuello de Leo, acariciándolo en un preludio a su lengua, órgano que realizó un recorrido húmedo y sensual hasta su oído, cobijándolo nuevamente con sus dientes, tal como lo había hecho en el estudio de grabación, sus manos bajaron por su pecho hasta toparse con su intimidad cubierta por el pantalón, apretando suavemente, sintiéndolo duro y vibrante, masculino a pesar de todo.

Por el suave sonido que salió del pecho del mayor, Ken supo que se estaba mordiendo el labio; ni siquiera soportó su imaginación, necesitaba verlo, sentirlo a través de las barreras, aunque sería mejor sin ellas.

Los labios de Leo eran, sin lugar a dudas, el mejor lugar para vivir, el salado sabor de su lengua alertaba sus sentidos, los gemidos bajos le hacían querer más, su cuerpo moviéndose al compás del suyo era la gloria. Lo necesitaba tanto —la oferta sigue en pie, podría empezar aquí abajo— jadeó contra sus labios mientras su mano se deslizaba tan fría y silenciosa como siempre por dentro de sus boxers.

—Frío— casi gimió Leo.

Pero claro que estaba frío, a pesar de que su cuerpo estuviera ardiendo, sus manos siempre estaban frías—. Lo siento— no, en realidad no lo sentía, no cuando lo veía tan entregado, cuando su boca se abría erótica como reacción a un movimiento que le había parecido agradable. Ken deseaba escucharlo gemir, aunque era claro que estaba haciendo todo lo posible por ahorrarles las molestias al día siguiente.

Sus labios volvieron a encontrarse mientras seguía acariciándolo rítmicamente, una caricia tras otra, suave y sedosa, agradable a morir. Lo quería, Ken había tenido eso bastante claro desde hace tiempo, lo quería para él, por eso lo dejaba llegar hasta sus brazos… Hasta sus labios.

Cuando la liberación apresó el cuerpo de Leo, rompió el beso, contorsionando su cara en un gesto de placer extremo, él siguió bombeado, cubriendo su sexo con su propia esencia. El mayor apoyó su frente en el hombro del chico que le había dado placer, quería estar más cerca de ese hombre, lo quería todo de él aunque no supiera hasta qué punto Ken le ofrecería, ¿qué era lo que ganaba dándole tanto placer?, ¿qué ganaba ilusionándolo?

— ¿Mejor? —Le cuestionó mientras lamía los dedos que hacía unos momentos le habían dado placer—, será mejor que vayamos a dormir.

Su guiño lo lanzó en picada al placer nuevamente, pero el cansancio en los ojos de Ken le decía que en verdad iban a dormir. Lo miró cruzar la habitación hasta el baño, regresó con un paño impregnado con una caliente humedad, lo limpió hasta que no hubo nada más que el recuerdo de los dedos largos acariciando su longitud.

—Hace frío— murmuró Leo cuando estuvo acurrucado en su cama.

Ken sonrió, caminando hasta ahí, acostándose a su lado para envolver su cuerpo con brazos y piernas, dándole calor.

Sí, Ken era como un gran foco, incluso ahí, mientras solamente se abrazaban podía sentir su calor fluir a través de la cálida pijama—. Estás viejo, por eso siempre tienes frío— en respuesta Leo bufó, pero él se aferró más al cuerpo del mayor, le gustaba que tuviera frío, así tenía un excelente pretexto para darle calor.

 

Notas finales:

Que tengan todos una buena lectura, si les ha gustado pueden dejar un review.

¡Hasta la próxima!

Victoria


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