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Heaven por Topo

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Notas del fanfic:

Este fanfic es medio raro lol

Notas del capitulo:

No, el lemon es muy suave y extraño, en mi opinón; ni busquen hard explícito.

No estoy acostumbrada a tirarme para estos lados, pero bueno, se vale ser medio putilla al escribir. Si pican los dedos a las 3 de mañanana, pues ni de coña vale acercarse a la cama, o chau inspiración xD

Enjoy (?)





Chanyeol tomó una larga bocanada de aire y miro a sus expectantes padres. Su madre lo miraba con ansiedad, rogándole que no hiciera lo que estaba a punto de hacer, mientras que la mirada de su padre era de serio desconcierto.

-Papá, mamá, soy gay. -dijo al fin, sus ojos oscuros desafiando silenciosamente a su padre.

La mujer empuñó su delantal y sollozó en silencio al tiempo en que el rostro del hombre de mayor edad se crispaba de dolor y decepción.

-Largo de mi casa. -trono su voz, inflexible, su dedo índice señalando la puerta.

-Papá... sigo siendo yo... -intentó el hombre joven, pero el hombre mayor negó con la cabeza y continuo señalando la puerta en una silenciosa y potente orden.

-No tendré bajo mi techo a mi deshonra. Desde hoy ya no eres mi hijo. -espetó el hombre con dureza- Te regalé un auto. Tómalo y márchate. Y no regreses jamás, mientras tu desviación no esté curada.

Chanyeol no necesitó que se lo dijeran dos veces. Miró a su madre, disculpándose por el dolor que la hacía pasar.

Corrió escaleras arriba y entró a su habitación. En su mochila de campamento guardó todos sus ahorros y tomó rápidamente todo lo que necesitaría en un viaje rápido. Ni siquiera dedicó una última mirada a la que era su habitación, y dio un rudo portazo al salir.

Mientras cerraba la puerta para marcharse vio fugazmente a su padre caer de rodillas y llorar, siendo consolado por su madre, y se odió por ser lo que era.

Sus manos se dirigieron a su cintura, donde se encontraba parcialmente oculta su pistola semiautomática taurus, calibre 9mm.

Sabía qué hacer para detener el dolor y la decepción de sus padres por su causa. Pero quizás no era lo mejor.

Era tan injusto el dolor de sus padres por su culpa...

Pero tenía que intentarlo, tenía que intentar liberarlos de aquello.





El manto de la noche era espeso, y las gruesas gotas que se precipitaban a cántaros desde el cielo solo hacían más peligroso conducir a un amplio margen de exceso de velocidad en una olvidada carretera desierta, llena de curvas y sumida en la oscuridad.

A Chanyeol no le importaba, concentrado solo en sus pensamientos y en la carretera iluminada por los potentes faros de su auto.

Por un instante, su vista se tiñó de escarlata y apretó los ojos con fuerza, pisando el freno con violencia, haciendo que las llantas derraparan, chirriaran y quemaran contra el pavimento mojado.

A su cabeza llegaron los flashes de la mirada suplicante de su madre y la mirada resignada de su padre, luego, todo rojo nuevamente.

Se pregunto si esos serian sus demonios en adelante, si había hecho lo correcto al marcharse de allí y dejarlos atrás. Se preguntó si necesitaba tomarse un par de pastillas de Valium, independientemente de lo que opinara su psiquiatra. A esas alturas se pasaba por los huevos lo que dijera aquella mujer.

Entonces la vio.

Y su sola imagen bastó para calmar sus temblorosas manos, enfriar su enfebrecida piel, aplacar los erráticos latidos de su corazón y erradicar totalmente la necesidad de verlo todo rojo. Esa era su morfina, su cannabis, su Valium.

Allí, en aquella recta donde empezaba la pendiente de la carretera, justo debajo del único farol parpadeante y maltrecho que lanzaba su luz mortecina e intermitente al pavimento mojado, había una figura en medio de la nada. Y lo más peculiar era su aspecto.

De espaldas a las luces de su auto, estaba la figura más armónica que vio jamás. Andrógina. Con el toque exacto de feminidad y masculinidad, fuerza y debilidad, densidad y ligereza, perversidad e inocencia, terrenal y etérea.

Descalza, pantalones cortos a la altura de las rodillas, hombros encorvados, una camiseta empapada chorreando agua y pegándose a un torso estilizado que revelaba una firme y marcada curvatura que señalaba el final de la espalda. Sus brazos, laxos a los lados, se hallaban casi en sincronía. Su cabeza gacha y su cuerpo inmóvil.

Hasta que notó algo mas.

Un objeto alargado de metal se hallaba sujeto por una de sus manos, y lo arrastraba descuidadamente por el pavimento. Sus ropas se encontraban teñidas por manchones color escarlata, haciéndose visibles en su camiseta de color claro.

Antes de darse cuenta, la lluvia lo empapó cuando salió de su auto y se acerco por detrás a la menuda pero armoniosa figura.

-Hey, ¿estás bien?

Era una estupidez acercarse de esa forma, pero no sabía como acercarse sin asustar tan indeleble criatura.

Cuando aquel ser se giró, confirmo secretamente lo que tanto deseaba. Era casi perfecto.

Era un hombre joven realmente hermoso. Sus preciosos ojos oscuros se hallaban vacíos y su rostro era limpio de mancha como la porcelana, las gotas de agua en su piel de marfil brillaban como perlas, su nariz en forma de botón se encontraba enrojecida, su rostro impoluto tenia una retorcida mezcla de gozo y pesar, y sus labios temblorosos esbozaban una diminuta sonrisa de confusión.

-Hola, soy Baekhyun, y maté a mi amante.

Era perfecto, en todos los sentidos.

Miro su rostro hipnotizado, sintiendo el pausado latir de su corazón y por primera vez, un calor grato correr por sus vasos sanguíneos, haciéndolo sentir como nunca lo lograron los medicamentos.

Se quitó su cazadora de cuero y la coloco sobre los hombros del hermoso hombre, esbozando una sonrisa que resulto ser sincera, calmada.

-Está bien. -murmuró, el pecho hormigueando de emoción- Soy Chanyeol, y he matado a mis padres.

Fue premiado con una sonrisa. Aquel hermoso ser se giró hacia el, arrastrando lo que sujetaba y clavando sus ojos en él.

Y justo en ese momento identifico el objeto metálico que se arrastraba por el pavimento mojado. Lo reconocía. Era un Sauer 100, un rifle de caza cercano a la perfección.

-Entonces, tu y yo somos iguales. -murmuró el hermoso hombre.

-Ven conmigo. -le suplicó, perdido en aquella mirada.

La lluvia empezó a caer con mayor intensidad mientras el empapado hombre asentía con una preciosa sonrisa cuadrada y chispeante.

Viajaron en silencio, hospedándose en un motel en medio de la carretera, a las afueras de la cuidad mas próxima.

Ambos, en silencio, desmontaron. Chanyeol tomo el rifle del hombre hermoso y lo escondió entre su cuerpo y su mochila mientras abonaba una de las habitaciones para dos. Aun sin decirse nada, se miraron en silencio cuando estuvieron en la habitación, y desnudándose el uno al otro de sus ropas mojadas y dirigiéndose al pequeño baño.

Como un ritual religioso, se dedicaron a limpiarse con delicadeza, con lentitud, cada uno pasando la esponja color mantequilla sobre el cuerpo del otro, limpiando restos de sangre, sudor y lluvia.

El aire entre parecía estar cargado, a punto de entrar en combustión, sin embargo, no llegaba a pasar, porque la lentitud de sus movimientos y la solemnidad eran como música, de esa música armoniosa que lo vuelve todo sublime.

La ondulación de sus cuerpos, fluidos al moverse, susurrantes, sinuosos, se encontraban en perfecta sincronía, y así continuaron hasta que sus cuerpos estuvieron limpios y sus ojos velados.

Envueltos en esponjosas toallas anudadas a sus cinturas, caminaron fuera.

El cerrojo fue echado, y el pestillo corrido prometía evitar molestias. El teléfono descolgado y silenciado con sus ropas mojadas no les importunaría. La televisión era un ruido de fondo, y los boletines de ultima hora emitiendo ordenes de capturas para Park Chanyeol y Byun Baekhyun, responsables de casos de asesinatos sangrientos diferentes, fueron ignorados olímpicamente.

Toallas cayeron y dos cuerpos se unieron al fin, más aterrizando gráciles que cayendo sobre la única cama de tamaño matrimonial.

Sabanas blancas ondearon como hojas mecidas al viento cuando fueron apartadas para que dos cuerpos se tendieran en el mullido colchón cubierto por una indeleble manta blanca, tan pura e impoluta como lo que estaban viendo ambos cuerpos masculinos, el silencio roto solo por respiraciones pausadas y pesadas, y el dulce contacto de piel contra piel con gentileza.

Extremidades enredadas, pieles heladas fusionándose sin perder su esencia, sudores y murmullos sin sentido para cualquiera, pero totalmente cargados de significado, pechos latiendo a un mismo ritmo contra el contrario y la suave sensación de plenitud.

Dedos arrastrándose por sus pieles dejando un invisible rastro ardiente, labios hinchados y suaves presionando y dejando dulces huellas enrojecidas, dientes apareciendo por momentos y presionando contra sus pieles, tatuando atractivas marcas en clavículas y hombros, uñas cortas y desafiladas marcando surcos enrojecidos en el lienzo que se convirtieron sus pieles.

El arte, la locura, la pasión y lo sublime se mezclaron exquisitamente, inhalados y exhalados por dos sacerdotes, que solemnes y entregados, creaban un fenómeno sin nombres, sin etiquetas, sin descripciones, sin curas.

Entre el sudor de olor tenue pero persistente, los suspiros sin nombres ni palabras, los alientos atrapados en sus gargantas y el silencio armonioso, no era posible distinguir donde empezaba uno y donde terminaba el otro, hechos uno, moviéndose en sincronía; retirándose, avanzando, retrocediendo y adelantándose, deteniendo el tiempo entre las cuatro paredes y el aliento en sus gargantas.

La cúspide fue tranquila, sin agitación, plena, y paulatinamente los ondeantes y sincronizados movimientos cesaron, hasta que fueron brazos, piernas, manos, labios y almas enredadas delicadamente.

Ojos se perdieron el los contrarios y sonrisas gemelas se asomaron a labios hinchados.

Estaban en el cielo.

El brazo del hombre de largas extremidades se movió, y su cuerpo rompió la magia del momento cuando se estiró para alcanzar la olvidada mochila. De allí fueron extraídos un frasco de pastillas y una botella de cristal, llena de un liquido transparente como el agua.

Regresando a la cama trayendo a ella los dos objetos, se perdió nuevamente en los ojos de su compañero, quien sonrió, destapando el frasco y tomando una de las pastillas, colocándola en la punta de su lengua. De igual manera destapó la botella de vodka, y tomando un sorbo, se adelantó, tomando al otro hombre por los laterales de su rostro y acercándole para besarle.

El licor y la cápsula bailaron entre sus lenguas un momento, hasta que el hombre alto la recibió, tragándola sin dudar.

Esta vez, el esbozó una sonrisa e imitó el proceso, otra cápsula bailando entre sus lenguas junto con el vodka, siendo tragada por el hombre de sonrisa cuadrada.

Una y otra vez, turnándose cada vez, ambos repitieron el ritual, sonriendo cada vez y sus ojos castaños perdidos en los del otro.

Las pastillas se acabaron, el vodka también, y ambos se miraron con sonrisas dulces y ojos adormilados, empujando los recipientes vacíos fuera del nido que era la cama.

En silencio, se movieron en sincronía, echándose de costado, uno al frente del otro, sin dejar de mirarse a los ojos y sonreírse.

Las sabanas fueron haladas hasta que ocultaron sus cuerpos desnudos, y se acercaron tanto al otro que sus piernas estaban entrelazadas, sus torsos a pocos centímetros, y sus rostros tan cerca que sus narices se tocaban.

Entrelazaron sus manos bajo las sábanas y cerraron los ojos al fin, yendo a su cielo, su propio cielo, donde solo estaban ambos.





Los oficiales federales por fin derribaron la puerta que daba a la habitación del motel, irrumpiendo violentamente y encontrándose con una inusual escena.

Ropas mojadas se encontraban regadas en un trayecto hacia el cuarto de baño, pequeños charcos de agua marcaban un rastro hasta donde se encontraban dos toallas tendidas desordenadamente en el suelo. El teléfono que comunicaba con recepción, descolgado, emita un pitido casi imperceptible gracias a la estratégica colocación de una camiseta húmeda y manchada de escarlata que amortiguaba el sonido. La televisión estaba encendida, mientras el boletín de noticias daba seguimiento en vivo al caso que tenía medio país en vilo, y mostraba cámaras, autos de oficiales y helicópteros pertenecientes a las fuerzas del orden rodeando un pequeño motel.

A los pies de una cama de tamaño doble, había una mochila de viaje, un rifle de caza y una pistola semiautomática, un frasco de pastillas y una botella de vodka, ambas vacías.

En la cama de tamaño doble habían dos cuerpos durmiendo profundamente, al parecer. Sin embargo, después de un par de llamados y una inspección, el resultado era inútil para los oficiales: los dos cuerpos desnudos, con signos de haber tenido intimidad, estaban fríos, muertos.

Sonrisas gemelas adornaban sus rostros y manos enredadas.

No podían ser ajusticiados y encarcelados. Ambos estaban muy lejos.

En su cielo.





El escándalo fue mayúsculo, superlativo.

La prensa enloqueció ante el escándalo del caso: dos hombres desconocidos entre ellos y muy diferentes, que asesinaron a sus seres queridos, se encontraron el algún lugar del camino, consumaron una repentina pasión en un motel y quedaron dormidos para siempre con una mezcla de sedantes y vodka.

La prensa rosa fue más allá, y convirtió el escandaloso hecho en un boom internacional, vendiendo la historia de dos desconocidos; terriblemente atractivos, con miles de demonios a cuestas, y manejando uno un rifle de caza y otro una pistola semiautomática, que asesinan a los seres queridos que les causan dolor, son unidos por el destino y consuman una pasión desenfrenada en un cuarto de un motel olvidado y remoto; luego, ambos se juran amor eterno y sellan su promesa con un frasco entero de sedantes y una botella de vodka, yéndose a juntos a la eternidad.

Y como guinda al escandaloso y sangriento pastel, el caso fue reconocido como “Los amantes psicóticos”, convirtiéndose en el escándalo del decenio, opacando por mucho el polémico divorcio de una reconocida celebridad.

La comunidad LGBT no sabia si llamarlo un triunfo aplastante o una terrible mancha para su comunidad.

Ajenos, insensibles a todos, el hombre de largas extremidades y el hombre de sonrisa cuadrada descansaban en la eternidad, juntos.

En su propio cielo.



Notas finales:

Por si acaso no se entendió...

1. El Valium es un somnífero, un calmante para los nervios, por así decir. Para las personas altamente ansiosas son bastante prácticas

2. Cannabis, o sea, mariguana, yerba, como sea que le digan está bien.

3. Chanyeol estuvo en tratamento psiquiático por comportamiento antisocial y rasgos de conducta psicopática

4. Baekhyun está como una cabra

Creo que es suficiente.

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