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ǀ Desde Rusiacon Amor ǀ
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Capítulo 3:
Postre
La contestación de Yuuri Katsuki fue un emoji avergonzado. Antes de que Viktor pudiese preguntar qué demonios significaba, el japonés decidió llamarle para decir:
—Acepto.
Viktor Nikiforov murió de la felicidad en ese instante.
Su sonrisa se ensanchó y estuvo a punto de soltar alguna exclamación pregonando lo que sentía por su amado. No obstante, la voz de Katsuki interrumpió cualquier festejo.
—Aunque... —El ruso se lo imaginaba; la celebración debía posponerse —. Tengo un par de condiciones.
A veces Yuuri era una persona complicada. ¿Pero qué podía hacer? Así lo amaba.
—Dímelas. Acataré tus palabras. Tus deseos son órdenes —mencionó en tono dulzón.
Los segundos de espera a Viktor le parecieron eternos. Tan solo esperaba —y rogaba— que las peticiones del japonés no fueran con el fin de ponerle más trabas a su futuro matrimonio todavía no concretado.
—Primero… —comenzó Katsuki —: no voy a mudarme a Rusia.
—¿¡Ah!? ¿Por qué no?
—Viktor, ¿en serio quieres que vivamos como un matrimonio en Rusia?
Nikiforov no pudo objetar nada contra ello. Se sentía estúpido por no haberlo contemplado.
—De acuerdo.
—Viviremos en Hasetsu, aquí en Japón. Descuida, sé que el idioma no se te da bien pero acabarás aprendiendo. No es tan difícil. —Touché. Yuuri sabía jugar muy bien sus cartas.
—Si así lo quieres así se hará.
—También... —La voz de su amado se fue perdiendo en un murmullo; eso no era una buena señal —. Si en algún momento te arrepientes, prométeme que me lo dirás. Yo no voy a retenerte si eso...
—Yuuri, si así lo quieres, voy a prometerlo, aunque no creo que haga falta. He decidido que quiero pasar mi vida contigo y así será. No suelo arrepentirme de mis decisiones.
—No podría vivir a sabiendas de que te estoy haciendo infeliz.
—En este momento me estás haciendo sentir así.
—¿¡Qué!? —Su grito logró aturdirlo.
—Si quieres hacerme un hombre dichoso solo basta con que digas que me amas y pongas una fecha para la boda. No pido mucho.
—En realidad...
—Y ve decidiendo a dónde iremos de luna de miel.
Otro grito no se hizo esperar. Un grito en japonés.
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La ceremonia se llevó a cabo a la siguiente primavera en Hasetsu; flores de cerezo en esplendor y una pareja muy enamorada.
Fue un evento sencillo, sin muchos invitados y que gracias al cielo logró escapar de las garras de la prensa. Yuuri agradeció aquello; Viktor le dio igual, para él no había nada más allá de los ojos castaños de Katsuki.
Protocolo, votos, anillos y promesas.
Cuando todo hubo terminado, incluida la cena que los padres de Yuuri hicieron en honor de los novios, Nikiforov y Katsuki tomaron un vuelo rumbo a su nueva vida… juntos.
—Te amo, Viktor.
Y el ruso amaba que para el japonés ya fuera más fácil decírselo.
—Yo también te amo.
Los mimos y coqueteos también fluían en ambos de forma natural.
—Tengo muchas cosas preparadas para la noche de bodas —dijo Viktor luego de un rato de besos —. ¿Y tú?
—Supongo que también. —Oh, cómo amaba a Yuuri en modo Eros. —Es bueno tener esta complicidad como pareja.
—Como esposos —corrigió Viktor, mostrando su anillo —. Ahora eres mío y yo soy todo tuyo; no nos separaremos jamás.
—Eso espero.
—Te doy mi palabra.
—Te amo.
—También yo.
Al fin los sueños de Viktor se hicieron realidad.
Una vida junto a su pupilo.
FIN…
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