Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

No tocar por FireBlueFlames

[Reviews - 15]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ya vine :D!!! Soy puntual UuUr

Debo admitir que entré un poco en pánico porque pensé que la página no se liberaría del maldito hacker a tiempo, pero lo bonito es que ya está todo bien :3

Okaaaay, espero que esta continuación les guste ^^ Y bueno, vamo a leer xD

Suspiro mientras juego un poco con la manzana que tengo entre mis dedos, y con cuidado levanto la mirada para encontrarme con esos ojos de fiera que me escrutan desde el otro lado de la cafetería, mientras su dueño esboza una sonrisa casi desquiciada que intimidaría a cualquiera, pero que yo sé que es su manera de decir que está conforme. La razón de que parezca de buen humor es la prenda, del acostumbrado color negro que él suele vestir, que llevo puesta, y que me dio ayer antes de salir de clases, maldiciendo porque yo no suelo cubrirme nunca, incluso con el frío que últimamente hay.

Es algo que suele hacer, su discreta manera de declararme como suyo, lejos de las marcas que deja en mi piel en nuestros ratos a solas. Es algo muy particular, pero si me detengo a pensarlo, todo lo que proviene de él es así.

Empiezo a comer aquella fruta y en un segundo ese pelirrojo desaparece de mi vista, sus amigos van detrás de él y yo miro con un poco de frustración los suspiros que él deja tras de sí a medida que camina. En medio de todo esto me siento como si estuviera en una gran competencia, y apenas pudiera sobrevivir en el último lugar. Veo a todos lados y creo que realmente nunca podré decirme dueño de esa mirada, de esa persona que me ha cambiado por completo, que se ha hecho de mí sin notarlo, y sin siquiera intentarlo. Por más que quiera engañarme sé que día a día ruego porque cuando esos ojos me miren un atisbo de interés aparezca en ellos, porque yo sea diferente a las demás personas que se cruzan en su camino, y aunque sé que mis plegarías son inútiles, que esto que somos no cambiara, me gusta pensar que tal vez, muy en el fondo, él piensa en mí; incluso cuando soy sólo como esas cosas comunes que ve cada día, y a las que no les presta mayor atención que la que alguien como él prestaría a una hoja que revolotea en el aire.

Maldigo un poco a ese tipo que me ha hecho perder toda la tranquilidad con que yo solía vivir, cuando no debía preocuparme por nadie, cuando al leer las páginas de un libro no debía repasar lo leído por darme cuenta de que estuve tan perdido en mis pensamientos que ni siquiera me percaté de lo que mis ojos miraban. Muchas veces quisiera volver a aquel tiempo en que desconocía su existencia, pero también me pregunto qué sería de mí entonces, y si no estaría pensando en la necesidad de encontrar a alguien que motive mis días.

Cuando la tristeza amenaza con hacerse de mí me levanto de mi lugar y comienzo a caminar para salir de la cafetería, pues no quiero seguir pareciendo una colegiala patética que no sabe cómo declararse a alguien, dejaré eso para las chicas que están a mi lado, emocionadas porque ese chico les ha mirado.

Me pregunto si ellas estarían dispuestas a matar por pasar un día con él si supieran la clase de persona que es, esa a la que le molesta hablar de sí misma, que no tiene pizca de paciencia, que es un controlador sin más, y sobre todo que es más brusco que nada. Entonces me detengo a pensar que esa es una pregunta que me involucra a mí mismo, porque yo, con todas esas desventajas y lo poco que sé de él me he permitido quererle más de la cuenta, hasta el punto de necesitar que sea mío. Esbozo una amarga sonrisa antes de suspirar, y entiendo que debo alejarme de aquí, pues quiero estar solo un momento para pensar en por qué soy como una de esas chicas estúpidas, y por qué permití que él se volviera tanto para mí.

En cuando cruzo el amplio pasillo que lleva a la cafetería y me dirijo a la solitaria parte trasera de la escuela, esa donde se encuentra mi punto de reunión con Kid, una mano aferrando mi muñeca hace saltar a mi corazón y en un segundo maldigo silenciosamente antes de girarme a mirar a ese chico de cabello verde que no debería estar cerca de mí. Agradezco el que todavía pueda mantener la acostumbrada inexpresividad de antes y él me sonríe a modo de saludo. Tengo que desviar un momento la vista, mirando a mi alrededor en busca del pelirrojo, pero afortunadamente no le veo por ningún lado y vuelvo a mirar esos ojos negros que no se han movido un centímetro de mí.

—Zoro —pronuncio su nombre con la voz lo más calmada que puedo.

—Lo siento, creo que te he asustado.

Carraspeo un poco y niego con la cabeza mientras mis nervios aumentan. Realmente ruego porque nadie pueda vernos en este lugar, y porque ni él ni sus amigos miren que alguien más me está tocando, por muy minúsculo que sea el contacto que mantenemos.

—Hace algunos días que no te veía, comenzaba a preocuparme.

Él busca mi mirada, pero yo sólo puedo ver el pasto a nuestros pies. No quiero afrontarle, no quiero que él vea en mis ojos el pánico que tengo de que Kid sepa esto.

—No, descuida, sólo es que no he salido de mi salón. Realmente no tengo ganas de hacer nada cuando estamos tan cerca de las vacaciones —miento.

Levanto un poco la vista y noto que él no ha dejado de mirarme. Parece pensativo ante mi respuesta, y puedo jurar que no ha creído ni una palabra de lo que he dicho, le entiendo, yo tampoco me lo creería, pero no me cuestiona en absoluto.

—Ya veo —contesta por fin luego de unos segundos de silencio— ¿Te sientes bien? Pareces nervioso.

Posa su diestra en una de mis mejillas y siento como mi rostro se enciende, entonces la campana que indica que el receso ha terminado suena y me hace dar un pequeño salto. Tengo que reprimir un suspiro de alivio y por fin soy capaz de esbozar una pequeña sonrisa que nada tiene de alegre, mientras ruego porque el rubor de mi rostro disminuya pronto.

—Estoy bien, sólo es que no he dormido mucho y estoy un poco cansado.

Supongo que esto no es completamente mentira, pues usualmente yo no duermo demasiado, las ojeras debajo de mis ojos lo denotan, pero no me siento especialmente cansado. Simplemente es que ya no puedo seguir el ritmo de mi mente que se esfuerza en invocar todas las noches a esos ojos que movieron tantas cosas en mí desde el primer día que me crucé con ellos.

Por fin él se despide y le veo caminar a su salón luego de negarme a que me acompañe hasta mi aula. Sé que se esfuerza, que intenta no presionarme, y que de una u otra manera me quiere, pero yo no puedo corresponderle cuando ni siquiera sé lo que deseo en estos momentos. Sin embargo, soy tan egoísta que tampoco quiero dejarle partir, pues es mi lugar seguro por si en algún momento Kid decide marcharse de mi vida. Es estúpido, y yo soy un completo idiota, pero qué más puedo hacer si realmente siento que mi vida es una tambaleante construcción, e intento aferrarme a todo lo que pueda para no caer.

Un poco de tranquilidad viene a mí al pensar que pronto podré mantenerme lejos de todo esto por al menos durante unos días, aunque un sentimiento de tristeza también se hace de mí, pues no quiero dejar de ver al pelirrojo. Puede que una semana parezca poco tiempo, apenas un atisbo de espera, pero realmente creo que las personas nunca sabrán lo inquietantes que siete días pueden ser cuando quieres a alguien. Esas horas que se hacen eternas, y la necesidad de volver a ver a esa persona, de cruzar miradas por lo menos una vez. Y no sé si alguien puede decirse afortunado por sentir esa ansiedad, o si por el contrario debería pensar que se ha jodido porque probablemente nunca volverá a vivir con calma.

Miro distraídamente el libro frente a mí, ya que como es costumbre he terminado la lectura que nos han asignado antes que mis compañeros, que parecen a punto de dormirse en el escritorio o miran distraídamente por la ventana. A penas es miércoles, pero creo que lo único que todos añoran es poder irse de vacaciones, aunque sean sólo algunos días. Me permito unirme a ellos y recargo mi frente sobre el libro para cerrar los ojos un momento, cuando siento mi celular vibrar en uno de mis bolsillos y lo tomo sin más, pues sé que al profesor poco le importa lo que haga.

Tienes cinco minutos para llegar.

Mi corazón se acelera y estoy a punto de contestar que no puedo dejar todo así como así, cuando el profesor indica que podemos irnos y maldigo por milésima vez en el día, pues no me había percatado de que la clase había pasado tan pronto. Usualmente necesito un poco de tiempo para prepararme antes de verle, intentar volverme calmo e inexpresivo, aunque siempre podrá disolver todas las apariencias que yo prepare, pero en esta ocasión no tengo tiempo.

Tomo mis cosas y salgo apresurado del salón. Es raro como mis pies se mueven más rápido de lo que yo quisiera, e intento detenerles, pero en un segundo olvido que se supone que no quiero llegar a ese lugar y vuelvo a mis rápidas andanzas. Respiro agitadamente cuando diviso aquel lugar donde él ya debe estar esperándome, y trago el nudo que se me ha formado en la garganta al pensarle, pues sé que mi memoria nunca llegara a plasmar ni la mitad de lo maravilloso que es tenerle cerca.

Acorto la distancia entre ese abandonado edificio y yo, procurando no hacer ruido en cuanto estoy cerca, y poso mi mano sobre la puerta de metal, deteniéndome un segundo a respirar. Por fin entro a aquel conocido lugar y dejo mis cosas junto a la puerta. No logro verle por ningún lado, en cambio aparece detrás de mí y me toma con fuerza del cuello y sujeta mis muñecas con su mano libre. Esto no es algo usual en él, pero no me permite preguntar nada pues besa con cuidado mi nuca, haciendo que un cosquilleo recorra mi espalda.

Me hace girarme para verle directamente a los ojos y en esos orbes de oro hay coraje. No puedo reprimir que un atisbo de miedo se dibuje en mi rostro y él sonríe ligeramente, aunque en esa sonrisa no hay ni pizca de alegría, en cambio sigue siendo amenazador. Me sujeta el cabello, haciendo que eche la cabeza un poco hacia atrás y me muerde cerca de la clavícula, haciendo que dé un jadeo, y sé que eso dejará una marca que no podré ocultar.

—¡Eustass!

Él suelta mi cabello y me pone un dedo sobre los labios, aprieta los dientes y vuelve a sonreír. Esta vez de verdad parece un desquiciado.

No dice una palabra, sólo me hace retroceder hasta que toco la pared con la espalda, y para eso mi torso ya está desnudo, su sudadera y mi camisa están en el suelo, y le veo deslizar sensualmente su chaqueta sobre sus brazos antes de ser arrojada para que sus manos vuelvan a recorrer mi piel.

—Eustass —mi voz es apenas un susurro entre los gemidos que me hace proferir, y su lengua juega con mis pezones—. Espera, por favor ¿qué sucede?

No se molesta en responderme, ni siquiera me mira, simplemente comienza a desabotonar su propia camisa con dedos hábiles, y yo siento que muero ante esa sola acción, ante la ligera risa que mueve sus hombros. Es increíblemente sensual, pero no deja de causarme temor, y en cuanto da un paso hacia mí yo intento retroceder, sólo para recordar que estoy atrapado entre la pared y él.

Kid recarga su diestra contra el concreto a un lado de mi rostro y con su mano libre me toma del mentón para hacerme mirarle. Sé que luzco patético en este momento, y quisiera preguntar tantas cosas, pero en esta situación guardar silencio es lo mejor que puedo hacer.

—Sólo yo puedo sonrojarte —afirma con voz seria.

Mierda.

No espera una explicación, una disculpa, nada. Simplemente me lleva hasta un viejo escritorio y me hace agacharme sobre este. Rposo mi frente en la desgastada madera cuanto siento mi pantalón y ropa interior caer hasta mis tobillos, y uno de sus dedos entrar en mí. Ahogo un gemido y a esto sigue un pellizco en mi espalda, señal de que será mejor para mí que le deje oír cuanto disfruto o sufro con lo que él hace. Comienza a mover su dígito dentro mío y de nuevo me toma del cabello para hacerme incorporarme un poco y así poder tener mejor acceso a mi nuca. Siento sus labios recorrer la raíz de mi melena y de vez en cuando sus dientes me hacen estremecer.

—Espera, Kid, puedo explicarlo.

Mi respiración se corta y caigo en la cuenta de que he roto uno de las reglas más importantes entre nosotros; el jamás llamarle por su nombre.

Entonces libera mi cabello para apresar mis muñecas por detrás y vuelve a recargarme contra el escritorio. En un segundo hay tres dedos empujando en mi entrada y no puedo reprimir más algunos gemidos. Estoy por venirme cuando él retira de pronto sus dígitos y me deja con la respiración agitada y el corazón acelerado sobre la vieja madera. Su diestra está sobre uno de mis glúteos, tamborileando con los dedos sobre mi piel y mando al carajo mis convicciones.

—Por favor —le ruego—. Eustass, lo siento, te necesito.

Pequeños y deseosos gemidos escapan de mi garganta y levanto las caderas mientras le miro con súplica, pero parece que él no tiene intenciones de ceder.

—No lo volveré a hacer, no pasó nada, ni siquiera me tocó...

Mis ruegos son opacados por su enorme mano en un rápido movimiento, que también ahoga mi grito al sentir como me penetra sin previo aviso.

—¿Acaso crees que soy idiota, Trafalgar? —cuestiona mientras me da una fuerte embestida.

Como puedo niego con la cabeza y él vuelve a empujar contra mis caderas mientras muerde fuertemente uno de mis hombros. Duele, pero no es más fuerte que todas las sensaciones que estoy experimentando dentro de mí, esa lucha entre el placer de sentirle y el dolor que provoca su tamaño. Con sorna lame la herida que ha abierto en mi piel y no se mueve más. Me siento desfallecer, sé que me está castigando, pero necesito sentirle, que mueva de nuevo su malditamente enorme miembro dentro de mí.

Por fin libera mi boca y mis jadeos pueden salir libremente, a cambio recorre mi piel con sus manos, acariciando con las yemas de sus dedos mis costillas y pasando lentamente por mi cadera antes de llegar a mi miembro, el cual recorre poco a poco, haciéndome embestir hacia atrás, a lo que él aferra mis caderas y ríe un poco.

—Sabes que me perteneces, ¿cierto?— su voz es un ronroneo mientras besa mi cuello casi con cariño, subiendo hasta mi mejilla, el mismo lugar donde Zoro me tocó.

—Sí, lo siento —mi disculpa es sincera, y en este momento me arrastraría con tal de sentir la erección que palpita dentro de mí moverse a un ritmo frenético.

Estoy a punto de volver a rogar cuando siento algo ser colocado en mi cuello, sólo para darme cuenta que es ese colgante en forma de cráneo que suele llevar pendiendo de una fina soga negra. Vuelve a besar mi mejilla mientras yo giro aquel adorno entre mis dedos, entonces le siento sacar su miembro poco a poco y me aferro al borde del escritorio mientras gimo de placer. Parece complacido así que empieza a moverse lentamente, besando mi espalda y entrelazando sus dedos con los míos. Continua en ese delicioso vaivén y no me molesto en reprimir mi voz a medida que se mueve más rápido.

—¡Sigue! —pido antes de que él me tome por el collar que me ha dado y continúe embistiéndome cada vez más fuerte.

—No lo volverás a hacer —es una afirmación, no una pregunta, y yo asiento mientras me muerdo los labios—. No vuelvas a mentirme, sabes que odio cuando lo haces.

—¡Ahh! Sí, lo que tú quieras —balbuceo entre gemidos.

Levanto un poco más mi cadera y puedo escucharle sonreír antes de que sus embestidas comiencen a perder el ritmo, para que un poco después ahogue su propio placer mordiendo de nuevo mi piel.

Mientras le siento llenarme de su semilla su mano recorre de arriba abajo mi miembro, y tengo uno de los mejores orgasmos que he experimentado desde que iniciamos esto. Me dedico a disfrutar de esta inexplicable sensación, hasta que le siento salir de mí y alejarse. Es entonces que sé que no puedo girarme a mirarle, que mis labios se quedaran ansiosos una vez más por un beso suyo.

Por más extraño que pueda sonar, y aunque ha pasado casi un año desde que nos conocemos, no he vuelto a besar sus labios ni a mirar su rostro mientras tenemos sexo desde aquella primera vez en esta misma habitación. Él nunca me deja mirarle, y apenas puedo tocarle. Sólo compartimos estos furtivos momentos en que a pesar de la cercanía siento que él está tan lejos.

—No pienses que no sé lo que haces —su voz cavernosa resuena en este lugar mientras terminamos de vestirnos, y se acerca a mí para volver a tomarme del mentón y mirarme fijamente a los ojos—. Me gusta cuidar lo que es mío.

No me queda más que asentir y ver cómo se marcha, dejándome solo, de nuevo con un poco de tristeza en mí.

Al final del día siempre me prometo que no volveré, que cuando me llame le diré que no, pero siempre me veo aquí, empujando de nuevo la puerta de esta solitaria habitación, listo para cumplir sus deseos y para sentir que tengo algo de él, incluso cuando sé que no es así.

Notas finales:

Antes que nada, dejenme decir que me siento un poco oxidada escribiendo lemon xDD Por lo que espero que haya quedado bien jeje, ya ven que casi no se me da ^^

Sus reviews siempre son bienvenidos


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).