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La Selección por Nayu - san

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La semana siguiente llegó antes que Bokuto a la casa del árbol.

Le fue un poco difícil subir en silencio con todas las cosas que quería llevar, pero lo consiguió.

Se encontraba agachado, recolocando los platos una vez más cuando oyó que alguien trepaba por el árbol.

Volteó y pudo ver que era Bokuto quien lo miraba con ternura, como siempre. Ambos sonrieron y Kei encendió la vela nueva que había comprado para la ocasión.

El peligris cruzó la casa del árbol para darle un beso en los labios, Tsukishima correspondió y al momento, se puso a contarle todo lo que había sucedido durante la semana.

—No te he contado lo de las inscripciones —le soltó con una sonrisa, extrañamente se sentía muy animado.

—¿Cómo fue Tsuki? Mamá me dijo que estaba hasta los topes.

—Sí, fue una locura, Bokuto-san. Deberías haber visto cómo iban vestidos algunos. Y ya sabrás que de sorteo no tiene nada. Así que tenía razón. Hay gente mucho más interesante que yo en Miyagi para elegir, de modo que todo esto se queda en nada.

—De todos modos te agradezco que lo hicieras Tsuki. Significa mucho para mí —dijo, sin apartar su mirada del rubio; es que sencillamente no quería hacerlo. Ni siquiera se había molestado en echar un vistazo a la casa del árbol. Solo se dedicaba a comerlo con los ojos, como siempre.

—Bueno, lo mejor es que, como mi madre no tenía ni idea de que ya te lo había prometido a ti, me sobornó para que firmara.

Tsukishima lo miró nuevamente con una sonrisa, no podía evitarlo. Aquella semana, las familias ya habían empezado a celebrar fiestas en honor de sus hijos, convencidas de que serían elegidos para La Selección.

Había cantado en nada menos que siete celebraciones. Incluso una noche había actuado un par de veces. Y Sai había cumplido con su palabra. Tener dinero propio era una sensación

 

liberadora.

—¿Te sobornó? ¿Con qué Tsuki? —preguntó Bokuto, con el rostro iluminado.

—Con dinero, por supuesto. ¡Mira, te he preparado un festín!

Se separó del mayor y empezó a sacar platos. Esa noche, había preparado cena de más con la intención de que sobrara para él, y llevaba días horneando galletas. De todos modos, no fue difícil ocultarlo, ya que Emi y él sufrían de una terrible adicción a los dulces, así que ella estaba encantada de que se dedicara a gastar el dinero en eso.

—Tsuki ¿Qué es todo esto?

—Comida Bokuto-san. La he hecho yo mismo —dijo, orgulloso de su trabajo.

Bokuto sonrió y Tsukishima se sentía complacido, aquella misma noche, Bokuto podría irse a la cama con el estómago lleno. Pero la sonrisa del peligris se desvaneció al ir descubriendo como el rubio mostraba un plato tras otro.

—Bokuto-san, ¿pasa algo? —preguntó preocupado al ver el rostro desencajado del mayor.

—Esto no está bien. —respondió sacudiendo la cabeza y apartó la mirada de la comida.

—¿Qué quieres decir? —cuestionó algo irritado.

—Tsuki, se supone que soy yo quien tiene que cuidarte. Me resulta humillante venir aquí y que tú tengas que hacer todo esto. —soltó con algo de tristeza en la voz.

—Pero si siempre te traigo comida…

—Unos cuantos restos. ¿Crees que no me doy cuenta? No pasa nada con que me quede con algo que tú no quieres. Pero que seas tú… Se supone que soy…

—Bokuto-san, tú me das cosas constantemente. Tengo todos mis céntimos… —interrumpió con molestia, ¿En serio estaba haciendo eso justo ahora?

—¿Los céntimos Tsuki? ¿De verdad crees que sacar eso, precisamente ahora, es una buena idea? En serio, Tsuki... ¿no te das cuenta? Odio la idea de no poder pagar por escuchar tus canciones, como los demás.

El rostro de Bokuto se veía distinto, su voz se oía distinta. No era el Bokuto de siempre, ese Bokuto que siempre sonríe.

—Tú no tendrías que pagarme nada en absoluto. Es un regalo. ¡Se supone que todo lo mío es tuyo!

Tsukishima se sentía furioso, no podía controlarlo. Sabía que tenían que ir con cuidado, no levantar la voz. Pero en aquel momento nada de eso le importaba.

—No quiero caridad, Tsuki. Soy un hombre. Se supone que soy yo quien debe mantenerte.

Tsukishima frunció el ceño indignado, él también era un hombre. Estaba a punto de soltarle otra cosa cuando vio que Bokuto se llevó las manos a la cabeza. Respiraba aceleradamente. Como siempre, estaba reconsiderando su postura. Pero esta vez había algo diferente en su mirada. En lugar de irse centrando, se le veía más y más confundido. La rabia de Kei fue desvaneciéndose al verlo ahí, tan perdido. Inmediatamente se  sintió culpable. Su intención era darle un capricho, no humillarle.

—Yo te quiero —susurró mirando hacia otro lado.

Bokuto meneó la cabeza.

—Yo también te quiero, Tsuki. —dijo sin mirarlo a la cara.

Tsukishima cogió un poco del pan que había hecho y se lo puso en la mano. Tenía demasiada hambre como para no darle un bocado.

—No quería herir tu orgullo. Pensé que te gustaría.

—No es eso, Tsuki; me encanta. No me puedo creer que hayas hecho todo esto por mí. Es solo que… no sabes cuánto me molesta que yo no pueda hacerlo por ti. Te mereces algo más. —suspiró y le dio un bocado al pan.

Gracias a Dios, siguió comiendo mientras hablaba.

—Tienes que dejar de pensar en mí de ese modo Bokuto-san. Cuando estamos juntos, yo no soy un Cinco y tú no eres un Seis. Somos simplemente Bokuto y Tsukishima, Kotaro y Kei. No quiero nada más, solo estar contigo.

—Pero es que no puedo cambiar mi modo de pensar. —miró a su rubio novio y se sintió mal por lo que iba a decir—. Así es como me educaron. Desde que era pequeño, aprendí que «los Seises han nacido para servir» y que «los Seises deben pasar desapercibidos». Toda mi vida, he aprendido a ser invisible. —tomó la mano del menor con la fuerza de una tenaza—. Si estás conmigo, Tsuki, tú también tendrás que aprender a ser invisible. Y no quiero eso para ti.

—Bokuto-san, ya hemos hablado de eso. Sé que las cosas serán de otro modo, y estoy preparado. No sé cómo decírtelo más claro.

Se sentía nervioso, pero debía hacerlo. Debía mostrarle que estaba seguro de sus sentimiento sin importar el futuro. Tomó la mano del peligris y la puso sobre su corazón.

—Estoy preparado para darte el sí en el momento en que me lo pidas. —soltó y cerró los ojos inmediatamente.

Resultaba aterrador exponerse de aquel modo, dejar absolutamente claro hasta dónde llegaban sus sentimientos. Él sabía lo que le estaba diciendo. Pero si ponerse en una posición vulnerable le ayudaba a encontrar el valor, lo soportaría.

Bokuto se sentía ansioso, ¿Era esto real? Claro que lo sabía, sabía lo mucho que Tsuki lo quería, pero no deseaba arrastrarlo a su miseria. Levantó los ojos buscando insistentemente los del menor. Buscaba la sombra de una duda, pero estaba perdiendo el tiempo. Bokuto era lo único de lo que Tsukishima estaba seguro en la vida.

—No.

—¿Qué?

—No —repitió, y aquella palabra cayó como una bofetada.

—¿Bokuto-s...?

—No sé cómo he podido engañarme y pensar que esto podría funcionar. —interrumpió al rubio y se pasó los dedos por entre el cabello otra vez, como si estuviera intentando recopilar todos los pensamientos que tenía en la cabeza.

—Pero si acabas de decirme que me quieres…

—Y te quiero, Tsuki. De eso se trata. No puedo convertirte en alguien como yo. No soporto la idea de que llegue a verte pasar hambre, frío o miedo. No puedo convertirte en un Seis.

El silencio reinó, Tsukishima sentía que estaba a punto de llorar. Bokuto quería abrazarlo, pero sería más doloroso. No quería decir eso, pero es que no podía ser. Tsukishima pensaba decirle que retirara lo dicho, pero antes de poder pedírselo, el peligris se encaminó hacia la salida de la casa del árbol.

—¿A dónde…, a dónde vas? —exclamó confuso.

—Me voy. Me voy a casa. Siento haberte hecho esto, Tsukishima... —soltó un suspiro— Hemos acabado.

—¿Qué?

—Hemos acabado. No volveré por aquí nunca más. No de este modo.

—Bokuto-san, por favor —insistió y sentía que lágrimas amenazaban a brotar en los ojos—. Hablemos del tema. Sé que estás confuso.

—Estoy más confuso de lo que te imaginas, pero no estoy enfadado contigo. Es simplemente que no puedo hacerlo, Tsuki. No puedo.

—Bokuto-san, por favor…

Kotaro no podía soportarlo más, le dolía oír esa voz a punto de quebrarse. Odiaba ser el causante de eso, no podría soportarlo si lo veía llorar. Agarró con fuerza el rostro desencajado entre sus manos, acarició la mejillas sonrojadas con sus pulgares y lo besó —un beso de verdad— por última vez. Luego desapareció entre la oscuridad, sin mirar atrás.

Y como vivían en el país en el que vivían, con todas esas reglas que hacían que se tuviéran que ocultar, Tsukishima no pudo siquiera llamarlo, no pudo gritarle, aunque fuera por última vez, que lo amaba.

Cuando se encontró solo, con la tenue luz de la vela y la comida que había preparado con tanta ilusión a su al rededor, sintió como delgados hilillos de lágrimas recorrían sus mejillas.

Se acurrucó, abrazando sus rodillas. Que patético. Pensó.

 

~~~~~

 

Paseaba por el piso, tratando de sacar la ansiedad fuera de su cuerpo. Cuando La Selección era algo en la distancia, una posibilidad para su futuro, sonaba emocionante ¿Pero ahora?

Bueno, no estaba tan seguro.

El censo había sido complicado, las cifras habían sido revisadas varias veces. El personal del palacio estaba siendo reasignado, los preparativos de los vestuarios estaban hechos, y las habitaciones estaban siendo preparadas para los nuevos invitados. El monumento estaba en construcción, excitante y aterrador, todo en un solo golpe.

Para los participantes, el proceso comenzó una vez que llenaron el formulario, un millar deben de haberlo hecho hasta este punto. Para Kuroo Tetsurou, empieza esta noche. Ya tenía veinte años. Ahora ya era elegible.

Se para frente el espejo y checa su corbata de nuevo. Esta noche habrán más ojos observando de lo usual, y necesita lucir como el príncipe seguro de si mismo que todos esperan. Al no encontrar ninguna falta, abandona su habitación.

Mientras va por el pasillo, asiente con la cabeza a los asesores y los guardias personales a lo largo del camino. Era difícil imaginar que en menos de dos semanas, estos salones estarían inundados de jóvenes.

Al estar frente a la puerta toca suavemente, pero de repente recuerda algo y su golpe se vuelve firme, una petición hecha por su padre en persona.

Parecía que siempre había una lección que aprender.

"Golpea con autoridad, Tetsurou."

"Deja de pasearte todo el tiempo, Tetsurou.“

"Sé más rápido, más inteligente, sé el mejor, Tetsurou."

—Adelante.

Entra en el estudio, y su padre levanta los ojos brevemente para reconocerlo.

—Ah, ahí estas. Tu madre estará con nosotros dentro de poco. ¿Estás listo? —dijo mientras se ponía de pie y se dirigía hacia un pequeño estante.

—Por supuesto. —no había otra respuesta aceptable.

Asintió, alargó la mano y cogió una pequeña caja. Luego volvió y la colocó delante del pelinegro sobre el escritorio.

—Feliz cumpleaños.

Kuroo sonrió, no muy ansioso retiró el papel plateado, rebelando una caja negra. Dentro había un par de gemelos nuevos. Probablemente el rey estaba demasiado ocupado para recordar que ya le había dado un par de gemelos para navidad. Tal vez esto era parte del trabajo. Kuroo sonrió para si al pensar que tal vez él accidentalmente tenga para su hijo el mismo obsequio dos veces cuando sea rey. Por supuesto, para llegar tan lejos primero necesita un esposo.

Esposo. Deja la palabra jugar en sus labios sin decirlo en voz alta. Se sentía muy extraño.

—Gracias, señor. Voy a usarlos ahora.

—Debes estar lo mejor esta noche, —dijo sacando uns pequeños dardos del cajón del escritorio—. La Selección estará en las mentes de todos.

Kuroo le dio una sonrisa tensa—. En la mía incluida.

Se debatió internamente unos segundos en decirle lo ansioso que estaba. Necesitaba hablar con su padre. Después de todo, él había pasado por todo esto. Debió haber tenido sus dudas en su tiempo.

Descartó la idea y se dispuso a colocarse los gemelos, aunque evidentemente, sus nervios se podían leer en el rostro, algo que no pasó desapercibido para Eiji.

—Sé positivo, Tetsurou. Se supone que esto sea emocionante. —exhortó mientras lanzó el primer dardo, que falló olímpicamente.

—Lo es. Solo que estoy un poco sorprendido con la rapidez con que todo está pasando.—dijo mientras mantenía la vista fija en sus muñecas, enfocándose en que el metal atravesara los agujeros de las mangas.

El mayor se echó a reír.

—Parece rápido para ti, pero han sido años tomando decisiones para mi final.—un dardo más, este sí dio en el blanco.

El menor entrecerró los ojos, y levantó el rostro de su trabajo— ¿Que quieres decir? —añadió alzando una ceja.

La puerta se abrió en ese momento, y su madre entró. Amaia, la reina de Tendo. Con el cabello castaño y unos preciosos ojos avellana; iba vestida de manera elegante pero muy sutil, algo en su estilo propio, Eiji se iluminó al verla.

—Amaia, luces maravillosa —dijo al ir a saludarla.

Ella sonrió de la manera que siempre lo hacía, como si no pudiera creer que alguien se fijara en ella, y lo abrazó.

—No demasiado maravillosa, espero. No quiero robar la atención.

Le dio una pequeña sonrisa a su esposo antes de alejarse, y luego vino a su hijo para abrazarlo fuertemente.

—Feliz cumpleaños, Tetsu. —dijo mientras acariciaba suavemente sus mejillas.

—Gracias, mamá. —respondió con una cálida sonrisa.

—Tu regalo está llegando — susurró, luego se volvió hacia su padre—. ¿Estamos todos listos entonces?

—En efecto, estamos listos. —le tendió su brazo, ella lo tomó alegremente, y Kuroo caminó junto a ellos fuera del despacho, en sus sombras. Como siempre.

 

 

—Aproximadamente ¿Cuanto falta, majestad? —preguntó un reportero. La luz caliente de la cámara de vídeo apuntaba a su cara, provocando que Kuroo entrecerrara los ojos con molestia, pero sin quitar esa sonrisa estudiada que siempre debía llevar.

—Los nombre se revelarán este viernes, y los participantes llegarán el siguiente viernes después de este —contestó con tranquilidad.

—¿Está nervioso, señor? —preguntó una nueva voz.

—¿Acerca de casarme con alguien a quien nunca he conocido? Todo en un día trabajo —dijo lanzando un guiño, acompañado de una pequeña sonrisa.

El público que estaba observando se echó a reír.

—¿No está para nada asustado, su majestad?

Kuroo intentó no hacer una mueca por la pregunta. ¿Cómo se sentía exactamente?

—Por el contrario, estoy muy emocionado.

Casi.

—Todos sabemos que usted va a hacer una excelente elección, señor. —un flash de la cámara lo cegó nuevamente.

—¡Cierto! —otros dijeron.

Kuroo se encogió de hombros.

—No lo sé. Cualquier persona interesada en mí no puede ser alguien sano.

Ellos se rieron de nuevo, y Kuroo sonrió satisfecho, tomando eso como un buen punto para terminar la conversación.

—Si me disculpan, tengo visitas familiares, y no quiero ser grosero.

Hizo una reverencia acompañada de una pequeña sonrisa y se retiró del lugar.

Dando la espalda a los reporteros y fotógrafos, tomó una respiración profunda. ¿Iba a ser así toda la noche? Miró alrededor del Gran Salón, las mesas estaban cubiertas con manteles rojo oscuro, la luces encendidas brillantemente para mostrar el esplendor, no había algún escape.

Dignatarios en una esquina, reporteros en otra, no había un lugar en el que pudiera estar quieto y callado.

Considerando el hecho de que era Kuroo la persona festejada, uno pensaría que había sido él quien escogió la manera en como celebrarlo. Parece que nunca funciona de esa manera.

A penas había escapado de la multitud cuando el brazo de su padre le arremetió por la espalda y lo agarró del hombro. La presión y la atención repentina hicieron que el pelinegro se tensara inmediatamente.

—Sonríe —ordenó en voz baja, y Kuroo obedeció mientras él movía su cabeza en dirección a algunos invitados especiales.

Vagó la mirada por el Gran Salón y Yaku llamó su atención, venía desde Francia. Su madre, luego de enviudar, accedió a casarse con el rey francés, por ende se mudaron a Francia y Yaku, como único heredero, ahora era príncipe de ese país. Era una suerte que la fiesta coincidiera, justo cuando sus padres necesitaban discutir el acuerdo comercial en curso.

Como hijo del rey francés, sus caminos se habían cruzado de vez en cuando, y él era quizá la única persona a parte de su familia que conocía con cierto grado de consistencia.

Era agradable tener una cara familiar en la habitación.

Kuroo sonrió dándole un movimiento de cabeza y él levantó su copa de champán a modo de respuesta.

—No puedes responder a todo tan sarcásticamente. Tú eres el príncipe de la corona. Ellos necesitan que tú los guíes.—le dijo a su hijo en el oído mientras su  mano sobre el hombro ajeno estaba más apretada de lo necesario.

—Lo siento, señor. Es una fiesta, pensé...

—Pues pensaste mal. —interrumpió— En el Report, espero ver que tomes esto seriamente.

Se detuvo y miró al menor con sus ojos grises y firmes.

Kuroo sonrió de nuevo despreocupado, sabiendo que es lo que él quería por el bien de los invitados.

—Por supuesto, señor. Un lapso temporal en mi juicio. —respondió a modo de disculpa.

Eiji suspiró y dejó caer su brazo, llevando su copa de champán a los labios.

—Tú tienes un montón de esos.

Sin embargo, Kuroo no prestó atención a su respuesta, más bien se arriesgó a echar un vistazo a Yaku y le rodó los ojos, él se echó a reír, sabiendo muy bien por lo que su pelinegro amigo estaba pasando. Eiji al no obtener respuesta alguna, siguió la mirada de su hijo a través del salón.

—Ese chico siempre ha sido bonito. Que lástima que él no pueda estar en la lotería. —comentó mientras hacía bailar la copa entre sus dedos.

Kuroo se encogió de hombros—. Él es lindo. Sin embargo, nunca he tenido sentimientos hacia él.

—Bien. Eso habría sido extraordinariamente estúpido de tu parte.

Kuroo ignoró el comentario— Además, estoy deseando conocer a mis verdaderas opciones. —añadió con una sonrisa, esperando alguna felicitación o consejo de su padre, sin embargo, este saltó sobre la idea, corrigiéndole una vez más.

—Es tiempo que tomes algunas verdaderas decisiones en tu vida, Tetsurou... Unas buenas. —dijo con tono de superioridad—. Estoy seguro que piensas que mis métodos son demasiado duros, pero necesito que veas la importancia de tu posición.

Kuroo contuvo un suspiro: He tratado de tomar decisiones. Tú realmente no confías en mi. Pensó.

—No se preocupe. Tomo seriamente la tarea de elegir un compañero. —respondió esperando que su tono le diera cierta seguridad de lo mucho que significaba.

Eiji lo miró sobre el hombro y lanzó un suspiro— Es mucho más que encontrar a alguien con quien llevarse bien. Por ejemplo, tú y Morisuke-kun. Muy sociable, pero él es un completo desperdicio. —dijo y tomó un trago, saludando a alguien detrás de su hijo.

Kuroo apretó los puños y de nuevo controló el rostro. Incómodo con la dirección de la conversación, puso las manos en los bolsillos y escaneó el salón.

—Probablemente debería hacer mi ronda. —añadió con un suspiro, dispuesto a retirarse.

Eiji lo miró y se despidió con un gesto, volviendo su atención a su copa. Kuroo hizo una pequeña reverencia y se fue rápidamente.

Por mucho que lo intentaba, no entendía el significado de la conversación. No había razón para que él fuera grosero sobre Yaku cuando ni siquiera era una opción.

El Gran Salón bullía de excitación. Mientras iba avando, las personas le decían que todo Tendo había estado esperando este momento; la emoción de la nueva princesa o príncipe, la emoción hacia él como su próximo rey. Por primera vez, Kuroo sentía que toda esa energía y preocupación lo aplastaban.

Les dio la mano, aceptó gentilmente obsequios que no necesitaba. Preguntó amablemente a uno de los fotógrafos sobre sus tomas, y besó mejillas de familia y amigos y una parte justa de completos extraños.

Finalmente se encontró solo por un momento. Analizó a la multitud, seguro que había un sitio donde debería estar. Luego de unos minutos buscándolo por todo el lugar, finalmente sus ojos se encontraron con Yaku y comenzó a caminar hacia él. Esperaba tener unos minutos de genuina conversación, pero tendría que esperar.

—¿Te estás divirtiendo? —preguntó Amaia, entrando en su camino.

—¿Te parece que lo esté? —respondió alzando una ceja en tono divertido.

Amaia lo miró con ternura a los ojos y pasó la mano sobre su ya crespo traje.

—Sí. —contestó también en tono divertido. —Eso es todo lo que realmente importa.

Kuroo sonrió y su madre inclinó la cabeza con una sonrisa suave en el rostro.

—Ven conmigo por un momento. —susurró al oído del menor.

Kuroo sostuvo un brazo hacia ella para escoltarla, ella felizmente lo tomó, y ambos salieron del pasillo con el sonido del clic de las cámaras.

—¿Podemos hacer algo un poco más pequeño el próximo año? — preguntó cuando ya se encontraban más lejos del gentío.

Amaia soltó un largo suspiro— No lo creo Tetsu. Es casi seguro que estarás casado para entonces. Tu pareja puede querer una elaborada celebración en suprimer año juntos...

El pelinegro frunció el ceño, necesitaba algo con lo que podría salirse con la suya, frente a ella.

—Tal vez le gusten las cosas tranquilas también. —soltó finalmente con una sonrisa burlona.

Ella se rió en voz baja. —Lo siento, cariño. Cualquiera que ponga su nombre en La Selección está buscando una manera de salir del silencio. —dijo con algo de nostalgia.

—¿Lo estabas tú? —preguntó.

Inmediatamente Kuroo se revolvió incómodo por la pregunta que acababa de hacer, nunca hablaban sobre su llegada al palacio. Era una extraña brecha entre ambos pero una que Kuroo apreciaba: fue criado en el palacio, pero ella eligió venir.

Amaia se detuvo incómoda por la pregunta, pero segundos depués volteó la vista hacia él y le miró con una expresión cálida.

—Yo estaba enamorada del rostro que vi en televisión. Yo soñaba despierta sobre tu padre de la misma manera en que cientos sueñan contigo.

Kuroo sonrió ante la idea, imaginaba a su madre como una joven chica en Honduragua, con su pelo trenzado en su espalda mientras miraba con nostalgia a la televisión. Incluso pudo verla suspirando cada vez que el entonces príncipe Eiji tenía que hablar.

—Todas las chicas sueñan en cómo sería ser una princesa, y estoy segura que muchos chicos también —agregó— <> era todo lo que podía pensar la semana antes que los nombres fueran anunciados. No me daba cuenta que era mucho más que eso.—su rostro se puso un poco triste—. No podía imaginar bajo la presión que estaría o la poca privacidad que tendría. Sin embargo, estar casada con tu padre, tenerte a ti. —posó una mano sobre la mejilla del menor—. Esto es todos esos sueños hechos realidad.

Ambos sostuvieron la mirada, sonriendo, pero unas pequeñas lágrimas empezaron a brotar en las esquinas de los ojos de Amaia.

—¿Así que no tienes remordimientos? —preguntó mientras tomaba la delicada mano libre de su madre entre las suyas.

Ella sacudió su cabeza.

—Ni siquiera uno. La Selección cambió mi vida, y me refiero a la mejor manera posible. Que es de lo que tengo que hablarte.

Kuroo entrecerró los ojos confundido—. No estoy seguro de entender.

Ella suspiró— Yo era una cuatro. Trabajaba en una fabrica. —dejó de acariciar el rostro de su hijo, y soltó la otra mano del agarre, luego extendió ambas frente a sus ojos—. Mis manos estaban secas y agrietadas, y había tierra bajo mis uñas. No tenía alianzas, ni estatus; nada digno para hacerme princesa... y sin embargo, aquí estoy.

Kuroo la miró fijamente. Aún no estaba seguro de su punto.

—Tetsu, escúchame, este es mi obsequio para ti. —añadió y mostró una gran sonrisa a su hijo— Te prometo que haré todo lo posible para ver a estos chicos a través de tus ojos. No con los ojos de una reina, o como los de tu madre, si no los tuyos. Incluso si a quien escojas es de una casta muy baja, incluso si los otros piensan que no tiene valor, siempre escucharé tus razones para quererlo. Yo haré todo lo posible para apoyar tu elección.

Kuroo pestañeó, después de una pausa, finalmente lo comprendió.

—¿Mi padre no tenía eso? ¿Cierto?

Ella se detuvo—. Cada participante vendrá con sus pros y contras. Algunas personas se enfocarán en lo peor de tus opciones y otras en lo mejor, y eso no tendrá sentido para ti, porque ellos son estrechos de mente. Pero yo estaré aquí para ti, sea cual sea tu elección. —dijo pellizcandole una mejilla.

—Siempre lo has estado. —respondió con una sonrisa.

—Cierto. —dijo tomando el brazo del menor—. Y sé que también estoy a punto de tener el segundo lugar por alguien más en tu vida, como debe ser. Pero mi amor por ti nunca cambiará, Tetsu.

—Tampoco el mío por ti.

Dicho esto, la abrazó entre sus fuertes brazos, tenía la esperanza de que pudiera escuchar la sinceridad en su voz. No podía imaginar ninguna circunstancia en la que no tuviera absoluta adoración hacia ella.

—Lo sé. —dijo soltándose del agarre, y con un codazo suave, lo condujo de nuevo a la fiesta.

Cuando entraron al salón con sonrisas y aplausos, consideró las palabras de su madre.

Ella era, mucho más que cualquiera que conociera, increíblemente generosa. Así que si este era su obsequio, debe de ser más necesario de lo que él podría entender en el presente. Su madre nunca daba un obsequio sin pensar.

 

 

Los invitados demoraron mucho más de lo que pensaba que era apropiado. Ese era otro sacrificio que viene con el privilegio. Nadie quiere que una fiesta en el palacio termine. Incluso si el palacio quería que terminara.

Kuroo caminó con algo de dificultad, pero finalmente puso al borracho dignatario de la Federación Alemana al cuidado de un guardia, agradeció a todos los consejeros reales por sus obsequios, y besó las manos de casi todas las damas que cruzaron las puertas del palacio.

A sus ojos, su deber estaba hecho, ahora solo quería tener unas horas de paz. Pero cuando trataba de escapar de algunos invitados persistentes, fue felizmente detenido por par de ojos castaño claro.

—Me has estado evitando —dijo Yaku cruzado de brazos frente a él; su tono alegre y la cadencia de su acento, que había ganado por los años vividos en el extranjero, cosquilleó en los oídos del mayor. Siempre había algo musical en su forma de hablar.

—Para nada. Está un poco más concurrido de lo que esperaba. —respondió mientras miraba a unas personas que caminaban hacia las ventanas del palacio, empeñadas en ver la salida del sol desde allí.

—Tu padre, disfruta haciendo un espectáculo. —musitó rodando los ojos.

Kuroo se  echó a reír. Yaku parecía entender tantas cosas suyas sin necesidad de expresarlas en voz alta. A veces eso le ponía nervioso. ¿Cuánto podía ver él sin que si quiera Kuroo lo supiera?

—Creo, que se superó a sí mismo. —añadió con tono divertido.

El castaño se encogió de hombros—. Sólo hasta la próxima vez.

Ambos quedaron en silencio; Yaku se removía nervioso, quería decir algo más. Se mordió el labio y poniéndose de pinturas le habló al oído.

—¿Puedo hablar contigo en privado? —soltó en un susurro.

Kuroo asintió con la cabeza, ofreciéndole el brazo para escoltarlo. Yaku sonrió ante el gesto y correspondió inmediatamente, ambos caminaron haciauno de los salones del pasillo, algo incómodos por la diferencia de alturas. Yaku se mantuvo en silencio guardando sus palabras hasta que las puertas se cerraron detrás de ambos. Aunque a menudo hablaban en privado, su forma de actuar hacía sentir incómodo a Tetsurou.

—Tú no haz bailado conmigo —dijo finalmente sonando herido.

Kuroo lo miró algo confundido, pero luego dejó escapar un largo suspiro ¿Solo era eso?

—Yo no he bailado en absoluto. —respondió sonriendo ladinamente.

Su padre insistió sobre música clásica para el evento. El quinteto era muy talentoso y la música que tocaban era para bailes lentos. Tal vez si hubiera querido bailar, hubiera elegido bailar con él, pero simplemente no se sentía correcto hacerlo con todo el mundo haciéndole preguntas sobre su futura misteriosa pareja.

Yaku dejó salir un suspiro entrecortado y se paseó por la habitación.

—Se supone que al llegar a casa debo tener una cita. —dijo— Había Lev, ese es su nombre. Es príncipe de Rusia y lo he visto antes por supuesto. Es un excelente piloto, y guapo también. Él es un año menor que yo, es un mocoso que me saca de mis casillas... y creo que esa es una de las razones por la cual le agrada a papá.

Dijo mirando por encima de su hombro con una pequeña sonrisa en el rostro, Kuroo le dio una sarcástica a cambio.

—¿Y dónde estaríamos sin la aprobación de nuestros padres? —soltó con tono divertido.

El castaño se rió— Perdidos, desde luego. No tendríamos ni idea de cómo vivir.

Tetsurou también rió, se sentía agradecido por las bromas al respecto. Era la única manera de tratar con eso algunas veces.

—Pero, si papá lo aprueba. Aun así, me pregunto... —dijo bajando la mirada al suelo, tímido de repente, algo muy raro en él.

—Te preguntas ¿qué? —cuestionó Kuroo confundido.

Yaku hizo un pequeño ejercicio de respiración, debía decirlo ahora. Se quedó allí un momento todavía centrado en la alfombra. Finalmente sus castaños ojos se enfocaron en los avellana.

—¿Lo apruebas? —soltó, apretando los puños.

—¿El qué? —preguntó más confundido.

—Lev. —respondió.

Kuroo pestañeó unos segundos y luego se echó a reír—. Realmente no lo puedo decir ¿cierto? Nunca lo he conocido.

—No —dijo con su voz cayendo—. No acerca de la persona, sino de la idea. ¿Apruebas que yo salga con este hombre? ¿Y que posiblemente me case con él?

El rostro de Morisuke era de piedra, intentaba cubrir algo que Kuroo no entendía. El pelinegro se  encogió de hombros desconcertado.

—No es mi lugar aprobarlo, y difícilmente el tuyo —añadíó sintiéndose un poco triste por ambos.

Yaku bajó la vista al suelo y empezó a retorcer sus manos, como si estuviera nervioso o lastimado.

¿Qué está pasando aquí?  Pensó Kuroo.

—¿Así que no te molesta en absoluto? —añadió sonando dolido— Porque si no es Lev, serán otros. Hay una serie de hombres esperando por mí, y ninguno es la mitad de agradable para mí como lo eres tú. Pero, eventualmente, tengo que tomar un esposo, ¿y a ti no te importa?

Yaku se sentía aliviado, hacía mucho que deseaba decírselo.

Kuroo lo miró con tristeza, eso era ciertamente triste. Ambos a penas se encontraban más de tres veces al año. Y se podría decir que era su amigo más cercano. ¿Qué tan patéticos eran?

Tragó saliva, buscando algo correcto que decirle.

—Estoy seguro que todo saldrá bien. —fue lo único que atinó a decir.

Yaku resopló, ya no podía contenerlo más. Sin advertencia, algunas lágrimas comenzaron a fluir por su rostro mientras lo hundía entre sus manos.

Kuroo miró por la habitación tratando de encontrar una explicación o una solución, sintiéndose cada vez más incomodo.

—Por favor, dime que no vas a seguir adelante con esto, Kuroo. No puedes —suplicó alzando la vista.

—¿De qué estás hablando? —preguntó desesperado.

—¡La Selección! —gritó Yaku, aturdido— Por favor, no te cases con un desconocido. —poco a poco su volumen fue bajando No me obligues a mí a casarme con un desconocido.

—Tengo que hacerlo. —soltó con firmeza— Así es como funciona para los príncipes de Tendo. Nos casamos con plebeyos.

Morisuke no podía dejarlo ir, no ahora. Desesperado se precipitó hacia delante tomando las manos del pelinegro. No importaba si dejaba al descubierto todos sus sentimientos...

—Pero yo te amo. Siempre te he amado. —dijo en tono suplicante— Por favor no te cases con alguien más sin antes preguntarle a tu padre si yo podríaser una opción.

¿Amarme? ¿Siempre?  Pensó Tetsurou, mientras sentía su corazón dar un brinco.

Se atragantó con las palabras un par de veces, tratando de encontrar la manera correcta de empezar.

—Yaku, yo... Cómo... No sé qué decir.

—Di que le preguntarás a tu padre  —dijo enjuagándose las lágrimas con esperanza, tal vez había funcionado— Pospón La Selección lo suficiente para al menos ver si vale la pena intentarlo.—soltó animado— O déjame entrar también. Renunciaré a la corona.

Kuroo se sentía algo aliviado, al menos ya no estaba llorando y podrían arreglar la situación con tranquilidad. Pero de repente, al no oír respuesta alguna, Yaku volvió a caer en lágrimas.

—Por favor, deja de llorar —le susurró, incómodo por la situación.

—¡No puedo! —gritó el castaño— No cuando estoy a punto de perderte para siempre. —dijo enterrando el rostro nuevamente entre sus manos, llorando en silencio.

Kuroo no sabía que hacer, se quedó allí. Como una piedra, aterrado de hacer algo que pudiera empeorarlo.

Después de un momento lleno de tensión, Yaku levantó la cabeza y empezó a hablar mirando hacia la nada.

—Tú eres la única persona que realmente me conoce. La única persona que realmente conozco.

—El conocimiento no es amor  —contradijo.

—Eso no es cierto Kuroo. Nosotros tenemos una historia juntos, y está a punto de romperse. Todo por el bien de la tradición. —dijo pasando los dedos entre sus cabellos.

Yaku mantuvo los ojos en un espacio invisible en el centro de la habitación, mientras Kuroo intentaba adivinar lo que estaba pensado ahora. Claramente, no era consciente de sus pensamientos en general.

Finalmente Yaku volvió su rostro y lo miró fijamente a los ojos. ¿Cuántas veces había imaginado esta situación? ¿Cuántas veces había imaginado que Kuroo correspondería a sus sentimientos?

—Kuroo, te lo ruego pregúntale a tu padre. Incluso si él dice que no, al menos habré hecho todo lo que pude.

Positivamente Kuroo sabía que eso era cierto, así que le dijo lo que debía.

—Ya has hecho todo lo que podías, Yaku. Esto es todo. —abrió los brazos por un momento, y luego los dejó caer— Esto es todo lo que podrías haber hecho.

Yaku sostuvo su mirada durante mucho tiempo, sabía perfectamente que el pedirle a su padre semejante petición era indignante para él, además estaba más allá de lo que Kuroo pudiera hacer.

Pero no, esto no podía terminar así. Pasó nuevamente los dedos entre sus castaños cabellos, buscando en su mente un camino alternativo, pero pronto vio que no lo había.

Es que sencillamente, Yaku era un sirviente de su corona, y Kuroo de la suya; sus caminos nunca se cruzarían.

Asintió, y su rostro se llenó de lágrimas de nuevo. Se acerco al sofá y se sentó sosteniéndose a sí mismo. Kuroo se quedó quieto a su lado, con la esperanza de no causarle más dolor.

Tenía ganas de reír aunque no había nada de gracioso en esto. Kuroo no sabía que era capaz de romper un corazón. Y ciertamente no le agradó.

Es ese mismo momento su cerebro empezó a atar cables, esto iba a convertirse en algo común en su vida. Tendría que despedir a treinta y cuatro personas, entre mujeres y hombres, durante los próximos meses. ¿Qué si todos tenían esta misma reacción?

Resopló apoyándose en los codos, exhausto ante la idea.

Por el resoplido, Yaku lo miró. La expresión de tristeza en su rostro cambió poco a poco, volviéndose al ceño fruncido tan común en él.

—¿Esto no te lastima para nada? —exigió con molestia— No eres tan buen actor, Kuroo.

—Por supuesto que me molesta. —defendió el pelinegro.

Yaku se puso de pie evaluandolo en silencio.

—Pero no por las misma razones que a mi me molestan —susurró, caminó por la habitación dando un par de vueltas y volvió hacia el mayor con ojos suplicantes— Kuroo, tú me amas.

Se quedó quieto.

—Kuroo —dijo con más fuerza— Me amas. Lo sientes.

Kuroo sostuvo su mirada unos segundos, pero luego tuvo que mirar hacia otro lado; la intensidad de sus castaños ojos era demasiado brillante para él.

Se pasó una mano por el cabello, tratando de expulsar lo que sus palabras le hicieron sentir.

—Nunca he visto a nadie expresar sus sentimientos como tú lo acabas de hacer. No pongo en duda ni una sola de tus palabras, pero yo no puedo decir eso, Yaku.—soltó, convencido de su respuesta.

—Eso no quiere decir que no sabes cómo se siente. —defendió enfadado— Sólo que no tienes ni idea de cómo expresarlo. Tu padre puede ser tan frío como el hielo, y tu madre se esconde dentro de si misma. Nunca te he visto amar a alguien libremente, por eso no sabes cómo demostrarlo. Pero lo sientes; yo lo sé. Tú me amas tanto como yo te amo.

Despacio, sacudió la cabeza, prefiendo quedarse callado, ya que si otra sílaba salía de su boca empezarían de nuevo.

—Bésame —exigió.

—¿Qué? —respondió confundido.

—Bésame —reafirmó con un brillo en los ojos, esta era su última carta— Si después de besarme aún piensas que no me amas, no volveré a mencionar esto nunca más.

Kuroo se apartó— No. Lo siento, no puedo.

No quería confesar como de literal era la respuesta. No estaba seguro de cuantos chicos había besado Yaku, pero estaba seguro que eran más que cero. Él le había mencionado hace algunos veranos cuando estaba en Francia que se había besado con alguien. Así que Morisuke llevaba la ventaja en la materia, y no había manera que Tetsurou hiciera el mayor tonto de si mismo en este momento.

Su tristeza inicial se había esfumado, y su enojo aumentó mientras se alejaba del pelinegro. Se rió y no había humor en sus ojos.

—¿Entonces, esta es tu respuesta? ¿Estás diciendo que no? ¿Eliges que me vaya? —respondió con su tono de voz habitual

Kuroo sólo atinó a encogerse de hombros.

—Eres un idiota, Kuroo Tetsurou. Tus padres te sabotearon por completo. Podrías tener cientos de opciones delante de ti, y eso no importaría. Eres demasiado estúpido para reconocer el amor aún cuando se encuentra delante de ti.

Se secó los ojos, arregló su cabello con un pequeño peine y se alisó el traje. Ya no tenía caso seguir con esto.

—Espero en Dios nunca verte de nuevo. —dijo con una sonrisa dolorosa y se alejó a paso firme.

Kuroo sintió que el miedo en su pecho cambió, inmediatamente dejó el sofá y agarró su brazo cuando se alejaba. No quería que se fuera para siempre.

—Yaku, lo siento.

—No lo sientas por mí —dijo fríamente— Siente lástima por ti mismo. Encontrarás esposo porque tienes que hacerlo, pero tú ya habías encontrado el amor y lo dejaste ir.

Se soltó del agarre y lo dejó solo en la habitación.

Notas finales:

HI!

Espero les haya gustado.

En esta parte he incluído un cuento de Kiera Cass donde narra los acontecimientos del príncipe.

Gracias por sus rw y nos leemos pronto<3

BYE!


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