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The Naked Truth in the Other Thruth por LumeWolf

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Notas del capitulo:

Retomando lo que dejé hace varios años, por diversas cuestiones personales; aunque nunca dejé de pensar en llevarla a buen término.

 

Espero se del agrado de ustedes como lectores.

The Naked Truth the Viewfinder: The Naked Truth in the Other Thruth

Extra Dark Thruth (Parte III)

 

 

 

El día transcurría tranquilo, disturbado únicamente por las presencias poco conocidas que tenía en derredor como medida de seguridad; sin embargo, en honor a la verdad, debía darles el crédito al estarse comportando lo suficiente a la altura en la que había requerido y no como los matones que eran cotidianamente. Y aunque estaban siendo discretos en torno a él, fue inevitable que su benefactor del servicio se hubiese puesto en contacto, mediante otros terceros que arribaron en un par de ocasiones a su residencia.

 

Ryoishirou exhaló una larga bocanada de humo, al aire libre del área verde que había en el recinto, reclinado tan cómodo; como sus heridas permitían; en una de las sillas de las mesas de jardín, mientras, sobre el mueble, se apoyaba el cenicero, un plato de tentempiés previo al almuerzo y una bebida ligera, sin alcohol, por el momento. Estaba retomando medicaciones por el ajetreo de las horas pasadas. Aunque no le gustaba que las cosas estuviesen fuera de su control, no podía reprochar la atención o el interés de esa otra persona, por asegurarse que el personal estuviese haciendo su trabajo, que estuviese lo más a gusto –permisiblemente- con ellos y procurar su recuperación; puesto que, la primera “visita” en su nombre, había enviado al médico de cabecera para un chequeo si le permitía. Y, era por ello, que tenía una nueva tanda de antibióticos, desinflamatorios, relajantes musculares y alivio para el dolor. No es que hubiese sido fácil mostrar sus laceraciones, en su juicio no se fiaba fácilmente y además no quería que detallara, al que lo había enviado, el estado de éstas; sólo se limitó a dar generales ambiguos de lo que padecía y, con ello, el médico entendió su postura y le había dado prescripciones que –le aplaudía en ello- llevaba previsoramente en el petaquín.

 

Dio otra calada a su cigarrillo, antes de dejar ir el humo entre sus labios; ésta vez de manera parsimoniosa. Su faz desenfadada mientras su mente no parecía interesada en darle el reposo que no solo su cuerpo necesitaba, sosteniendo al frente la pregunta que había formulado el de cabellos castaños la noche pasa; por lo que ahí estaba en una contemplación vacía al verdor bien cuidado de la jardinería…

 

Pensando, pensando…

 

 

 

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Mientras revisaba los documentos de los negocios que tenía que firmar, no podía evitar del todo lo que a su mente discurría entre la pasada noche y la madrugada... Haciendo una pausa en la lectura frente a sí, giró la cómoda silla del escritorio y dio una mirada a la magnífica vista que ofrecía la altura de su oficina. Contemplando el impulso de enviar a Kirishima a hacerle una visita al hombre que significó tanto y del que, tal parecía, siempre tendría una atracción sobre él; sin embargo, dado a lo que el otro le había dicho respecto al infiltrado de Ryuusei Amon, tuvo que ser juicioso y dimitir de esa idea. Ryoishirou no quería ser encontrado, dado que el Yakuza está bien enterado de la antigua relación que sostuvo con el de cabellos cobrizos; la lógica dictaba que intentaría llegar a Rume a través de un desliz de su parte, dado que Ryoishirou parecía haber cubierto –de aquel- muy bien su rastro. Por lo tanto, Asami, no podía hacer un movimiento apresurado y descuidado, que pudiese delatarle.

 

Sin embargo, había otra cosa que inquietaba su mente, si bien estaba acostumbrado a que Akihito podría saltarse al investigador y pasar una o dos noches fuera haciendo sus pesquisas como fotógrafo; no implicaba que no había echado en falta apretar el núbil cuerpo contra el suyo, robarle el aliento por un momento. Dado que la cuestión dejada al aire por Rume ante la suya propia, le había dejado esa ansiedad que la noche aún más anterior a la pasada, le había provocado…

 

“-¿Amas a Takaba…?- Rume, como respuesta, la reversa de la cuestión planteada.”

 

Apoyando su rostro en el puño de su mano, cuyo brazo estaba posicionado en el reposabrazos de la silla, la mirada de miel espesa se cerró unos instantes, mientras la espontánea y ligera sonrisa surcó su faz con un agradable pensamiento al de cabellos cenizos; que pese a ser voluble y caprichoso, como un pequeño gatito queriendo ser salvaje, había llegado a profundizar en él…

 

 

 

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Las horas transcurrían de una manera que no estaba del todo claro si eran demasiado rápidas o demasiado lentas; el tiempo parecía relativo encerrado en una habitación únicamente iluminada por energía eléctrica, sin ninguna ventana al exterior que pudiera indicarle qué hora del día era… Tenía que haber amanecido poco después de que ese sujeto se presentó ante él, hablándole por su nombre; después explicando lo bien enterado de su trabajo y sobre su relación con Asami Ryuuichi…

 

Ryuusei Amon.

 

De tan sólo recordar su nombre Takaba no pudo evitar un estremecimiento. Era alguien tan peligroso; lo destilaba por cada fibra de su ser; no se comparaba con lo que había conocido de Asami y de la gente que se rodea, ni siquiera Feilong… Podrían Asami, Feilong, Mikhail, ser peligrosos, pero era una manera más refinada, una letalidad elegante. Quizá, el que más se aproximaba a la peligrosidad de éste pelinegro, sería el ruso que le disparó en aquella ocasión…

 

Akihito se sintió inquieto, no supo cómo había terminado en ésta otra habitación después de que había intentado convencer al hombre de que le dejara ir, que solo había tenido interés en el sujeto que estaba derrochando lo que tuvo de fortuna en ese lugar… Sea donde fuera, no era la misma en la que estuvo en el Casino. Cuando intentó colarse a escapar de la habitación, en el momento que aquel sujeto le dijo que volvería a por él en cuanto “terminara de atender sus negocios”…

 

Sin atisbo de inquietud o remordimiento, sin emoción que no fuera esa dañina y que le transmitía que sólo iba a utilizarle…

 

Aquel de ojos cobaltos le dio un duro golpe en el estómago, que le sacó el aliento y le hizo perder el conocimiento… Quizás fue después de eso que lo habían traído a otro lugar; puesto que el incómodo lujo de su anterior “prisión” no era presente en éste; pese a no estar del todo lo equipado de la otra… La intranquilidad más grande que le daba, exactamente, no era el lugar en sí; ni que no había visto a ninguno o nadie más, desde el último punto de memoria, ni siquiera porque pudiesen olvidarle o tratar de matarle de inanición, dado que había un pequeño frigo-bar en una esquina con bebidas y bocadillos. Podría estar seguro que, al menos, no lo querían muerto o hacerle algún daño real (a parte del único golpe recibido). Sin embargo, le preocupaba el propósito de ello y el que Asami fuere el foco de atención de éste hombre para perjudicarlo…

 

Por centésima vez, Takaba rondó cerca de la única puerta de entrada a esa habitación con el mismo e infructuoso resultado de poderla abrir desde dentro. Podía estar en cualquier lugar; éste podía ser el cuarto de equipo de mantenimiento, o algo parecido, de un edificio o de una bodega; sin embargo, al menos agradecía que contara con un pequeño cubículo sanitario y que la ventilación no fuese muy fría o muy sofocante; había un aparato de aire acondicionado programado en su función para mantener una temperatura agradable en la habitación. Sin embargo, mientras se devolvía al sofá largo en el lugar, su mente giraba en torno al hombre que le había secuestrado y también por aquel del que tenía sentimientos encontrados de preocupación y necesidad…

 

¿Notaría extraña su ausencia Asami? ¿Lo estaría buscando? O, simplemente… ¿Pudiera haber pensado que se trataba de una de sus “des-rutinas” habituales por el semanario? ¿Éste sujeto le habría dicho ya algo?

 

Si existía una cosa peor que la incertidumbre, era la soledad absoluta para hundirse en aquellos pensamientos. Pero Akihito enviaba una mental plegaria de que, aquel, lo encontrara y salvara como ya lo había hecho antes…

 

 

 

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Frotándose el puente de la nariz, mientras dejaba salir una bocanada de humo de su cigarrillo, antes de dejar su cara y recobrar el vaso de escocés del que dio un nuevo trago, de los que ya había estado tomando desde hacía un buen rato; saboreando el ligero picor que permanecía en sus labios por las heridas recibidas la otra noche…

 

Atendió los asuntos de su grupo, puesto que lo tenían en una especie de “castigo” por su ausencia, pese a lo que le valió el mantener su posición y cabeza en su lugar; había tenido que atender asuntos personalmente que, de ser otro el caso –el que no hubiese venido la orden directa del Obun, el jefe de toda la agrupación-, se lo habría relegado a sus propios subordinados. Ello había hecho un tedio de su día y un increpante agraviante para su humor… El tiempo que ocupó para resolver mierdecillas que no requerían verdaderamente de él, era uno que bien pudo haber ocupado para resolver en el papeleo del nuevo casino en el extranjero y rastrear a Ryoishirou. Sin embargo, no todo era tan malo; tenía que, Ryuusei, admitírselo; haber tenido la ocasión para poner sus manos en el joven amante de Asami Ryuuichi, fue lo que mantuvo un poco en control su mal humor.

 

Por supuesto, que se debía descontar que le había disparado en la pierna a uno de los idiotas con los que tuvo que “entrevistarse” en el día; le rompió la mandíbula de un puñetazo a uno de los que le acompañaba por un comentario “estúpido” que había hecho y le quebró un par de dedos de la mano izquierda al idiota que se puso a cuestionar e indagar en él lo que pensaba hacer con su “cautivo”…

 

Amon respiró profundo, intentando no dejar que su mente discurriera en pensamientos que le alteraran la relativa calma que había logrado conseguir con las bebidas y dos pares de cigarrillos. Había ordenado que nadie molestara o se acercara al muchacho; pero que le hubiesen dejado lo indispensable y relativa “comodidad” por la estadía indefinida en que pudiese tener que retenerlo. No es que le hubiese sido difícil ser más que violento con el chico, muy aparte de darle el golpe que lo dejara inconsciente cuando quiso escaparse en el Casino; aunque bien y ello le sirvió para tomar ventaja y trasladarlo al edificio que fungía como oficinas generales de la subdivisión de su grupo; y meter a Takaba Akihito en una de las habitaciones del sótano, donde veces había llegado a encerrar a los tipos que habían querido pasarse de listos con él… Obviando el hecho que, a ninguno de éstos, les había permitido tal comodidad que a la de éste jovenzuelo. Éste fotógrafo de espectáculos estaba en una de 3 habitaciones que fungían como cuarto de pequeños descansos para cualquiera de sus subordinados o hasta de él mismo; si tenían horas extensas por delante y ningún tiempo para pisar sus propios domicilios. Fue indulgente y no se permitió hacerle daño serio debido a que se volvería un problema si el chiquillo resultaba herido de seriedad; más que por temerle a Asami Ryuuichi, quería evitar agravar la reacción que Ryoishirou tendría al dañar la pertenencia de aquel otro, al utilizarlo como moneda de cambio  por él. Otra razón que le habría valido, sin embargo, se debía a la propia apariencia del muchacho; en tanto iba inconsciente acomodado a su lado en la parte trasera del auto, tuvo la ocasión de echarle un verdadero vistazo al afamado -por su relación con Asami- Takaba Akihito; independientemente de alguna que otra foto conseguida sobre él...

 

Diferían la imagen completa de uno u otro, salvo por la complexión y estatura. La Juventud era una cualidad propia de uno, mientras que el otro era una engañosa de su verdadera edad; sin embargo, el espíritu obstinado y rebelde, indómito, le recordaban a Ryoishirou Rume…

 

Terminó su bebida y abandonó el vaso en su escritorio, antes de ponerse en pie y dirigirse fuera de su oficina, quizá era un buen momento para hacerle una visita al jovenzuelo;  no sin evitar el molesto pensamiento de que, quizá, ese Asami no había dejado del todo atrás su relación con Rume y que en realidad había tomado a éste joven, porque le daba ese aire de parecido superficial a la engañosa apariencia juvenil que Ryoishirou poseía…

 

Amon, en  el trayecto, revisó su móvil; queriendo desviar la atención a ese ácido amargo que le irritaba la idea que le había venido en mente; esperando  recibir alguna novedad en cuanto a tener un indicio para tratar de ir a donde se encuentra Ryoishirou;  tenía a un par de subordinados en la loca carrera de encontrar una pista de Rume, sin embargo, ninguno de ellos le había contactado todavía y la noche estaba casi por caer...

 

 

 

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No requirió de más nada que anunciarse para ingresar al domicilio que no había visto en algunos años, del que había tenido sus dudas si alguna vez traspasaría sus puertas como ahora lo hacía. Le cedió su equipaje a uno de los que le recibieron; su ojo crítico evaluando al fortuito personal… Esperaba que su jefe hubiese estado lo suficientemente bien con ellos en su ausencia, sabiendo que era muy de su poco afecto rodearse de personas al azar

 

-Ryoishirou-Sama le espera en el estudio.- le informó uno de los que parecían ser los menos obvios en comparación al resto que estaban alrededor como seguridad; mientras le ayudó a quitarse el abrigo de viaje –Y también que sepa que su habitación está lista, a menos que necesite algo en particular.-

 

-Bien. Gracias, de momento no requiero nada; iré a ver al Jefe.- replicó simplemente, mientras aquel le hizo una ligera reverencia en cuanto le vio encaminarse familiarmente por el lugar.

 

Consultando su reloj  dio un disimulado y superfluo suspiro de resignación, había planeado llegar antes de la cena; pero el vuelo tuvo un ligero retraso. Al menos no pasaba de la media noche. No pudo evitar que su mirada vagara por el recinto. Parecía que nada y, a su vez, todo había cambiado; puede que se modificara parte del mobiliario y decorativo, pero aún parecía imperar una fuerte energía de lo que fue vívido ahí…

 

El trayecto a las puertas del estudio no era tan largo, pero la mente giraba pensamientos a un más rápido que un segundo del tiempo;  los científicos hablaron alguna vez que, mientras se duerme, los sueños que en apariencia son más extensos y que parecieran haberse concebido desde el instante que se rindieron al agotamiento, apenas y ocurren en el minuto previo a despertar… Quizá durando 50 o 30 segundos antes de volver a la vigilia, como exageración. Así pues, como si fuese un sueño despierto, las imágenes del pasado se discurrieron en su mente.

 

 

 

Sotheby's Tokio era la casa de subastas más Elit en Japón, debido al nombre altamente logrado  cuya raíz venía de los Estados Unidos de Norte América; como consultor de autenticidad de las piezas que ahí se intercambiaban -por bienes monetarios-, no era de extrañar que estuviese presente en alguno de los eventos que se llevarían a cabo como esa precisa tarde. Sin embargo, después de acompañar a algunos de los variados clientes a repasar los artículos a subastarse y dar su opinión profesional de las piezas, decidió dejarle el turno a otro de sus compañeros consultores mientras él se tomaba un descanso y bebía algo para aliviar su garganta. Después de sacar un café de la máquina expendedora, omitió el área recepción-comedor dentro de las instalaciones y se dirigió al apartado que tenían para los fumadores; aunque él mismo no era afecto al tabaco, el área casi siempre estaba más solitaria, puesto que los que quizás eran más adictos opacaban su necesidad de nicotina con la excitación de la puja para conseguir la pieza que arrobara sus corazones, su codicia o su vanidad.

 

Antes siquiera de llegar a la puerta que lo llevaría al pequeño espacio de aire libre, notó a través de los cristales un par de figuras de impecable etiqueta; sin embargo, su presencia no fue lo que en realidad captó su atención en primer lugar. En uno de los cómodos asientos dispuestos para la espera de tan generosos clientes en el sofisticado lugar, se hallaba un joven de pálida piel y cabellos cobrizos, dando una monótona, larga calada, de quien llevaba mucho tiempo acostumbrado a ello; mientras que el que le hacía compañía en aquel espacio, un sujeto corpulento de piel bronceada, estaba de pie junto a éste, ligeramente por detrás del asiento, inclinado un poco en un intercambio de palabras con el de cabellos de reflejos fogosos entre los haces de sol filtrados del traga luz… Quizá más cautivado por la imagen contrastante de ambos y lo peculiar que le parecía que un jovenzuelo llevara el cigarrillo a su boca, en un gesto elegante; como el de un hombre que sabe mucho del mundo y de muchas cosas más que aún se desconocen. ¿Sería hijo de algún extranjero adinerado? O lo más parecido. En su mente sólo podía pensar que sería la lógica a seguir, dado su estadía en ésta particular casa de subastas.

 

El joven tenía el rostro ligeramente inclinado, bajo, mientras daba una suave calada al cigarrillo entre sus dedos; aunque parecía tomar atención de lo que su acompañante moreno le estaba diciendo, sosteniendo ante sí un móvil. Pero la mirada del hombre de piel como canela fue el primero en alzar la vista en su dirección, en cuanto abrió la puerta del apartado… Recordaba haber olvidado cualquier protocolo formal por ir directo a decir “Los jóvenes no deberían estar fumando con tanta costumbre, es un desperdicio consumir la salud tan pronto.”. Aquel hombre de cabellos oscuros y piel morena, cuya mirada pudo ver de un azul celeste, estuvo al punto de decir algo, pero había desviado ligeramente la mirada al jovencito que seguía en su calmada posición todavía. Quizá no entendía del todo el japonés; llegó a reflexionar por un momento; justo antes del instante que el rostro del de cabellos cobrizos le encarara de frente, en su mirada gris -que casi pareció fría- había una historia larga que discrepaba tanto como sus gestos y ademanes apenas vistos antes, con la núbil apariencia que poseía. Se vio fascinado, en algún punto, por aquello; viendo como al que, de alguna forma, ya no le parecía tan joven aunque así demarcaba su fisionomía; mientras que aquel inclinó ligeramente el rostro, como evaluándole, guardó su móvil en el bolsillo interior de su saco y apartó medidamente el cigarrillo de sus labios al reclinarse en el asiento, extendiéndolo parcialmente a un lado… Donde, pronto, el que se mantenía de pie a penas por detrás del asiento sacó un cenicero portátil del bolsillo de su propio saco y lo dispuso al tiempo justo que el de cabellos cobrizos sacudió el exceso de cenizas del tabaco. La tenue, socarrona y despectiva sonrisa que aquel de ojos gris pálido le dedicó, fue un impacto directo de atisbar otra verdad de lo que hay a simple vista. Fue una sensación como cuando visitó por primera vez el Museo de Louvre y contemplara a La Gioconda

 

La atracción enigmática que ejercía en él esa imagen inmortalizada, una apariencia constante que se ha  llenado de tiempo y misterio.

 

“-No soy tan joven como piensa, y la amable señorita en recepción me indicó que éste era un espacio para fumadores; lo cual, como puede ver, soy…-”, habían sido las palabras exactas, en perfecto japonés, que desmentían que fuese del todo extranjero desentendido de su nación, mientras entrecerraba los grises ojos en su dirección “-Yamakira Ryusaki-San.-” leyendo su gafete de identificación…

 

 

 

 

Tocó a la puerta del estudio, para anunciarse; a ése punto, sentía la ligera emoción de ver a aquel tras la puerta, sobre todo, por la sensación del primer encuentro rememorado.

 

-‘Adelante.’- fue toda respuesta al otro lado del umbral, por lo que Yamakira ingresó en la habitación; teniendo entonces la vista de ese atemporal adulto de apariencia joven, de espaldas a él, mientras contemplaba una vista oscura tras el ventanal. No había sido, quizá, demasiado tiempo; pero había echado en falta estar alrededor de aquel…

 

-Ryoishirou-Sama…- saludó, inclinándose ligeramente en dirección de aquel con toda la formalidad del protocolo –Lamento llegar tarde, el vuelo que tomaría tuvo complicaciones para despegar a su horario previsto.- le hizo saber –¿Se encuentra mejor de sus heridas?- inquirió en su más inmediato pendiente.

 

-Descuida, al menos ya estás aquí y es bueno verte, Yamakira…- Ryoishirou se volvió entonces a verle, en su mano llevando un vaso ya vacío de alguna bebida. Teniendo, así, la imagen del hombre que recobraba su postura después de la ligera caravana. Podría decirse que, a simple vista, parecía un hombre ligeramente común, con aire cultivado, exponencialmente llamativo sus rasgos y por su estatura; que era más alto que el promedio cultural. Si éste estuviese de pie junto a Ryuusei o Asami, sólo sería la estatura más común en los 3, porque, físicamente, Yamakira era elegantemente más esbelto, una fisionomía más acorde a la de un nadador; era innegablemente atractivo con su rostro masculino pero de rasgos tenuemente suavizados, cabellos castaños, ojos café cargado, oscuros e inteligentes, piel clara y modales de etiqueta y cultura, propios de un estudioso del arte y oficinista; antes de especializarse y trabajar como consultor en una agencia de subastas prestigiosa en el mundo, donde tuvo el fortuito de conocerlo y del que luego lo sustrajo a trabajar para sí mismo –Ésta gente es confiable, pero me han tenido intranquilo.- fue un vago comentario sobre el personal de la residencia, deliberadamente sin contestar a la duda planteada, mientras caminó hacia el escritorio de madera fina, dejando el vaso vacío sobre el cristal de la pulida superficie -¿Ryuusei hizo esa llamada?-

 

-Justo ayer, muy temprano por la mañana.- confirmó a la cuestión, Yamakira. Viendo a aquel eclipsar la mirada, resoplando un suspiro de despectiva y baja risa. El de los ojos oscuros le miró atento, un poco extrañado; pero guardando sus dudas para sí mismo todavía.

 

-Ese idiota… debió llamar justo después de marcharse…- Ryoishirou, más como una reflexión para sí mismo; parpadeando a la visión del vaso vacío. Quería una copa, pero los antibióticos prescritos eran demasiado potentes como para el riesgo de una reacción secundaria por la bebida etílica. Tal parecía que, en vez de ser prudente en su punto de negación del infiltrado que le había señalado; Ryuusei fue directo a llamarlo para evidenciarse más de lo necesario, ya fuere consciente o inconscientemente. Vio el ligero, casi imperceptible gesto de cuestión que intentó relegar Yamakira, en su expresión… Tenía cierta cualidad para notar esas cosas y deducir algunos pensamientos, no todos (por su puesto) y habían unos bastante obvios para él como estas dudas que su secretario tuvo el atino de no formular –Sí, apenas permití que le dejaran la información a Ichinose de mi reunión con Asami, y Ryuusei llegó con prontitud al hotel en cuanto Ryuuichi se retiró; pese al guarda que éste se empeñó en dejar en las inmediaciones.- aclaró escuetamente el punto.

 

Yamakira inspiró ligeramente, un poco por el asombro otro por algo que no se permitía pensar en realidad dada la naturaleza de los límites que impuso su jefe alguna vez al respecto; sin embargo, había que darle el crédito al grado de posesividad obsesiva de Ryuusei Amon sobre Ryoishirou Rume.

 

-“Pero… ¿Quién puede culparlo? No yo, eso es seguro.”- el pensamiento surcó en la mente de Ryusaki, mientras veía a su jefe rodear el escritorio; extrayendo del cajón más superficial una cajetilla de cigarros y el encendedor… Yamakira estuvo dando un paso, diligente, solícito, para encender la flama mientras el de cabellos cobrizos le dio al cigarrillo extraído tres golpecitos en el dorso de la mano que sostenían los otros elementos; la gris, pálida y determinante mirada, a través de cobrizas pestañas, lo frenó en su lugar. Manteniendo su aparente compostura profesional, mientras aquel abandonaba la cajetilla en el cajón, sacaba la flama del encendedor y calaba el cigarrillo elegantemente dispuesto en sus delicados y finos labios…

 

Sí, Yamakira Ryusaki no podía culpar a Ryuusei Amon de actuar como actuaba, ya que la devoción que tenía el mismo hacia su jefe solo podía ser equiparable a la afectiva obsesión del Yakuza por éste…

 

El de ojos oscuros desvió la mirada al suelo, cuando volvió a caer en la cuenta de la penetrante pálida, que había adquirido un matiz frío y de advertencia en él. No era un secreto para Ryoishirou la atracción que tenía hacia él; sin embargo, las posibilidades habían quedado zanjadas y sólo una de las opciones tomadas… Aquel recuerdo estaba grabado a fuego en su memoria, como el primer encuentro con el de cabellos cobrizos.

 

 

 

-‘Sé de tu interés en mí, Yamakira, pero no te confundas ni intentes adjudicarte libertades que no te son conferidas.’- Ryoishirou; en aquel limbo de tiempo cuando éste se había separado de Asami Ryuuichi y tras algunos encuentros con Ryuusei Amon –‘Eres uno de los dragones en quién confío, no hagas que pierda eso en ti. Sería conveniente, hasta cierto punto, corresponderte un poco… Y, a su vez, es todo lo perjudicial por los motivos que me he apartado de Ryuuichi. Pero lo cierto es que en realidad no puedo considerarlo y no le dedicaré a ello un segundo pensamiento tampoco. Suficiente tengo en mi plato con Ryuusei, como para añadir la guarnición de tu enamoramiento hacia mí. Así pues, tienes solo dos opciones viables, Yamakira, y una tercera que no creo que necesite explicar en dado caso que no te apetezca alguna de las que la anteceden. Renuncia poco a poco a ese sentimiento y trabaja en la empresa alejado de mí o sigue como mi particular y no vuelvas a insinuarlo (ya sea que cambie tu sentimiento o que lo llegues a desterrar)… Cabe de más, siquiera, decirte que dado cómo me has servido, te estoy dando más libertades de lo que, para mí, sería simple y fácil quitar el potencial problema que esto me adjudicaría si persistes…’- la letal, fría, socarrona y tenue sonrisa en los finos labios, acentuando la sentencia mortal no dicha pero que se reflejaba en los despiadados, pálidos y grises orbes.

 

Y Yamakira tomó la única opción que podía permitirle servirle, aunque fuera simplemente, “por siempre”; sin importarle confinar sus verdaderos deseos… Pero esa era la maldición para los especialistas en valiosas obras de arte: llegar a amar aquello que no siempre pueden conservar

 

 

 

Se entregó a servirlo fielmente, aún si no pudiese tocarlo nunca con la intimidad que aquellos otros “Ryuu” han podido… Al menos en ello, secretamente, envidiaba más actualmente a Ryuusei Amon.

 

-Retírate a descansar. Tu mente está demasiado inquieta para prestar de todas maneras cualquier atención y yo también necesito reposo todavía.- Rume sacó del profundo pensamiento en que su secretario se había sumergido. No le era difícil saber la línea de éste; si la manera de cómo Yamakira se había quedado mirando hacia él, en el encendido de su cigarrillo, significaba algo. Ryusaki estuvo pronto a decir algo, alzando su mirada como bebida fragante y oscura; pero bastó con un gesto frío y desdeñoso de la de él para refrenarlo; aquel se limitó entonces a asentir y reverenciarle ligeramente, ofreciendo un ‘buenas noches’ formal antes de abandonar el estudio.

 

Rume caló su cigarrillo, especulativamente contemplando apenas el reflejo en el cristal de la ventana, vislumbrando la oscuridad tras ésta; dejando ir la suave exhalación de humo poco después. Correcto, habría sido mucho más fácil para él de haberse sentido atraído hacia Yamakira antes de sucumbir a tropezar a las insinuaciones de Ryuusei… Sin embargo no había sido así; quizá era más lejos y diferente a la idea de que no se debía intimar con su gente inmediata (envolturas dentro de las relaciones de trabajo), era más simple y llano el motivo: Ryusaki no tenía la peligrosidad, abismal y el poder que de Ryuuichi le atrajo ni lo oscuro, letal y fuerte que Amon tenía

 

La mirada pálida se eclipsó tras los párpados, apagando el cigarrillo en el cenicero sobre el escritorio, en el lado opuesto de donde había dejado el vaso de la bebida consumida. Muchas veces pensó en que había sido un error involucrarse íntimamente con Ryuusei Amon, sin embargo tampoco era de los que se retractaba de una decisión ni habría podido regresar tan fácilmente con Asami Ryuuichi; aún si éste hubiese estado dispuesto entonces; pero desde que aquel había más que proclamado en acciones su sentir ante su nuevo amante; Ryoishirou Rume no se rebajaba tampoco a mendigar o suspirar realmente por algo que no fue. Y, sin embargo de haber teniendo el aquel oscuro, recurrente, pensamiento hacia Ryuusei; ya era tarde para que en realidad lo lamentara y, como había traslucido en el intercambio con Asami y “muy a su propio pesar”…

 

Éste ‘Ryuu’ era ya algo para él; pero que tampoco lo exentaba de perdonarle la osadía de quererse imponer sobre su persona.

 

 

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Notas finales:

Hasta el próximo cap.

 

Les deseo salud en éstos tiempos que corren. :)


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