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The Naked Truth in the Other Thruth por LumeWolf

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The Naked Truth the Viewfinder: The Naked Truth in the Other Thruth

Extra Ending Dark Old Thruth

 

 

 

-¿Qué tal está…?- la baja pregunta, antes de que su mandíbula se apretara; mientras terminaban de curar las heridas y cambiar los vendajes para él.

 

-Lo siento, Ryoishirou-sama, casi termino… Asigné a Higeshi a traer y ser la escolta del doctor mientras llegábamos y usted se instalaba. Estuve unos momentos presente antes de que lo atendieran y le reiteré a Ryuusei-san sus términos para que no causara molestias en lo que el doctor se ocupaba de él. Por lo que vi, fueron tiros limpios de su parte y en lugares que no comprometen del todo a su salud ni a la recuperación de su total movilidad cuando se curen. De la pérdida de sangre, aunque pareciera un desastre, no comprometen tampoco su vida.- Yamakira reportó, de manera precisa, sobre a quien su jefe interesaba; en tanto terminaba de ajustar el vendaje en torno a la estrecha figura del que siempre parecía joven.

 

El de cabellos cobrizos mantuvo unos instantes silencio; su particular siempre admirando la fortaleza y temple que, aún con heridas tan severas como aquellas, le hicieran mostrar en ningún momento alguna señal de debilidad. Aunque Yamakira había aprendido, con el paso del tiempo, a notar las ínfimas señales corporales de malestares afines a las recientes, sin duda requería de verdadera fuerza, voluntad y orgullo mantener su imagen imponente pese al aire desenfadado y joven apariencia con el que atraía a que le subestimaran los incautos…

 

-Bien…. Dispón de todo lo necesario para un nuevo lugar. En un mes éste tiene que tener un nuevo dueño. Ni Asami, ni mi tío deben saberlo o adquirirlo a través de otros. Ryuusei tiene que estar ajeno a todo lo que esto fue y tampoco tiene que saber la disposición que le doy. Cuento contigo.- Ryoishirou musitó apenas por la condición del otro. Pero pronto fue claro y conciso en lo que requería a continuación; la sorpresa no se hizo esperar por parte del secretario; aún y cuando el de los ojos grises no lo estaba viendo de frente, podría imaginar su expresión ante lo escuchado –En el estudio, el primer cajón del escritorio, se encuentran todos los documentos sobre el inmueble, la inversión y cuanto hay aquí; no pienso retener nada más de éste sitio. Siéntete libre de usar el estudio para hacer tu trabajo, me las apañaré mayormente por mi cuenta, ya que no habrá necesidad de movilizar nada todavía. Solo mantente al tanto con la empresa y re programa los pendientes que tenía previsto ver en breve. Sobre mi ausencia: “Cuestiones Personales”, simplemente.- su secretario no se movía, lo cual (y pese a no estar inmersa su mente en ello de igual forma), no dejó ir el momento para pasar por alto la libertad de Yamakira por impactarse ante las decisiones que tomaba –Descansa por ahora, quiero que te ocupes de todo ello tan pronto como te restablezcas. ¿Entendido?- volteando ligeramente el rostro sobre su hombro, con la mirada gris afilada en la cuestión, tuvo el efecto inmediato para volver a sus cabales a su secretario.

 

-P-Por supuesto, Ryoishoru-Sama.- Yamakira, dando un paso atrás e inclinándose ligera y respetuosamente ante su jefe; pese a la posición de espaldas de aquel; sabiendo que su nivel de sorpresa por las indicaciones no debieron haber interferido en su profesionalismo –Será como usted diga… Iré a cerciorarme de los otros asuntos y dar salida a Higeshi con el doctor antes de volver a mi habitación asignada. Cualquier cosa que…-

 

-Yo te lo haré saber. Retírate.- Rume, interrumpiendo la predisposiciones del otro, concluyó la conversación. Yamakira Ryuusaki no pudo más que afirmar silentemente, en breve ligera reverencia, antes de salir de la habitación del de cabellos cobrizos.

 

Quizá fuese ésta, una actitud desdeñable para cualquiera que viese tal desplante para con un subordinado tan eficiente y complaciente en las indicaciones como lo era Yamakira; pero ello solo en el lado amable de las cuestiones laborales, en el crudo oscuro en el que se desenvolvían esto era, si bien no un rigor, un mal necesario. Siempre, por mucho aprecio y lealtad que se pueda obtener de los subordinados, indispensablemente era necesario infundirles también temor; fuese a flor de piel o muy en el fondo… Aunque también, esto, lo hacía por la cuestión personal.

 

Una vez en solitario, el de cabellos cobrizos dio un suspiro cansino, tan hondo como le permitían las vendas y sus heridas… Estaba agotado de los acontecimientos, pero no podría decir como del todo cierto que lo estuviese de su forma de vida; estaba agradecido en diversos niveles por ella, de alguna manera, aunque no todo había sido fácil.

 

Después de todo: Nada lo era.

 

Vistiéndose con formalidad, y cierta cautela de sus movimientos, con el albornoz junto a él; dado que había tomado una rápida ducha para deshacerse un poco de su malestar y sangre seca que se había acumulado en las gasas y su piel por los movimientos hechos antes y que después permitió a su secretario atender de sus heridas y el vendaje. La decisión que acababa de tener sobre esa residencia no era nueva ni impulsiva, ya algunas veces la había tenido en mente, de vez en vez, durante sus años de ausencia… Sin embargo, tal y como la interacción en estos pocos días, no había podido resolverse a sí mismo esa idea; había estado, en el fondo, tan prendado profundamente de los recuerdos ahí como también de Asami Ryuuichi.

 

Salvo que, ésta vez, no era solo el conocimiento sino también la oportunidad de ver por sí mismo lo que tanto afecta el entorno de éste como el suyo propio, aquel apego (pese a no ser mal correspondido en alguna forma); y, con los acontecimientos últimos, el de los ojos grises estaba tomando la decisión definitiva entonces. Asami no tendría que tener en mente, tanto consciente o no, éste lugar al que –Ryoishirou mismo- jamás le negarían el acceso; y, por otra parte, Rume había ya estado dispuesto a zanjar de una vez por todas toda la locura de Ryuusei Amon. Ya fuera asesinándolo o mostrándole cuál era su lugar entre ambos… Y por estar tan involucrado, se permitió la segunda opción; aunque, con ello, estaba cediendo a darle un pequeño descanso a la mente de aquel sobre sus celos contra el otro dragón

 

Apartándose del lecho y enderezando arrogantemente su esbelta figura, ató ligero el albornoz y se dirigió a salir de la habitación; la claridad del día estaba colándose por los tragaluz y las ventanas, el lugar estaba silencioso aunque, ahora, era más por la escasez de personal que por la discreción de éstos; sus pasos fueron medidos y resueltos hasta la puerta de la habitación no muy lejos de la propia. Sin dudar ni anunciarse entró en el espacio a oscuras, por las pesadas cortinas que no permitían la entrada de la luz diurna; lógicamente, para que el ocupante de la pieza pudiese descansar.

 

En el lecho de la alcoba, pese a la impuesta penumbra, sobresalía una imponente figura recostada casi sobre su vientre, solo cubierto hasta la cintura por una ligera manta; en el silencio se escuchaba la profunda y rítmica respiración…

 

Acortando la distancia, tras cerrar la puerta, el de cabello cobrizos se adaptó a la poca luz y se acercó hasta la cama, sentándose con cuidado en la orilla, muy cerca de donde se encontraba bajo los efectos de algún calmante –quizá-, el hombre del que sus brazos expuestos tenían envueltos gasas y vendas, la espalda que estaba desnuda era un lienzo viviente del Nobori-Ryu*, minuciosamente trabajado, abarcando casi por completo toda la extensión de piel… Un dragón que, retorciendo y serpentenado su cuerpo de escamas de tinta negra con contrastes de blancos y dorados, buscaba elevarse al cielo sosteniendo entre sus garras doradas dos orbes, como enormes perlas, uno con difusos reflejos en azul y el otro en rojizos. Las fauces de colmillos blancos y lengua roja, abiertas en un rugido estridente en el silencio en que quedó estampado… La mano del de ojos claros se deslizó con suavidad superflua sobre la piel y la tinta.

 

-Eres muy bueno para hacer tu trabajo… Pero sumamente idiota para entender nuestras posiciones…- la aseveración fue baja, mientras los pálidos dedos resaltaban sobre el entintado oscuro; percibiendo la constante respiración –Tú eres mío, Ryuusei; solo no había tomado en serio la responsabilidad porque no he estado interesado en la organización ni inmiscuirme de cerca en sus asuntos.- con cautela, aún con las molestias que le generarían su propia condición, se inclinó hacia la ancha figura; sustituyendo el anterior rose por el de sus labios, justo en las escamas oscuras y doradas cerca de la nuca del de cabellos oscuros –Yo soy el hijo del Jefe asesinado: Uchida Ryukishi. Ryoishirou es el apellido de soltera de su madre. Uchida Kurokishi se aseguró de proteger a mi madre y mi existencia fuera de Japón. Así que por la línea directa soy tu jefe, pero también mis habilidades lo reafirman en todo caso. Me debes respeto, obediencia; tu cuerpo y tu vida son las que están en mis manos, jamás ha sido a la inversa…- aunque en tono bajo, sus palabras fueron claras mientras se explicaba; depositando finalmente un beso sobre la cálida piel, antes de apartarse lenta y medidamente -¿Ahora entiendes cuál es tu lugar respecto a mí, Amon?- la respiración del nombrado se pausó por unos instantes.

 

Él había estado despierto casi desde el instante en que escuchó el sonido de la puerta, los calmantes para el dolor no le habían del todo hecho efecto, pero no podría decir de en qué momento aquel se percató; sin embargo había estado dispuesto a aparentar estar en la inconciencia medicinal con tal de recibir la atípica muestra de delicado contacto, en cuanto se dio cuenta de quién había irrumpido en la pieza que le fue asignada.

 

Tomando una respiración profunda, ahora, se motivó a soportar el dolor en sus extremidades heridas antes de girarse sobre su espalda; encarando en la penumbra al que le acompañaba.  Le sorprendía, ciertamente, todo lo que el de cabellos cobrizos le había dicho en forma tan breve; en la Kokuryū-Kurabu se sabía del anterior Oyabun fue muerto en un atentado dirigido por una de las competencias; la esposa de éste, que era extranjera, y el hijo de ambos desaparecieron ese mismo día, tomando el lugar de la cabeza de la organización el medio hermano del jefe muerto, que había sido aceptado en el registro de los Uchida. Se creyó, por un tiempo, que éste podía haber estado detrás del asesinato, sobre todo por la firmeza con la que no permitió que se hablara del hijo desaparecido ni de la mujer; solo se había limpiado un poco esa idea por la ferocidad fría e implacable con la que se tomó a pecho la venganza por su hermano muerto. Aunque en ese tiempo Ryuusei era también bastante joven y no pertenecía al grupo entonces, la historia nunca dejó de contarse entre los más viejos, cuando ofrecían sus respetos a la tumba del anterior

 

Pero ahora Amon entendía el por qué éste aparente joven había ido a la casa Uchida a entregar el encargo de antigüedad; porqué el Ryoishirou Rume estaba tan bien informado de la organización… Inclusive, de la disposición de su propio edificio la noche anterior… Uchida Kurokishi no tomó esposa en todo éste tiempo ni ha tenido descendientes; quizá con la idea de que éste calculador, frío, despiadado y eternamente joven traficante tome el lugar que le corresponde. El hombre sabía mostrar lealtad.

 

Alzando su mano más sana, pese a resentir ese hombro donde pasó la bala, hizo contacto con el rostro que no se apartó ni le recriminó en rechazo alguno.

 

No tenía palabras, Ryuusei, ante las pocas escuchadas y de tan revelador significado tras éstas; sin embargo, su primera reacción y necesidad estaba siendo el contacto físico ante el brevemente recibido poco antes y que tenían una huella propia en su piel, independiente y distintas de las que fuesen heridas; aunque estaba consciente, se sentía ligeramente aletargado, por los relajantes que le habían suministrado para que aliviaran sus molestias, aunque su efecto se había estado tomando su tiempo en hacerle sentir su eficacia completamente.

 

Delineó suavemente la piel bajo uno de esos ojos grises que parecían retener luz propia en la penumbra; la fría y calculadora mirada había perdido aquellos matices… ¿O era acaso la ilusión de la oscuridad de la habitación y su paulatina anestesiada mente?

 

Una ligera exhalación, apenas un bosquejo de risa

 

-¿Acaso no tienes algo qué decir o estás lo suficientemente medicado como para entender del todo lo que te he dicho?- Rume cuestionó desenfadado, pero su tono desdeñoso remplazado por uno más íntimo; tan escaso tantas veces, para con aquel, que quizá el de los ojos cobalto atribuiría la situación a los efectos de los calmantes y antibióticos después. Eso le causaba verdadera gracia al de los ojos grises; porque había llegado a decir las cosas, preferentemente en la inconsciencia de aquel, pero al descubrirlo consiente optó por mantener la línea de sus palabras y su propia resolución al respecto. Si bien el fornido hombre que en esos momentos parecía tener su atención total en mirarle en la penumbra y tocarlo tan suavemente (inusual ante sus caóticos y previos encuentros); antes sólo se pudo dar cuenta que estaba despierto cuando sus dedos tocaron al Ryuu en su espalda, si bien Amon había sido bastante bueno en mantenerse impasible y continuar sosteniendo la pausada respiración, no pudo evitar el involuntario titubeo de éste por un instante, como tampoco el de su piel…

 

-Me preocuparé de eso más tarde que regresen todos mis sentidos…- la voz profunda, ligeramente un poco más ronca e intensa en ése instante; mientras los dedos viajaron por la mejilla hasta acariciar la comisura de los finos labios –Tengo otra preocupación justo ahora… Si es que tu contacto y tu tolerancia al mío es solo producto de mi mente o si es parte de tu castigo hacia mí… Porque no puedo moverme con total libertad como para abrazarte…- atrapada su atención en el labio bajo, suave, con el que jugueteó con su pulgar –Odiaría considerar que es un delirio después de escucharte.- sentenció en un tono bajo, grave; una voz hambrienta en la penumbra, en la contemplación y tacto de esa boca… Debatiéndose cuánto podía soportar el dolor o si sus extremidades cooperarían pese al dopaje médico en su sistema.

 

Sin embargo, no tuvo que aventurarse a averiguarlo… El cálido y húmedo aliento sobre su dígito, apenas le hizo saber del movimiento de aquel.

 

Con un silente suspiro, como de quien está dejando ir una gran carga, el de cabellos cobrizos se inclinó nuevamente a reducir la distancia con el que yacía recostado; relegando sus dolencias para ocuparse de las del otro; encontrando sus labios con aquellos anhelantes que titubearon un instante asimilar el contacto, mientras la mano en su rostro tuvo un tacto de cuidado. Como sosteniendo lo más delicado, lo que le parecía una frágil fantasía. El de los ojos grises no pudo evitar reírse por lo bajo, casi en silencio, por descolocar al hombre siempre beligerante aunque ahora anestesiado. Se apoyó en el fuerte pecho, apartándose sólo lo justo de aquella boca mientras encaraba tan cerca a las cobaltas pupilas dilatadas…

 

Como los ojos de una bestia al que la comida se pusiese a su al alcance por sí sola.

 

-En verdad… Eres un gran idiota... Ryuu Af’aá**…- Rume, en tono entretenido, musitado; dejando ir como un hechizo el acento adoptado de otra tierra, en el oriente medio; mientras fue casual, aunque cauteloso el maniobrar el soporte de su cuerpo sobre el otro fornido, liberando una de sus manos para apoyar su toque en el anguloso rostro, sosteniendo con firmeza la definida barbilla al volver a reducir la distancia con aquellos labios… Imponiendo su domino sobre quien estaba debajo.

 

El ósculo que en un principio fue lento aunque imperante, pronto adquirió nuevo cariz al más fornido parecer adquirir el reconocimiento de la realidad; luchando contra los efectos medicinales y las heridas recibidas, para afianzar con sus ásperas manos el núbil y delicado rostro… Devorando como un famélico los finos y besables labios que aceptaron con un suave sonido la brutal hambre.

 

Una sutil sonata de suspiros y bajos murmullos, fugados de la húmeda lucha entre sus bocas; una atracción inminente. Que pese a la baja queja y el gruñido de incómoda protesta no apaciguó del todo el crecento entre los dos. Apretándose los cuerpos por sí solos, en el resquicio de conciencia que limitaran las acciones arrebatadas: Ninguno quería infligir dolor al otro ante las heridas tan presentes.

 

-Rume…- un gruñido gutural, casi bestial, el llamado pasional al amante del que mordió y tiró con medida fuerza del labio bajo, mientras su mano se deslizó por la nuca y estrujó los rizos de cobre con toda la firmeza que le permitía la lesión en el hombro…

 

-¡!..- el invocado solo dejó ir un exhalado suspiro, un inaudible gemido ante el trato recibido y, deliberadamente, rindiéndose a él. La imperante mano sosteniendo tras su cabeza para atraerlo a un nuevo asalto a sus labios. Deslizó una de sus pálidas manos sobre los músculos y contornos del fornido pecho; deleitándose con su calor y su textura… No había vuelta atrás, a éstas alturas, sobre lo que era para sí mismo éste Ryu cuando en su momento lo dijo y pensó:

 

Su perdición.

 

El estremecimiento de antelación y excitación en los cuerpos ocasionaron, de entre la obertura de calor, también un resquicio de gruñidas o superfluas quejas de dolor e incomodidad; las primeras con un añadido más de fatiga indeseada. En el instante en que se apartaron lo suficiente, tomando aire, el de pálidos ojos apoyó en íntimo gesto su mano entre la barbilla del de los ojos cobalto. Los dedos acariciando los siempre demandantes labios, deslizando los propios en caricia superflua en la angulosa quijada y por el costado del forme cuello; suspirando el bajo gruñido expulsado por el más alto, mientras hizo el amago –con los dedos aún en su cabellos- de atraerlo nuevamente al encuentro de su bocas…

 

-No podrás luchar con el tranquilizante por más tiempo. Quédate quieto…- Rume se resistió, ordenando con tono suave y seductor; encontrándose brevemente con la mirada intensa del que estuvo presto a rebatir –Yo me haré cargo…- una traviesa oferta, en una fina sonrisa socarrona y ambiciosa, que acentuaron el calor en la mirada afilada que engañosamente jugaba a estar desinteresada; que le tomó por sorpresa y arrebató el aliento al de cabellos oscuros.

 

De primera mano había visto el entregado, complaciente amante que podría ser ese frío, calculador y aparente joven hombre; pero era la primera vez que ofrecía tal servicio, dada la tirante y casi mortal ‘relación’ que se habían enredado ambos… Que sería imposible resistirse a ésa promesa.

 

Entre la excitación y el aturdimiento no sólo por ser sorprendido añadido al dopaje médico… Amon no pudo retenerlo más tiempo en la posición que se encontraban y un gruñido bajo, cadencioso, se extendió desde su pecho hasta sus boca, cuando los suaves labios y el tacto de finas manos hicieron su camino por su cuerpo hacia abajo

 

Entre el infortunio de las heridas, era una afortunada situación; donde podía cuidar de sus propias, teniendo el control de la situación. Rume recorría los músculos y las formas del fornido cuerpo; bromeando con los montículos decorando los pectorales, suspirando provocativo aliento sobre la piel cuanto más se aproximaba a los límites en que las mantas y la poca ropa restringían la evidencia firme del deseo y anticipación… Con gestos elegantes y fluidos, sólo alzó la mirada una vez para enfrentar a la cobalto ardiente y salvaje entre un indicio de somnolencia medicinal; antes de retomar su atención a deshacerse del botón y cremallera de los pantalones, liberando de la prisión de los interiores -bajo la intensa expectación ajena en la semi oscuridad- el inhiesto falo…

 

-Rume…- grave, sin aliento, de Ryuusei, sintiéndose perder en el calor de aquella mano que tocó con contemplación su miembro; el placentero escalofrío en su columna cuando las orbes grises se atendieron su llamada, afiladas, taimadas, con un sutil toque de insolencia pese al rubor de las mejillas suavemente pigmentadas. Aunque, superflua sonrisa amañada de aquella boca cautivó su atención justo antes de sentir el roce de su aliento y su toque en su sexo; antes de ser conducido, sin titubeo alguno, al caliente y húmedo interior -… ¡!- un jadeo salvaje escapó de sus labios. Había pasado tanto desde la última vez… Luchando con las emociones, sensaciones, el medicamento en su sistema y las molestias físicas, irracionalmente golpeó con su mano en la mesilla de noche; tragándose el quejido por su propia brusquedad con aquel movimiento ante su hombro lacerad; pero obteniendo una tenue luz de la lámpara sensible al tacto, solo para conseguir no perder de vista cada detalle, aunque le estaba enloqueciendo la atención de una experta boca. Poniendo a prueba sus límites el murmullo de los bajos gemidos vibrando contra su carne…

 

Mantuvo su soporta contra los tensos, firmes muslos a medio vestir –pero manteniendo el cuidado de las heridas-, mientras su boca sostenía la caliente, rígida extensión del hombre bajo él; amándolo a su manera, sin titubeos, sin prisa… Aunque había pasado un considerable tiempo desde que hiciera algo así; dominó su mente y su cuerpo a retroceder la incomodidad de llevarlo hasta el fondo, aventurando una de sus manos a apartar más las prendas y ayudarse con estimular la intimidad ajena, solo cuando se sintió totalmente en control no solo de aquel. Murmuró sobre la tensa y caliente carne, mientras sus sentidos se estimulaban por los sonidos que daban aprecio a sus acciones; sintiéndose estimulado no solo por el calor y el sabor que ocupaba su boca, o la sólida figura de a quien estaba dando éste trato que solo se permitía en la cama… Pese a toda la tensión suicida y homicida entre ellos, el deseo  que sentía se limitaba a que se trataba de: Él.

Fue cuidadoso al acomodarse entre las piernas del más alto, sin abandonar su labor; ayudándose con una mano a sostenerse y estimular el generoso falo, en tanto con su otra apartó los pliegues del albornoz, para liberarse a sí mismo de su ropa interior y conseguir un poco de alivio al masturbar al ritmo con quien atendía al dragón… Febril, alucinante, la estimulación de su propia mano y el inquieto movimiento de las caderas el contrario contra su cavidad bucal.

 

Las respiraciones se hicieron pesadas, como los gemidos ahogados o los gruñidos jadeados al ritmo de una marcha desenfrenada.

 

El pelinegro se sentía mareado de éxtasis y del medicado, pero por demás estimulado; había sentido el cambio y el independiente movimiento de aquel; intentó alcanzar los rizos de bronce, crispándose de dolor su mano. Mascullando la inconformidad y la placentera presión en su órgano sobre estimulado; apretó los dientes, resistiendo la incomodidad y el dolor de su hombro para peinar los cabellos ajenos  lejos de aquel rostro con su mano en mejor estado; sosteniendo su cuerpo con el ángulo del otro brazo…

 

Teniendo una mejor panorámica de aquel ahora; donde la mirada pálida que le encaró se exaltaba en el intenso calor coloreando su boca y sus mejillas; pero no siendo lo único que atrajera su atención, dado el animado, lúbrico, movimiento de la otra mano ajena sobre su propio miembro turgente y húmedo…

 

-¡Joder…!- fue su límite aquella vista; odiando a muerte su mente y extremidades más adormecidas por la medicación, por las heridas de aquel y las propias que no le permitían la libertad de arrastrarlo bajo su cuerpo y tomarlo como (tal parecía no solo ser él) quería –Eres… No voy a aguantar más… ¡!- afianzando su agarre por detrás de la cabeza de aquel, atrayéndola contra su pelvis mientras impulsó en un arrebato su cadera para enterrarse en aquella boca. Sintiendo los dedos crisparse contra su ingle, en tanto fue difícil discernir si el sonido que vibró de aquel fue de placer o protesta…

 

Pero nada los detuvo. Ya fuese el propio cuerpo, manos o boca, apartarse no fue opción.

 

El clímax llegó de manera áspera y brutal, como había sido el más fornido desde el principio; vertiendo todo de sí mismo en aquel absorbente calor que le permitió llevar ese último, desaforado ritmo. Sacudidos sus nervios al sentir todavía el trato en su sensible virilidad mientras la vista se le hizo borrosa entre el desgaste y la fuerza que tomó en su sistema la medicación; derrumbó su espalda, conteniendo un jadeo por el repentino dolor en su hombro, aspirando con brusquedad el aliento, pero sin dejar de sostener aquel suave cabello entre sus dedos en tanto casi extrañó el calor con el que había sido envuelto en cuanto le abandonó… Gruñendo con aprecio y satisfacción el aliento agitado y el rose de los labios contra su piel, justo antes del bajo, sensual gemido del de figura más esbelta, al alcanzar su propia liberación…

 

Se mantuvieron en aquella singular postura, mientras uno regresaba a sus sentidos y recobraba fuerzas; en tanto el otro era arrastrado a la inconciencia, pese a poner toda su voluntad en contra. El de los ojos grises salió del agarre del otro hombre con facilidad; incómodo de sus heridas por la posición que ahora abandonaba limpiando u propio desorden con su albornoz y se acomodaba parcialmente nuevamente los interiores… De aquel no había tal desastre, ya que el gusto aún impregnaba su boca. Intentó arreglarlo, para poder incorporarse; pero mientras le vestía la mano de aquel aprisionó la suya, con inusitada firmeza. Miró hacia el anguloso rostro, cuya mirada estaba tercamente en él, aunque ya había perdido de aquella batalla contra los anestésicos.

 

-Duerme.- Ryoishirou, de manera suave no solo por el sobreesfuerzo de su garganta antes; le indicó mientras se liberaba de su agarre.

 

-… Quédate…- fue el grave susurro de Ryuusei; en un desesperado intento de aferrarse a estar un poco más con aquel. Aunque ya a conciencia le abandonara y apenas retuviera como última visión, una ligera sonrisa del que ya no estaba seguro si estaba desprovista de la despectiva y fría socarronería ante su insistencia...

 

 

 

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Habían pasado un par de semanas. Lo ocurrido de aquella noche no tenía verdaderas mellas que se hubiesen dilucidado en el siguiente o los posteriores días.

 

Tampoco había sabido nada de aquel…

 

Comprobó el itinerario de Takaba para ese día, ya que había que había conseguido formar amistad con la joven celebridad Ai-chan con el que puso a vigilarlo; retomando Asami mismo su propio trabajo; cerciorándose del contenido de cada documento antes de autorizarlo o rechazarlo.

Llamaron a la puerta.

 

-Con su permiso, Asami-Sama…- Kirishima en la oficina, sus manos ocupadas en un par de paquetes; que colocó delante de su jefe, sobre el escritorio, con sumo respeto –Los han venido a entregar hace un momento, junto con éste sobre.- extendió puso lo dicho más cerda del imponente hombre; que miró con cierta extrañeza todos los objetos –Aún reconozco la letra de Ryoishirou-Sama.- le hizo saber.

 

Con la mirada miel concentrada, Asami ordenó en la esquina del escritorio los documentos que estaba revisando, antes de tomar el sobre; revisando él mismo la elegante caligrafía con que estaba escrito su nombre; mientras Kirishima procedió a facilitar el descubrir el contenido de los paquetes. En uno moderadamente grande se encontraba la maleta con la cámara de Akihito, que no se habían molestado en recuperar en su momento, junto con otro de modelo más reciente y cambios de lentes. En el otro, más angosto pero alto, se hallaba bien resguardada una botella de vino añejo, de una cosecha difícil de conseguir; Penfolds Grange Hermitage, 1951. Su secretario también apreció el detalle; dejando los objetos en el escritorio, hizo una ligera inclinación para así retirarse, con el conocimiento de la privacidad que requería al leer el contenido de la misiva.

 

Entonces, ya a solas, Asami abrió el sobre y desdobló la solitaria hoja en su interior; sin poder evitar dibujarse en sus labios una línea de sonrisa ante las primeras oraciones en la carta…

 

                Ryuu:

 

 

Quizá no sea sorpresa que te escriba en papel, pues sabes que mi pasión son las antigüedades y que, con ello, también soy un poco anticuado.

 

Lamento no haberme puesto antes en contacto, tenía cosas que solucionar en cuanto a esa última ‘situación’, los negocios y Ryuusei. También, y te lo puedo admitir a ti, necesitaba descansar de mis heridas, por haberme exigido de más.

 

Estoy bien. Estamos bien.

 

Solo tardaré en ponerme en contacto un tiempo más, lo que teníamos ya acordado en cuanto a negocios se hará cargo Yamakira.

 

Tarde, pero te hago llegar las pertenencias del Takaba y unos obsequios adicionales por las molestias ocasionadas; espero tengas a bien disculparme con él. El vino, es mi cortesía y mis disculpas y mi agradecimiento hacia ti. Espero lo disfruten.

 

Estaremos en contacto, donde sea preferible una mejor circunstancia.

 

Mis mejores recuerdos.

 

R.R.

 

 

Ryuuichi leyó una vez más la breve carta, antes de doblarla y guardarla nuevamente en su sobre; debatiendo en su fuero interno el qué hacer con ésta… Distraídamente miró a los objetos sobre su escritorio; agarrando con su mano libre la botella de vino Tinto, para su apreciación. Ryoishirou había sido generoso no solo con los detalles, sino también fue meticuloso con sus palabras en la misiva, que no diera lugar a una mala interpretación. Exhaló una breve, baja risa; eclipsando la mirada en las viejas memorias con él y las que había formado con Akihito.

 

Guardó la botella en la caja especializada y la misiva junto a ésta. Era la forma de aquel de transmitir su mensaje para ambos  su buena voluntad en la relación; por lo tanto, no había razón para no mostrarla a su joven amante.

 

Era cierto que entre ellos nunca habría un Adiós definitivo, pero era una despedida indefinida de lo que tuvieron alguna vez.

 

Bajo esa perspectiva, entendiendo tan bien la mente de aquel como éste la propia; sacó el encendedor y los cigarrillos del cajón de su escritorio, encendiendo prontamente el tabaco y regresando el primero al lugar de resguardo, dando una honda calada. Giró el asiento, para contemplar la vista de la cuidad ahí afuera, en tanto el atardecer teñía en llamas el mundo. Dejó ir la exhalación del humo como si fuese un suspiro.

 

La noche abrazó la ciudad en pocos minutos, salpicándose de luces los edificios, pero siempre dejando un oscuro abismo de las sombra a su alrededor; y, sin embargo, él se había robado un fragmento de la luz, de un espíritu rebelde, intrépido, al que se aferraría ésta vez, sin ninguna contemplación.

 

 

 

 

FIN

 

 

 

 

 

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[Note1: *Nobori-Ryu: Dragón Ascendente]

[Note2: ** Af’aá: Serpiente en árabe; referido en el Extra 1 de éste fic, por Rume.]

Notas finales:

Pues, sin mucho que decir y pese al pasar de los años, pude llevar a término éste desliz.

 

Sean felices dentro de lo posible. Saludos.


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