Intentaba creer que el frío que sentía no se reflejaba en mi rostro, a pesar de que sentía como si mi propio esqueleto se escarchaba y que la lluvia intensa me golpeaba inclemente y cruel, únicamente intentando tirarme de rodillas sobre el mojado pavimento lleno de lodo y basura. Intentaba creer que todos estos desagradables sentimientos no intentaban anunciarse a través de mis ojos. Que mi patético y ruidoso corazón, que palpitaba ansioso y lleno de temor en mi pecho, no podía ser escuchado por nadie aparte de mi. Intentaba creer que nadie en el mundo vería mis absurdas debilidades en ese momento, parado frente a ti, bajo la lluvia, por que tú no reflejabas emoción alguna hacia mi y no quería creer que era por que no te importaba, más bien, no te habías dado cuenta, eso era todo. Necesitaba creerlo.
Yo estaba callado, a un par de metros de ti, en la noche, bajo la lluvia, con frío y miedo, y tú no mostrabas emoción alguna. ¿Eso es lo que debo creer?
-¿Pasa algo?- Me fije en la forma en que me observabas al pronunciar esa pregunta, algo de sorpresa por fin se presentó en tu mirada, después del frío e inexpresivo fulgor que emanaba de tus pupilas. Después de todo, hace nada, estábamos corriendo, escapando de la lluvia y yo me detuve de un momento a otro.
-Sabes, quiero decirte algo- tenía miedo de lo que yo mismo me estaba atreviendo a decir.
-¿tan importante es?- la duda e incomodidad se adueñaron de tu voz, adelantándose a la decepción. Una fuerza eléctrica me tomo por sorpresa y tuve que retroceder un paso. Ya conocías mis líneas y yo tus respuestas.
-Si, es que, desde hace un tiempo, tú me gustas mucho.
Jamás debí haber dicho esa frase, sonaba simplemente horrenda saliendo de mis labios, entonada con mi aburrida voz. Sentía el poco valor que cargaba, que un mundo sin jamás haber escuchado esa frase, sería un mundo mejor. Sentía que era un estúpido.
¿Por qué? Recuerdo como te pusiste hace unos meses, te habían rechazado para entrar a la Universidad de tus sueños. No supe de ti en un par de días y deduje que iría a buscarte. Llegué a tu casa, la insistí a tu madre por entrar a verte, no éramos amigos muy cercanos y era mi primera vez allí. Fui yo, sin embargo, quien secó tus lágrimas, Ignacio. Y después de que me fuera, recuerdo la forma en que esperaba tus mensajes, invitándome a ir a cine o de compras contigo. Amo tu risa, y la única cosa que hago bien este mundo es hacerte reír. ¿Nos divertimos mucho juntos, no? Entonces ¿estarías por siempre conmigo? Sólo veo los días pasar y ya nada importa.
No obstante a todas las veces que nos viéramos y tus grandes esfuerzos por salir adelante después de tu decepción, sabía que seguías sintiendo el vacío de no tener lo que querías. Pero puedes tenerme a mi ¿te basta? Por favor, di que si.
Así pues, conseguiste un trabajo, nos veíamos cada vez menos, y encontraste a una linda chica, no como yo, tu amigo el payaso, el que tienen una razón de ser, el hacerte feliz por un rato. Mientras pude estar a tu lado, mientras escuchaba tu risa, no me importaba a quien amaras y si nunca te volvía a ver después de un tiempo.
Ya no te volvería a ver, lo sabía.
Hasta hace nada que, en medio de la calle cuando pensaba en encontrarme contigo por casualidad, como cada vez que salgo, apareciste. Era la tarde del 23 y estaba decepcionado, asqueado de las fiestas de fin de año. Pero estabas conmigo y mágicamente sentía una vez más ese cosquilleo. Eres mi medicina.
Terminamos quedando para vernos otra vez la noche del 24 en la feria del centro, maravilloso lugar. Sólo me querías para hablar de ella y de su infructífera relación, yo siempre seré tú bufón, amor. ¿Tendría que haberte hablado de como me has gustado desde hace tantos años? Y en el Instituto cuando nos graduamos, que sólo te vi a ti. ¿Era mejor si mencionaba que creí por mucho tiempo que jamás podría hablarte? Vaya sorpresa cuando de repente eras mi amigo y luego, ya nada.
-Bueno, Sebas, sabes que me da igual eso de que seas un chico, pero… no siento lo mismo.
¡Diablos! Me devolviste a la realidad de una patada. Temblé, no tenía derecho a llorar. Sonreí a tu dirección, disimule, solté un par de chistes malos, reíste, gracias.
-Bueno, es tarde, estoy mojado. Nos vemos Sebas, quedemos para el sábado.
-Si, quedamos los detalles luego, adiós.
Y me fui por mi lado, sintiendo que no importaban los años de ti, o cualquier otra cosa. Que si esa mísera carretera horrenda era mas grande que yo y cualquier cosa que sintiera, el universo siempre seria indiferente a mi. Tan solo como tú.
Pero si yo te amo ¿Por qué?
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