Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

En un lugar hermoso... por aleii

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Prólogo

 

Mi problema era este. Tenía 26 años, era soltero, nunca había tenido una relación y mucho menos sexo, y además de todo, me encontraba desempleado.

¿Qué podría ser peor que todo eso?

Lo único que me alentaba día con día era él; el gran Víctor Beaulieu, un famoso escritor francés que había hecho se debut en el mundo de la literatura a la corta edad de 18 años, conquistando al mundo no sólo con su absoluta e irremediable belleza, sino con el poder de sus palabras al momento de escribir. 

- Si te das cuenta de que lo estas poniendo en un altar ¿cierto? – preguntó Sam, mi confidente de toda la vida, mirándome desganada – sólo es un chico más.

Puse una expresión que dejaba en claro que pensaba estaba loca, ¿un chico más? ¿Cómo se atrevía a decir eso?

-Bueno, bueno, es tremendamente guapo y talentoso, pero si tú te lo propusieras podrías ser tan bueno como él.

- ¿Dices que puedo llegar a ser así de guapo?

- Digo que puedes llegar a ser tan bueno como el a la hora de escribir – afirmó sonriendo – aunque claro tú también tienes tu encanto.

Mi sueño, mi más grande pasión era volverme un gran escritor. Pero si me preguntabas, hasta ahora me había estancado y no pasaba de uno que otro trabajo escribiendo como freelance para revistas de arte o cultura.

- Lo que tienes que hacer es dejar de soñar con ese tipo y concentrarte en tu propia carrera.

Sam tenía toda la razón, mi obsesión con Víctor se había ponderado a tal punto que mi cuarto contaba con una pared dedicada únicamente a él: fotografías, recortes de periódicos y revistas, algunos cuentos cortos y escritos; cualquier cosa que hablará sobre él se iba directamente a aquella pared.

Y mi primer pensamiento al despertar, era conocerlo.

- Esto parece más un amor adolescente

- Solo lo admiro

- ¿A tal punto de dedicarle un altar?

- No es un altar, es motivación.

- Ajá…

 

1.- En un lugar hermoso…

 

- Lo rechazaron – murmuré completamente abatido.

- ¿De nuevo? – Sam y Fernando me miraban cabizbajos, compartiendo parte de mi dolor.

Asentí.

- Supongo que una vez más tendré que empezar desde cero – afirmé, encogiéndome de hombros.

Ya no dolía, no tanto como al principio. Cuando comencé a llevar mis textos a las editoriales, me di cuenta que entrar a aquel mundo era mucho más difícil de lo que había pensado; no bastaba con ser bueno, había que ser realmente bueno, e innovador, y fresco.

Las viejas historias ya no importaban.

Así que las primeras negativas fueron las peores.

En cambio ahora ya no eran más que ligeros arañazos sobre mi rugosa piel.

- Lo importante es que no dejes de creer en ti mismo – dijo Sam con firmeza, tomando de mi mano – porque hay gente que cree en ti. Yo lo hago. Porque se lo bueno que eres haciendo esto.

Sonreí. Ellos dos eran mi motor para continuar en la búsqueda de mi camino.

- Ay por dios… - susurró Fernando – no puedo creer que Sam haya tenido uno de sus momentos dulces ¡que alguien me pellizque por si esto es un sueño!

Fue imposible no reír. Sam le lanzó una dura mirada a Fernando, transmitiéndole las terribles ganas que tenía de matarlo. O golpearlo. O ambas.

- Ok, ok, eso que dijiste fue genial Sam, pero… creo que lo mejor que podemos hacer por él es brindar y emborracharnos hasta terminar vomitando ¿no lo crees?

- Solo sabes pensar en alcohol y sexo – refunfuño

- Tú sí que me conoces bien – afirmó Fer sonriendo – bueno, entonces ¿comenzamos con unos caballitos? – preguntó, llamando a la mesera.

Aquello no era una pregunta, en el momento en que Fernando se ponía en modo “fiesta” no había forma de rechazarlo.

- Vale – consintió Sam – pero no quiero terminar cuidándolos a ustedes dos ¿entendido?, cualquier cosa que hagan será únicamente su culpa.

Fernando sonrió.

- Esa es la parte divertida ¿no Daniel? – el castaño me lanzó una rápida mirada. Era claro que recordaba lo malo que era con el alcohol, solo hacía basta que tomará un par de cervezas para terminar bailando sobre la mesa.

Pero esta vez me encogí de hombros, ¿Qué era lo peor que podía pasar?

- Así que ¿porque brindamos? – pregunte, tomando una de los tres pequeños vasos que acababa de dejar la mesera.

- Por ti y por tu futuro brillante - dijo Sam con entusiasmo

- Porque te consigas una novia – bromeó Fernando sonriendo

- Por Víctor – dije, medio en broma, medio enserio – por llegar a tener un futuro tan exitoso como el suyo.

Sam rio con fuerza y entonces los tres chocamos nuestros caballitos.

 

 

Estaba borracho, lo sabía.

Alguna vez un amigo me había contado que si dejaba de sentir mis manos entonces lo estaba, estaba ebrio. Pues bien, esta vez no sentía ninguna parte de mi cuerpo, así que debía estar peor que borracho. ¿Estaría muerto?

Había escuchado que si mezclabas medicamento fuerte con alcohol podías morir. Y yo estaba tomando medicina para la gripa ¿eso contaba?

A mi lado escuche una fuerte risa y entonces alguien me empujo.

Eran Sam y Fernando. Ambos bailaban bajo las luces de la pista de un modo demasiado sensual. Sam, con su largo cabello rubio y sus grandes ojos dorados era más que deslumbrante; y Fer también era bastante llamativo; alto, fuerte y con unos increíbles ojos azules, podría tener a cualquiera.

Y yo… yo estaba solo.

En mi interior maldije a mis malos genes. Y maldije a Víctor, ¿Por qué no podía ser tan guapo, tan encantador y tan exitoso como él?

Una vez más, alguien choco contra mí. Era un chico. Me sonrió. Le sonreí. Y entonces supe que habíamos hecho click. O quizás sólo era culpa del alcohol.

- Lo siento, estoy borracho – dije

El chico sonrió aún más.

- Ya lo veo – reconoció, alzando las cejas de un modo extremadamente provocativo - ¿bailas?  

Asentí y en ese momento sus manos rodearon mi cintura. De pronto sentí que el alcohol no era suficiente, el cuerpo del chico se movía de un modo increíblemente erótico, pegándose contra el mío. Sus caderas chocaban contra las mías, dejando poco a la imaginación.

Y para empeorar las cosas, a lo lejos pude ver como Sam y Fernando alzaban las manos, entusiasmados, dándome ánimos.  

- ¿Y cómo te llamas? – preguntó el chico, acercando sus labios a mi oído.

- Daniel – susurré - ¿y tú?

- Víctor

Sin poder evitarlo, lo mire estupefacto. Y entonces, como un loco, comencé a reír. El chico, obviamente, no supo que hacer y simplemente se me quedó mirando, esperando a que pasara mi momento psicótico.

- Lo siento – dije – es que tienes el mismo nombre de alguien que conozco.

- ¿Un ex? – preguntó

- Ojalá

Luego de eso no dijimos nada más. Pero en un momento el chico coloco sus manos a ambos lados de mi rostro, sosteniéndolo. Sus ojos se fijaron sobre los míos y pude sentir un escalofrió. Me iba a besar.

- Yo… yo no soy bueno besando – dije, anticipándome al evento

El chico soltó una risita.

- ¿Y cómo sabes eso? ¿Te lo han dicho?

- No, solo… solo lo sé.

- Supongo que me voy a arriesgar – aceptó y entonces, sin darme a tiempo a decir alguna cosa más, me beso.

La humedad de su boca paso a la mía, podía sentir su lengua jugando con la mía, resbalándose ahí dentro. Le seguí el ritmo, acoplándome a él y en un momento alcé mis manos, enterrando mis dedos en su cabello. La sensación no era mala y cerré mis ojos.

Cuando nos separamos, pude sentir como sus dientes atrapaban mi labio inferior, mordiéndolo suavemente.

- Estabas equivocado – dijo con la respiración ligeramente agitada.

- ¿En qué?

- Besas muy bien

Y entonces se repitió.

 

FOLLAMOR

Había hecho algo. Lo supe al momento de despertar debido a los gritos exasperados de Sam. En un instante la tuve frente a mí, tirando de mi mano y llevándome fuera de la cama.

No podía recordar nada, pero sabía que no había sido nada bueno.

- No puedo creer que lo hayas hecho – dijo con firmeza la rubia, señalando su computadora.

- ¿Qué se supone que hice? – me dolía la cabeza, los ojos, el cuerpo, todo. Y ahora sabía que dolería mi orgullo.

- Mira – refunfuño y entonces le dio reproducir a un video. Era yo.

En un segundo apareció una imagen mía, una donde salía reamente ebrio, cantando a mitad del baño. A mi lado se encontraba Fernando y un chico alto de cabello castaño y entre los tres estábamos entonando alguna clase de canción, si es que se le podía decir canción a eso.

De pronto Fernando decía algo sobre que esa melodía iba dedicada para Víctor Beaulieu, el reconocido escritor francés y los tres nos soltábamos a reír mientras el chico castaño me animaba para declamar “mi poema”.

Y yo, así sin más, comenzaba a recitar.

“Te acaricio el flequillo como esos visillos de los balcones
que anuncian un paisaje de montañas y hierbas detrás de ellos,
te miro con impaciencia de sueños mientras alerto a mi cuerpo de que
así desnudos
hay riesgo de combustión espontánea.

quemémonos, me digo, con este sudor al borde de la primavera
y este silencio de mirarnos sin tapujos antes de cerrar los ojos
para encontrarnos en el tercer sueño a la
izquierda,
callejón sin salida ni ropa, número par al cuadrado, algún poema que me sé de memoria
y te digo al oído.

con las sábanas sucias de nosotros, el despertador no molesta en este momento
y yo te dibujo acrobacias en el pecho
mientras los besos que todavía no te he dado me molestan en la lista de espera de mi boca.

Voy a estropearlo, pienso, pero lo mismo se ríe de mis estropicios
y entonces da igual
porque su risa es un vicio y lo demás sucedáneos.

por eso, me pongo serio y romántico, y con cara de niño bueno
y engatusado (no hay disimulo, te lo advierto)
cambio la letra de la canción
para sentirme más identificado todavía:
cariño,
a veces te follaría
otras en cambio te haría el amor.”

Salía con el cabello mitad desgreñado, mitad aplastado, con las gafas torcidas y las mejillas rozadas.

Aun así, me atreví a pararme frente a la cámara del celular y retarlo:

- Súpera esto Víctor Beaulieu 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).