Yuuri Katsuki flotaba.
En el aire o en el hielo, era confuso; su cuerpo parecía unir los horizontes entre ambos, perdiéndose entre ellos. Sus brazos fluían, extendiéndose como si fueran eternos. Y sus piernas se elevaban, dibujando una lluvia de hielo roto a su alrededor. Él se movía grácil y natural, como si hubiera nacido para patinar, como si la música recorriera sus venas y atravesara su piel.
Victor no podía apartar los ojos de aquella figura en movimiento. Descubría algo nuevo cada vez que lo veía y su corazón se aceleraba de repente por el nuevo instante que capturaban sus ojos. Había perdido la cuenta de las veces que había reproducido el vídeo. Yuuri Katsuki hacía su rutina con un sentimiento especial, con un sentimiento que ni él conocía. Katsuki era hipnótico, cautivador, absorbente.
Pero eso ya lo sabía. Lo había descubierto tiempo atrás. Sus ojos brillantes, sus mejillas encendidas, su voz clara, dulce y un poco trabada por el alcohol. Sus manos, su cuerpo, sus labios, sus ojos en los suyos y aquel abrazo posesivo que lo había arrastrado a sumergirse solo en él. La calidez de su piel aún le abrasaba y su corazón volvía a latir con fuerza al verlo patinar.
Era extraño lo que un simple vídeo y una simple noche causaban en él. Era extraño que no pudiera dejar de pensar en aquello, con un sentimiento incomprensible pero obsesivo que le turbaba y, en ocasiones, hasta le robaba el sueño. ¿También Yuuri lo recordaría? ¿También había sido algo especial para él? Quería volverlo a ver y prestarle la atención que merecía. Sus ojos nunca se habían fijado en él de verdad, porque entonces habría sido incapaz de despegarlos de sus movimientos. ¿Y por qué no lo había hecho? Quizás ni siquiera Yuuri era consciente de su propio potencial.
Victor frunció el ceño.
Era frustrante. Katsuki había atrapado todos sus sentidos y él no era consciente de ello. Katsuki llenaba cada rincón vacío de sus pensamientos. Katsuki le había sorprendido en más de un sentido. Y eso era algo cada vez más difícil para Victor, quien se desvivía por sorprender a los demás. Pero, en una sola noche, el joven japonés había arrasado con todo con la fuerza de un vendaval.
Y no quería que lo olvidara. No podía dejar que lo hiciera. Su objetivo al patinar era sorprender al público, a los jueces, a los críticos y hasta a sí mismo. Pero ya no lo lograba. Superar sus propios récords no era algo que lo motivara lo más mínimo. Quizás por eso había sido incapaz de responder a las preguntas sobre su futuro. Ni siquiera él estaba seguro de lo que quería.
Pero ahora sí. Ahora quería sorprenderle a él, solo a él. Yuuri Katsuki había aumentado sus perspectivas. Sus ojos se habían sumergido en la mirada del menor y habían visto un mundo nuevo. Quería que tampoco él pudiera dejar de mirarlo. Quería dejar una huella imborrable en su memoria.
Quería patinar para Yuuri Katsuki.