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Besos bajo el muerdago por ThatCutieBoy

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Notas del fanfic:

Feliz navidad mis criaturas del aberno~

Espero disfruten este pequeño One-shot sobre mi OTP predilecta en tiempos de navidad.

Besos y los mejores deseos en estas fiestas.

Notas del capitulo:

Nada, ojalá les guste.

Besos~

Mansión Phantomhive
Diciembre 24 - 11:00pm

La pretenciosa y por demás enorme mansión de la familia Phantomhive rebosaba de cierta luz y calor tan particular de las fechas navideñas.
El conde Phantomhive había decidido organizar un baile en celebración de las festividades, y dado que los sirvientes estaban tan ememocionados por ello, accedió a dejar que todo fuese preparado y decorado a la perfección, mas había un detalle que no dejaba su cabeza tranquila; su mayordomo.

¿Por qué una criatura como su mayordomo le privaba del sueño? ¿Por qué un ser del infierno como Sebastián Michaelis no salía de sus pensamientos? La respuesta era tan sencilla y a la vez tan complicada:
Estaba enamorado.

Sí, Ciel Phantomhive estaba enamorado de su mayordomo demoníaco.
Era casi un mal chiste. Conocido en la clase alta por tu actitud recia y antipática, Ciel había desarrollado un sentimiento de perdido enamoramiento por aquella criatura que sólo se mantenía a su lado por el contrato que los unía.

—Sólo quiere devorar mi alma...—

Se había planteado por mucho tiempo el hecho de coaccionar para que su venganza nunca se llevase a cabo y poder mantener a Sebastián junto a él para siempre, mas sabía que no podría ganarle a un demonio en su propio juego.

Por fín se decidió a salir de la habitación. Le había pedido a Sebastián el atender a los invitados mientras él se vestía, mas sólo deseaba estar un rato lejos de aquel demonio.
Bajó las escaleras con cautela, no quería llamar mucho la atención. Se había puesto una camisa blanca de mangas largas, un chaleco habano y café una gabardina verde junto, con unos shorts negros y medias hasta la rodilla. Un atuendo un tanto formal mas no demasiado.

Se había vuelto dependiente de su mayordomo, esto era evidente por su pobre forma de acomodar el lazo de su cuello y el nudo del parche que cubría el ojo del contrato.

"Sebastián..."

Pensó antes de sobresaltarse por la aparición repentina del aludido detrás de él.

—Bocchan, ¿Ocurre algo?—

Dijo el pelinegro viendo con detenimiento al menor frente a él.

—N-no, nada—

Dijo Ciel tratando de escucharse serio.

—Bocchan, es hora de que baje a saludar a sus invitados. He decorado perfectamente el salón de baile y coordinado la cena de una forma digna de lala familia Phantomhive—

El pelinegro posó su mano en su pecho y dio una leve reverencia.

—Perfecto—

Dijo Ciel un tanto sonrojado, ¿Por qué siempre debía ser tan perfecto? Avanzó algunos pasos hasta la entrada de la sala.
Saludó a todos los presentes con un típico discurso de bienvenido y les invitó a seguir con la velada. Faltaba poco para media noche.

El salón se baile, tal cual había dicho Sebastián, estaba perfectamente decorado. Guirnaldas caían de los techos, luces amenizaban el ambiente, brillo y preciosos adornos colgaban de los candelabros y en el centro, un enorme árbol decorado y con una brillante estrella de cristal coronando la copa.

De tanto en tanto la prometida de Ciel entraba haciendo escándalo para que él bailase con ella, mas el pelo azul se negaba a cada oportunidad que tenía.

—Lizzy, no puedo ahora. Debo hablar con el Barón Letrong—

La paciencia del conde comenzaba a acabarse. La rubia simplemente le fastidiaba. No se lograba imaginar una vida casado con ella.

"Ojalá pudiese casarme con Sebastián"

Al segundo de pensar eso sus mejillas se tornaron completamente rojas, ¿Por que tenía esos pensamientos? Debía detenerse, no podía seguir ilusionandose con un amor por alguien como el demonio que le servía.

—Ciel, ¿Estás bien? Tienes las mejillas rojas—

Dijo Lizzy sacandolo se su trance, la rubia extendió una mano y acarició la frente del chico haciendo que éste se alejase un poco.

—Creo que tienes fiebre—

—N-no no, estoy perfectamente bien Elizabeth—

—No lo creo—

La de ojos verdes hizo una mueca de desagrado y sin vergüenza alguna, gritó el nombre del hombre que traía a Ciel entre nubes.

—¡¡Sebastián-sama!!—

Y como por arte de magia, el aludido mayordomo estuvo en menos de un segundo a un lado de su amo.

—¿Ocurre algo Lady Elizabeth?—

Dijo inclinandose ligeramente hasta poder hablar casi al oído de su peliazul amo y que éste último se estremeciese.

—Ciel tiene fiebre, deberías llevarlo a descansar—

La rubia luego de decir aquello se dio media vuelta para irse, lo cual dejó a Ciel indefenso ante la seductora mirada del demonio.

—Es cierto Bocchan, usted tiene las mejillas muy rojas y el rostro caliente—

El mayordomo le acarició el rostro, le encantaba sentir la suavidad de la piel de Ciel.
Mientras tanto el menor sólo pudo quedarse embelezado viendo a Sebastián a los ojos, aquellos ojos que lo conquistaron desde el primer momento.

—Lo llevaré a su habitación Bocchan, ahí podrá descansar—

El demonio sonrió sin dejarle lugar a Ciel para contradecir, estaba perdido en sus sangrientos ojos.
Le tomó en brazos para apegar al menor a su cuerpo, aún era tan cálido y delicado cómo siempre. El aroma que Ciel tenía era inigualable, jamás había visto a un humano como él.

Caminó hacia las escaleras con el conde en brazos haciendo murmurar a todo el salón, mas Ciel no decía nada. El peliazul estaba perdido en la esencia de Sebastián y su fuerza.
Al llegar a la habitación, el mayordomo abrió la puerta para dejar a su joven amo en la cama.

—Es mejor que descanse Bocchan. He encendido la chimenea para que no pase frío, en un rato le traeré una mezcla de infusión de té traído de la…—

El pelingro no pudo terminar de hablar ya que Ciel se había levantado de la cama para dirigirse hacial él.

—¿Por qué has obedecido una orden que no era mía?—

Dijo el conde frunciendo el ceño. A pesar de sus sentimientos, Sebastián era su sirviente.

No hubo respuesta por parte del demonio, éste sólo se acercó de forma lenta a Ciel mientras se quitaba los guantes.
Le miraba concon esos ojos rojos sangre y esa casi sonrisa que siempre cargaba.

—Discúlpeme joven amo, pero el hambre me carcome vivo—

Al escuchar estas palabras, el corazón de Ciel se detuvo por un momento, ¿Acaso iba a devorar su alma? No era posible, no había cumplido aún el contrato.

—¿Q-qué haces Seb…—

No pudo terminar la frase ya que el demonio había colocado su mano sobre la cabeza de Ciel, todo se desvelaba mientras que de nuevo Ciel se ponía totalmente rojo y nervioso; Sebastián había colocado sobre las ornamentas de la cama una rama de muerdago.
—¿Para qué has colocado eso?—

—He visto que los humanos cuentan con esta tradición a lo largo de los años, joven amo—

El demonio comenzaba a acercarse a gatas al cuerpo del menor, deseaba tenerle cerca, deseaba sentirle aún más.
Aquel humano corrompido por la sed de venganza, pero al mismo tiempo pueril e inocente había detonado en Sebastián sentimientos tan humanos que incluso le eran difíciles de reconocer.

Ya habían pasado tres años juntos, tres años en busca de aquello que Ciel creía anhelar con todo su corazón, aquella venganza que iba a separarlos para toda la eternidad.

—S-Sebastián... Estás demasiado cerca—

La voz de Ciel le sacó se sus pensamientos, era cierto, ya estaba casi encima del pequeño oji azul.
El pelinegro sonrió de aquella firma arrogante y tan sensual como de costumbre, Ciel solo chasqueó la lengua y retiró la mirada.

—Te di la orden de atender a los invitados, ¿Qué haces aquí perdiendo el tiempo?—

"Y jugando conmigo…"

Trató de levantarse, pero el demonio se lo impedía colocándose sobre su cuerpo, a centímetros de su rostro. Podía sentir el aliento del oji rubí en sus labios y ver aquel profundo rojo del que se tornaban sus ojos.

—Es una orden…—

Las palabras de Ciel fueron calladas por los labios del mayordomo que ya yacía sobre su cuerpo ambos estando recostados sobre la cama del Conde.
Ciel se estremeció de pies a cabeza por aquel contacto, nunca creyó que una de sus mayores fantasías fueran a hacerse realidad el día de navidad. Besar a su amado demonio era como tocar el cielo por un segundo; sus labios bailaban al compás que Sebastián le marcaba, sus manos buscaban desesperadamente el cuello del demonio con intención de apegarse más a él, de sentirlo todavía más cerca.

Sebastián por su parte estaba disfrutando de aquel fruto prohibido que llevaba deseando desde el primer momento en que le vio. Su mirada fría y actitud arrogante le volvían loco.
Un demonio podía ser básicamente un humano si llegase a aprender de sus sentimientos, y Sebastián ahora entendía aquella sensación que desde el inicio de la humanidad se presenta entre individuos, amor.

El peli negro acariciaba con una mano el cabello de Ciel y con la otra su delicada cintura, haciendo que el menor de tanto en tanto temblase por la calidez de su tacto. Sus manos usualmente eran frías, pero en esa ocasión las sentía quemar cada milímetro de piel que recorrían.

Ciel se separó por un segundo por falta de aire, dirigió su mirada hacia la de su demonio, quien dejaba ver aquellos ojos magenta de mirada afilada e hipnotizante que tantas veces había hecho soñar al menor.

—Sebastián…—

Al escuchar su nombre brotar de los labios de su amo, el mayordomo se levantó de la cama arreglando su traje y de igual forma un poco las sábanas que había desordenado.

—Discúlpeme Bocchan, he cometido un enorme atrevimiento. No sucederá de nuevo—

Dio su típica reverencia ante el Conde colocando su mano en su pecho, sobre la insignia de mayordomo.
No se podía permitir una ofensa como aquella siendo el mayordomo de la familia Phantomhive, mas lo que le preocupaba era el hecho de que Ciel fuese consiente de lo que le había causado a su negro corazón.

"Los demonios no se enamoran de sus amos... no puedo enamorarme de Bocchan."

Pensó antes de volverle a ver, Ciel aún tenía la mirada perdida y las mejillas sonrojardas, una visión tan tierna que Sebastián quiso recordarla por siempre.

—Me retiro, no le causaré más inconvenientes joven amo—

Se dio media vuelta dispuesto a irse, pero sintió como Ciel le agarraba del brazo evitando su salida.

—¡Sebastián!—

Le gritó, el aludido se giró para verle. Tenía la mirada furiosa y hacía crujir los dientes, casi parecía que fuese a llorar.

—¿Bocchan?—

Estaba perplejo, ¿Acaso iba a castigarle?

—S-Sebastián... ya deja de jugar conmigo—

Ciel bajó la mirada. Sus azules cabellos cubrieron sus ojos y el agarre en el brazo ajeno se debilitó.

—Joven amo, me ha ordenado regresar al salón de fiestas—

Tal vez quería evitarle, sabía y estaba demasiado consciente que su amor tan prohibido como su misma especie era totalmente imposible. Llegaría el día de devorar el alma de Ciel y acabar con su vida.

El peli azul temblaba de rabia, sabía que aquel demonio estaba jugando con sus pensamientos, con sus emociones. Pero estaba demasiado atrapado en sus lazos que sólo deseaba sentirlo de esa manera de nuevo.
Jamás había experimentado algo como aquello, una cercanía tan cálida que quemaba, una sensación de pasión ferviente que atravezaba todo su ser, lo necesitaba.

—Sebastián…—

Se quitó el parche de su ojo enseñándole la marca del contrato que brillaba en la oscuridad de la habitación.

—Es una orden, bésame de nuevo—

Le dijo en voz clara. El demonio de nuevo le propinó aquella mirada seductora de ojos brillantes que denotaba el hambre que tenía por Ciel.

—Yes, my Lord—

Su voz llenó cada fibra de su ser, y más cuando el oji rubí se abalanzó sobre su delicado cuerpo para recorrerlo con la mirada, le tomó por la cintura y le recostó de nuevo en la cama.
Le miró a los ojos, su aliento chocaba contra el de Ciel y sus manos le acariciaban levemente el abdomen.

Ahí le besó.
Le besó con ansias y pasión, con aquel latente deseo de probar sus dulces labios otra vez. Ciel trataba de corresponder tan bien como podía, pero el demonio era quién dominaba el beso.
Tras unos minutos de caricias y besos largos, casi eternos, se separaron para verse de nuevo.

—Bocchan, usted besa de maravilla—

Dijo el demonio sonriendo.
Ciel sólo apartó la mirada mientras hervía de nervios.

De un momento a otro, el Conde sintió como Sebastián se acomodaba a su lado abrazandole por la espalda.

—¿S-Sebastián…?—

—Perdóneme Bocchan, pero no puedo seguir estando sin usted. Le deseo, le deseo de tantas formas que besarle fue como renacer en la vida misma. Los demonios no debemos enamorarnos de nuestros amos, pero he caído en su juegocasa y he perdido la cabeza por usted—

Aquellas palabras susurradas al oído causaron que Ciel fuese víctima de tantas emociones que se quedó sin palabra que pronunciar, sólo pudo voltearse y abrazar a Sebastián. Sentir su calor, su cuerpo, su aroma.

—Sebastián... te amo—

Dijo ocultando su rostro en el pecho del peli negro, esteno último sonrió enternecido y acarició el cabello azulado de Ciel mientras que con su otra mano le abrazaba apegándolo a su cuerpo.

—También le amo, Bocchan—

—Dime Ciel…—

—Te amo Ciel—

El menor se quedó ahí por un momento, aspirando el embriagador aroma de Sebastián.

Tras unos segundos de estar en su pecho, Ciel levantó la mirada sólo para ser preso de un beso fugaz de los labios de Sebastián en los suyos, apenas fue un contacto de un segundo, pero había sido la mayor muestra de amor que pudo haberle dado.

En ese momento sonaron las campanas, ya era media noche, era Navidad.
Volvió a abrazarle y a acomodarse en su pecho, se mantuvo en aquella sensación tan bella hasta quedarse dormido abrazando a Sebastián.

—Feliz navidad, mi Ciel—

Dijo Sebastián en un susurro mientras le acariciaba el cabello, era había sido la mejor noche de su vida como demonio.

Luego de aquello corrió por el salón el rumor de que el Conde anfitrión estaba enfermo y su mayordomo cuidó de él toda la noche, nadie habría previsto que un amor tan imposible como preciado había florecido en esa noche de Navidad.

Notas finales:

FELICES FIESTAS A TODOS~

Y próspero año nuevo.

OS AMO.


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