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Historia de dos locos enamorados por EtaAquarida

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Notas del capitulo:

¡Lo siento! Me quedó demasiado largo así que serán tres capítulos, no dos. El último en un rato.

Espero que les guste.

Disfruten.

Jamás habría imaginado que Milo era gay, se veía demasiado masculino para eso y sin embargo, lo era. Y lo supe cuando lo vi en las duchas con un hombre, lo cual fue muy gracioso porque siempre tuve la idea de que mis compañeros eran unos mojigatos. Pero ese chico tenía apenas quince años y sabía hacer de todo, experiencia no le faltaba.
 
Decidí hablarle y para mi sorpresa me confesó que estaba perfectamente enterado de que yo lo espiaba, eso me gustó, la gente suspicaz siempre me había caído bien.
 
Sorpresivamente teníamos mucho más en común de lo que yo esperaba. A él tampoco le gustaba la gente que no se mostraba tal cual era pero contrariamente era amigo de Camus, uno de los número uno en la materia de falsear. Sin embargo no dije nada sobre eso, no quería que se alejara de mí por darle la opinión que tenía de su amigo. Me daba curiosidad por saber si Camus también era como él y un día le pregunté.
 
— No sabría qué decirte, él ahora se fue a Siberia así que no tenemos contacto. Pero por lo que sé, le gustan las mujeres —me contestó.
 
Eso me dejó tranquilo. Realmente creo que no lo habría tocado si se hubiera acostado con Camus. Camus era demasiado rígido y no quería saber que había "compartido" con él un compañero de cuarto. 
 
La verdad fue fácil lograr acostarme con Milo, mi belleza lo conquistó al instante y apenas un par de semanas después de que comenzamos a hablarnos lo hicimos. Lo llevé a mi cuarto una noche y apenas cerré la puerta lo empujé a la cama, me eché sobre él como una bestia hambrienta y lo hice mío. Después de todo, había pasado más de un año sin tocar otro cuerpo, un año y medio esperando a Deathmask sin tener contacto de ningún tipo. Ya era tiempo de que dejara eso de lado y me ocupara de mi propia satisfacción.
 
He de admitir que fue mucho mejor de lo que esperaba. Milo era bruto y posesivo pero lo compensaba siendo muy complaciente, entregado y extremadamente apasionado. Aún conservaba algunos rasgos de niño como sus tiernas mejillas, pero fuera de eso era todo un hombre. Esa mezcla me volvía loco. Sumado a su personalidad fuerte, su natural sensualidad y que me caía bien nuestra relación se prolongó bastante, teníamos casi un noviazgo pero sin sentimientos.
 
Estuvimos juntos alrededor de un año, no sentía nada por él y él por mí tampoco, lo cual ayudaba mucho porque yo seguía con mis actos de espionaje y él se acostaba con quien quería sin culpa. ¡Hasta lo espié mientras otros hombres lo tocaban! Eso también me gustaba, saber que no era sólo mío. A veces lograba excitarme mucho cuando lo veía llegar a verme y su cuerpo estaba cubierto de marcas ajenas. Milo me fascinaba.
 
Él jamás se habría enamorado de mí ni yo de él. Durante todo el tiempo que estuvimos juntos la verdad que en el fondo me dio siempre igual si estaba vivo o muerto, seguro que a él le pasaba lo mismo conmigo. Nunca tuvimos una conexión emocional y aunque al principio todo era genial, con el paso del tiempo la añoranza que sentía por Deathmask se fue haciendo notoria.
 
En ese momento no lo sabía pero mi corazón ya le pertenecía por completo él, aunque lastimosamente cuando supo que Milo y yo nos acostábamos se alejó aún más. Así fue como terminó todo con el lindo escorpión, cuando Deathmask se enteró. Shura nos vio y se lo dijo.
 
Ese día me lo crucé mientras yo caminaba hacia el templo del Patriarca. Él venía de regreso con Shura, como siempre, y volteó a verme con tal cara de asco que me di cuenta de que lo sabía. Sentí muchísima culpa así que para enmendar mi error busqué a Milo y simplemente le dije <<Ya no puedo acostarme contigo.>>, no volví a hablarle después de eso ni él me buscó tampoco.
 
Milo de vez en cuando me miraba de lejos, no como si buscara contacto conmigo sino que me observaba con curiosidad, quería saber qué me habría pasado pero yo no le hacía caso. Naturalmente, él no estaba enterado de mis problemas personales con Deathmask y tampoco iba a enterarse.
 
Pasaron los días y con ellos el asco de mi amado hacia mí seguía aumentando.
 
Luego de varias semanas en que Deathmask ni siquiera me dirigía la mirada y la palabra mucho menos, decidí buscarlo una noche. Cuando me abrió la puerta de su cuarto me arrodillé ante él y me abrazé a sus piernas.
 
— ¡Olvida todo por favor! Tan sólo dame otra oportunidad, no te fallaré nunca más.
 
Había suplicado. Yo, tan orgulloso, me humillé ante él por un poco de su cariño. Él tan sólo me sostuvo de los hombros e hizo que me pusiera de nuevo en pie, yo estaba llorando porque necesitaba urgente una respuesta. Él no decía nada, incluso parecía como si no respirara. Su contestación vino en forma de un cálido abrazo al que de ningún modo pude negarme, lo estreché contra mí y deposité miles de besos en su rostro.
 
No tuve que darle más explicaciones ya que él mismo me dijo que quería que volvieramos a estar juntos. Fue un alivio tan inmenso para mi corazón que hasta me asusté, comenzaba a darme cuenta que mis sentimientos por él eran muy intensos.
 
Ninguna palabra más se dijo esa noche.
 
Hicimos el amor como nunca antes y nos marcamos el cuerpo mutuamente. Nos pertenecíamos uno al otro, cada uno ocupaba un lugar en el otro que ninguna otra persona hubiera podido llenar. Fue un acto de entrega y amor verdadero. Milo ya no existía para mí, porque cualquier sexo por más bueno que fuera quedaba totalmente relegado ante el acto de hacer el amor con el hombre que yo amaba.
 
Aquella además fue la primera noche en que dormimos juntos, nunca habíamos compartido la cama por toda una noche entera y he de decir que hasta ahora es uno de los recuerdos más felices que tengo. Nos abrazamos con mucha ternura y nos quedamos quietos en la oscuridad. Me dormí escuchando su pesada respiración en mi espalda.
 
Seguimos felices y mi amor por él era cada día más y más grande, pero obviamente, tratandose de mi amado, las cosas no serían tan simples.
 
Exactamente un mes después me enteré que me engañaba. Vi a uno de los soldados de los que realizaban las guardias en el Santuario saliendo de su cuarto acomodandose la ropa. Espié por la puerta, Death se encontraba durmiendo desnudo sobre su cama.
 
No me contuve y seguí a aquel guardia y cuando lo tuve solo le torcí el cuello, lo asesiné producto de la angustia que sentí en aquel momento.
 
Fue ahí en ese momento cuando conocí otro lado de su personalidad, su lado vengativo. Porque no, realmente él nunca había sido "vengativo". Nunca había cometido una venganza, él lo llamaba "revanchas" ya que decía que "venganza" era una palabra fuerte que sólo debía ser usada cuando era realmente requerida para que no perdiera su significado y su valor. Yo fui el primero en probar su "venganza".
 
Ahora después de toda una vida juntos y conociéndolo como la palma de mi mano me doy cuenta que cuando él realmente toma venganza es porque se ha sentido muy herido. En ese momento no me había dado cuenta de eso, si me hubiera dado cuenta no hubiéramos pasado otras mil situaciones de alejamientos y acercamientos (y muchos engaños).
 
Pero como no me percaté a tiempo, lo que ocurrió fue que yo decidí superarlo. Un día después, cuando realmente pude asimilar que me engañaba, lloré desconsoladamente a solas y cuando acabé con mi berrinche busqué a la cabra.
 
Ese día estaba especialmente soleado y Shura se encontraba entrenando sin camiseta bajo el sol del verano griego. Se me ocurrió la idea de seducirlo pero no lo hice, creo que eso habría sido pasarme de la raya y de todos modos a pesar de su cuerpo escultural, él no me atraía.
 
Lo saludé pero no me prestó atención así que fui al grano. Estaba seguro que Deathmask le habría contado todo con intención de que luego me lo dijera a mí.
 
— Oye, necesito preguntarte sólo una cosa —le dije—. ¿Con quién se acuesta Deathmask?
 
Él me miró y sonrió amablemente. Hasta el día de hoy dudo si era una sonrisa irónica o sincera, Shura no tiene mucha variedad de expresiones.
 
— Se acuesta con Milo.
 
Aquello me cayó como si fuera agua helada. ¿Con Milo? ¡Eso era absurdo!
 
No era porque Deathmask careciera de capacidad de seducción, todo lo contrario, pero llevarse a Milo a la cama le habría resultado realmente imposible.
 
El chico simplemente tenía relaciones con personas que le agradaran, me lo había dicho, no podía tener sexo si la otra persona le caía mal. Y tratandose de Deathmask, que ambos se llevaran bien resultaba inviable.
 
— Muy gracioso, no me mientas. ¿Con quién me engaña? —volví a insistir.
 
— Conmigo —me dijo Shura riendose en mi cara.
 
Ese fue el momento en mi vida en que me he sentido más avergonzado, estúpido, indigno, humillado y mil calificativos más de ese tipo. Sintiendome derrotado y cansado me eché a llorar, allí, frente al hombre a quien toda mi vida había tratado de débil y de mil y un bajezas. ¿No era yo como él acaso? Él jamás se había derrumbado, nunca había cedido al dolor y la culpa aún viviendo al límite de romperse y yo siempre tan digno y frío había sido vencido.
 
Luego de unos minutos de mi humillación quedando expuesto como un idiota llorón, Shura pareció ablandarse un poco.
 
— Está bien, dejaré de mentirte —me dijo seriamente—. No se acostó conmigo ni con Milo, ten esto —me extendió un papelito—, ahí Deathmask dejó escrito el nombre de con quien te engañó y me pidió que te lo diera cuando vinieras a hablar conmigo. Suerte.
 
Se fue y me apresuré a leer aquel papel. ¡Dioses! ¿Cuál fue mi sorpresa? ¡Que encontré una lista de treinta personas ni más ni menos! No una, no dos, no cinco: treinta. Me engañó con una persona por cada día del mes. En ese momento la ira reemplazó al dolor y decidí contrarrestar su venganza.
 
Busqué a las personas con las que había estado y una a una me acosté con todas ellas, hombres y mujeres por igual una y otra y otra vez hasta lograr que me prefirieran a mí antes que a él.
 
En ese momento mi orgullo era desmedido y podía más que cualquier otro sentimiento. Prefería sentirme horrible y culpable a perder mi dignidad siendo el pobre tonto al que su pareja lo engaña. Si alguien iba a engañar en esa relación ese iba a ser yo, no estaba dispuesto a ser una víctima de nada.
 
Cuando ya no le quedó nadie con quien acostarse porque ya ningún amante le buscaba se enojó conmigo y dejó de hablarme otra vez.
 
— Tú no te mereces nada. No valoras las cosas buenas que te he entregado y cuando me cobro una merecida venganza te ofendes y jodes todo con tus estupideces —me dijo severamente y se marchó sin dejarme responder.
 
Ahí fue cuando entendí su mecanismo, cuando se sentía lastimado o sentía que le faltaba el respeto a su dignidad mi cangrejo se encerraba en su caparazón, un caparazón amenazador y hostil. Yo como un tonto me alejaba el doble y entonces pasábamos semanas sin hablarnos.
 
Un día estábamos bien y al otro no y seguíamos así aún siendo adultos. Porque yo tenía ya veintiún años, él veintidos y nada cambiaba. Lo único diferente era que habíamos dejado de comportarnos como niños con eso de no hablarnos por semanas o días. Nos engañábamos, nos enfurecíamos, al otro día nos amábamos otra vez y así sucesivamente, sólo que sin dejarnos. En mi retorcida mente lo veía como un progreso, al menos nos manteníamos juntos sí o sí.
 
Fue por esa época también en que comenzaron a llegar cartas al Santuario de parte de una chica, algunas cartas venían bastante atrasadas. Las cartas eran para Shura de parte de una tal Lisa que decía ser su hermana y a decir verdad, por una foto que la chica envió una vez, realmente se parecían mucho. Tenían el mismo cabello, sólo que ella lo llevaba largo. Fue en ese momento que en nuestro demente cerebro se nos ocurrió hacer una pequeña maldad. No le daríamos ni una sola mísera carta de su familia, comenzamos a quedarnoslas todas. La única que sí le dimos fue la que certificaba que su hermana había fallecido y nada más.
 
¿Por qué lo hicimos? Porque Shura nos molestaba. Ahora no sólo era mil veces más falso que Camus con su cuento de la frialdad, ahora era un maldito sentimental de primera que quería ocultar eso desesperadamente. Cosas que definitivamente pasan desapercibidas para el resto, pero que nosotros las veíamos claras como si de agua limpia se tratase.
 
La cabra vivía mirando a Aioria, todo el tiempo estaba observandole con su típica cara de nada. Pero para personas entrenadas en la materia de los sentimientos como nosotros dos, era obvio distinguir en sus ojos la vergüenza, la culpa y el dolor. Shura no le quitaba la vista de encima,  lo veía con una mirada implorante de perdón.
 
Aioria no parecía darse cuenta, y a decir verdad así era mejor: ver semejante espectáculo tan deplorable en el supuesto caballero más leal y recto daba simple y llana vergüenza ajena. Shura se arrastraba en su dolor, le encantaba su mundo de miseria personal. Deathmask no aguantó más y un día le habló.
 
— Tú has matado muchísimas personas igual que yo, ¿sabes cuantos otros hermanos menores has dejado solos? Si vas a culparte hazlo en serio. Acepta la culpa de lleno o no la aceptes.
 
Shura pareció tomar en cuenta eso e intentó acercarse a Aioria un par de veces. Nosotros nos reíamos mucho, Aioria simplemente evitaba el tema y no respondía.
 
— Aioria, ¿podemos hablar un momento?
 
— Lo siento, justo iba a hacer algo.
 
Y el león se iba lo más rápido posible. Ese pequeño diálogo se repetía incansablemente. Era muy cómico porque nunca se decían otra cosa, uno que buscaba al otro y el otro siempre tenía que hacer algo y se marchaba.
 
Luego de un tiempo, iba yo caminando un día soleado por los alrededores del Santuario y vi a Shura llorar a solas. Me quedé a observarlo en silencio. Quizá en una remota parte de mi ser ver tanto sufrimiento me afectó un poco. Comencé a entender otras cosas, otros sentimientos, unos que Deathmask no me había explicado jamás.
 
Lo entendí más claramente cuando fui enviado a asesinar a los habitantes de la Isla Andrómeda. Mi corazón dudaba pero lo hice, acabé con casi todos, algunos lograron escapar de la isla aunque murieron en el mar.
 
Me arrepiento de lo que hice ese día, es algo que jamás admití ni admitiré pero realmente me dolió. Mi actitud fue la de siempre, mi comportamiento, todo fue igual, asesiné sin piedad pero yo ya era diferente. Había algo en mí, ¿acaso era "bondad"? ¡Qué extraño se sentía ser bueno!
 
Siguiendo mi historia, cumplí veintidos, él veintitres y cuando por fin había entendido que nuestra conducta era una gran montaña de estupidez y pensaba aclarar las cosas, los santos de bronce llegaron a las doce casas y nos asesinaron.
 
Cuando su cosmos desapareció mi alma se quebró en mil pedazos. No porque haya muerto (todo caballero tenía asumido que moriría antes de los treinta probablemente), sino porque no le había dicho que lo amaba siquiera una vez, que yo veía su lado bueno, que era realmente importante y quería arreglar las cosas para que fueramos felices.
 
Luego me morí yo, así que poco importaron mis reflexiones de última hora sobre mis sentimientos. Realmente hubiera preferido seguir viviendo sin él a morirme a su lado pero la verdad para lo que eran nuestras vidas, morir o no, daba igual. Fue horrible mi pasaje por el mundo de la muerte, lo peor es que lo recuerdo muy bien. ¿Qué se siente estar muerto? Pues simplemente no sientes tu cuerpo pero tu mente sigue viva, lo cual es aterrador.
 
Me alegré mucho cuando reviví como espectro, porque pensé que quizá podría tener la mínima posibilidad de hablarle a mi amado pero no fue así. Él apenas me dirigió la palabra, lo notaba muy confundido y a decir verdad yo también lo estaba, por eso decidí no molestarlo. Me conformé con permanecer inamovible a su lado y enfrentar juntos las batallas que se nos vinieron delante. 
 
Morimos en el Santuario para revivir como espectros, morimos como espectros y revivimos en el Muro de los Lamentos para morir de nuevo lo cual es muy redundante y cómico para mí porque sí, ¡otra vez revivimos! Esta vez en el Santuario, por la gracia de Athena.
 
Entre todo eso apenas si había podido ver a mi cangrejo y ni siquiera pude hablar con él en el Muro de los Lamentos. Estuve demasiado ocupado en mirar a Aioros, su presencia realmente me espantaba.
 
Cuando nos revivieron la última vez desperté en mi jardín totalmente desconcertado hasta que salí afuera y comencé a descender las escaleras. Me crucé con Camus en su templo y me explicó todo lo que había suedido, Athena rogó a los dioses, nos revivieron, blah blah blah. Hasta ahí fue lo único que oí.
 
Entonces pude aclarar mi mente un poco. Continué bajando y cruzandome compañeros pero todos ellos me daban igual, sólo quería verlo a él.
 
Llegué a su templo y lo encontré en uno de los pasillos caminando y observando su casa que ahora no poseía aquellas caras en las paredes. Él me vio y no dijo nada, yo fui quien reaccionó primero. Corrí a él y lo estreché contra mí con todas mis fuerzas, unas lágrimas resbalaron por mi cara y fue ahí cuando se lo dije:
 
— ¡Te amo! ¡Te amo, Deathmask! —exclamé con todas mis fuerzas.
 
Se lo dije al fin. Desde ese momento yo era el hombre más feliz del mundo.
Notas finales:

¡Espero que les haya gustado!

Milo y Afrodita tuvieron un pasado en común 7.7 En el tercer capítulo se aclarará como fue que se unieron a Hades.

Espero que les haya gustado! Los quiero!

- EtaAquarida.


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