Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La maldición de los D por Vamp

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aquí empieza la historia. Pongo finalizado el fic porque, en verdad, no tiene final (muy lógico el asunto -.-); como dije, son alrededor de quince capítulos.

—I—

 

En una tarde cualquiera de un día cualquiera, Trafalgar Law salió de la morgue del distrito. Generalmente siempre llevaba un grueso abrigo en horas de trabajo cuando no estaba abriendo en canal algún cuerpo, ya que las temperaturas bajas de su lugar de trabajo casi lo obligaban a abrigarse. Al salir del edificio era usual en él quitarse el abrigo o el hoodie, sin embargo ese día no solo lo conservó también se arremangó bajo la tela, hacía un frío glacial y las negras nubes anunciaban tormenta.

Respirando hondo Trafalgar Law se subió a su automóvil y partió al duplex que poseía en lo alto de un edificio de apartamentos. Esa tarde bajo la amenaza de una fuerte tormenta planeaba descansar leyendo un libro o redactando los informes de su trabajo.Mas que la tormenta, el frío o los simples planes que tenía y que le encantaban, Trafalgar Law se sentía conducir entre nubes de algodón rosa porque su querida pareja le había dicho que ese día iba a estar ocupado y por lo tanto no podían verse. Cada que lo recordaba respiraba profundo, sonreía y agradecía a cuanto dios existiera por esa maravillosa oportunidad. Para él era obvio que amaba a su pareja, sin embargo a veces (muchas veces) era un tanto sofocante, y como antes de conocerlo su vida social se basaba en él y los muertos que rebanaba, tener a un mocoso gritando, brincando, riendo y tragando como idiota era, por mucho, un cambio radical en su vida. Pero esa tarde volvería a su antigua rutina la cual no tocaba desde hacía poco menos de dos años.

Law estacionó su coche, se dirigió al ascensor y mientras esperaba subir los quince pisos casi comenzó a tararear de la felicidad; carraspeó cuando se dio cuenta de ello, tal vez se había contagiado un poco de la desfachatez de su pareja. Salió del ascensor y abrió la puerta de su hogar; con las persianas puestas solo podía distinguir lo poco que iluminaba la luz del pasillo que lograba colarse. Cerró la puerta.

En el silencio de su apartamento solo se escuchó el tintineo de las llaves cuando cayeron en la pequeña vasija de vidrió que tenía al lado de la puerta y después nada. Law sabía perfectamente donde estaba cada cosa y mueble así que sin prender la luz y con pasos sigilosos se encaminó al minibar por un poco de whisky  y de ahí a su habitación a por la cajetilla de cigarros y el libro que dejó a medio empezar la noche anterior. Se dirigió directamente a la sala, abrió las persianas dejando entrar una tenue luz; los nubarrones se habían cerrado aún más y de los rayos de sol ya no podían verse ninguno, en cambio relámpagos alumbraban las nubes de vez en cuando. Law se quedó parado frente a la ventana, sus ojos viajan de un destello a otro; embelesado escuchaba el retumbar del trueno muchas veces acompañado de un nuevo relámpago. La humedad comenzó a cargarse en el ambiente y una gota cayó, seguida de otra y otra y otra. Los goterones de lluvia se destrozaban ante los gruesos ventanales; Law los veía escurrir uniéndose unos con otros. No tardó mucho para que el vidrio estuviera empapado y el paisaje se tiñera de un blanco incorpóreo.

Esos días eran maravillosos para Trafalgar Law… hasta que escuchó que tocaban la puerta.

Dejó el libro y los cigarros en la mesa de centro y se dirigió a la entrada. Miró de reojo el reloj que tenía en el pasillo, aun no eran ni las ocho de la noche; suspiró, algo dentro de él le decía quién estaba detrás de la puerta, no podía tener tanta suerte.

—¿Mugiwara-ya, qué haces aquí? —preguntó al abrir. Monkey D. Luffy se encontraba parado frente a él con la cabeza baja, callado y sin moverse— ¿Mugiwara?

Eso era extraño. Usualmente Luffy entraba en su casa sin tocar, inclusive a veces sin que le abrieran, a punta de patadas o por la ventana, de ahí que Law había decidido darle un juego de llaves; Luffy sabía que tenía el permiso de entrar y salir sin que Law lo invitara, y para ser sincero, el ojigris sabía que, aun sin el permiso, el pequeño se auto-invitaría. Y ahora estaba ahí parado, en el umbral de la puerta, prácticamente petrificado. Law levantó la mano para tocarlo y Luffy se alejó.

—¿Puedo entrar? —preguntó el chiquillo. Law lo observaba sin entender.

—Claro, pasa —contestó haciéndose a un lado. Luffy entró sin siquiera verlo y se dirigió directamente a la sala—. ¿Estás bien? —preguntó mientras lo seguía, su actitud lo estaba exasperando. Suspiró al no recibir respuesta y fue a la cocina por un vaso con agua, regresó y encontró la sala en penumbras, el pequeño había cerrado las persianas y seguía parado al centro. Law encendió la luz, Luffy ni se inmutó.

Trafalgar se acercó, se paró enfrente, puso el vaso en la mesa de centro y le levantó la barbilla.

—¿Qué pasa?

La mirada del pequeño estaba perdida, sus labios temblaban ¿por el frío o quería llorar?

—Discúlpame —habló el menor con voz entrecortada.

Un fuerte relámpago destelló por encima de la luz de la lámpara y todo quedó en oscuridad. Se escuchó un golpe y el sonido del vidrio al romperse…

 

«»«»

 

Abrió los ojos y se encontró con el techo de su apartamento tan conocido desde hacía tres años. Miró hacía la derecha y hacía la izquierda, todo parecía tan normal como siempre; se sentó en la cama en un movimiento y a consecuencia se mareó un poco. Se sentía algo débil y febril, «¿migraña?» pensó; sentirse así sólo ocurría cuando le asaltaba una jaqueca la noche anterior. Y al pensar en ello Trafalgar Law cayó en cuenta que no recordaba nada, ni siquiera haberse acostado.

«¿Qué pasó anoche?»

Law recordaba salir del trabajo, llegar a su casa, la tormenta y luego de eso todo desaparecía; tampoco recordaba haberse sentido mal, algún mareo, alguna cefalea, nada. ¿En qué momento se quitó la ropa y se acostó? Porque aparte de todo solo llevaba los boxer puestos. Salió de la cama intentando recordar un poco de lo sucedido, se vistió con unos pantalones de mezclilla y una camisa de cuello alto, fue al baño a lavarse la cara y se miró en el espejo, todo parecía normal. Camino a la cocina escuchó ruidos y se detuvo en la entrada al ver a su querido Luffy tarareando alegremente una canción que pedía a gritos la mataran por el nivel de desafinación que el pequeño podía alcanzar.

—¡Torao, buenos días! —saludó el chiquillo al verlo. Law lo observaba con detenimiento, no recordaba si Luffy había llegado la noche anterior o esa misma mañana.

—¿Mugiwara-ya, a qué hora llegaste? —preguntó, le exasperaba no poder recordar algo.

—Pues… ayer en la noche. Pude terminar antes los pendientes con Shanks y vine para acá, pero ya estabas dormido y no quise despertarte —contestó riendo con la naturalidad de siempre. Law se acercó, algo no le cuadraba y lo peor de todo es que no sabía qué era—. Ven a comer, te hice el desayuno.

Law se sentó frente a la barra de la cocina y presenció el desayuno que, con seguridad, Luffy le había preparado con mucho amor. No quería hacerle el feo, sin embargo comer cereales y pan con mermelada no era su alimento preferido. Al final optó por una tostada con mantequilla y el café exageradamente dulce que Luffy le tendió. Después de media tostada Law cayó en cuenta de algo importante, grande y en cierta manera aterrador: Luffy no estaba comiendo.

—¿Mugiwara-ya, no piensas desayunar?

—No tengo hambre.

—¿Estás bien? —preguntó claramente preocupado, esas tres simples palabras en boca del chiquillo eran señal de alarma.

—Sí, sólo no tengo hambre.

—¿Hace cuanto que no comes?

—Desde ayer en la tarde, ¿por qué?

Law se levantó para poner la mano en la frente del pequeño.

—Estás helado.

—Estoy bien, Torao —contestó alejándose del contacto.

—No puedes estar bien; anda, déjame revisarte.

—No hace falta —respondió apartándose aun más—. Sólo me duele un poco el estómago, eso es todo.

—Primero te sientes bien y ahora te duele el estómago. Si no quieres que yo te revise, te llevaré al doctor.

—Qué no hace falta. Cuando me de el sol me calentaré —dijo haciendo puchero.

—Qué disparates estas diciendo. —Law exhaló frustrado al ver que Luffy seguía con el mohín, llenó una taza con agua y la calentó en el microondas, le puso una bolsita de té y una cucharada de miel— Tómate esto mientras voy por mis cosas, te dejaré en el consultorio de Tony-ya.

Luffy acentuó el puchero, aun así tomo la taza y le dio un sorbo. Law asintió con la cabeza y se giró para ir a su habitación cuando el pequeño lo hizo a un lado con brusquedad para dirigirse al baño. Trafalgar lo siguió y escuchó tremendas arcadas al otro lado de la puerta.

—¿Mugiwara-ya? —Intentó abrir, sin embargo Luffy había echado el seguro.

—No te preocupes Torao, solo necesito descansar un poco.

—¡Ni hablar! Vamos directamente al hospital te guste o no.

Law no esperó respuesta. Con la calma que lo caracterizaba en situaciones de alarma, el ojigris regresó a la cocina para cerciorarse que Luffy no hubiera dejado algo prendido; se fijó en la hora y creyó correcto llamar al trabajo para avisar que llegaría tarde, «o mejor me tomo el día» se dijo, en definitiva no iba a dejar a Luffy solo con lo que sea que tuviera. Fue a la sala donde dejaba el teléfono inalámbrico cargándose, sin embargo no lo encontró. «¿Dónde está?», presionó la señal de la base para encontrar el teléfono y un leve pitido comenzó a escucharse. Law se acercó al sillón principal, el sonido parecía salir de debajo; levantó los cojines, pero no encontró el teléfono, extrañado se agachó y metió la mano debajo del sillón; tanteando no solo encontró el teléfono también un trozo de vidrio, «suerte que no me corté» pensó. Law apagó la alarma del teléfono, sin embargó no hizo la llamada a su trabajo ya que observando el aparato encontró tres pequeñas marcas rojas. Como buen forense que era, Law enseguida supo que se trataba de sangre.

—¿Torao, qué haces en el piso?

Law se volteó al escuchar la pregunta, Mugiwara se encontraba parado en la entrada observándolo detenidamente y en un parpadeo sus ojos se dirigieron a lo que el ojigris llevaba en la mano.

—Estaba buscando el teléfono. —Los dos guardaron silencio. Por una extraña razón Law sentía pequeños pinchazos en la espalda que no supo descifrar que era; ver a Luffy ahí parado sólo observándolo era un tanto desconcertante— ¿Cómo te sientes? —aventuró a preguntar mientras se levantaba, dejaba el teléfono en la base y escondía sin saber el por qué el trozo de vidrio entre su ropa.

—Bien, te digo que no tengo nada —contestó siguiendo cada acción del mayor apenas moviéndose lo necesario.

—Voy por mi abrigo y nos vamos —dijo Law después de unos momentos; pasó al lado de Luffy sin verlo, la sensación en su espalda iba en aumento.

Trafalgar caminó por el pasillo consciente que Luffy lo observaba; sentía su mirada clavada en su cuerpo y eso lo estaba poniendo sumamente nervioso; Luffy nunca había sido así, nunca había logrado ponerlo de esa manera. Law lo amaba y en momentos sentía los nervios y el miedo por el futuro de su relación, sin embargo en esa ocasión estaba seguro que existía algo distinto, algo extraño en Luffy que a él lo ponía inquieto y con unas tremendas ganas de huir… ¿huir de Luffy? Trafalgar inhaló ante esa idea, era una tontería; armándose de valor al entrar a su cuarto giró la cabeza para ver al pequeño quien no se había movido del mismo lugar. Y Trafalgar supo enseguida que era la sensación en su espalda: miedo.

Law no estaba seguro de haberlo visto. Fueron milésimas de segundo en las que creyó haber visto un destello rojo brillar en los ojos de Luffy, una mirada amenazante y una sonrisa perturbadora. Milésimas de segundo remplazados ahora por la eterna sonrisa del pequeño.

El ojigris tragó saliva, entró a su cuarto, tomo el celular y el abrigo, respiró profundamente para quitarse el desasosiego que lo invadía y salió de su habitación convencido de que Luffy no podía infundir miedo, Luffy era Luffy, su Luffy y no existía razón para temerle.

 

—Te digo que estoy bien y vas a llegar tarde al trabajo —Luffy seguía refunfuñando dentro del elevador; de un lado a otro dentro del pequeño cubículo trataba de entretenerse y convencer al mayor.

—Por mi trabajo no te preocupes, ya pedí permiso para faltar —contestó con el móvil en la mano, al final no le quedó de otra más que mandarle un mensaje a su superior—. Y creeré que estás bien cuando un doctor me lo diga —continuó hablando un tanto dolido, él era doctor, pero como el pequeño parecía no querer acercarse mucho menos lo dejaba revisarlo.

Luffy hizo un mohín y observó los luminosos números rojos arriba de la puerta, ya estaban en el tercer piso. Se recargó en la pared posterior al lado de Law y se quedó en silencio solo moviendo los pies, nervioso.

—Torao… —habló. Llegaron al primer piso— No necesito ir al doctor porque… —la puerta del ascensor se abrió en el estacionamiento, Law salió sin tener intenciones de escuchar más excusas.

—Vamos —dijo. El ojigris se detuvo al ver que Luffy seguía dentro mirándolo con angustia— ¿Luffy?

—Torao… yo soy un vampiro —confesó. Law arqueó una ceja y agachó la cabeza mirando a todos lados.

—Eso es lo más estúpido que me has dicho —respondió exasperado.

—¡Es verdad! —gritó y al momento de querer salir del elevador las puertas se cerraron.

Law se llevó una mano a los ojos. La preocupación por ver tan distinto a Luffy y el miedo que pudo haber sentido se combinaron con el enojo de saber las excusas que ponía el chiquillo; suspiró consternado cuando un fuerte golpe metálico se escuchó proveniente del interior del ascensor. Law lo miró expectante y no pudo evitar sobresaltarse al ver como una mano se abría paso entre las puertas de metal, atravesándolas. El ojigris dio un paso atrás al ver que la mano causante del agujero agarraba una puerta mientras que otra mano sujetaba la puerta contigua y abrían el elevador a la fuerza.

Luffy salió entre la puerta destrozada. Pero no era Luffy, era algo más, algo fuerte y sofocante, algo salvaje que buscaba una presa.

Law cayó al piso al ver los ojos rojos de Luffy, su Luffy. Abrió la boca no para gritar o pedir ayuda sino para tener un poco de aire que llegase a sus pulmones y obligarlos a funcionar ya que por el peso del terror su pecho se había tensado tanto que respirar era difícil. Law no sintió las pequeñas gotas de sudor que recorrían su nuca, ni la aprensión en el estómago que era tan grande que parecían nauseas, tampoco sintió ni pensó en el momento en que su mano se adentraba en el bolsillo del pantalón para sacar el trozo de vidrio que tenía guardado. El ojigris tomó el vidrio con ambas manos y lo puso entre Luffy y él, ni siquiera se dio cuenta que sus manos no temblaban, toda su atención estaba puesta en Luffy.

—Soy un vampiro, Torao —dijo el pequeño. Su voz cargada de tristeza contrastaba enormemente con la mirada de perturbador carmesí.

Todo ocurrió en menos de un segundo. A una velocidad impresionante, Luffy le arrebató el vidrio de las manos, lo tomó de las muñecas y lo empujó con tal fuerza que Law sintió un leve crujido en su cabeza al tocar el suelo. Trafalgar cerró los ojos por el golpe y al abrirlos se encontró con el rostro del pequeño encima de él, con la mirada cargada de instinto asesino, la presencia de un animal salvaje y la boca abierta mostrando los colmillos extremadamente largos.

Law quedó en shock y Luffy al verlo sintió que algo volvía a hacer conexión en su mente, se levantó un poco sin soltar al ojigris y cerró la boca hasta formar una fina línea con los labios. Soltó a Law, se levantó y huyó del lugar.

Law no se movió de donde estaba, trataba de normalizar la respiración y de poner un poco de orden en sus pensamientos que se negaban a creer lo que acababa de vivir. La adrenalina poco a poco desaparecía dejándolo exhausto y adolorido. «Un vampiro…» pensó y una oleada de pavor le atravesó el cuerpo. «Un vampiro»

—Luffy…

Notas finales:

Gracias por leer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).