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Lo dulce de la vida por ninnae

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Notas del fanfic:

Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.

Notas del capitulo:

Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.

 

Hola, quería traer esta nueva historia, espero les guste :3. Son drabbles muy sencillos. 

Parte #1: Café y picante

 

Un sensual y picante olor a café recién molido cubre la cafetería que Milo visita cada día luego de una larga y exhausta jornada de trabajo. Al llegar se acerca al mostrador y con una sensual sonrisa pide lo de habitual, un café cargado y una porción de tarta de manzana. Milo con familiaridad se sienta en su lugar de siempre, la tercera mesa desde la puerta que da hacia la ventana, pero que también tiene vista hacia el mostrador. Allí donde se halla el apuesto chico de cabello aguamarina que lo atiende cada día. Sin duda es su paisaje favorito. Milo le sonríe cuando el chico detrás del mostrador mira en su dirección, el griego juguetón le sonríe mientras se entretiene con su cabello como en una invitación a tocarlo y averiguar los secretos que guarda bajo él. Milo lo observa con ojos brillantes, Camus se ha vuelto su obsesión.

 

El olor a café recién molido vuelve a llenar sus fosas nasales, el griego vuelve a sonreír al escuchar el agua de la cafetera hervir. Milo ama el café de ese local. Las manos del joven de cabellos aguamarina cogen la cafetera y preparan el café negro que Milo desea. El griego ama el café de ese local que es preparado por las manos de Camus.

 

El pedido de Milo llega minutos después, por la manos del mismo Camus, quien tuerce su estoico rostro en una extraña sonrisa, sonrisa que sólo nace en presencia de los cabellos azules de Milo, el intenso aroma a café y la dulce tarta de manzana recién horneada. Milo contesta con una nueva sonrisa y tiende su mano para coger el café, no sin antes voltear hacia quien lo flechó con su extraño caris y sería actitud.

 

—Gracias Camus —pronuncia con tono risueño y gentil—. Tú café es algo que amo.

 

Aquella fue una tarde más de café de aroma delicioso y picante, una tarde donde pudo probar el café que tanto amaba preparado por las manos de Camus

 

*~*~*~*

 

Parte #2: Entre la acidez y la dulzura



La mañana se escuchaba levantarse con el susurro de una suave brisa, mientras los pájaros gorjeaban ante la salida del Sol. Era una mañana de fin de semana mientras Milo corría por la ciudad a través de un frondoso parque, el sendero de altos arboles finalizaba en una poco concurrida calle frente a una pequeña cafetería, aquella cafetería que siempre visitaba entre días de semana, aunque en muy contadas ocasiones también solía visitarla entre días no laborales. Aquel era uno de esos días. Cansado se detuvo al lado de un árbol para recuperar su respiración, encorvándose sobre sus rodillas para paliar el cansancio. Cuando se hubo recuperado Milo fijó su vista sobre la conocida cafetería, sonrió en anticipación. Portando una musculosa roja y su pantalón corto de colora azul ingresó por la puerta de la cafetería. La conocida faz lo recibió con un saludo genérico hasta que se percató del dueño de la sonrisa. Camus devolvió el gesto imitando la sonrisa del heleno.

 

¿Qué sabía Milo de Camus? Aparte de que cada día se hallaba en la cafetería. Camus era un francés asentado en Grecia dueño de su propio local, durante los tres meses de visitar el lugar y una exhaustiva inspección de su parte logró conocer un poco del atractivo dueño del lugar que lo enamoraba con sus deliciosos café y tartas de manzana.

 

—Buen día Camus —mencionó con sonrisa destellante—. ¿Cómo te encuentras el día de hoy?

 

—Muy bien Milo —dijo con tono inusualmente cálido—. ¿Deseas lo de siempre?

 

Camus observaba a Milo de arriba a abajo por sus curiosas ropas, en cada ocasión lo había visto llevando ropas informales, sin embargo, aquel día… Se veía muy apetecible.

 

—No, me gustaría un jugo de naranja y una tarta de manzana con crema de durazno.

 

Camus asintió mientras Milo se incorporaba dirigiéndose hacia su mesa, en una rutina estudiada y siempre cumplida. Milo el comensal y Camus quien cocinaba para él.

 

Milo bebió con parsimonia su jugo de naranja, mirando de reojo a Camus, quien se movía por detrás de la barra organizando los dulces y pasteles. Camus era elegante en cada uno de sus movimientos, tanto que lo hechizaba con su solo andar. Con el tenedor a su lado tomó un trozo de la tarta untada con la crema, dulce y ácida, justo como su relación con Camus. El hallar aquel acogedor lugar fue fruto de la casualidad, recordaba con claridad el rostro mustio de Camus durante los primeros días, resistiéndose a sus intentos de coqueteo, y el vaso de café helado tirado sobre su persona por un comentario subido de tono. Simplemente fascinante para su persona. Camus para él era de corteza ácida, pero dulce por dentro, justo como la tarta que degustaba, una acidez que le costó mucho deshacer, a través de una actitud educada y risueña y con mucho tiempo por delante. Solo por aquel día seguiría observando a Camus, a la espera del momento adecuado para poder saborear el interior dulce que añoraba degustar.



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