Después de tratar por largo rato que Kagami entrase en razón y, conseguirlo, ya al ser de noche ambos fueron a la habitación para dormir. Como en otra noche, Aomine junto a él.
Pero el peli rojo tuvo que guardarse lo anterior visto. Solo tuvo que callar y apoyarse al pecho del moreno que con tanto cariño lo aguardaba.
Tragó en seco y cerró los ojos para conciliar el sueño lo más rápido posible. Sin notar, que los orbes azules de su compañero lo vigilaban con tanto sigilo, como siempre.
Llegó ya la mañana y Aomine tenía que hacer algo inmediatamente. Con cuidado movió al As de Seirin para despertarlo.
-¿Mmh? –Decía limpiándose la basurilla de los ojos.
-Tengo que ir a la escuela. –Le mencionó ya vestido. -… ¿Sigues escuchando las voces?
Kagami quedo inmóvil. Ya hace días que no los escuchaba pero si no mal recordaba era porque se encontraba al lado de su amigo.
Negó con la cabeza confundido. Aomine, como si de leer su mente hubiera, se alejó hasta la puerta aun viéndolo cuando Kagami repentinamente volvió a escuchar las voces haciendo que corriera hasta Aomine desesperadamente.
-Confío en ti pero debo volver a la escuela. –Decía acariciando su cabello. –No quiero que escuches las voces. –Inmediatamente giró su vista para ver la jeringa que se hallaba en la mesa de luz para insinuar a Kagami a también verla.
Los dos se quedaron estáticos. Aomine esperando la respuesta del peli rojo, y Kagami eligiéndolo. Sabía que no había de otra y la verdad es que no soportaba las voces.
-Está bien… -Murmuro para estirar el brazo y ver al peli azul tomar de la jeringa.
-Solo dolerá un poco. –Dijo, sabiendo el miedo que Kagami le tenía a estos instrumentos. Colocó lo más rápido posible la aguja escuchando un leve gemido del peli rojo para inyectarle la sustancia. Lo extrajo y ambos esperaban los efectos.
Taiga poco a poco empezaba a sentirse sin fuerzas cerrando los ojos encantadoramente para los ojos del moreno hasta que las fuerzas le abandonaron por completo para así Daiki acomodarle en su cama.
Se quedó mirándole por un rato, la vista era hermosamente excitante para Aomine. Posó sus dedos sobre los gruesos labios del bronceado, jugando por un tiempo con ellos hasta que se animo a introducirlo más a fondo, tocando su lengua, sintiendo su saliva.
Y eso fue lo que hizo, con sus dedos tomó un poco de saliva para llevarlo a sus propios labios y lamerlos, consumiéndolos tan entusiasmado, tan desesperado. Se acercó a sus labios y tomó su rostro acariciándolo como un pequeño baile, empezó a lamer sus labios y se adentró para besar profundamente la boca del peli rojo.
Llevó sus ojos hacia atrás ante el placer que sentía, que lo sumergía.
Decidió parar para no hacer algo de lo que se arrepintiese luego, tomando desesperadamente aire. Miró por última vez al peli rojo sabiendo que estaría buen tiempo así para salir y, no sin antes, ver a uno más de allí.
Abrió la puerta lentamente viendo al rubio morderse el labio, parecía furioso, ya no lloraba.
-¡Hey, Kise! –Gritó llamando la atención del modelo. –Luego te doy de comer. –Dijo burlesco para cerrar y salir ya de una vez de la casa.
-“Vamos a ver si esta me lo descubre Seijûrô.” –Se dijo sonriente mientras caminaba algo feliz por la vereda de su vecindario.
Se le borró instantáneamente la sonrisa al pensar un poco, la verdad era que era más temprano de lo común, todavía nadie entraba a clases y el sol recién empezaba a salir. Sentía pena por Kagami, él ya no podía distinguir entre la noche y el día. Dio un suspiro y tomó el tren para otra dirección llevando algo esencial.
Una vez llegado, sonrió un poco, tomó aire fresco y corrió lo más rápido posible chocando con alguna gente. Corrió y corrió viéndose desesperado hasta que llegó a su destino y golpeó la puerta aceleradamente.
-¡Akashi! ¡Akashi! –Gritó hasta escuchar los pasos del emperador para abrirle la gran puerta.
-Daiki ¿Qué pasa? –Preguntó algo malhumorado.
Al abrir la puerta, pudo ver de reojo que se encontraban allí Murasakibara e Himuro con sus respectivos uniformes.
-¡K-Kise, lo secuestraron! –Gritó a toda voz dejando perplejos a los tres.
-¿Qué? –Se levantó del sofá un Himuro alterado.
Aomine extendió su celular para hacerles escuchar el buzón que le había dejado el rubio.
-… ¡Aomine! ¡Por favor, ayúdame! ¡Aah! ¡Me-Me están…! ¡Ayúdame Aomine!
Luego de eso se cortó la llamada dejando a un insatisfecho Akashi.
-¡¿Por qué no contestaste?! –Le gritó el peli rojo.
-¡Estaba cargando el celular!
Así Akashi tomó este para dejarlo sobre la mesa y llamar a quien sabe quién.
-¿Papá?
Luego de esto se quedaron esperando a que el peli rojo dejase de hablar por teléfono pero había alguien que no desquitaba la vista del moreno.
-¿Por qué te descontrolas tanto por la desaparición de Kise y no por la de Taiga? –Habló Himuro desafiándolo.
Miró de reojo el moreno pero no quitaba su expresión. -… Supongo que ya te enteraste sobre el tipo de relación que llevaba con Kise.
-Lo tengo muy en claro, pero aun así… Taiga y tú eran amigos desde pequeños. No entiendo porque te mostraste tan indiferente. –Empezó a subir el tono de voz y acercarse al más alto.
-¿Eh? ¿Amigos desde pequeños? –Preguntó cambiando su expresión a una confundida.
El otro abrió los ojos como platos por lo dicho del moreno.
-No sé de qué me estás hablando. -Esa fue la gota que derramó el vaso.
Himuro con tanta rabia corrió hacía a él para propinarle una bofetada que se escucho por toda la sala.
-¡Hijo de puta! ¡¿Por qué te haces el desentendido?! -El peli lila lo tomó para que no hiciese algo alejándolo de un Aomine confundido.
-¡Muro-chin, cálmate! –Gritaba el más alto cuando el peli negro pudo ver que Akashi ya había cortado y lo miraba algo desentendido al igual que el moreno.
Sabía lo que quizás intentaba hacer el oji azul, se dio cuenta.
-¡No estoy loco! ¡Sé que ellos fueron amigos! –Así con esto Murasakibara salió junto a un lloroso Himuro de la mansión. –Atsushi, lo que digo es verdad, tienes que creerme.
-Te creo Muro-chin, yo te ayudaré. –Decía tragando en seco.
Akashi miro instintivamente a Aomine. Pues, la versión de él tenía más lógica y estaba la llamada de Kise como prueba, sería tonto querer inculparse. Mientras que la relación entre Kagami y Aomine, era un caso aparte. Ahora… solo debía hacer un chequeo de todos.
“Cartas.”