Sus labios rozaban, de un lado a otro, como si quisieran contener todo el deseo que se tenían uno por el otro. Sus ojos chocaron con el otro, mirándose así por un largo rato, un rato que parecía eternidades.
De vez en cuando sus miradas iban hacía los labios del otro y volvían nuevamente hacía sus ojos. Podían sentir el caliente de sus respiraciones chocar, solo se podía oír eso.
Y el primero quien rompió esto fue Kagami, se lanzó al peli azul besando finalmente esos labios que siempre vio apetitosos, subió sus manos por los hombros de Daiki para tocar su ancha espalda, introdujo su lengua por su cavidad bucal para entrelazarse junto con el de Aomine.
Y la pantera no se quedó atrás, tiró suavemente a Kagami sobre la cama para empezar a pasear sus grandes manos por sobre el cuerpo de porcelana de este. El beso se hacía más profundo, dejando salir hilillos de salivas y gemidos de parte del tigre.
-A-Aomine… -Rompieron el beso para tomar aire pero Aomine rápidamente bajo por su cuello para besar y dejar marcas de propiedad, comenzó a acariciar los pezones de Kagami con sus dedos, empezó a chuparlos, succionarlos.
-Aomine…
Flashback.
-“Tú… los mataste.” –Palabras tan pequeñas que dañaron tan enormemente a Kagami.
-“Tus ojos no eran los tuyos, me dijiste que hiciste algo malo y… encontré el cuerpo de Takao tirado en tu escuela. Limpié todo rápido y sepulté el cuerpo.”
Fin del flashback.
Arqueó su espalda cuando sintió una presión húmeda rodear sobre su miembro, bajó su vista observando que el oji azul se hallaba ocupándose de esta. Subiendo y bajando, enviándole cargas eléctricas placenteras a él, un placer que nunca había sentido.
Pero, sus lágrimas sorprendentemente salieron para viajar sobre sus mejillas, lo que estaba haciendo en ese preciso momento, lo que estaban haciendo, le ocasionaba una pelea entre lo desconocido dentro de Kagami. Una pelea que quería detener.
-Te amo.
Su piel se erizó, se detuvo impactado y miró a Kagami confundido.
-Te amo. –Lo miraba desde abajo, con lágrimas en los ojos, con las mejillas sonrojadas, con una vergüenza inmensa, soltando esas palabras tan llenas de emociones.
Emprendió un viaje hacía sus recuerdos.
Cuando él y Aomine eran tan pequeños, tan llenos de inocencia, cuando no importaba nada más que ellos.
El último abrazo que se dieron cuando Kagami tenía que emigrar a los Estados Unidos.
Las numerosas cartas que recibía cada día y que leía con tanta emoción como ningún otro.
Aquel día en que el moreno se enfrentó cara a cara con él en un one vs one, determinando sus habilidades extraordinarias, algo diferente por fuera pero que tenía la confianza de que aquel niño que le enviaba cartas permanecía allí dentro.
Los zapatos que le había regalado, todo lo que le enseñó, todo lo que le contó, y ahora, todo lo que había hecho por él, aun siendo que se ensuciaría sus manos también.
Siempre, siempre, lo amo.
-Te amo…
Aomine quedo en shock al ver en tal estado a su querido, levantó sus cejas demostrando preocupación para escuchar lo que el peli rojo le diría.
-¿Por qué… por qué hiciste eso por mí?
Se acercó a su rostro para limpiar sus lágrimas y verlo profundamente a los ojos.
-Porque te amo, porque quería protegerte… porque eres tú, Kagami. Yo, haría cualquier cosa por ti.
Rompió en llanto pero besó a Aomine como nunca jamás lo haría con otra persona, lo abrazó con una fuerza que ni él mismo conocía. Aomine se deshizo de toda su ropa, de ambos, para estar completamente desnudos entre ellos.
-Siempre te ame. –Llevó un dedo sobre la entrada del peli rojo para empezar a introducirlo sacando un gemido doloroso de este, con el tiempo fueron dos y por último 3, entrando y saliendo para prepararlo. –No sabes cuánto espero por esto…
Kagami se sujetó más sobre él, lo miró de una manera tan vulnerable, como si él fuera su salvador.
Se adentró lentamente sobre la húmeda y apretada entrada, logrando que Taiga gimiera su nombre, hasta llegar en su totalidad. Los dos respiraron de manera agitada mientras Kagami se removía y acostumbraba. Aomine lanzó un gemido, más como, un placer, una satisfacción que había esperado en toda su vida y había conseguido.
Acariciaba los muslos del tigre para relajarlo pero Kagami buscaba sus labios para comenzar a besarse tiernamente, pacientemente.
Empezó a penetrar suavemente sintiendo como la entrada de oji rubí lo succionaba de una manera que lo mataba, hasta llegar a un punto en el que los gemidos de su amante empezaron a ser de placer. Embistió, al contraria de como pensaría cualquiera, de forma lenta y seductora, mientras sus labios aun seguían unidos en un beso que ninguno quería romper.
Hasta que ambos se vinieron arqueando sus espaldas y recostándose cansados sobre la cama, Aomine sobre Kagami quien sentía como la esencia caliente se escurría sobre su entrada.
Sus respiraciones se escuchaban agitadas. Esa noche, esa noche se habían fundido en uno, los dos se volvieron a mirar de una manera que nunca lo habían hecho, con un sentimiento tan fuerte e irreconocible para ambos, o por lo menos, para Kagami.
-Siempre… te voy a amar. –Fue lo último que dijo el de Seirin.
“Televisión.”