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Una Batinavidad por Nero Sparda

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Notas del capitulo:

Esta historia ya la había subido a mi cuenta de Wattpad bajo el pseudonimo de Anaxkolasi, está inspirada en un rol por facebook que tuve con el pequeño Damian. 
Espero que no le moleste que lo haya tomado como idea principal para este fic.

Baby-Bat, eres adorable, y te extraño <3 

No era algo muy común ver a Jason Todd deambulando a tempranas horas de la mañana por aquella vieja mansión. Tenía demasiados fantasmas ocultos en las sombrías paredes, cada recuerdo, cada risa que parecía hacer eco para torturarlo.

Allí seguía el mismo sofá donde tiempo atrás se acurrucó resfriado, donde miró una película con Bruce Wayne cuando este volvió queriendo hacerle compañía y terminó dormido sobre su hombro. También seguía intacta la habitación donde estuvo insomne contemplándolo todo la primera noche que le acogieron, sin poder creerse su buena suerte, donde pasó muchas más estudiando o descansando tras largas jornadas patrullando la ciudad, allí sobre esa cama sintió la euforia de saberse perteneciendo a algo, a un propósito mucho más grande que él y que todo, donde conoció el sentido y pensó que lo vivido tiempo atrás con su madre drogadicta había valido la pena, al menos un poco, pues esos fatídicos momentos le llevaron a Batman, a ser Robin, el justiciero compañero.

Esa casa donde se hubo derrumbado todo, desde sus esperanzas hasta los sueños, donde abandonó al crédulo niño y nació esa criatura llena de ira y sedienta de venganza contra alguien que, si bien pudo evitarle el mal trago, no lo hizo, lo dejó caer como todos los padres dejan caer a sus hijos.

No se culpaba por haberse ilusionado tanto, entonces todo parecía un maravilloso sueño del cual estaba a nada de despertar, no todos los días un huérfano como él terminaba cuidado y protegido por Batman o bien, Bruce Wayne, el playboy millonario.

Ningún niño jamás comprendería las maravillas que contempló o sintió, luchando al lado de quien más admiraba y muriendo con intención de honrar ese traje y su significado.

Tantas cosas, tanto tiempo, todo oculto en grises muros que parecían llorar por todas las tragedias, guardar tanto como su propietario.

Pero Jason no estaba allí para sentir lástima del niño que fue o el hombre que pretendía ser ahora, quería largarse lo más pronto posible y sus propias heridas le mantenían atado al lugar que abría otras más, mucho menos visibles pero aún presentes. Esa fecha tampoco le ayudaba, ¿por qué infiernos se le había hecho buena idea perseguir un maleante precisamente días antes de navidad?

No sólo por la nieve pura cubriendo la maldad de una ciudad insomne llena de pesadillas y tragedias, era que su mejor navidad, al menos aquella que no pasó preocupado por su madre o intentando sobrevivir, la tuvo allí, entre esos muros, con esas personas. No debería haber vuelto, no entonces, no herido e imposibilitado a marcharse, no cuando todos los Robin’s estaban bajo el mismo techo.

No cuando sentía su estabilidad agrietarse como si no fuese más que un castillo de cristal.

Pero entonces, cuando sombríos se volvían sus recuerdos y radicales sus intenciones, Damian apareció.

No lo escuchó venir, sólo lo vio deslizándose en la sala con ambas manos en la espalda, al parecer sosteniendo un misterioso paquete alargado. Jason se tensó instintivamente, buscando las armas que habían desaparecido esa misma noche de sus fundas, seguramente tomadas por Alfred para prolongar su estancia en la mansión o por Bruce, queriendo volverlo menos hostil.

El pequeño demonio sanguinario se veía sumamente tranquilo y eso lo inquietó aún más, no por nada era un psicótico homicida digno hijo de Talia. Curiosamente no tenía nada contra el Robin, pues sabía bien cuanto pesaba sobre sus jóvenes hombros un manto que, si la fortuna era buena, algún día le pertenecería.

No sólo era la sombra del murciélago sobre él, sino el no conocer realmente a Bruce, su padre biológico, ¿qué podía ser peor que eso? El intentar con todas tus fuerzas ser fuerte e independiente cuando no eres más que un niño buscando la familia y el amor que te fueron negados al nacer.

Jason lo entendía, a medias, pero sabía bien cuidarse del chico, sobre todo cuando pudo distinguir mejor lo que llevaba envuelto de forma tosca en papel de regalo con cinta adhesiva.

—Te tengo un regalo, aunque no lo creas— Y se la mostró, la palanca apenas disimulando su forma tras el colorido listón que le puso, con una sonrisa en su rostro que estaba llena de sarcasmo. —Feliz navidad “hermano” —

Típico. Bienvenido al hogar, dulce hogar.

Pero Jason se sintió reconfortado con aquella fría cosa sobre sus manos desnudas, porque era la distracción perfecta, el desligamiento que necesitaba del pasado, pese a ser momentáneo, apalear los molestos recuerdos con ella, ironía de ironías, el arma que le sumergió en la miseria y la ira ahora lo salvaba. No, había sido Damian, el pequeño al cual le daría una buena lección.

Ni siquiera necesitó abrirla, el papel estaba mal pegado con cinta, incluso apreció el detalle pero no se detuvo a pensar en el tiempo que Damian pudo haber estado buscando la palanca, escogiendo su envoltura e incluso pensando en él, esperándolo.

Jason atacó, porque eso se le daba bien. Golpeó al pequeño Wayne y rezó internamente para que este se lo devolviera con todo, porque su intención nunca había sido matarlo, no así, no le regalaría a otro ser humano una muerte tan patética y dolorosa, una agonía tan profunda que incluso en ese momento lo hacía sentir sucio, con la rabia siendo el catalizador perfecto para traerle desde la tumba.

Damian no le decepcionó, esquivó ágilmente los primeros golpes aunque uno de ellos terminó por alcanzarlo cuando se cubría con ambos brazos, haciéndole emitir un débil sonido de dolor, la réplica que hizo a Jason retroceder seguido por un jarrón volador que casi aterriza sobre su cabeza.  

Le siguieron muchos otros muebles antes de que Damian finalmente alcanzara una katana y la lucha se igualara entre ambos.

—Envolví eso yo mismo, hasta busqué la réplica de la palanca original…y me lo pagas así— No parecía estar reprochando su resultado, sino más bien mostrando entera satisfacción ante la reacción causada en el mayor. Había logrado molestarlo. — ¿Quieres que vuelva a patear tu trasero?

Quería sólo escapar del recuerdo, de saberse insuficiente para quien tanto admiraba, que jamás llegaría a verlo con el mismo cariño que él le tenía. Quería olvidar y no había mejor manera que blandir las armas y alzar los puños contra cualquiera en su camino.

“Nunca fui suficiente” “Me reemplazaste, me enterraste y ni siquiera te importó vengarme”.

“No te importó mi dolor”

— ¿Pero qué dices? Yo sólo te estoy demostrando mi agradecimiento, mi cariño…no te muevas—

Estaba bien entrenado, como Robin y Red Hood era un completo peligro, pero no contaba con todas sus armas ni tampoco estaba realmente intentando matarlo, sólo blandía la palanca esperando romperle algunos dientes y defenderse de la katana que ya había penetrado en su carne, unas cuantas heridas sumadas a las anteriores sin cerrar. Tardaría más en recuperarse. La sala estaba hecha un desastre y seguramente Bruce lo culparía como siempre.

Pero no importaba.

Mientras peleaba con Damian y terminaba echando a este sobre la alfombra, inmovilizando hábilmente sus manos y la katana en ellas, se sintió a gusto, se sintió reconfortado. Como si el pequeño Wayne hubiese adivinado cuán difícil era para él mantenerse en esa mansión y ser el hijo rebelde, el despreciado que vuelve al redil, e intentase a su manera darle la bienvenida, ayudarlo.

Una estupidez, pero Jason lo pensó, ¿y qué? Era una maldita navidad, uno puede pensar cosas ridículas como viejos gordos vestidos de rojo o hermanos menores intentando distraerte.

Tenía ambas manos sobre la cabeza despeinada de Damian, sostenidas por su diestra, descansaba medio sentado sobre el plano vientre del niño para que tampoco pudiese patearlo. Él forcejeó nada a gusto con su inmovilidad e indignado al ser vencido por alguien que consideraba inferior.

Jason sólo suspiró. Tenía sangre manchándole el brazo y seguramente necesitaría más puntadas sobre las que Alfred le había hecho esa misma noche, pero valía la pena, mejor un dolor externo que su autocompasión y miseria.

— ¡Suéltame ya, idiota!

Seguía removiéndose insistente, jalando sus brazos que estaban a nada de zafársele. Jason apartó de golpe la katana y la envió directo a un antiguo cuadro, en la pared contraria. Seguramente Alfred estaría consternado por la pérdida, pero justo entonces, robando un pequeño minuto a los recuerdos, el pasado y las responsabilidades, Jason se permitió ser pequeño y sentir cierta empatía, mirar con otros ojos al pequeño demonio que estaba bajo él. Los ojos claros, ese parecido a su progenitor, la diferencia clara en cuanto a carácter y esa necesidad que conocía perfectamente, por complacerlo.

Llevó la mano libre a su naricita respingona, apretándola hasta enrojecerla, permitiéndose burlarse del chico aunque seguramente lo asesinaría más tarde mientras durmiese.

Era su modo de agradecerle por salvarlo de los malos recuerdos, también por recordarlo y ponerle esfuerzo al regalo. Ellos dos, tan diferentes pero a la vez tan similares…

—Feliz navidad Damian…ya te conseguiré algo bonito, dime ¿te gustaría un disfraz de conejito que vaya a juego con tu naricita?

Eso bastaba. El menor se removió con mayor fiereza, gritando algunos cuantos insultos y amenazas que no dudaba pudiese cumplir. Jason estaba complacido: había despertado al hijo del demonio.  

 

 

 


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