*Toc, toc * Mi mano hecha puño tocó la puerta color café oscuro.
Casi en el mismo segundo en que yo toqué, una señora –igual de blanca que su hija- abrió con rudeza y desesperación la puerta.
-¡Mina!-dijo en un tono bastante fuerte, casi gritando. La adorable señora salió rápidamente y abrazó a su hija. –Qué bueno que estés en casa.
-Aquí se la traje, sana y salva –sonreí. Dejé que Mina se apoyara sobre los hombros de su madre.
-Muchas gracias. Ven, pasa adelante- en su rostro se dibujó una relajada y dulce sonrisa.
-Ahh, no, no hay problema. So…solo vine a de…-me interrumpió y jaló de mi brazo mientras decía “Entra” Dios de la pena, ayúdame. Yo no tenía que haber entrado a su casa, y mucho menos, tenía que tener una taza de chocolate caliente enfrente de mí.
-Y bien, ¿cómo la pasaron? –la señora se sentó en uno de los suaves sillones de tela que estaban en la sala. Enredó sus dedos sobre la oreja de la taza y tomó un pequeño sorbo de la caliente bebida.
-A…ah…Muy bien, muy bien. Divertido, bailamos mucho.-sonreí lo mejor que pude, pese a estar extremadamente nerviosa- Su hija creo que la pasó bien.
-Qué bueno. Me alegro. Yo quedé totalmente preocupada, te lo debes imaginar. –su voz sonaba tranquila.
-Sí, no hay de qué preocuparse. Mina es muy responsable-mentí un poco. Tragué saliva y miré el líquido café dentro de mi taza; el chocolate caliente nunca fue de mis bebidas favoritas. Tomé la taza y di un largo trago. No sabía mal, es más, el chocolate pasó a través de mi garganta y la calentó; se sintió relajante.
-Eres la mejorcita que Mina ha traído. Ella siempre ha sido así, nunca me cuenta cuando consigue una nueva novia. –se quejó la señora. Sentí como sus ojos me observaban de pies a cabeza.
-¿Ah?-casi escupí el chocolate cuando escuché eso. ¿Cree que soy la novia de Mina? Bueno, eso es razonable, pero no quita el hecho que mi corazón haya hecho un fuerte “bum” cuando lo dijo.
-La anterior parecía hombre igual que ella. Además, era muy maleducada. Ay, ¡no! Andrea, creo que se llamaba. No, ella no me gustaba para nada-dijo. Su voz antojándoseme graciosa, sonaba como si realmente no le agradará la tal “Andrea”.
-Emm… Jajaja, está confundida, yo no- traté de aclarar, pero la peculiar señora siguió hablando.
-La anterior a esa fue una de las mejorcitas. Fátima. ¡Ella sí! Era bonita, cabello rojizo y pecosa. Muy bien parecida. -hizo una mueca con sus finos labios que me causo gracia, levantaba sus labios y los juntaba como si fuera a tirar un beso.
¿Estoy en la casa de la chica que me gusta, tomando chocolate caliente con su mamá, hablando de sus ex novias? Lo más gracioso de todo esto, es que la afectada -Mina- esta acostada en el sofá de a la par, profundamente dormida e ignorante de la situación.
-Jaja-reí suavemente, cubrí mi boca con una de mis manos, para aminorar el sonido.
-¡Oh! No lo digo para que sientas celos, por favor no me malinterpretes- dijo algo alterada- Estaba a punto de decir que Fátima utilizaba a Mina, o por lo menos eso sentía yo. Y ya sabes que las madres no nos equivocamos con esas cosas.
-¿Enserio así parecía? ¿Por qué?-pregunté, obviamente interesada. Que ella piense que yo soy la novia de su hija no me molesta en absoluto.
-¡Sí! Mina siempre ha sido algo fría con las personas, pero con ella era un poco más cariñosa–Agh, okay, tengo que admitir que eso me asqueó por completo. Soy celosa, por dentro, pero muy celosa. –La chica no valoraba eso. La trataba sin amor, y yo sé que Mina sufría con ella. –la voz de la señora resonaba en mis oídos, pude notar un deje de tristeza en lo que decía.
-Ahh, cuanto lo lamento. –dije con total sinceridad. No creo que ver que la pareja de tu hija le haga daño, sea lo más placentero para un madre.
-Pero tú no te ves así-su cara denotando una mezcla de complicidad y alegría.
-Yo no soy la novia de Mina-solté amablemente, mis ojos miraron con cariño a la adorable señora que tenía enfrente. Y mis hombros se relajaron luego de decir aquello. Vaya, no me había dado cuenta de lo tensa que estaba.
-¿Ah no? Ayy, Dios mío. Cuanto lo siento, que pena. –sus movimientos se volvieron un tanto erráticos. Colocó su mano sobre su pecho y se volvió a disculpar conmigo- De verdad qué vergüenza.
-No tenga pena. –Reí con energía- Enserio no tiene porque disculparse. Además, me parece muy interesante hablar acerca del pasado de Mina.-sinceré. Luego de unos segundos de silencio, que se sintieron como eones para mí, la señora continuó hablando.
-¿Son solo amigas?-el tono de “doble sentido” que empleó en la pregunta me pareció gracioso.
-Sip, solo amigas. –sonreí. Creo que soné un poco nerviosa, ¡Mierda Ana! ¡No seas tan obvia!
-Ya veo- sus ojos café claro (Mina debió heredar los suyos de su padre) me miraron inquisitivamente.
-Bueno, ya es muy tarde. Creo que debo retirarme- apoyé ambas manos sobre los lados del sofá y me levanté. –Muchas gracias por todo. El chocolate estuvo delicioso-dije mientras le entregaba la taza medio llena de la bebida mencionada. –Disculpe si no me la terminé, pero vengo con ganas de ir al baño y si tomo algo más, estallaré- mentí, mientras le ofrecía una amistosa y algo avergonzada sonrisa.
-Aquí hay servicios, entra-sin más, tomó mi brazo y me llevó a su baño. –Allí hay papel-sonrió y cerró la puerta.
-Uffff- exhalé un profundo y largo suspiro. Esta situación me puso muy nerviosa. Me senté un rato sobre el inodoro, que tenía la tapa cerrada. Afuera se escuchaban los sonidos de las tazas lavarse.
Mina, en lo que me metes. Niñita fea.
Dejé pasar unos breves minutos y salí del baño. La mamá de Mina acababa de terminar de lavar la segunda taza en la que sirvió el chocolate. Ah, Me gusta el sonido de la porcelana chocar contra el metal.
-Bueno, muchas gracias por todo.-incliné mi cabeza, casi imperceptiblemente.
-Gracias a ti, por cuidar a mi hija-sonrió. Su sonrisa era linda, no tanto como la de Mina, pero seguramente de allí la sacó.
-No agradezca –respondí, devolviéndole la sonrisa.
* * *
El sonido de mis zapatos crujiendo contra las pequeñas piedritas del suelo retumbaba en mi cabeza; el viento soplando con fuerza, moviendo las hojas de los árboles. Giré mi cabeza, para observar a lo lejos la casa de la que acababa de salir. Color hueso, ¿eh?
Saqué de mi cartera un cigarrillo y lo coloqué entre mis labios; saqué también, un encendedor negro. Luego de darle una buena bocanada, expulsé el humo que estaba dentro de mi boca. Este se elevaba, ondulante, hacía el oscuro cielo estrellado.
Todo se siente tan tranquilo así. Solo yo, en la calle, con el aire fresco de la noche rozar mi cara. No cambiaría nada. Bueno… tal vez una linda chica de cabello corto caminando a la par mía no estaría nada mal. Las dos en silencio, mientras vamos sin rumbo, solo yendo hacia adelante.
Si me preguntan cuál es mi escena perfecta en la vida, pues es esa. Soy una persona que disfruta mucho de la soledad. Tengo mis momentos de estupidez, pero la mayoría del tiempo, el estar sin gente me es muy relajante. La imagen perfecta de mí siempre ha sido caminar, sola, en la noche o en el día. Con la naturaleza alrededor mío, nada más.
Aunque debido a cierta nenita esa imagen ha cambiado un poco.
No me molestaría tenerla al lado mío en estos momentos. Jajaja, es estúpidamente gracioso.
Eso no pasará.