Era una noche muy bonita. Los árboles se movían al compás del viento, algunas estrellas brillaban en el oscuro cielo y todo estaba tan tranquilo…por fuera.
Para mi decepción, dentro del hotel en el que me hospedaba, había una gran fiesta. Los turistas con los que había llegado a Colombia, estaban bailando como locos, cantaban, reían, y la música sonaba por todo el lugar. Ciertamente no me molesta esta clase de relajo, es más, lo disfruto…pero, ahora era una de esas noches en las que solo quería mirar el cielo y sentir el aire acariciar mi cara.
“I'm down to my skin and bone; and my mommy, she can't put down the phone…” comenzó a sonar la canción “Ease” de Troye Sivan en mi teléfono, desbloqueo rápidamente la pantalla, encontrándome con el nombre de mi amiga Sandra en él.
-¡Hey! ¡Hola!- saludé alegre. Ya había pasado fuera del país 1 semana y dos días.
-Hola, ¿Qué tal te va?-preguntó animada la chica. Me costó un poco entender lo que había dicho, debido al volumen de la música.
-Espérame –dije mientras salía de la ruidosa habitación. Quedé en el centro de la sala de estar que estaba frente al cuarto - ¡Bien, ahora sí te escucho!-sonreí. Sandra y yo hablamos un buen rato; le conté cómo me la estaba pasando en el viaje y ella me contó todo lo que había hecho en esos días.
-Qué bueno que te las pasado bien-dijo.- ¡Pero no fue por eso que te llamé!-su voz me sonaba entre emocionada y pícara.
-Ahh, ya decía yo. No acostumbras a llamarme cuando estoy en el trabajo. ¡A ver! ¿Cuál es el chisme?-pregunté notoriamente interesada. Me picaba la curiosidad desde el momento en que vi su nombre en la pantalla de mi celular.
-Apuesto que te pondrás feliz-pude sentir como sonreía maliciosamente detrás de la línea. – ¿Adivina quién preguntó por ti esta mañana?
-¡¿Quién?!-me quedé unos segundos pensando, sinceramente nadie se me venía a la mente.
-¡No te hagas! Hablo de la chica de cabello corto, obviamente-dijo, como si fuera lo más predecible posible.
-¡¿QUEEEEEÉ?!-grité anonadada. Sentí que mi corazón dio un vuelco. Inevitablemente, una gran y boba sonrisa se dibujó en mi rostro. ¿Ella preguntó por mí? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Cómo fue? ¿Segura que fue ella? ¿Qué te dijo? Todas esas preguntas bombardearon mi cabeza, y rápidamente salieron disparadas de mi boca, como si fueran balas.
-Tranquila, tranquila-se burló Sandra.-Ahorita te cuento. –Inhalé una excesiva cantidad de aire, buscando relajarme. ¿Ustedes no se emocionarían si la chica que les llama la atención, pregunta por ustedes?
~*Flash-back*~ (Recuerdo de Sandra)
Me encontraba trabajando-como todas las mañanas-, dejando una orden en la mesa correspondiente.
-¡Sandra!-gritó una dulzona voz. Giré para ver quién me llamaba. Era Margaret, una compañera mía. A la par de ella se encontraba la chica de cabello corto.-Ven un momento- me llamó feliz, haciendo con su mano un gesto para que me acercara.
-¿Qué pasa?-pregunté seria pero interesada. La pelicorto se veía bastante apenada. Si no me equivoco, la escuché murmurar muy suavemente “No era necesario que la llamaras”
-Es que esta chica quiere saber dónde está Ana –dijo Margaret, con su característica tranquilidad.
-No es que quiera saber dónde está-replicó la chica de cabello corto.-Solo que no la he visto por varios días y...-se quedó un momento en silencio, como si pensara muy bien lo que iba a decir-Pensé que podría haber muerto. Como a mí me gustan esas cosas de fantasmas y eso…Me pareció interesante saber si había muerto, solo eso.
-Ahh, claro-¿Qué pasa con esta chica? ¿Mentira más obvia no pudiste inventar?-Pues no, no está muerta. Lo siento mucho-dije sarcásticamente.-Esta fuera del país.
-Ya veo. Gracias-dijo nada más, y se fue de la cafetería; visiblemente avergonzada.
-¿Fui yo ó esa chica tenía la cara roja?-preguntó Margaret mientras tocaba una de sus mejillas con la palma de su mano.
-Se puso nerviosa porque me llamaste. De seguro quería saber acerca de Ana, pero no que todo el mundo se enterará de eso.-regañé a mi compañera- Siempre de imprudente.
-¡Pero si solo te pregunté a ti! Solo fuimos dos personas-reprochó Margaret, haciendo un pequeño puchero.
-El hecho de preguntar por alguien es vergonzoso. Ponte en su lugar.-la miré seriamente. Puse mi mano sobre mi cintura, queriendo parecer más severa.
~*Fin del flash-back*~
Después de escuchar el relato de Sandra, me quedé callada. ¿Qué podía decir? ¡Mina preguntó por mí! Me sentía como en esos memes que dicen que no saben qué hacer porque nunca habían llegado tan lejos. Una picante calidez aprisionó mi pecho, y de mi rostro no se borraba esa estúpida sonrisa.
-Ahh,…wow...-exhalé.
-Te has quedado muda-las acaramelas risas de Sandra sonaron al otro lado del teléfono -Bueno, ya me iré a dormir. Ya te dije lo que quería. Buenas noches.
-¡Buenas noches!-logré decir antes que cortara. Me quedé estática por unos breves segundos, con el celular en mi oreja y mi vista hacía el cielo. Wow. Definitivamente era una noche muy bonita.
Los días restantes pasaron tan lento. Fueron muy divertidos e interesantes, pero realmente quería regresar a casa pronto. Un divertido cosquilleo en la boca del estomago aparecía cada vez que pensaba en ir a la cafetería, pedir un delicioso jugo de naranja y ver llegar a la chica del pastel de fresa. ¿La veré pronto? ¿Hablaremos como aquella vez? ¿Será que quiere hablar conmigo? Tal vez era cierto…eso que solo le parecía interesante el hecho que morí. Mi cabeza era un desastre; a veces tenía la esperanza de volver a tener una conversación –aunque sea pequeña- con ella, otras veces mis pensamientos eran tan pesimistas al punto de “¿Y si muere en un accidente de tráfico o algo así? Yo misma me doy risa.
-¡Al fin llegué a mi casa!-me tiré de cara a mi suave y esponjosa cama. Aunque me guste viajar, lo qué más extraño al estar fuera es mi cama. Abrí mis ojos, mirando los souvenirs que traje, algunos de ellos para las empleadas de la cafetería. ¿Mañana la podré ver? Me di la vuelta, quedando mis brazos y piernas estiradas, mis ojos estaban fijos en el techo ¿Si la llego a ver, qué le digo? ¿Me acerco y le hablo? ¿La saludo o qué?
-¡Waaa! ¡Qué molesto!! ¡Pensar en estas cosas es molesto! -grité. Mis manos despeinaban mi cabello y mis pies se movían nerviosamente.- ¡De seguro mañana ni la veré! Estoy pensando demasiado en eso.
* * *
-¡Qué bueno verte, Ana!-Margaret me abrazó con fuerza, luego de recibir el souvenir que le traje.-Gracias por el llavero y la bolsa de café. Yo sé que no te gustan mucho los abrazos, pero a mí sí, así que te toca aguantar mis muestras de cariño. - bromeó. Su sonrisa me recordaba a la de mi mamá; dulce y gentil.
-Están muy bonitos los recuerdos que trajiste. A mí me encanta esta mochila-a Sandra parecieron gustarle su par de camisas y su bolso. Las miraba con atención. Espero que realmente le hayan parecido bien.
A todas las otras meseras con las que hablo solo les traje un llaverito en forma de Colombia. Lo que importa es el detalle ¿O no?
-Te traeré tu jugo de naranja-dijo Sandra, mientras se deslizaba a través de las mesas.
-¡Sí! Gracias- justo al momento en que terminé de decirlo…
*Tilín, Tilín* sonó la campanilla de la cafetería, inundando todo mi sentido auditivo. En un acto reflejo, mis ojos giraron con rápidez hacía la puerta, desesperados por encontrarse con alguien en específico. Oh, y allí estaban, esos dos orbes café oscuro.
Nuestras miradas clavadas una con la otra.
En ese breve segundo, el mundo fue… solo naranja y pastel.