“un acto de venganza escribe un capítulo nuevo…”
Julius no hablaba, nadie lograba sacar una palabra de sus labios, llevaba días sin comer y tenía la mirada perdida. Todos en la aldea estaban preocupados pues sabían que el chico había adoptado un voto de silencio una semanas antes, cuando sus padre fueron encontrados muertos.
La situación fue la siguiente, Julius se encontraba en la ladera con el pequeño rebaño de ovejas que tenía su familia que llegaban a 24 animales en total, las había llevado a pastar un poco alejado de su granja donde vivía con sus padres y se encontraba en el camino de regreso para meterlas en el corral, el chico amaba su vida en aquellas montañas tan tranquilas, él era alguien sereno e inocente que había sido bendecido al poder gozar de una existencia pacifica, le gustaba poder estar con aquellos animales tan frágiles que necesitaban ser protegidos, le gustaba el campo, la brisa fresca que llegaba a esas alturas, el verde de aquel lugar y la paz, y por ello se esmeraba tanto en cuidar a esas ovejas y ese lugar, pues sabía que era afortunado.
Ese día era particularmente frio, lleno de nubes grisáceas que cubrían todo el cielo y avisaban de una fuerte tormenta, Julius toco sus brazos sintiendo el frio calar en sus huesos, junto sus pequeñas manos y las froto rápidamente para darles un poco de calor, su piel estaba un poco pálida y translucida y pensó que tal vez necesitaba un poco de sol, pero dejo aquella idea en el aire cuando un mal presentimiento estrujo su corazón, así que se apresuró en volver con sus padres y terminar aquella tarea, de pastorear.
Estuvo intranquilo en todo su camino de regreso mientras cada animalito era contado y revisado para asegurarse que no tuvieran espinas en su pelo, y al terminar su trabajo corrió en busca de sus padres pues su instinto le decía que algo malo sucedía, y no tenía ese tipo de pensamientos con frecuencia, la última vez que sintió algo similar, hace 2 años su padre había resultado herido al caerse de un caballo y estuvo en cama por al menos 3 semanas, y por ello se preocupó aún más apresurándose lo más que podía.
Al acercarse vio la granja y noto que reinaba un silencio nada natural, sus ojos buscaron la dirección donde se encontraba la cocina, allí su madre siempre cantaba alguna melodía mientras cocinaba la deliciosa tartaleta de pescado que tanto le gustaba a su padre, pero esta melodía no sonaba aquella tarde, llegó a la puerta intento abrirla y al no poder hacerlo toco en repetidas ocasiones sin obtener respuesta, corrió hacia la parte trasera donde se encontraban algunas gallinas que cuidaba su madre y trato de entrar por los barrotes que cumplían con el propósito de impedir la huida de aquellas aves, y el al tener un cuerpo delgado y ágil logro entrar por el pequeño espacio que quedaba alrededor de un metro y medio de altura, miro los barrotes hechos de madera y tomo nota mental de que deberían cerrar ese agujero, para que ningún intruso tuviera su misma idea de ingresar por allí, siguió su camino hasta estar dentro de la casa lo primero que noto al estar ahí fue el tan conocido olor metálico en su nariz que era característico de la sangre, pues este mismo olor era el que producían las reces cuando su padre les cortaba la garganta para desangrarlas. Su corazón se aceleró y se apresuró en buscar el origen de aquel olor y lo que encontró lo dejo helado, se quedó algunos segundos allí petrificado, mientras veía escéptico que su padre se encontraba tendido en el piso bocabajo mientras una gran cantidad de sangre mojaba el piso debajo de su abdomen, quiso llorar, pero recordó a la mujer que le dio la vida, su amada madre
-mama… dónde estás?...RESPONDEME- la llamo con desespero y voz entrecortada
Corrió a la cocina en su búsqueda, en el lugar habían varios ingredientes picados en una charola esperando ser preparados, y las brasas del carbón echaban pequeños rollitos de humo mientras se enfriaban lentamente pero ella no estaba allí. Julius muy agitado, dio vuelta y miro de reojo la sala donde se encontraba también el comedor y fue lentamente hacia allí temiendo con lo que pudiera encontrarse.
Su cuerpo había empezado a temblar y su corazón quería salirse por su garganta, con pasos prudentes y temerosos llego al comedor donde vio lo peor que un chico de catorce años puede ver, su madre se encontraba desparramada en el sillón con sus manos abiertas a cada lado del cuerpo, su hermoso vestido azul con largos boleros que había sido regalo de cumpleaños de parte de su padre se encontraba desgarrado en varias partes y empapado con sangre, los llamativos y largos cabellos rojizos que eran iguales a los suyos, estaban alborotados por toda la superficie del mueble y esa piel blanca de porcelana había perdido totalmente el brillo quedando casi de un color gris que le daba un aspecto irreal y tétrico, haciéndola ver como una sombría muñeca, sus ojos azules como las lobelias las cuales eran sus flores favoritas se encontraban abiertos vidriosos y opacos sin signos de vida y de su largo cuello sobresalía la marca de una herida que le atravesaba hasta sus pequeños hombros llenos de diminutas pecas rojizas, y ahora manchados con una gran cantidad de sangre
Sin darse cuenta Julius llego a su lado y lloro sin sonido alguno, solo dejando caer sus lágrimas por sus mejillas, el sudor resbalaba por su frente y tembloroso tomo las delicadas manos de su madre que estaban heladas y rígidas, las beso sintiendo el olor del durazno que siempre tenía ella en su piel, y la imagino cortando trozos de aquella fruta para hacer sus deliciosas cremas mientras cantaba, Julius sintió como si alguien le atravesara el pecho con una barra caliente, se le escapo el aliento, su respiración se tornó errática y lloro todo lo que pudo hasta quedar seco grito su nombre una y otra vez desgarrando su garganta, mientras golpeaba repetidas veces ese pecho que le había brindado tanto amor intentando revivirla sin éxito. Después de largos minutos, que le parecieron horas observo una elegante daga ensangrentada que se encontraba abandonada en el suelo, y la tomo inseguro entre sus manos notando el rojo carmesí que el creía pertenecía a sus padres, también observo en el mango las inscripciones de dos iniciales L.C escritas en una letra refinada, y se gravo aquello a fuego en su mente. Aquellas iniciales que seguramente pertenecían al asesino de sus padres y tomo aquella arma tan fuerte y de manera tan descuidad que el filo hirió su mano causando que de esta empezara a brotar un pequeño chorro de sangre cosa que el ignoro
No se dio cuenta en que momento llegaron vecinos a ver que había ocurrido en la granja, pues lograron ver que dos hombres sospechosos descendían de esta dirección de las montañas, y al encontrar la escena corrieron a auxiliarlo alejándolo del cuerpo de su madre y buscando como detener el sangrado de su muñeca, mientras revisaban el resto de la cabaña para cerciorarse que nadie más quedara allí, de ahí en adelantes Julius no podría decir que paso, pues estuvo totalmente fuera de sí, ajeno a lo que pasaba a su alrededor, agarro la daga con fuerza que había soltado para que atendieran su herida y allí lo abandono la conciencia.
Cuando despertó al día siguiente se encontraba en un lugar desconocido, estaba un poco desorientado y nerviosos hasta que las imágenes comenzaron a llegar a su cabeza, todo lo que había pasado el día anterior vino como recuerdo, y un llanto desgarrador se escuchó en aquella habitación, el llanto de un niño que acababa de perderlo todo, de alguien que se encontraba asustado, frágil, y abandonado.
Mery era una mujer de aproximadamente 36 años de figura robusta y cabello castaño oscuro, era amable valiente y testaruda , conocida comúnmente por su fortaleza ya que no tenía mucha belleza física, nunca había tenido hijos pues siempre se mantuvo soltera y era muy amiga de los padres de aquel joven, casi como una hermana para Johana la mujer que hacia horas había dejado a su hijo huérfano, estaba en la sala de su casa hablando con algunos hombres sobre la tragedia que marco la tarde de ayer, tratando de tener una idea de lo sucedido, cuando escucho un sonido proveniente de la habitación de al lado donde habían llevado a Julius después de que se desmayara. Se puso de pie de inmediato y corrió hacia el lugar para ver como seguía el muchacho que ella tanto quería, pues era como su sobrino, uno que vio crecer como parte de su familia, llego a la habitación se aventuró adentro sin tocar la puerta y se le rompió el corazón al verlo allí como un animalito temeroso e indefenso soltando sollozos lastimeros mientras estaba acurrucado en la cama abrazándose a si mismo, se acercó hacia él y lo tomo entre sus brazos sintiendo su pequeño cuerpo, un cuerpo que no debería pertenecer a alguien de su edad pues era pequeño como el de un niño y lo acuno mientras sentía como sus hipido se calmaban de a poco, y retomaba una respiración normal hasta que dejo de llorar, se sentó en la cama a su lado y lo miro con cariño
-Hijo tu sabes que de ahora en adelante te puedes quedar aquí conmigo- afirmo ella con decisión pero con voz suave
El solo afirmo con su cabeza y desvió la mirada hacia la puerta donde descubrió algunos de los vecinos de aquella pequeña localidad que lo miraban con pesar
En aquellas montañas solo Vivian alrededor de 120 personas que convivían de manera pacífica y tranquila, Vivian de la tierra y el ganado eran personas trabajadoras, personas unidas que se ayudaban unos a otros huyendo lejos del mundo
Uno de los hombres dio un paso adelante y bajo su sombrero al pecho mientras agacho la mirada
-muchacho lo siento mucho, tus padres eran personas muy queridas para nosotros lo que paso ayer debió haber sido obra de algún grupo de salvajes- termino de decir siendo interrumpido por Mery
- no es el momento de hablar de esto Alain- dijo ella muy seria mientras lo miraba
-aquí lo importante es que Julius se encuentra bien – el más joven de la habitación la miro con mucha tristeza en sus ojos grises, ojos que eran iguales a los de su padre, ojos profundos e intensos que incomodaban a cualquiera, cosa que hizo que ella evitara aquella mirada y carraspeara su garganta para cambiar la atmosfera lúgubre que se había formado por unos pequeños instantes
- Hoy sepultaremos tus padres- dijo ella de manera firme perdiendo un poco la calidez que la caracterizaba, ya que ella también sufría por la situación y no sabía cómo tratar con el muchacho
-lo haremos en el árbol donde esta sepultada tu hermana – termino de decir ella, Julius asintió lentamente y se volvió a acostar en la cama dándoles la espalda a todos, no quería hablar con nadie así que rápidamente salieron de la habitación dejándolo solo y Mery solo pudo dirigirle una mirada de pesar antes de retirarse de aquel cuarto
Las ceremonias de despedidas concluyeron en la noche, todos los habitantes del pueblo fueron a despedirlos y Julius solo estuvo allí parado mientras todo pasaba como en cámara lenta, no lloro más, solo se quedó allí ajeno a lo que sucedía, y la ceremonia concluyo cuando terminaron de tapar las tumbas improvisadas y la gente empezó a irse del lugar dejando solo al hijo de aquella pareja.
Y así había pasado una semana desde que ocurrió aquello, en un principio Julius había decidido dejarse morir de tristeza, se encontraba débil pues ni siquiera Mery con su carácter lograba que probara bocado, pero al término de esta semana se levantó con ánimos renovados con una decisión en su mirada, miro el plato de comida que yacía en la mesita de al lado y se obligó a comerlo todo venciendo las náuseas que le daba cada bocado, esforzándose por comerlo todo pues tenía su estómago totalmente vacío y la comida le genero un gran malestar
se reprendió a si mismo por ser tan delicado, y rendirse sin encontrar al culpable, y allí tomo la decisión que cambiaría por completo su vida, allí dejaba su inocencia, su ternura su debilidad, en este tiempo había reflexionado mucho, se había compadecido de si mismo y se había culpado por lo sucedido, había llorado y había querido morir, pero aquel día fatídico su destino fue no estar en casa, seguramente habría muerto de estar allí, su propio padre un hombre fuerte grande y corpulento, no puedo hacer nada para salvarse a él y a su esposa, menos podría haberlo hecho el, un joven con su fina figura, delgado y débil que solamente había sido consentido por su madre, y sobreprotegido por su padre, pero él estaba decidido a cambiar, dejar atrás el miedo, dejar de sentir impotencia y lograr que ese dolor y esa rabia que lo consumía se extinguiera para ello debía encontrar al culpable de su desgracia, había tomado una decisión, se había puesto un gran peso en sus hombros, el peso de la venganza y haría cualquier cosa por conseguir ese objetivo.