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Segundas oportunidades por khr

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Notas del fanfic:

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Notas del capitulo:

Si el fic gusta lo continuaré subiendo un cap por semana. Disfruten y dejen un review con vuestra opinión.

La habitación estaba casi en penumbras ya. Los últimos rayos de sol se colaban perezosamente por las cortinas arrancando destellos de la jarra de agua que reposaba sobre la mesilla auxiliar de la habitación. Por eso deben pintar estas habitaciones de blanco, para aprovechar al máximo la luz del sol. Algo lógico y normal, el blanco es el color que no absorbe ningún rayo de luz, todos rebotan por eso lo vemos blanco. Por ello es el color que preferiblemente hay que vestir en fiestas de etiqueta en países con un clima caluroso; una túnica blanca sencilla es la mejor elección.

-Scorpius-susurró una voz, sacándome de mis pensamientos. Sin perder tiempo me acerqué a la única cama de la habitación, tomando de la mano a mi madre…estaba pálida y huesuda…y fría. Más fría de lo normal, no transmitía nada de su calor característicos.

-Dime mamá-respondí Scorpius tras unos minutos de silencio, tan solo tomando su mano con las mías, acunándolas, acariciándolas. El final estaba cerca, lo sabía muy bien. Tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para que mi voz no se quebrase. “Porque los Malfoy no lloran” recordé mentalmente lo que mi padre me había dicho antes de salir de la habitación.

-Cuida de tu padre, no dejes que trabaje mucho-me dijo mi madre no sin esfuerzo en su voz. A pesar de la agonía por la que se veía que pasaba se esforzaba en sonreírme...intentando transmitirme una falsa sensación de que todo estaría bien aun cuando ambos sabíamos el fatídico desenlace-come frutas y verduras, no solo les pidas a los elfos huevos con bacon para almorzar.

-Madre no…-no podía ser. No podía rendirse. No podía estar despidiéndose de mí.

-No te quedes hasta las tantas de la noche leyendo, los niños tienen que dormir para crecer sanos y fuertes-dijo, ignorando completamente mi súplica-se valiente, honesto, astuto como solo un Malfoy sabe, pero…no seas engreído ni arrogante. La humildad es la base de toda grandeza.

-No me dejes…-dije olvidándome de toda la supuesta fortaleza que debían mostrar los Malfoy y dejando que las lágrimas escapasen de mis ojos sin control. Ni podía ni quería pararlas. Mi madre, al notar la humedad en su mano se soltó de mis manos y me acarició los cabellos, acercándome a ella quedando al final siendo consolado por ella, cuando tendría que ser al revés.

-Cariño, eso no depende de mí-me dijo tras un rato de estar en esa posición. Nunca un abrazo de mi madre me había aliviado tanto-sé que te he pedido muchas cosas pero…

No pudo terminar la frase. Un ataque de tos la interrumpió. Rápidamente me incorporé, la di el pañuelo de la mesilla y me acerqué a la mesilla auxiliar para llenar un vaso de agua. Cuando me giré pude ver como mi madre escondía disimuladamente el pañuelo manchado de sangre debajo de la almohada para que no lo viera. Qué tontería…hacía meses que mi padre y yo habíamos descubierto esos ataques de tos tan sanguinolentos que llevaron a mi madre a esta situación. Fingiendo que no me había dado cuenta de nada le acerqué el vaso de agua. Ella sonrió y con esfuerzo tragó un poco de líquido, pasándome el vaso después. Lo llevé de vuelta a su sitio sin fijarme en el rastro de sangre que presentaba en el borde.

-Madre no es necesario…-me interrumpí en mitad. No había nada que me gustase más que la voz de mi madre. Me recordaba a cuando me cantaba de pequeño cuando había tormenta-No es necesario que hables más, si te duele no…

-Esto-me interrumpió de nuevo-es importante. Quiero, que vuelvas a Hogwarts.

-¿Qué?-no pude decir nada más. Eso me había pillado desprevenido a mitad de camino de volver a sentarme.

-Que quiero que vuelvas a Hogwarts-dijo seria, sin ningún atisbo de sonrisa.

-Madre sabes que puedo volver ahí-dije temblando de rabia. No podía pedirme esto en una situación en la que sabía que no podría negarme-no después de haber…

-Huido-me interrumpió con voz suave. Me tensé al oír esa palabra. Aunque fuese la apropiada para lo que hice, no me gustaba-sé que será difícil pero tienes que hacerlo. No puedes seguir estudiando en casa hijo, no en una casa que estará triste y oscura por el luto. Necesitas colores, alegría, salir con amigos a Hogsmeade, ser castigado por Filch por andar por los pasillos de noche, buscar al calamar gigante desde la sala común de Slytherin, bueno eso contando con que quedes allí, yo siempre he pensado que en Ravenclaw estarías muy bien también…

-Mamá en serio-dije reprimiendo una sonrisa. Cada vez que mi madre se emociona por algo empieza a divagar de la forma en que lo hace ahora.

-En serio te lo digo Scorpius, te mereces una adolescencia mejor que la infancia que has pasado…te mereces ser feliz hijo-me dijo incorporándose con esfuerzo en la cama, me acerqué corriendo por si se caía, pero no pasó. Tan solo se quedó recostada en el cabecero de la cama. Mirándome. Yo tan solo que senté en la silla de al lado de nuevo apoyando los brazos en la cama y mi cabeza sobre ellos.

-Se reirán porque fui un cobarde…porque lloré cuando los Malfoy nunca..

- ¿Qué te dije sobre la arrogancia de los Malfoy?-me cortó acariciando mis cabellos con cariño-da igual que se rían, tienes derecho a estudiar allí y ser feliz. En cuanto vean lo bien que te manejas con la varita te dejarán en paz. Y cuando hagas un par de amigos ya te sentirás más a gusto. Además, tu primo Tommy va a sexto, seguro que te ayudará.

-Aunque diga que sí es imposible que me acepten, el curso empieza en una semana-razoné con ella. No es que me hubiese convencido, pero si me lo pide tendré que decir que sí. Es su última voluntad-y padre jamás me dejaría.

-Ya he hablado con Mcgonagall y con tu padre. La decisión es tuya-me dijo con voz dulce. Levanté la vista al fin. La miré. Estaba muy pálida y ojerosa. Ya era hora de que se tomara sus calmantes, si no se los debía de haber tomado ya. Ya era hora de irme-piensa con el corazón qué es lo que quieres para tu vida.

-De acuerdo, iré a Hogwarts-respondí tras unos minutos de reflexión. Ella solo sonrió complacida.

 

La ayudé a tomarse sus medicinas y tras un último beso salí de la habitación. Me acerqué a mi padre, que estaba de pie mirando por la ventana. Sin medir palabra me agarró del brazo y nos aparecimos en Malfoy Manor. Tras desearme buenas noches volvió a San Mungo.

Era muy entrada la noche, mi abuela ya estaba durmiendo. Al cruzar las puertas de la mansión, un elfo se apareció en frente mío. No quería cenar por lo que le ordené retirarse. Subí las escaleras hacia mi habitación y cerré la puerta una vez estuve dentro. Me tiré en la cama y me quedé mirando al techo. Notaba mi cuerpo pesado y mis ojos estaban enrojecidos por llorar y por el sueño a partes iguales. Pero no podía dormir. ¿Cómo hacerlo cuando sabes que lo más seguro es que tu madre se esté muriendo en ese mismo instante? Me quedé allí, tumbado mirando al techo sin poder pensar en otra cosa más que en mi madre.

Con los primeros rayos de sol de la mañana, un elfo vino a avisarme de que mi padre acababa de llegar. Despacio y sin nervios puse rumbo al comedor, donde estaría desayunando seguramente. Sabía perfectamente la noticia. ¿Por qué si no iba a estar aquí en casa y no con mi madre? Al llegar, le vi sentado en la mesa con un café en la mano y con El Profeta en la otra, leyendo desinteresadamente. Cuando se percató de mi presencia levantó la vista. Cuando nuestras se cruzaron no hicieron falta las palabras. Yo asentí y me di la vuelta despacio para poder dormir por fin. Ahora que sabía que mi madre había muerto nada me impedía no descansar.

 

-Mcgonagall me acaba de hacer llegar la lista de libros de cuarto-me dijo mi padre con voz estoica. Me paré a mitad de camino- ¿seguro que quieres volver a Hogwarts?

-Es lo que madre quería-dije sin girarme, sin mostrar emoción en mi voz. Solo con mi madre me permitía ser cariñoso.

-Mañana mandaré a elfos a por los libros entonces-dijo con cierta molestia en su voz. No sé si por mi frialdad o por querer volver a Hogwarts-esta vez más te vale no querer huir porque no iré a por ti.

 

Sin más palabras me dispuse a volver a mi cuarto. No hacía falta que me lo dijera, pues no iba a pasar. Estudiaría en Hogwarts y haría amigos porque es lo que mi madre quería. Y a cualquiera que se atreviese a impedírmelo le hechizaría con la maldición más cruel que exista. Porque los Malfoy tienen orgullo, y algo habré heredado…

 

=//=

 

Debía admitir que las vistas del castillo de noche con el lago reflejando la luz de la luna eran preciosas. Tan preciosas como me parecieron a mis once años cuando las vi por primera y última vez, según tenía planeado. El interior del castillo no era una excepción. Aunque solo había observado el trayecto del vestíbulo al despacho de la directora, ya me parecía un lugar con miles de secretos y rincones que explorar. Y ni que decir tiene los libros que me esperaban en la biblioteca. Según me había contado mi primo Thomas Nott el día del entierro de mi  madre, había tantos que desearía que me pusieran una cama entre las estanterías.

Aunque sin duda lo que más me apetecía hacer era explorar por los pasillos y buscar algún cuadro o fantasma que me hablase de mi madre y mi padre de jóvenes. Sabía pocas cosas de su juventud. A mi padre no le gustaba hablar del pasado por lo que mi madre no me contaba mucho de su etapa de estudiantes. No era tonto, me habían contado todo lo relacionado con Voldemort y la guerra, pero sin entrar en detalles. Y deseaba conocer todo.

No es que ya no me de miedo ni esté nervioso por estar en Hogwarts y que todos se vuelvan a reír y burlar de mí, solo que he decidido centrarme en lo bueno que puede ofrecerme este castillo para así no pensar en lo que todavía me esperaba: la selección. El pasar de nuevo al gran comedor, rodeado de alumnos de primero y que todo el mundo me mirase y recordase lo que me hicieron…me mareaba y temblaba solo de pensar en ello. Mi padre, que se encontraba a mi lado me puso la mano en el hombro. Levanté la vista para ver sus ojos, tan iguales a los míos. Me obligué a tranquilizarme. Para cualquier persona normal ese gesto no habría significado nada, pero viniendo de mi padre era algo así como un millón de abrazos y palabras bonitas de un padre normal.

En cuanto escuchamos la puerta del despacho abrirse retiró su mano y se puso en pie para saludar a la directora con un apretón de manos y una inclinación leve de cabeza. Minerva Mcgonagall era tan imponente como la recordaba. Una mujer bastante mayor pero que transmitía respeto. Había vivido y sobrevivido a tres guerras, y todos los años tratando con adolescentes y los veintitrés años de directora del colegio no habían mermado esa fuerza interior que tenía la mujer que obligaba a todo el alumnado a guardar silencio y agachar la cabeza con tan solo una mirada.

 

-Espero que sepa que es muy irregular que un alumno no acuda en el tren a Hogwarts en el primer día y el pedirme que me ausente del Gran Comedor durante la selección de casas, señor Malfoy-dijo mientras tomaba asiento tras su escritorio.

-Lo comprendo directora. Del mismo modo que usted también comprende lo irregular que es que humillen a un niño de once años en su primer día y que no haya responsables-respondió de forma mordaz mi padre volviendo a sentarse.

-Por eso mismo he accedido a venir a verle ahora mismo como me pidió-respondió secamente- ¿qué quiere señor Malfoy?

-Su palabra de que cualquier agresión o acoso a mi hijo será castigado con la expulsión de Hogwarts del alumno o alumnos en cuestión. Así como también que uno de mis elfos domésticos esté en Hogwarts trabajando por si en caso de que me hijo necesite algo de extrema urgencia pueda llamarle-dijo sin más mi padre. Yo tan solo miraba al suelo, deseando que esta repentina sobreprotección paternal se pasara pronto.

-Astoria no menciono nada de estas exigencias cuando se puso en contacto conmigo-dijo la directora-son totalmente inadmisibles.

-La difunta señora Malfoy, querrá decir-le corrigió mi padre-y no son para nada inadmisibles. La primera tan solo es la petición de que se apliquen correctamente las medidas del reglamento de la escuela. Y la segunda es mano de obra gratis para la escuela.

-No necesitamos más elfos, señor Malfoy-dijo alzando un poco la voz la directora-y en ningún momento se identificó a un responsable de lo que le ocurrió a su hijo.

-¿Me está diciendo que alguien puede lanzar un hechizo en mitad del Gran Comedor sin que nadie se de cuenta de quien lo hizo?-preguntó mordaz mi padre. Alzando un poco la vista pude ver como los labios de la directora se tornaban en una apretada línea-Mcgonagall, tan solo estoy rogando por el bienestar de lo único que me queda en esta vida.

 

Miré a mi padre sorprendido. Era la primera vez en mi vida que le veía rogar por algo. No sabía que le perturbaba tanto el hecho de que volviese al colegio. A decir verdad, no sabía nada de mi padre. No teníamos lo que se consideraría una buena relación paterno filial. Observé a la directora un momento. Me estaba mirando ahora a mí. Como analizándome. ¿O quizá usando legeremancia? No, es imposible. Llevo unas cuantas lecciones de oclumancia como para notarlo. ¿Pero entonces qué me está mirando? ¿Está buscando indicios de que en verdad necesite un “trato especial”?

 

-¿Usted qué opina joven Malfoy?-me preguntó de pronto. Alcé la vista para verla a los ojos. Intimidado, volví a agachar la cabeza, intimidado por su mirada. Pude escuchar un pequeño resoplido de desaprobación por parte de mi padre por mi actitud por lo que alcé de nuevo la vista.

-Yo solo…-tragué duro. No sabía qué decir-quiero estudiar y hacer amigos.

-Comprendo-dijo la directora tras unos momentos de ligera sorpresa por mi actitud tan poco Malfoy imagino-bien, señor Malfoy. Le aseguro que cualquier agresión a su hijo similar a la que sufrió la última vez que estuvo en este castigo estará castigada como mínimo por una suspensión de dos días. En función de la gravedad de los hechos, el alumno en cuestión podría ser expulsado.

-¿Y el elfo?-dijo mi padre.

-No abuse, señor Malfoy-le riñó la directora-despídase de su hijo, yo misma le acompañaré al Gran Comedor. Puede usar la red flú para abandonar el castillo.

 

Dicho esto, y tras un breve abrazo con mi padre puse rumbo al Gran Comedor junto con la directora. Bueno, más bién seguí a la directora hacia el comedor pues el castillo es como un laberinto. Ojalá hubiese mapitas del castillo por los pasillos con los clásicos puntos rojos de “usted está aquí”. Tras girar algún que otro pasillo y subir y bajar más escaleras llegamos ante las puertas del Gran Comedor. Nos paramos. La directora me miró mientras observaba las altas puertas. Dentro no se escuchaba nada. No sé si era por algún hechizo que insonorizada o porque todos estaban expectantes a que llegásemos la directora y yo.

 

-¿Está listo señor Malfoy?-me preguntó la directora.

-¿Saben el resto de alumnos que me incorporo al colegio?-le pregunté suspirando y cerrando mis ojos tratando de dejar de temblar. Digamos que mi experiencia en el comedor con once años me dejó traumado.

-Claro que lo saben, esto es Hogwarts-dijo reprimiendo una sonrisa. Eso ya me hacía una idea del concepto de privacidad que tenían los residentes del castillo.

 

Tras unos segundos de cortesía la directora abrió las puertas. El pequeño murmullo que podría haber dentro se cortó en el acto. Noté como todo el mundo me observaba caminar hacia el sombrero seleccionador. No he estado tan nervioso en mi vida. Poco a poco, el silencio tenso que se había formado tan solo roto por los pasos fuertes de la directora fue sustituido por un mar de murmullos. Yo apretaba fuertemente la varita guardada en un bolsillo de mi túnica. Todo iba a salir bien. Si volvía a pasar algo, ya no era un inocente niño de once niños sin idea de hechizos.

No me fijaba en nada en concreto. Tan solo miraba al frente, a la mesa de profesores los cuales también cuchicheaban entre sí. Frente a su mesa estaba un taburete con un viejo sombrero sobre él. Al lado, un hombre alto y algo regordete con una túnica hortera con los colores de la casa Gryffindor. La directora se acercó y le susurró algo con voz severa que pareció no gustarle nada. Pero no le discutió. ¿Quién en su sano juicio discutiría a esta mujer?

-Scorpius Malfoy-dijo de forma despectiva aquel hombre regordete mientras levantaba el sombrero del taburete. Sabía que me tocaba sentarme frente a todos. Aparentando seguridad (o eso creo yo) me senté en el taburete. No pude evitar fijarme en algunas miradas que me dirigían los alumnos. Algunos sonreían de forma socarrona, otros me miraban sorprendidos…pero nadie con indiferencia. Todos estaban pendientes de mí…algo que odiaba. No pude seguir observando pues el sombrero me cubrió hasta la nariz.

 

-Vaya…vaya…vaya…-escuché dentro de mi cabeza-que Malfoy más extraño ha caído por aquí-perfecto, otro que piensa que soy raro-lo raro no siempre es malo, joven…Demuestras valor al volver de nuevo…pero también eres muy inteligente chico…vaya, y tienes un gran corazón también…dónde ponerte…dónde ponerte-Slytherin, quiero ir a Slytherin como mi madre- ¿Slytherin? Tienes aptitudes sin duda pero no sé yo si es lo que más conviene…en fin, si es lo que deseas entonces será

 

-SLYTHERIN-resonó en todo el Gran Comedor.

Los aplausos de la mesa de Slytherin no se hicieron esperar. No me extrañó, a fin de cuentas mi primo e hijos de amigos de mis padres estaban en esa casa. Solo conocía a un par y de alguna que otra cena en Malfoy Manor. Me dirigí hacia mi mesa. Mi primo Thomas que estaba en los bancos que daban al pasillo se levantó para estrecharme la mano. E indicarme donde se sentaban los de cuarto. Aceleré el paso para sentarme rápido, no soportaba más estar llamando la atención de todo el mundo.

Buscando algún sitio entre mis compañeros, a algunos de los cuales parecía no hacerles mucha gracia que estuviese en Slytherin, noté un tirón en mi brazo que me hizo tomar asiento entre una chica (la cual me daba la espalda ignorándome) y un chico de cabellos azabaches que desconocía la palabra “peine” y unos espectaculares ojos verdes.

 

-Hola, mi nombre es Albus Severus Potter-me dijo sonriendo-es un placer conocerte.

 

Continuará…


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