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Segundas oportunidades por khr

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Notas del capitulo:

Buenaas! Perdón por tardar pero hace doos dias vi como mi pendrive porque si borro parte de los caps que tenia ya escritos y he estado como loco probando programas para recuperar los archivos...y lo conseguí jeje asi que aqui estoy.

 

En este cap verremos lo que paso en ese primer año de Scorpius y su primera experiencia en la casa de las serpientes. Va lento de momento pero honestamente, lo que no me gusta de agunos fics es que van muy rápido y no analizan ni muestran lo que piensan los personajes y demás...no obstante si en algún momento veis que me enrollo mucho me lo decís y cambio la forma de narrar :)

 

Por cierto... ¿que os parecen los capitulos de esta longitud? ¿Los quereis más largos, mas cortos...?

¿Acaso había escuchado bien? ¿Había dicho Potter? ¿Uno de los hijos de Harry Potter me estaba ofreciendo su amistad aun sabiendo quién era? Y más importante si cabe, ¿tenía que ser él la primera persona que me hablase tras mi vuelta? Todavía no olvido ese día en el tren viniendo a Hogwarts hace tres años…

Flashback

Yo ya sabía lo que me esperaba. Papá y mamá ya me habían avisado de que lo más seguro es que muchas personas no me viesen con buenos ojos, ni tan siquiera los otros hijos de mortífagos. Ya me dijeron que me costaría adaptarme y que debía soportar miradas frías y carentes de cualquier humanidad. Pero aun así dolía. No entendía por qué nadie quería sentarse en el mismo sitio que yo. Da igual que fingiese estar dormido, que les ofreciese parte de mis dulces o que fuese extremadamente amable. Todos pasaban por delante de mi compartimento buscando sitio y al verme a mí ahí sentado se iban. ¿Y por qué motivo? Me negaba a pensar que el resto de niños fuesen tan tontos de no querer llevarse bien conmigo solo porque nuestros padres no se llevasen bien. No tenía lógica…

 

-¿Ves Albus?-escuché una voz de niña cerca de mi compartimento-si no te hubieses dormido habríamos llegado a tiempo de coger un buen sitio y no tendríamos que estar dando vueltas por el tren buscando donde sentarnos.

-Ay no seas pesada-respondió una vez adormilada-nunca escuché que un alumno hiciese el trayecto de pie por falta de sitio. Si fuese así habría barras para agarrarse como en el metro muggle.

-Albus Severus Potter como no encontremos sitio de una vez te prometo que…

 

Pero no completó la frase pues justo estaba asomando su cabeza al compartimento para ver si había sitio. Era una chica pelirroja con la cara llena de pecas. Imagino que sería una Weasley. Había escuchado alguna que otra vez a mi abuela despotricar sobre esa familia y esta niña encajaba en la descripción que siempre daba de los miembros de “la plaga Weasley” como se refería e ellos. No me dio tiempo ni a decir hola cuando la cabeza de la chica desapareció y cerró fuerte el compartimento. ¿Pero qué hacía? ¿No se supone que estaba buscando un compartimento libre?

 

-Oye Rose a dónde vas, parece que este está libre-dijo el tal Albus volviendo a abrir la puerta. Al verme abrió los ojos sorprendido, pero enseguido cambió su expresión por una sonrisa-hola, mi nombre es…

-ALBUS NO, SAL DE AHÍ-gritó la otra chica mientras cogía y tiraba de él hacia fuera.

-¿Pero qué te pasa? Me haces daño.

-¿Acaso no sabes quién es ese niño? Es un Malfoy, uno de los que…

 

Y así sus voces se perdieron por el vagón del tren. Yo aún no me recuperaba de lo que acababa de ocurrir. Por poco hago un amigo. O por lo menos, por poco alguien se digna a dirigirme la palabra. De no ser por esa dichosa Weasley no estaría aquí solo. Odiaba estar solo.

Sin poder evitarlo una solitaria lágrima se escapó de mis ojos. Con rabia me restregué el dorso de la mano para quitarla de mi rostro. Los Malfoy no lloran en público recordé en vano lo que mi padre siempre decía pues como si un grifo fuese abierto empecé a llorar en silencio. Subí las piernas al asiento y escondí mi cabeza entre mis rodillas mientras me las abrazaba. No quería ir a Hogwarts. Ya cuando mis padres me lo dijeron y me avisaron de lo que me esperaría les pedí que no me mandasen aquí entonces. Pero no me escucharon. Y aquí estaba ahora. En un compartimento completamente solo llorando porque nadie quería saber nada de mí. Y eso que ni siquiera me conocen…

Cuando menos me quise dar cuenta el tren ya se estaba deteniendo. Alcé rápido los ojos que estaban rojos de llorar para ver por la ventana como estábamos entrando en una estación. Sin perder tiempo me puse la túnica del colegio y me fui al baño a lavarme la cara para que nadie notase que había estado llorando. Eso ya sería demasiado. Iba tan concentrado que entré sin llamar, interrumpiendo a un chico de cabellos negros que se estaba poniendo la túnica de espaldas a mí.

 

-Perdón, no me di cuenta de que estaba ocupado-dije mientras me disponía a salir rápido.

-No no te preocupes si ya he terminado-dijo mientras se giraba. De la impresión, ambos dimos un paso atrás. Era él. El chico de antes que iba a presentárseme hasta que le interrumpió su prima llevándoselo. Sin saber qué hacer ni qué decir di media vuelta dispuesto a buscar otro baño pero me agarró de la muñeca justo cuando me estaba por alejar de él ocasionando que quedásemos de nuevo sin mirarnos.

-¿Qué se supone que haces?-le dije de forma cortante. No me gustaba ser borde, pero no quería que viese mis ojos rojos de haber llorado.

-¿Has llorado?-me preguntó serio. No noté ningún atisbo de burla en sus palabras.

-¿Qué más te da a ti eso? No te incumbe-estuve a punto de negárselo, pero no había caso. Ya me habría visto.

-Pues claro que me incumbe-dijo tirando de mi para meternos en el baño quedando esta vez frente a frente-de no ser por la tarada de mi prima me habría sentado contigo y no te habrías puesto triste por estar solo-dijo sencillamente mientras sonreía ocasionando que sus ojos verdes brillasen con una luz especial.

-¿Y tu forma de enmendarlo es encerrándonos en el baño?-le pregunté un tanto incómodo por estar con otro chico en un baño tan pequeño.

-Aquí Rose no me podrá interrumpir-me respondió sobándose la cabeza y sonriendo de forma tonta-mi nombre es Albus Severus Potter, aunque puedes llamarme Al. Es un gusto conocerte-mientras decía esto me ofrecía su mano a modo de saludo. No pude evitar sonreír como un tonto y estrechársela de forma torpe.

-Mi nombre es Scorpius Hyperion Malfoy, todo el mundo me llama Scorpius. También es un placer conocerte.

 

Y así, mi nuevo amigo y yo salimos del baño hablando sobre lo que nuestras respectivas familias nos habían contado de Hogwarts. Me sorprendí de la cantidad de historias y secretos que Al sabía del castillo. Yo apenas sabía nada, por lo que tan solo le escuchaba atentamente. Por primera vez desde que me separé de mi madre en King´s Cross sonreía. Casi ni me daba cuenta de las miradas extrañadas que nos echaban los alumnos mayores cuando nos los cruzábamos bajando del tren.

El único momento incómodo fue cuando apareció la prima de Al. Trató de llevarse a Albus diciendo no sé qué de mi familia y la suya y de que esto no estaba bien. Estaba a punto de irme para no causar problemas a mi nuevo amigo, pero él fue más rápido y mandó a su prima al infierno mientras me volvía a coger del brazo y nos arrastraba a uno de los botes para cruzar el lago y llegar a Hogwarts. Las vistas eran magníficas. De noche, con la luna reflejándose en el lago y el castillo imponente al fondo. Tal como me lo había descrito mi madre.

 

-Ey, ¿qué te pasa?-me preguntó Albus fijando sus ojos verdes en los míos grises.

-No nada solo…las vistas. Son tal y como me las había descrito mi madre-le dije volviendo a fijar la vista en el lago-siento que hayas discutido con tu prima. La familia es lo primero y por mi culpa está cabreada contigo.

-Bah, tonterías. Se le pasará en una semana como mucho. Siempre intenta que haga lo mismo que ella, que no me meta en líos…no me gusta que me controle tanto-me dijo con la vista perdida. No pude evitar pensar que el hecho de que me hablase fuese una especie de reto a su prima-oye, ¿a qué casa te gustaría ir?

-Slytherin-dije de forma automática-toda mi familia ha ido allí…además no me veo en ninguna otra casa.

-Vaya…a mí me pasa lo mismo pero con Gryffindor. Mi padre dice que le da igual la casa pero yo sé que no es verdad…

-Supongo que nuestra amistad se acabará en la ceremonia de selección-dije con una sonrisa triste.

-¿Por qué? ¿Porque yo esté en Gryffindor y tú en Slytherin?-asentí levemente mientras miraba al castillo. Me daba rabia perder así a mi primer amigo.

-Cuando alguien entra en Gryffindor se vuelve imbécil-le dije recordando lo que mi padre me había comentado de pasada sobre él y Harry Potter cuando estaban en primero.

-Eso no es verdad, los imbéciles y malvados son así antes de entrar a Gryffindor o Slytherin-respondió un poco ofendido por mi comentario con tan poco tacto-además, no seríamos los únicos que son buenos amigos siendo uno de Gryffindor y otro de Slytherin. Dos directores de Hogwarts lo fueron.

-¿A sí?-no sabía a qué directores se refería pero me daba esperanzas. Este chico era muy amable e interesante.

-Claro que sí, ya verás como seremos inseparables.

 

Era muy optimista. Demasiado optimista para mi gusto pero aun así me alegraba haberme hecho su amigo. Era muy difícil encontrar a gente que todo eso del status y las casas de Hogwarts le diese igual. Mi mamá decía que gente así es lo que necesita el mundo mágico y que si tengo oportunidad de acercarme a alguien que piense así lo haga sin dudar. No pude evitar sonreír de forma sincera a mi amigo y darle la razón a mi madre mentalmente. Gente así es la que necesito.

Llegamos al castillo, donde un hombre regordete nos recibió. Albus me susurró que era un amigo de su familia y que daba herbología. Honestamente no me interesan las plantas por lo que no me impresionaba. Según mi madre los profesores de Hogwarts eran lo mejor de lo mejor en sus respectivos campos por lo que estaba deseando conocer a los que impartirían Transformaciones o Defensa Contra las Artes Oscuras (DCAO abreviado).

Subimos por unas escaleras y nos detuvimos en las puertas del comedor. Allí nos explicaron en qué consistía la ceremonia de selección y una pequeña introducción de lo que se valoraba en cada casa para ser seleccionado en ella. Tras esa charla entramos. Estaba todo lleno a rebosar. Me sentía algo intimidado por la forma en la que miraban los de la mesa de Gryffindor, en particular un chico pelirrojo. Me daba mala espina ese chico por lo que me junté de forma disimulada a mi nuevo amigo el cual estaba la mar de tranquilo. Según me comentó la mayoría de los miembros de su familia eran de Gryffindor.

Y así empezó la ceremonia. Algunos de los alumnos seleccionados para Slytherin los conocía por ser hijos de viejos compañeros de mis padres o por ser hijos de seguidores de Voldemort.

Pero algo iba mal. Según se iba acercando mi apellido notaba cierto revuelo en la mesa de Gryffindor. No sé si estaba paranoico o en verdad pasaba algo, pero las miradas que le echaba Albus a esa mesa no ayudaban a que me sintiese más tranquilo. Traté de alejarme de esa mesa, pero fui muy lento. Justo cuando dijeron mi nombre y di un par de pasos hacia el frente noté como si mi ropa dejase de estar ahí. Un gran ruido de sorpresa entre la multitud me hizo detenerme y darme cuenta de que no eran imaginaciones mías. Toda la ropa que llevaba puesta, calzoncillos incluidos, habían desaparecido. Estaba completamente desnudo frente a toda la escuela. Las risas no se hicieron esperar. Sentí como mi cara se sonrojaba y mis ojos se humedecían por las lágrimas que amenazaban con salir. Miré a mi amigo, me estaba mirando horrorizado, con sus ojos verde esmeralda contemplándome sin palabras. Ni se movió. Y mientras las risas seguían. Los profesores tampoco se movieron. Y sin aguantar más esa vergüenza salí corriendo del Gran Comedor con intención de no volver nunca a este sitio…

 

Fin flashback

 

-Tú…-murmuré sin apenas voz por la sorpresa.

 

No me pudo contestar pues la directora comenzó a dar el discurso que parece que daba todos los años. La gente parecía y sabérselo de memoria. Y yo también pues básicamente el discurso se basaba en enumerar casi punto por punto las normas del reglamento. Reglamento que mi padre me obligó a aprenderme de memoria. Al terminar, apareció sobre la mesa un sinfín de comidas de todo tipo. Sin esperar nada más me dispuse a comer. Me moría de hambre. No había comido nada desde por la mañana debido a los nervios por lo que los platos que me servía me sabían a gloria.

 

-Vaya, sí que tenías hambre-escuché que me decía Albus a mi lado.

-Emm sí, bastante-le dije de forma seca.

 

No me sentía cómodo con él. Fue el primer alumno que se hizo amigo mío en primero y fue muy amable pero…no hizo nada para ayudarme en aquel momento en el que mi ropa desapareció. No vino a ver si estaba bien. No me escribió a mi casa aún sabiendo perfectamente dónde vivía…sé que es tonto pero le guardo algo de rencor. No podía ni alegrarme por estar en la misma casa que él.

 

-Vaya, así que Scorpius Malfoy ha vuelto a Hogwarts-levanté la vista al oír mi nombre.

-Diggory no empieces-le advirtió Albus fulminándole con la mirada. En función del apellido deduje que se trataba de Robert Diggory, sobrino del difunto Cedric Diggory que fue asesinado por un seguidor de Voldemort. Por palabras de mi primo Tom parece que odia a todos los que tuvieron que ver con los mortífagos, yo entre ellos.

-Cierra la boca Potter si no quieres que vuelva a hechizarte-le retó el chico-Tan solo quiero saber por qué motivo este cobarde se siente con derecho de volver aquí.

-No sabes de lo que hablas Robert, por favor para ya-intervino la chica que tenía al lado. Era mulata, con el pelo negro y rizado. Si no recuerdo mal era hija de Blaise Zabini, un amigo de mi padre. Por la forma en la que mi miraba parece que estaba al tanto de la muerte de mi madre. No me extrañaría nada que mi padre hablase a viejos amigos suyos para que sus hijos no fueran hostiles conmigo.

-¿Vas a dejar que tus novias hablen por ti rubio?-se burló el chico sonriéndome de forma retadora-menuda vergüenza debe tener tu padre de ti. Aunque a tu madre debe de gustarle haber tenido una niña-Esa fue la gota que colmó el vaso.

-Calvorio-grité apuntándole con mi varita mientras me ponía en pie. Fui tan rápido que ni lo vio venir y le dio de lleno. Inmediatamente todos sus rizos castaño oscuro se empezaron a desprender de su cabeza, quedando completamente calvo como una bola de billar.

 

El resto fue bastante rápido. Diggory en cuanto se repuso de la sorpresa se levantó con odio en la mirada empuñando su varita. Todos los de la mesa a su lado se separaron para evitar entrometerse. Albus se levantó y se puso delante de mí apuntándole con su varita mientras la chica Zabini trataba de calmarnos a los tres. Pero ya era tarde, todo el Gran Comedor estaba viendo la escena. Justo cuando parecía que íbamos a empezar a lanzarnos hechizos un Expelliarmus proveniente de la mesa de los profesores nos desarmó a los tres. Cuando nos fijamos la directora Mcgonagall con la varita aún en la mano ya se estaba dirigiendo hacia nosotros, seguida de otra profesora con una túnica negra y un moño alto.

 

-¿Quién os creéis que sois para montar semejante espectáculo en el Gran Comedor?-gritó encolerizada la directora.

-Ha empezado Robert directora-dijo Albus acercándose a la directora con intenciones de explicarse.

-Ni una palabra Potter-le dijo la otra mujer-siéntate y termina de cenar. Al acabar irás a mi despacho.

-Profesora Anko Albus no a…

-Señorita Zabini no interrumpa-dijo cortante la directora-no me haga arrepentirme de nombrarle prefecta. Señor Malfoy a mi despacho. Señor Diggory vaya a la enfermería a ver si tienen algún sombrero bonito que dejarte.

 

Y así abandoné junto con la directora el comedor. Aún estaba temblando de ira. ¿Quién se creía que era él para mencionar a mi madre? Podía soportar que me insultasen, que me recordasen lo cobarde que fuí o que llamasen mortífago a mi padre. Pero no iba a permitir que nadie se burlase o mencionase a mi madre con intención de insultarme. Me daba igual lo que dijese la directora o que me castigasen, mi padre ya me había dicho que si alguien se atrevía a molestarme que no tuviese reparos en batirme en duelo con él para hacerme respetar. Vale que quizá la primera noche y en mitad del comedor no fuese a lo que se refería mi padre, pero nunca nada me había cabreado tanto. Además, el hechizo no era para tanto. En un par de semanas el pelo volvería a crecer. Cuando quise darme cuenta ya volvía estar en el despacho de la directora, sentado frente a su escritorio con ella al fondo. A su lado se encontraba la otra profesora.

 

-Señor Malfoy, le presento a Anko Mitarashi, jefa de casa de Slytherin y profesora de defensa contra las artes oscuras-me explicó la directora con su actual semblante serio-iré al grano, he escuchado toda la discusión que estabas manteniendo con Robert Diggory. Coincido en que es inadmisible su comportamiento, pero tu reacción es desmesurada también-agache la mirada. Ya sabía que había reaccionado como un niño dejándome llevar, pero no se me ocurría otra manera.

-¿Qué opinas al respecto, Scorpius?-me preguntó la profesora Anko.

-Que no me arrepiento y aceptaré gustoso el castigo-les respondí levantando la mirada de forma decidida, aunque por dentro me sintiese fatal por saltarme las normas. La directora suspiró. Anko mostró una imperceptible sonrisa ante mi osadía.

-Slytherins…-se lamentó en voz alta la directora-limpiarás todo el comedor al estilo muggle. Dormirás cuando termines. Retírate.

 

Y con pies de plomo salí del despacho, seguido de mi jefa de Casa. No alcancé ni a girar la esquina para volver al comedor cuando la mujer me agarró del brazo y me llevó un par de pasillos aparte. La miré sin entender. Era una mujer joven, de unos treinta años a lo sumo. No había oído mencionar nada de su familia a mis padres por lo que o sería de una familia poco importante o extranjera. Pero fuera como fuese era una Slytherin en toda regla, se la veía en el porte con el que caminaba entre alumnos.

 

-Admiro lo que has hecho Scorpius, pero no creas que toleraré ese comportamiento en mi Casa-me dijo seria-la próxima vez que vuelvas a tener un encontronazo con un alumno asegúrate que sea lejos de la vista de profesores. No pienso dejar que volvamos a perder la copa de las Casas.

-De acuerdo profesora-le respondí. Me parecía una tontería ese juego de los puntos y demás pero decidí no discutir-¿se le ofrece algo más?

-Sí, que la contraseña a la sala común es Aspid-dijo para desaparecer entre los pasillos.

 

Era una mujer extraña. No sabía qué esperarme de ella. Le tendré que preguntar después a mi primo…Cuando llegué al Gran Comedor ya estaba vacío. Había en el centro un barreño con bayetas para limpiar las mesas y un par de escobas y fregonas para el suelo. Suspirando me puse a limpiarlo todo. Creo que había marcado un record al haber sido castigado tan pronto. Pero el ver la cara de horror de Diggory mientras se le caía el pelo y la cara de sorpresa del resto de serpientes compensa el tener que limpiar como un muggle todo esto. Y luego estaba Albus. Me había defendido, se había puesto entre Diggory y yo con la varita en alto para protegerme llegado el caso. No pude evitar sonreír feliz ante eso. Quizá, me había equivocado al pensar que Hogwarts solo podía ofrecerme libros y conocimientos…

Xxx

Cuando terminé de limpiar ya era bien entrada la noche. Me dolían las manos de tanto frotar las mesas y la espalda por agacharme a limpiar bajo la mesa. ¿Cómo podían ser tan guarros los Hufflepuffs? ¿En sus casas muggles son tan guarros comiendo o es que aquí lo tiran todo al suelo porque se limpia solo? Y luego estaban los Gryffindors…algunos habían rayado sus mesas con los cuchillos dejando insultos para mí, como si supiesen que me iba a tocar limpiar el comedor y que los leería.

Pero todas mis quejas internas desaparecieron cuando una vez fuera del Gran Comedor me di cuenta de que no sabía dónde quedaba mi Sala Común. La maldita profesora me había sermoneado y dado la contraseña, pero no me dijo dónde quedaba la Sala Común. Maldiciéndola internamente me puse a buscar algún pasillo que llevase a las mazmorras cuanto antes. Solo me faltaba que ahora me pillase un profesor por los pasillos y me volviese a castigar. Iba tan en mi mundo, buscando algún camino que no sabía por dónde pisaba y me tropecé con algo blando que parecía un cuerpo. De no ser porque puse a tiempo mis brazos antes de caer me habría roto la nariz, seguro.

 

-Auch-me quejé mientras me sobaba las manos las cuales sangraban un poco por el raspón que me di contra el suelo-¿Quién anda ahí?-pregunté buscando mi varita entre los bolsillos de mi túnica, todo para comprobar que la directora no me había devuelto la varita.

-¿Estás bien, te has hecho daño Scorpius?-me preguntó una voz que me resultaba familiar, mientras unos brazos me ayudaban a levantarme-lo siento, me quedé dormido en mitad del pasillo esperando a que terminaras-me explicaba la voz mientras me tiraba del brazo guiándome a algún lado.

-Oye espera, ¿quién diablos eres y por qué me llevas tirándome del brazo?-le pregunté molesto soltándome de un tirón. En verdad estaba oscuro, y me daba algo de miedo andar así por los pasillos con alguien que no sabía ni quién era. La otra persona solo soltó una risita.

-Lumos-susurró. Un punto de luz blanca salió de la varita, iluminándonos a los dos ocasionando que cerrase molesto los ojos. Cuando me acostumbré a la luz y los volví a abrir me encontré con unos ojos verdes y un alborotado pelo negro.

-Albus, ¿qué haces aquí?-le pregunté sorprendido.

 

Continuará…

Notas finales:

Espero que os haya gustado.


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