Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Segundas oportunidades por khr

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Se que me tarde pero el final de curso siempre es complicado. Trataré de actualizar seguido (o por lo menos no con parones tan largos)

Un saludo y nos leemos

Dos horas. Llevaba ya dos horas en la dichosa enfermería y ni siquiera me había lanzado un triste episkeyo la enfermera. Todo debido a que el inútil profesor de vuelo se le había olvidado comprobar todas las escobas, las cuales parece que se guardaron mal el verano anterior y fueron parasitadas por no se qué bicho come madera que las ha dejado casi inservible. ¿Resultado? Pues que unos veinte alumnos de primero están con roturas en la enfermería porque las escobas se rompieron a cuatro metros de altura. Una suerte que ninguno se matase, pero una mierda que todos necesitasen poción crecehuesos. Sumado a que nada más que hay una enfermera (la cual no es para nada inteligente a mi parecer) la cual parece que es su primer año en el castillo pues ha ocasionado este monumental atasco en la enfermería.

Pero no todo el mundo está esperando a que atiendan a las ratas de primero no, a la bella durmiente de Gryffindor la han atendido nada más llegar a la enfermería según parece. Parece que cuando tu tío es el héroe del mundo mágico y tu madre la candidata favorita para sentarse en el asiento de Ministro de Magia no necesitas esperar para que te dejen una cama y echarte la siesta.

 

-¿Cómo te encuentras Rose?-escuché a la enfermera preguntar.

-Ya estoy bien, señora Baker-respondió la pelirroja-¿podría dejarme ir a clase ya? Todavía podría llegar a la última hora.

-No, no. Los golpes en la cabeza son muy traicioneros. Te quedarás aquí hasta después de comer.

 

Me separé del biombo que me separaba de esa cama y me senté de nuevo en la silla que me dieron. Para que cuando por fin pasase la enfermera a verme, no me pillase escuchando conversaciones ajenas. Pero no fue lo que pasó. Esperé cerca de un minuto y la enfermera no se pasaba. ¿No se suponía que si tenía tiempo para preguntarle a la dichosa niña qué tal se encontraba, tendría tiempo para venir a curarme la muñeca de una vez? Me asomé para ver dónde estaba, y la muy maldita estaba con los niños de primero lanzando hechizos aquí y allá y preguntándoles qué tal.

Una fría cólera me empezó a invadir. Ya entendía lo que pasaba aquí. La muy maldita no me atendía por ser hijo de quien era. Por ser un Malfoy y haber tenido un pequeño altercado con una Weasley.

Estaba a punto de ir a por ella y obligarla a que me atendiera de una buena vez cuando la puerta de la enfermería se abrió de golpe y una procesión de Gryffindors de cursos superiores empezaron a entrar. Me fije en que el que iba delante era James Potter, el chico que me había amenazado en el pasillo. Con cautela volví a mi lugar, procurando no hacer ruido para que no les diese por mirar en el box de al lado de Rose y que me descubrieran. Los Gryffindors son de disparar primero y preguntar después.

 

-Rose, ¿qué tal estás? He escuchado lo que ha pasado en clase-oí que preguntaba James.

-Bien, no me esperaba un hechizo así la verdad, es muy avanzado-dijo Rose con rencor, sobretodo la última parte

-Ese maldito crío,  mira que le había avisado ya de que..

-Para James, las cosas no se solucionan así-le cortó una voz de mujer a James-ni siquiera sabemos de lo que estaban discutiendo Diggory y él.

-Me encanta tu alma Hufflepuff, Victoire, pero esto es más serio-escuché que decía  otra voz-James tiene razón, el crío trama algo. Lleva menos de un día en el castillo y ya ha hechizado a dos personas, una de ellas de nuestra familia.

-Debemos hacer algo-dijo James con convicción.

 

Aprovechando el revuelo que se formó, salí sin ser visto de la enfermería. Ya había escuchado demasiadas tonterías. Ya no estaba cabreado con su hipocresía,  sino devastado. Anoche pensé que Hogwarts podía ser bueno, que la gente me dejaría en paz si yo no les decía nada pero...la realidad no tiene consideración con lo que deseamos. Sentía mis ojos arder, de ganas de llorar por la impotencia de estar en un lugar hostil, nada acogedor y todo porque se lo prometí a mi madre.

Al girar una esquina me choqué de bruces contra un chico. Me pilló en mala postura y caí de bruces al suelo, apoyándome de nuevo sobre mi muñeca rota. Ocasionando que las lágrimas de antes se pudieran confundir con las del dolor lacerante que estaba sintiendo ahora. Ni tan siquiera me molesté en mirar al chico con el que choqué, me levanté sin mirarle y seguí mi camino rumbo a ninguna parte.

Subir escaleras, bajarlas...abrir puertas, darme la vuelta cuando veía que era un callejón sin salida. Así estuve cerca de una hora hasta que por fin encontré un lugar cómodo que me gustaba. Era como un viejo salón de clases, completamente vacío y a oscuras. No podía ser fácil llegar, pues estaba tras una esquina en la que juraba que no había nada antes de girar.

Lo único que había en mitad de la sala era un espejo, grande con decoraciones en dorado. Lo hacía ver muy elegante, era parecido a uno que salía en el cuadro de un antepasado mío del siglo XVI.

Me acerqué con cautela al espejo, parecía que tenía algo grabado en la parte superior. Toqué la superficie lisa, viendo mi mano reflejada. Cuando sin previo aviso sentí un cosquilleo subiendo por ella que se instaló en mi cabeza. Retiré mi mano lentamente. Este espejo no era un espejo corriente. Tenía magia. Intenté leer la inscripción, pero no entendía ese idioma.

 

-Eres una caja de sorpresas, Scorpius-escuché que decían a mis espaldas. Me giré, ahí en medio de la oscuridad, iluminado por una tenue luz que flotaba sobre su cabeza, se encontraba Zeref.

-¿Por perderme por el castillo y llegar aquí?-pregunté con sorna. No estaba de humor.

-No es tan sencillo, el propio Albus Dumbledore ideó esta sala y lo que hay en ella-eso despertó mi curiosidad.

-¿Qué es este espejo? ¿Qué significa la reconfortante magia que sale de él?-pregunté ansioso de conocimiento, lo único capaz de hacerme olvidar mis problemas, al igual que cuando en casa Mamá discutía con Papá...

-Se llama el Espejo de Oesed-dijo posicionándose delante de él. Un mago de sonrisa surcó su rostro-te diría lo que hace pero, ¿no quieres descubrirlo tú mismo?

 

Se hizo a un lado, invitándome a  mirar el espejo desde donde estaba él. Con cuidado, me acerqué. Cuando estuve en frente del espejo pero de costado, miré a Zeref antes de girarme hacia el espejo y quedar de frente. No sabía si sería peligroso. Mi padre me dijo que nunca me fiase de objetos mágicos, y Hogwarts no tiene fama de ser un lugar seguro para el estudiante incauto. Al ver como me asentía instándome a mirarme en el espejo, me giré.

Al principio solo veía mi reflejo. Un chico pálido hasta casi el extremo, pelo rubio ahora despeinado y que casi me tapaba los ojos, unos ojos grises que ahora estaban hinchados y rojos de haber llorado. Seguí observando, mi estatura era normal para mi edad, pero entre la túnica se intuía mi silueta delgada,  para nada musculada. Cansado de observarme me dispuse a leer la inscripción que otra vez: “Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse”. No parecía ningún hechizo, era un idioma raro pero vagamente familiar.

No pude seguir pensando, mis pensamientos se despistaron al ver un revoloteo en mi reflejo. De forma instintiva me giré, para ver quién se me acercaba por la espalda, pero allí no había nadie.

 

-Lo que buscas, está delante de ti-susurró Zeref.

 

Lentamente me volví a girar hacia el espejo. La impresión y la felicidad que me inundaron ocasionaron que diese un par de pasos más, mientras ahogaba un sollozo y esbozaba la primera sonrisa sincera desde que murió la persona que estaba al lado de mi reflejo...mi Madre. Estaba bellísima, como si nunca hubiese tenido una enfermedad. Yo estaba vestido con mi misma ropa, pero cara era feliz, no era tan pálido y se me intuían algunos músculos más. Mi madre me revolvía el cabello, sonriéndome a mí y a mi padre, que estaba a mi otro lado, sonriéndome y mirándome con orgullo. Tenía la cabeza alta, como si nunca hubiese cometido los fallos de la Guerra. Y yo estaba radiante.

Alargué mi mano hacia el espejo para tocar la mano de mi madre, la cuál hizo lo mismo. Cerré los ojos. Justo cuando la iba a tocar, cuando su suave tacto volvería a tocarme y llevarse toda mis penas, sentí el frío tacto del espejo. Abrí los ojos con cierta decepción, pero la mirada de mi madre me hizo volver a sonreír. Era la misma mirada que ponía cuando decía una tontería de niño impropia de mí. No era de burla, ni pena ni nada. Era de felicidad, de que aún era un niño...su niño.

 

-Esto no es real-dije al cabo de un par de minutos.

-¿Qué es entonces?-preguntó Zeref de forma paciente.

-Lo que más deseo...-solté sin pensar-un reflejo, de mi corazón.

-Ya sabrías decir lo que pone ahí arriba, entonces-levanté la mirada hacia la incripción. Esto muestra un reflejo...Oesed, es deseO alrevés...

-“Esto no es tu cara, sino de tu corazón el deseo”-recité-estaba escrito alrevés, como cuando pones un texto frente al espejo.

-Muy bien Scorpius-dijo feliz Zeref-eres la primera persona que viene aquí que sabe contestarme a esto.

-Tenía la sensación de que solo te rodeabas de gente inteligente-le dije.

-Y así lo hago, pero Dehler no le gusta perder el tiempo con estas tonterías dice, y no conozco a nadie más que pudiese llegar hasta aquí.

-¿A qué te refieres?

-A esta sala en específico. Es parecida a la sala de los Menesteres-me explicó acercándose a mí-cuando un alumno está perdido, sumido en la oscuridad...algo más que triste, no sé si me entiendes.

-Devastado, es la palabra que buscas-pues así era como me sentía antes de mirarme en el espejo.

-Exacto. Pues bueno, cuando estás así, puedes llegar hasta esta sala. Y mirarte en el Espejo de Oesed.

-Para sentirte mejor-terminé la frase por él.

-Correcto de nuevo, veo que ha funcionado-me dijo sonriendo de forma sutil.

-Lo cierto es que sí, aunque no sé si me gusta que una mera ilusión me alivie-confesé. Me parecía un poco humillante la verdad.

-No te preocupes, solo podrás venir aquí cuando te sientas igual. Es la gracia de esta sala, que nadie se puede volver loco por mirar mucho el espejo-me explicó-por ciertom deberías ir a la enfermería a que te curen la muñeca de una vez.

-Ya estuve, y me ignoraron completamente-dije molesto dirigiéndome a la puerta.

-No todo es lo que parece, Scorpius-dijo mientras se sentaba frente al espejo. Lo cual me dio curiosidad.

-Oye Zeref, ¿puedes venir siempre que quieres a esta sala?-le pregunté asustado. Si entendí bien solo cuando estás practicamente hundido en la oscuridad eres capaz de llegar. Y si te puedes volver loco de tanto mirar el espejo...

-Tranquilo, no vengo aquí por el reflejo, sino para entender lo que hizo en el espejo-dijo sin despegar la vista de su reflejo.

-¿Lo que hizo quién?-pregunté desde el umbral.

-Albus Dumbledore consiguió que Harry Potter sacase del espejo aquello que deseaba en cierto momento...¿y si pudiésemos hacer lo mismo?

-Zeref-dije de forma compasiva. Ya entendía a lo que se refería. Algo me decía que él está viendo algo parecido a lo que veía yo-sabes que es imposible.

 

Al no obtener respuesta me fui de ese aula. No quería seguir esa conversación. Hay cosas que deben quedarse donde están. Me sentía mucho mejor, seguía triste, pero no tanto como antes. El ver a mi madre y a mi padre de esa forma en el espejo me había ayudado. Supongo que esto era lo que Dumbledore deseaba, que los alumnos obtuviesen un poco de consuelo en su agonía...

Xxxx

Al llegar al vestíbulo, siendo ya la hora de la cena casi vi que Karliah Zabini se acercaba hacia mí. Me había tomado mi tiempo al salir de la sala del espejo y había investigado un poco llos pasillos, para aprenderme los recorridos. Con cuidado, eso sí. No deseaba encontrarme con ningún Potter-Weasley por los pasillos y tener otro encontronazo. Mucho menos cuando la muñeca (rota aún) me dolía horrores.

 

-Scorpius, te he estado buscando desde la hora de la comida-me dijo cuando se acercó-debes ir a la enfermería a que te curen.

-Ya estuve, Karliah, y no me hicieron nada en las cuatro horas que me pasé allí. Ahora no tiene que ser distinto-le dije molesto por lo de esta mañana.

-No sé qué pasó pero la señora Baker me dijo que en cuanto te viese fueses para allá-dijo con voz firme-no puedes andar por ahí sin poder sujetar correctamente la varita. Asique vamos.

 

Y cogiéndome de la muñeca buena, pusimos rumbo a la enfermería. Había un incómodo silencio entre nosotros. Estaba seguro de que ya se había enterado de lo que pasó por la mañana. Me gustaría saber lo que opinaban los de mi casa del espectáculo de primera hora, pero no tenía ganas de preguntar tampoco. Estaba demasiado cansado para hablar.

Cuando llegamos a la puerta de la enfermería, Karliah la abrió y me instó a pasar a dentro. Ella se quedó esperando en la puerta esperando a que saliese. Me querría dar privacidad, lo cual agradecí. Nunca me han gustado los medimagos, de pequeño cuando me rompía algo lo ocultaba para no tener que ir, tenía miedo de que me hiciesen daño. La enfermera, la señora Baker, estaba sentada en el escritorio del fondo revisando papeles. Cuando alzó la vista y me vió se levantó rápidamente y se acercó a mí.

 

-Ay pequeño, cuanto lo siento-emepezó a decir de forma dulce-me han contado cuando te fuiste, debiste de pensar que no te quería atender, lo siento mucho de verrdad-dijo dándome un maternal abrazo. Me quedé estático.

-Emm perdone pero-empecé a decir, pero no me dejó continuar.

-Pobre chico, nuevo en un colegio lleno de prejuicios contra Slytherin-continuó ella, llevándome a una camilla y yendo a buscar algo entre los estantes-ya lo pensaba cuando estaba en Hufflepuff hace años, que este colegio puede ser muy clasista. Y encima he tenido un primer día horrible y se me olvidó decirte que tu poción se estaba preparando.

-¿Mi poción?-pregunté confundido.

-Claro, tu poción. La crece huesos normal lleva pelos de fauno, ingrediente que me dijo tu padre que no te diese, que cuando te dieron de pequeño un poco de crece huesos convencional, te pusiste muy malito-me explicó sirviendo un vaso de una poción de aspecto viscoso-por lo que he tenido que fabricar esta, por desgracia tarda unas cinco horas y se me olvidó decírtelo.

-Bien que tuviste tiempo de preguntarle a la Weasley qué tal-se me escapó decir, cogiendo con un poco de asco el contenido de la poción.

-Si, lo siento. Su madre puede llegar a ser muy pedante y pesada. No sé quien se cree, solo porque era brillante de pequeño y amigo de Harry Potter-despotricó contra ella, ocasionando que riese-bueno venga, bebetelá.

-Sí sí-con cara de asco le di un sorbo. Decían que la crece huesos sabe fatal, pero esta tenía un sabor dulzón. Parecido a todos las pociones curativas que me tuve que tomar de pequeño cuando tuve Viruela de Dragón-sabe rico.

-Claro, tu padre también me avisó de que no te gustan los sabores convencionales, y me pasó su receta de la crece huesos con ese sabor a melocotón dulce-me explicó mientras me peinaba un poco el cabello y me tomaba con delicadeza la muñeca para vendármela. Era cariñosa, casi como una madre.

-Señora Baker-empecé a preguntarle-¿de qué conoce a mi padre? Son más o menos de la misma edad, lo cual es...

-Sí, lo sé. Tu padre era un tanto...peculiar en sus años de juventud-me explicó con una sonrisa. Sabía que mi padre podía resultar odioso de pequeño-pero cuando pasó la Guerra, pegó un cambio de no te menees. Incluso en compensación me recomendó como aprendiz a uno de los medimagos más refutados de aquella época, que por desgracia ahora murió.

-¿Te hizo un favor?-pregunté sin saber. Sabía que mi padre se volvió más educado, pero no sabía nada de eso.

-No solo a mí, todo aquel de sus épocas de juventud que necesitase algo y lo aceptase, el lo ayudaba-dijo volviendo a donde tenía las pociones para coger una más pequeña-no te digo que no tuviese intenciones ocultas, pero sin duda quería quemar Karma.

-¿Kar-qué?-pregunté confundido, ocasionando las risas de la señora Baker.

-Toma, un pequeño vial de poción sedante, por si tienes dolores esta noche-dijo ignorando mi pregunta-mañana antes del desayuno ven para que vea cómo estás. Creo que ya tendrás la muñeca curada.

-Sí muchas gracias y...lo siento por pensar mal de usted-dije algo apenado dirigiéndome hacia la puerta.

-No te preocupes muchacho, es lo normal-dijo sonriendo de forma dulce.

 

Tras despedirme una vez más, salí de la enfermería todavía confundido con lo que acababa de pasar. A un lado estaba Karliah, que al verme con esta cara rió un poco y me comentó que la señora Baker era como una madre dentro del castillo. Continuamos en silencio hacia el Gran Comedor. Miraba mi muñeca, perfectamente vendada y que la verdad es que me dolía menos. Además la crece huesos con sabor a melocotón había sido un buen regalo por la espera. Justo cuando estábamos por pasar la agarré a Karliah de la túnica para que se detuviese a mirarme.

 

-Gracias-le dije sonrojado mirando al suelo. Se me da muy mal agradecer cosas-creo que has debido de ser tú la que le dijo cómo estaba a la señora Baker.

-No fui yo, Scorpius-me dijo sonriendo mientras entraba al Gran Comedor.

 

Eso no me lo esperaba. Confundido, dejé de mirar al suelo y levanté la vista para entrar al Gran Comedor con la cabeza alta, sin rastros de haber llorado. Todas las cabezas de Slytherin se giraron hacia mí, me saludaron o felicitaron cuando pasaba por su lado. Se debieron de haber enterado de que gane a Rose Weasley en un duelo. La mesa de al lado, Gryffindor también me miraba, pero con rencor. Decidí no hacer caso y me senté entre Karliah y Zeref, que me había guardado un sitio (algo que me sorprendió) y me puse a comer.

Puede que Hogwarts no estuviese tan mal como pensé en mi arrebato de ira. Puede que sea por el espejo o por la pequeña charla con la señora Baker, pero puede que juzgase el colegio demasiado pronto. No puede ser tan malo.

Además, la mirada color esmeralda que un chico de negros cabellos despeinado me dirige desde casi el otro extremo de mi mesa, me hace sospechar que fue él quien habló con la señora Baker...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).