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Segundas oportunidades por khr

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Notas del capitulo:

no me olvide del fic, es que no tenia internet de vacaciones...

NARRADO DESDE EL PUNTO DE VISTA DE DRACO MALFOY

Estimado señor Malfoy,

Le informo de que su hijo hoy ha debido ir a la enfermería por una fractura de muñeca. El accidente en cuestión ha tenido lugar durante la clase de DCAO en una simulación de duelo en el que tanto su hijo como la señorita Rose Weasley han empleado hechizos y maldiciones no estipulados en el ejercicio, ocasionando que ambos terminasen en la enfermería con, gracias a Merlín, nada grave.

El accidente en cuestión ha repercutido en perdida de puntos para ambas casas. Le transmito las disculpas de la profesa de la asignatura, no sin una felicitación por el magnifico dominio de su hijo de contramaldiciones muy avanzadas para su edad como es el empleo del hechizo depulso.

Le transmito en persona esta noticia, a mis ojos no digna de mención ni de carta, para que no llegue a usted por terceras personas y pueda llegar a imaginarse cosas inverosímiles.

Atto: Minerva McGonagall

 

Termino de leer la carta mientras apuro el primer café de la mañana. La verdad, no me sorprende que haya un miembro del clan Weasley-Potter involucrado en el accidente. Puedo llegar a imaginarme la situación: un león con todos sus aires de superioridad y delirios de mejor honor que ha intentado recordarle a la serpiente que tan solo vale para arrastrarse. Lástima que esta serpiente tenga colmillos a la hora de los duelos. Yo mismo me encargue de enseñarle a mi hijo a como batirse en duelo tanto correctamente como de forma más “rastrera”. Todo para evitar que en Hogwarts se lo comiesen vivo. A veces dudo de que en verdad sea un Malfoy, siendo tan sensible y llorón...aunque prefiero que sea así a que fuese como yo a su edad.

Me levanto de la mesa mientras le digo a uno de los elfos que le diga a mi madre que he salido ya para el trabajo. Voy a mi despacho, cojo el abrigo y me aparezco en el Minesterio y emprendo el camino hacia mi despacho, en la misma planta que en el de los altos cargos, no por menos me dedico a cerrar acuerdos comerciales para la comunidad mágica británica.

Al principio no me hacía gracia ser una de esas ratas del Ministerio, pero cuando hace un par de años me lo propusieron, Astoria me insistió para coger el trabajo.

“-No quiero trabajar para el Ministerio viendo como trata a mis cercanos-le dije.

-Deja de pensar en el qué dirán y piensa en tu hijo-me respondió de manera comprensiva-a ti te han tratado como un exmortífago desde que acabó la guerra, y la mejor forma de que a él no le pase es un lavado de imagen. Si tuviésemos tiempo, con hacerlo como hasta ahora, con un par de donaciones y ayudando a atrapar a algún que otro mago oscuro en potencia, bastaría. Pero dentro de dos años tu hijo empieza en Hogwarts, y no creo que quieras darle la misma experiencia que tuviste tú.

-...-no dije nada. Tenía razón.

-Nos guste o no, trabajar para el Ministerio y que te fotografíen con los héroes del mundo mágico, es lo que tu hijo necesita.”

Y como siempre pasaba cuando se discutía con Astoria, ella terminaba teniendo razón. Era una Slytherin como pocas había, astuta sin duda pero con un corazón que no la cabía en el pecho. Tan grande, que fue capaz de darle una oportunidad a un pobre chiquillo de veinte años que lo había perdido todo por decisiones de sus padres...y joder que si la amaba. Todavía recuerdo el día en que descubrí que estaba enferma...una antigua maldición de su familia, según me explicó el sanador. Cada dos generaciones, alguien de su familia la padece. Empieza sangrando en demasía por meros hematomas y termina tosiendo y orinando sangre, muriendo en una agonía lenta y penosa...ni la magía legal ni la magía ilegal podía hacer nada.

Y ahí estaba, tras tres meses desde la muerte de mi Astoria aparentando estar tan entero como podía a los ojos del mundo. Ni tan siquiera me había tomado unos días libres. En parte para mostrar entereza y en otra para no estar encerrado en las paredes de la mansión que estaba impregnada todavía del olor de mi mujer. Los primeros días fueron fatales, con mi hijo llorando en cada esquina y mi madre con los silencios incómodos y las sonrisas escuetas que evidenciaban que en parte se alegraba de haberse librado de su nuera. No era ningún secreto que Astoria no simpatizaba con la forma de pensar de mis padres. Del mismo modo que tampoco era un secreto que mi madre culpaba a mi mujer de que se volviese a encarcelar a Lucius Malfoy a los pocos años de su puesta en libertad. No fue fácil para mi el tener que entregar a mi padre al Ministerio, pero los años en Azkaban no le dieron más sentido común. Al poco de salir no solo se quejó hasta la saciedad del llorón de su nieto y de la buscona de nuera que tan solo quería dinero y que le había robado a su hijo, lavándole el cerebro. Eso fue lo de menos. Pero el que su padre estuviese de nuevo simpatizando con los últimos resquicios de los mortífagos, volviendo a ofrecer la Mansión Malfoy, MI CASA, en la que vivían Astoria y Scorpius, como cuartel general otra vez...fue la gota que colmó el vaso. No iba a dejar que mi hijo sufriese lo mismo que yo, así que no dudé en entrar en la oficina de Harry Potter,  el jefe de aurores, y testificar contra mi padre. Todavía recuerdo su cara de incredulidad cuando entré...guardé el recuerdo en un pensadero, para cada vez que dudase de si había tomado la decisión correcta, esa cara me recordase que sí.

No me gusta admitirlo, pero tras años de autoconocimiento, reflexión y alguna que otra visita a lo que los muggles llaman psicólogos admití que de pequeño había desarrollado una patológica obsesión por el niño que vivió. Su rechazo en primero y sus miradas de odio a la mínima me dolían, me hacían ver un mal chico...y yo no lo era. Pero la rabia ciega que me dominaba de jove, y la pobre guía por parte de mis padres me llevaron a creerme a pies juntillas todas las mentiras que se contaban contra él y que yo mismo convirtiese en un deporte entre Slytherin el molestarle.

Por ello, su cara de asombro al entregar a mi propio padre y el consiguiente “Buen trabajo, Malfoy. Has hecho lo correcto y debes enorgullecerte de elllo” son uno de mis más valiosos recuerdos. Fueron una medicina para mi conciencia de la guerra, un descanso para esa obsesión de niño de tener que agradar a Harry Potter. Por fin, me dejó de ver por encima del hombro y me empezó a ver como un igual. No hablamos más de lo necesario ni quedamos para tomarnos algo en las Tres Escobas...pero esa leve inclinación de cabeza que nos damos al cruzarnos y que en sus ojos no haya decepción ni superioridad al mirarme era todo lo que necesitaba para pasar esa página de mi adolescencia que me atormentaba de adulto.

 

-Señor Malfoy-dijo la voz de mi secretaria desde la entrada-el señor Potter está en la puerta. Desea verlo.

-Hágale pasar-le dije terminando el último informe de la mañana, plasmando mi firma en él y amontonándolos junto con el resto de informes que debía firmar posteriormente el ministro.

-Buenos días, Malfoy-escuché a Potter desde la entrada. Me levanté para estrecharle la mano y acompañarle hasta mi escritorio-espero no molestarte.

-No tranquilo, acabo de terminar el trabajo de hoy-le respondí mientras me sentaba de nuevo en mi sitio-¿qué se te ofrece Potter? No es común ver al Jefe del departamento de aurores en las oficinas de Compras y Comercio Internacional.

-Sí, el Ministro me ha pedido que eches un vistazo a unos acuerdos de inversión que han llegado esta mañana-me dijo mientras me acercaba unos papeles junto con un libro enorme y de aspecto antiguo. Los tomé y empecé a leer por encima los papeles. Venían de Francia, y como tal en perfecto francés. Pero no tenían sentido, eran compendios de magia arcana. Nada de interés para mi departamento

-¿Y por qué me llegan de tu mano? Y además por qué a mí-aquí había algo más-en primer lugar, esto corresponde al Departamento de Misterios gestionar si desean comprar o no unos tomos de magia antigua. Y en segundo lugar, tenemos a gente en la secretaría capaz de llevar unos papeles de un sitio a otro.

-Siempre en guardia-comentó con una ligera sonrisa-Contestando a lo segundo, el Departamento de Misterios ya ha recibido estos papeles...y es a petición de Maegor Swifitman, el jefe del departamento, que han llegado a ti esos papeles. Quiere lo primero que les eches un vistazo al primero de los tres tomos que nos ofrece este vendedor.

-¿Tres tomos?-pregunté sin entender.

-Sí, nos ofrecen tres, un compendio sobre no se qué de medicina sanadora y de algo más. Y nos ha mandado uno de muestra, para ver si nos interesa.

-¿Y es que no saben leer ni en Francia ni en nuestro departamento de misterios que me lo mandan a mí para que le eche un vistazo?-pregunté mordaz.

-En Francia no les interesa según nos ha transmitido el gobierno. Y en el Departamento de Misterios hay división de opiniones al respecto...y como forma de desempate salió tu nombre. Los Malfoy tienen en su biblioteca bastantes libros antiguos...y al tener acceso a este primer tomo, no solo podrías ver si merece la pena sino que también podrías investigar sobre si merecerían la pena el resto.

-Es decir...que depende de mí el comprarlos o no...-empezaba a entender un poco-¿y qué les hace pensar que entenderé dicho tomo?

-Para el Ministerio-puntializó Potter-y según Swiftman, dice que encontrarás la forma de leerlo.

 

Eso último me intrigó. Tomé inmeidatamente el libro viejo que venía junto con los papeles. Tras un par de hechizos no verbales para ver que fuese seguro, lo abrí por una página al azar. No había letras, eran runas antiguas. Tanto en los márgenes, escritas con pluma a modo de anotaciones como el texto principal. Las de los márgenes parecían proceder del norte, como runas vikingas...pero el texto principal no me sonaba de nada. No eran runas antiguas europeas...ojeando un poco más bajo la atenta mirada del jefe de aurores llegué a un mapa, dónde marcaba lugares con dibujos de plantas, de lo que parecían templos...a juzgar por la geografía era sudamérica.

 

-Parece un libro Inca, Maya o Azteca...-murmeré más para mí que para mi acompañante.

-Eso me pareció entender a Switman-respondió Potter tras darme un par de minutos más de lectura.

-Creo que podré entenderlo, al menos la mayoría de cosas...

-Me alegra oirlo.

-Y ahora, dime por qué me lo has traido tú-le espeté cerrando con delicadeza el libro y dejándolo a un lado.

-Bueno...sé que ha pasado tiempo desde que pasó pero no pude presentarte mis condolencias por la muerte de tu esposa-respondió con la voz vacilante, ocasionándome una pequeña punzada en el pecho por el recuerdo de mi esposa-parecía una gran mujer, Malfoy. No fue justo lo que pasó.

-Potter...-murmuré intentando recuperar mi voz.

-Si tú o tu hijo necesitais cualquier cosa...-empezó a decir-bueno...tengo a mis hijos y sobrinos en Hogwarts y siendo tu hijo nuevo...pues he pensado que quizá Albus al estar en la misma casa podría...

-Detente-le espeté-mi hijo no necesita la caridad de tus hijos. Ni yo la tuya.

-Malfoy no creo que...

-Agradezco tus condolencias-le corté a mitad de oración-pero estoy bien...ya estamos bien. Y estoy seguro de que mi hijo se adaptará perfectamente sin ayuda de tus hijos.

-Sí...si bueno, ha sido una tontería-dijo rápido, nervioso mientras se levantaba.

-Si no puedo hacer nada más por ti, te agradecería que te retiraras-dije mientras me levantaba para guiarle a la puerta.

-Si si claro, te dejo-respondió recuperando el semblante de superioridad cuando abrí la puerta. Siempre ponía la misma cara de león orgulloso en público...

-Ha sido un placer-le despedí con el gesto serio siendo mis labios una fina línea en mi rostro.

 

Cuando cerré la puerta dejé soltar todo el aire que estaba reteniendo sin darme cuenta. Me acerqué a un minibar semioculto situado detrás de mi escritorio y me serví dos dedos de whisky mientras me volvía a sentar restregándome los oojos y pellizcándome el puente de la nariz para despejar la tensión de mi cuerpo. La herida estaba muy fresca. Y una mención inesperada de Astoria dolía, aunque fuese con buena intención.

Tras terminarme el whisky, recogí mis cosas y me dirigí al atrio del Ministerio para al momento aparecerme en el vestíbulo de Malfoy Manor. Nada más llegar apareció un elfo, al que di mi abrigo y le mandé a prepararme un almuerzo ligero. Se me había pasado el hambre de golpe. Puse rumbo a mi despacho, situado al lado de la biblioteca. Deposité sobre la mesa el maletín de trabajo y saqué de él el libro de magia arcana que me había llegado. Tenía curiosidad por lo que contendría, y como el plan alternativo de la tarde sería emborracharme en los jardines, decidí ponerme manos a la obra y tratar de traducir el libro.

Llevaba escasos quince minutos ojeando el libro haciendo pequeñas anotaciones en un pergamino al lado para consultar otros volúmenes en la biblioteca, cuando mi madre llamó a la puerta y entró tras darle permiso.

 

-Has vuelto pronto, Draco-me saludó de manera austera.

-Así es, madre-correspondí el saludo de manera fría, cortés. La dulzura entre nosotros acabó el día en que encerré a mi padre en Azkaban.

-¿Qué estás leyendo hijo?-preguntó mientras daba un par de pasos hacia mi escritorio.

-Es trabajo del Ministerio-la respondí arrastrando las palabras mientras levantaba mi mirada y la fijaba en la suya. Captó el mensaje y no se acercó más. Desde que comencé a trabajar en el Ministerio dejé muy en claro a mi madre de que no la dejaría ver nada.

-Ya veo...-dijo de manera fría mientras se rostro se transformaba en una máscara de cortesía seca, la misma que les dedicaba a los aurores-¿y puedo saber en qué idioma está escrito?

-Eso me gustaría saber a mi-la respondí ocultando con pergaminos el libro para que no espiase nada más.

-Esto es ridículo, Draco-dijo furiosa por mi último acto-soy tu madre. No iría aireando por ahí tu trabajo.

-Y por ello estás viviendo aquí conmigo-le respondí serio. Desde que descubrí lo de mi padre decidí mantener a mi madre también al margen de todo, para evitar alguna filtración que nos hiciese retroceder todo el largo camino que había recorrido junto a Astoria para limpiar el apellido Malfoy-ahora por favor retírate, he de continuar con el trabajo.

-Como desees-dijo al rato, tras serenarse. No dio ni dos pasos hacia la puerta cuando se detuvo con el manillar de la puerta en la mano-aunque si yo tuviera que leer un tratado como ese, cogería de Gringotts las Lentes de Babel...

 

Tras ese consejo salió de la habitación cerrando sin hacer ruido. Tras resoplar para evitar ir hacia ella y pedirla perdón como un niño de diez años me levanté para coger de la caja fuerte el libro patrimonial de los Malfoy. Un tratado donde están todas y cada una de las pertenencias de la familia, desdde una simple ccuchara hasta un puerto en el cabo de Gata de España. Una antigua reliquia familiar, creado en la era de las hogueras para que el patriarca de la familia pudiera controlar qué pertenencias de la familia habían sido destruidas por los muggles y cuales perduraban. En su creación se usaba sobretodo para comprobar que no habían quemado ningún castillo familiar. Ahora, como un inventario de bienes.

Busqué entre las páginas para comprobar que efectivamente teníamos un objeto denominado las Lentes de Babel. En mi vida había oido hablar sobre algo como eso, ni sabía para qué podría servir.

Tras investigar un poco más sobre dicho objeto, sin resultados, llegó  la hora de almorzar. Baje al comedor, donde la comida ya estaba sobre la mesa y mi madre en el extremo contrario de donde se sentaba el señor de la casa...lo más lejos posible de mi lado. Tras tomar asiento y comer un poco, me tragué mi orgullo para saciar mi curiosidad.

 

-Madre, ¿qué son las Lentes de Babel?-pregunté tratando de que mi voz sonase firme. Algo difícil, con la mirada de superioridad que me dirigió mi madre mientras estiraba el cuello como un pavo, con prepotencia.

-Si no te hubieses olvidado de tu madre desde que Astoria llegó a tu vida, te habría transmitido todo lo que hay que saber como cabeza de familia de los Malfoy-contestó de manera digna.

-Si no vas a responder dilo directamente-espeté con gesto serio y acolarado por la furia que me empezaba a invadir.

-Draco, Draco...-suspiró negando con la cabeza-ya nos hemos hecho mucho daño. Ambos dos solo nos tenemos a nosotros ahora, cortemos esta absurda guerra.

-Guerra que padre...que Lucius comenzó y tú seguiste-a la mención del nombre de pila de mi padre mi madre arrugó el gesto con dolor. Desde lo que pasó no me volví a dirigir a él como mi padre. No me parecía ético.

-¿Crees que estaba a favor de lo que hacía? No sabía nada, Draco. Nada-comenzó, mientras apuraba su copa de vino. Era la primera vez que hablábamos de esto-si hubiese sabido lo que hacía, que estaba poniendo en peligro de nuevo a la familia, le habría parado los pies sin llamar a los aurores. Porque es familia.

-¿Y qué hubiera pasado si hubiese salido a la luz que estaba de nuevo en asuntos turbios? ¿Qué nos habría pasado a nosotros?-mi gesto airado se fue convirtiendo en uno de culpa por haber entregado a la familia a los aurores-¿Crees que no me dolió ver a mi padre de nuevo encerrado en Azkaban, esta vez por mi mano? Pero tenía que pensar en Scorpius, madre...

-Tu hijo es un Malfoy, más fuerte de lo que crees-empezó-si tú pudiste con su edad vivir en...

-NO-grité dando un golpe en la mesa-mi hijo no es como yo, gracias a Dios. No es arrogante, ni oculta sus emociones ni vive con miedo en su casa porque un cruciatus le pueda despertar en mitad de la noche porque su tía se aburre.

-¿Crees que no me arrepiento de la guerra, Draco?-gritó ella también levantándose y acercándose a mi-me jugué el cuello ayudando a Potter en el bosque prohibido, por ti. Para darte un futuro...

-Traicionaste a tu hermana, a los principios de tu marido-empecé de manera más calmada. Dicha afirmación la tensó en el asiento.

-Así es. Lo hice por ti-respondió con los ojos empezando a llenársele de algunas lágrimas-y no para que ahora me trates como una desconocida, para estar encerrada en mi propia casa...en soledad...

-Hicimos lo mismo, entonces-proseguí, haciendo caso omiso de las lágrimas de mi madre-yo también traicioné a mi familia, y a mi padre, por mi hijo. Con la diferencia de que yo lo hice antes de que sufriese algún daño-me levanté de la mesa y empecé a ir hacia mi cuarto. No tenía nada más que añadir.

-Las Lentes de Babel son capaces de hacer que una persona pueda leer cualquier escritura anterior a la fecha en la que fueron confeccionadas-empezó mi madre desde su sitio. Me detuve ya en el umbral de la puerta.

-¿Podré usarlas para leer el libro?-pregunté sin voltearme.

-Si el idioma en el que está escrito, no es posterior a la creación de las Lentes...sí, serás capaz de leerlo como si fuese nuestro idioma-respondió.

-Comprendo...muchas gracias madre...-pronuncié mientras salía de la habitación.

-Buenas noches, cariño...-escuché a mis espaldas. La primera vez que las escuchaba, en años.

-Buenas noches...-murmuré sin detenerme, mientras una sonrisa nostálgica se formaba en mi rostro.


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