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La máscara del lobo (Victuuri) por Shizu Chan

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Notas del fanfic:

 

Booktrailer del fanfic: La máscara del lobo

Los personajes pertenecen a la serie Yuri on ice, y son creación de Kubo-sensei. La historia es mia. Atribución de derechos no comerciales.

Notas del capitulo:

Hola, lectores.

Este es el primer fanfiction que hago. Si bien me encanta la relación sana y despreocupada que Kubo-sensei logró en Yuri on ice, la dupla de Yuri y Victor me ha dejado con ganas de más. Puede que en parte sea culpa de las teorías locas del fandom, de los traumas que me dejó Koogi con Killing Stalking, y por el hecho de que me es imposible escribir una historia sin introducir algo macabro, ha nacido este fanfic. También aparecerá más adelante Yuri Plisetsky, Otabek Altin, Mila Babicheva, Christophe Giacometti, Kenjirou Minami,Guang Hong Ji y Leo de la Iglesia.

Los invito a ver el booktrailer, y si lo desean, suscribirse a mi canal, ya que suelo subir videos de reseñas, cracks y videoreacciones. Recuerden, no me haré responsable de posibles traumas. Gracias por leer esta historia. Valoro mucho sus comentarios y sus votos.

Sintió su respiración tibia junto al cuello, un suave calor que subía y descendía acompasadamente. Victor dormía pegado a su cuerpo, con una mano sobre su pecho y parte de sus piernas entrelazadas. En cada una de sus exhalaciones, el mechón de cabello platinado daba un corto baile sobre su frente.

Yuuri saboreó los últimos minutos de la mañana, antes de levantarse, y experimentó la extraña sensación de seguir soñando. Todo parecía tan ilusorio. Las cortinas blancas dejaron pasar los rayos de un sol matutino sobre la habitación. El muchacho no podía creer que hubiera abandonado su cálido hogar en Japón para mudarse a Orlando con el hombre que, jamás imaginó, terminaría siendo su esposo.

Con cuidado dejó su mano sobre el colchón y se deslizó lentamente hacia el corredor. El apartamento no era demasiado grande, pero estaba bien para ser sólo ellos dos. Como de costumbre preparó un par de tostadas y las untó con un poco de mermelada, llenó dos vasos con zumo de naranja y aguardó un par de minutos a que Victor también fuera a la cocina. Ya que tardaba más que de costumbre, encendió la tv y se quedó viendo algunos noticieros.

—"Los informes policiales concluyen en la hipótesis de que se trata de un grupo de personas llevando a cabo los asesinatos, y las pericias forenses..."

Cambió de canal y soltó un bostezo. Había pasado más de una hora.

Fue repentino. No, en realidad, fue lento. Victor ya no era el mismo hombre afable y lleno de energía con el cual se había mudado hace un año atrás. Tal vez era normal, tal vez era la rutina. La verdad es que Yuuri no podía evitar preocuparse.

Dormía demasiado, comía poco, y algunos días se iba y no volvía hasta muy tarde en la noche.

"¿Algo está mal? Victor no dice nada al respecto. …l no es la clase de persona que se guarda los sentimientos. Tal vez haya otra persona... alguien mejor que yo"

Siempre que un pensamiento tóxico recurría a su mente, se dispersaba mirando algunos programas de patinaje. Y siempre finalizaba el tour con el estilo libre de Victor.

Una vorágine de sentimientos confusos lo azotó cuando su esposo ingresó a la cocina, tres horas después que él, y se acercó a besarle los labios en un corto rose. Eso era suficiente para disipar todas sus dudas.







Deslizó un dedo por la franja de su flequillo para quitárselo del rostro y así poder dejar un beso sobre su frente, que permaneció varios minutos allí, haciéndole cosquillas.

— ¿Te gustaría salir esta noche, Yuuri?

Presa de la emoción, el muchacho asintió varias veces, y reparó en lo ruborizado que estaba su cara al momento que Victor desataba en risas.

—Veo que estás muy emocionado.

—N-no... es decir, sí. Quiero salir contigo.

Sus ojos azules se entornaron en una sonrisa.

— ¡Perfecto!

Cerca de la avenida, hacía pocos meses un local de comida japonesa había inaugurado una nueva sede. Yuuri no había insistido en ir, pues quería habituarse a la cultura occidental americana. Sin embargo, una felicidad repentina lo embargó cuando Victor lo invitó a comer su adorado katsudon de cerdo, que para añadir el ruso también disfrutaba mucho.

Pasaron la velada entre risas y anécdotas, desinteresados de su entorno. No era Rusia, no era Japón, no estaban las cámaras acosándolos por llenar de dinero a la prensa amarillista, ni existían los constantes reproches contra su conducta "amoral". Sólo eran ellos dos atrapados en su propio mundo.

Yuuri extrañaba patinar, eso era un hecho. No obstante, estaba satisfecho con su carrera profesional. Aún se sentía mal por haberle negado a Minami ser su entrenador. Al menos seguían hablándose por mensajes.

—Yuri, ¿si como otro tazón crees que me hará mal?

El muchacho soltó una risilla.

—Lo comerás de todas formas.

Ambos rieron.

Fue una buena decisión ir a pie. Yuuri cedía muy fácil ante el vino, y Victor cuando estaba de buen humor bebía más que de costumbre. Llegaron al apartamento tambaleándose. Sentía los murmullos incoherentes del ruso pegados a su oído, y sus caricias cálidas por debajo de la camisa.

Amagó a darle vuelta al pestillo, pero Victor lo detuvo a mitad de camino con un beso ofuscado. Tenía la lengua caliente y sabía a alcohol.

—Yuuri... Yuuri...

Ronroneó su nombre varias veces y se acurrucó en su pecho. Tenía que apresurarse a abrir o Victor se dormiría allí mismo.

Oyó que algo se rompía del otro lado de la puerta, y varios pasos apresurados. Entró al apartamento con premura, y encendió las luces. La lámpara junto a la ventana se había destrozado en el piso, y estaba alzada un par de centímetros. Una brisa fresca se colaba por el resquicio.

—Alguien entró—murmuró casi para sí mismo.

—Yuuri...

Su esposo le rodeó la cintura con un brazo, y lo arrebujó contra su pecho. Cualquier intención de sobresaltarse se esfumó al instante. Ya había cedido a su encanto.

Los golpes en la puerta principal se volvieron tan insistentes que irremediablemente, despertó


Los golpes en la puerta principal se volvieron tan insistentes que irremediablemente, despertó. Aún adormilado, abrió la puerta. Un oficial de policía ingresó mostrando su placa. Yuuri se quitó las lagañas del rostro y lo invitó a sentarse, muy sorprendido por su llegada.

— ¿Quiere tomar algo?

—No, gracias. ¿Usted vive en este piso, señor...?

—Katsuki... pero sólo Yuuri está bien—se rascó la nuca— Sí, ¿por qué?

— ¿Ayer en la noche dónde estuvo?

El muchacho parpadeó sin comprender.

—Emmm... salí con mi pareja a un restaurante japonés en la avenida... No entiendo...

— ¿Le molestaría si reviso el lugar?

Dio un paso hacia tras y lo dejó hacer su trabajo. Permaneció en el corredor, con un ojo vigilando al oficial y el otro esperando que Victor despertara. Un recuerdo difuso le vino a la mente.

—Yo... creo que ayer en la noche, tal vez alguien quiso entrar... al apartamento...

El policía se detuvo para observarlo con fijeza.

— ¿Alguien? ¿Podría describirlo?

—Yuuri—la voz de Victor se acercó hasta su espalda, para tomarlo en un abrazo— ¿Qué está sucediendo?

—Este lugar podría ser la pista maestra para resolver un caso con meses de investigación—se apresuró a responder el oficial.

A pesar de que su esposo solía ser un hombre muy calmado, Yuuri se sorprendió del matiz tajante que cobró sus facciones.

—No es posible. Sólo estamos nosotros dos. Puede revisar lo que desee, pero está perdiendo el tiempo.

—El señor Katsuki me informó que ayer en la noche...

—Volvimos muy ebrios. Se confundió—sus ojos azules se volvieron de un tono gélido como cristales de un glaciar— ¿Suficiente?

En medio de un tenso silencio, el policía se marchó. Yuuri amagó a hablar, a replicar que sí, que estaba seguro que alguien estuvo allí en la noche. Sin embargo, su esposo lo miró con su usual sonrisa.

— ¿Vamos a desayunar?

—S-sí... vamos.

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