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Mi Paraíso por Mariela

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Notas del capitulo:

Bueno, ahora si dare explicaciones.

Publique ambos caps inmediatamente porque estoy atrasado con mis proyectos escolares y estare trabajando toda la semana, lo mas seguro es que no tenga tiempo hasta dentro de dos o tres semanas, y por ello prefiri aprovechar. Ademas este era un one-shot solo que quice separlo de ultimo momento.

Para las que leen PARECIDO, no se preocupen, proximo domingo llega actualizacion, pero no prometo nada. El cap ya esta,solo falta unos detalles y no se si podre subirlo, el trabajo que llevo encima es bastante, lo lamento, asi es la escuela.De cualquier forma, llegara, no se preocupen no tardara un mes, jejeje....eso espero.

 

He aqui el fic original, de Seiken. Les recomiendo leerlo, esta buenisimo, muy bueno, y si lo recomiendo yo es que asi es, jejejeje. Tiene de todos, nunca vi un universo omega tan lindo y lo mejor, tiene mitologia griega a como me gusta, tal y como la lei en mis libros, jejeje. Leeanlo, esta hermoso.

 

http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=171315#sthash.THduBOfs.dpbs

 

Querida Seiken:

Gracias por darme tu permiso para la creacion de estas parejas,  de verdad muchas gracias, jejeje, y no tenias que preocuparte, yo iba a ponerte de igual forma, tu fic es hermoso y tenia que hacerlo por ley. Espero no decepcionarte, y si lo hago, mildisculpas de antemano. Tambien espero haber comprendido tu historia y la personalidad de estos personajes, hice todo lo que pude, lo mejor que pude, y juro que me esforce. Tu diras si lo hice bien.

muchos besos y espero actu pronto, jejeje

chao, chao

CORAZÓN ENDULZADO

 


"El hielo y el dulce también se enamoran..."

 

Cabo Sunnion. La prisión para los traidores del santuario.

 

Curiosamente, él no estaba inquieto ni preocupado por haber sido encerrado ahí. Aun cuando la marea subía hasta llegar al cuello no mostraba reacción alguna. No le interesaba.

 

Pues hace mucho que vivir o morir le era indiferente, ya nada en el mundo tenía sentido para él. Nada.

 

No sentía, no vivía, no era capaz de ver los colores del mundo más que un intenso gris que cubría todo cuanto mirara, y en consecuencias, su propia existencia carecía de sentido.

 

¿Cuánto tiempo llevaba encerrado? ¿Seis, siete u ocho meses? Había perdido la cuenta hacía días atrás, pero sinceramente no le importaba. Estaría toda su vida después de todo. ¿Qué caso tenía medir el tiempo si este no tenía fin? Ninguno.

 

Ese era su castigo, él mismo lo había impuesto al traicionar a Athena para servir a los dioses enemigos. Era algo imperdonable, aunque más imperdonable era lo que había tratado de hacer con el escorpión de la era anterior, queriendo separarlo por la fuerza de quien era su alfa por creerlo su cura.

 

No fue así. Solo se engañó a sí mismo. Ahora sabía que su corazón era tan frío como el hielo porque él así lo había querido, nunca fue solo la maldición de Acuario sino también su propia decisión de caer en ella, aceptarla. Y nunca fue capaz de verlo.

 

Ahora tenía claro el gran daño que le había causado a sus omegas, principalmente al primero; Milo de Escorpio. Aquel que le entregó todo de sí, que lo amo, que lo complació, que lo sirvió con la mayor educación, y quien intentó por todos los medios hacer que lo suyo funcionara…nunca lo consiguió.

 

Milo vivió por mucho tiempo creyendo que algo en él estaba mal, que en algo fallaba y por eso su alfa buscaba lo que no tenía en alguien más. Pero cuando conoció a Kanon, el segundo de Géminis, se dio cuenta de lo valioso que era, que podía ser amado, y que podía complacer a un hombre, por lo cual decidió entregarle su collar a cambio de su corazón, de su amor.

 

Él se había portado como un bastardo con el rubio, no lo culpaba por odiarlo tanto si bien merecido tenía su desprecio.

 

Inmediatamente pensó también en su segundo omega, aquel que siendo su igual no pudo hacer nada para ayudarlo con su maldición, nada.

 

Pues Surt estaba tan o más enfermo que él mismo, renunciando a sus sentimientos por poder y convirtiéndose en un cascarón vacío por voluntad propia. Alguien así no podría curarlo jamás.

 

Dos iguales podían entenderse, pero nunca unirse. Esa es una función que solo dos opuestos podían lograr.

 

Y luego estaba Hyoga, su alumno de la constelación del cisne. A ese santo de bronce le había enseñado a ser tan frío como él, aunque el rubio  pudiera sentir nunca logró encenderlo como deseaba.

 

Todo en ellos era frialdad; uno porque no sentía y el otro porque no sabía expresarse. Hielo y nieve no se combinan, por eso lo dejó.

 

Finalmente apareció Kardia, el de la guerra anterior. Ese omega era pasión pura, ardiente como el fuego e incontrolable como las llamas, había creído que con él volvería a sentir, pero apenas se consumió la chispa, todo volvió a ser vacío. Ninguno logró curarlo.

 

Ahora ahí estaba, encerrado en Cabo Sunnion.

 

En ese momento, sintió el cosmos de alguien conocido acercándose, el cual lo hizo chasquear la lengua con total desagrado. Ya sabía de quien se trataba, era aquel que desde que fue encerrado lo visitaba en su prisión para llevarle comida, agua, y hacerle compañía. Algo que repudiaba demasiado.

 

Ese santo lo hostigaba como solía hacerlo Milo, y lo peor de todo es que a él no podía alejarlo, pues no importara cuantas veces le pidiera que no volviera día tras día lo hacía como  si buscara  que lo aceptara en su vida.

 

¿Pero cuál vida? Estaría en esa maldita prisión hasta que envejeciera, ¿es que era tan difícil de entender? Además, ¿Cómo demonios hacía para visitarlo sin que lo castigaran por eso? Salir del santuario sin permiso era un acto de traición, y él parecía no comprender la magnitud de su delito.

 

En serio que era un omega estúpido.

 

Aunque debía admitir que ese caballero en particular le llamaba un poco la atención. Y es que para él, era algo inexplicable el hecho de que su ex compañero de armas perteneciera al sexo al que pertenecía, siendo que según recordaba, en su anterior encarnación había sido un alfa, no un omega como ahora, lo cual era una extraña anomalía.

 

Los hijos de Zeus no cambiaban de género al opuesto ni viceversa. Era algo imposible incluso para los mismos dioses, y a eso se sumaba el desprecio que Zeus sentía  por los hijos de su esposa, creados para seducir vilmente a sus descendientes sabiendo que estos no se resistirían.

 

De igual forma Hera no aprobaba la lujuria de los alfas, la cual sin duda heredaron de su esposo, y prueba de ello eran las innumerables ocasiones en las que lastimó su orgullo durante la era del mito.

 

Sin embargo, su ex compañero había cambiado de sexo en esta nueva encarnación, algo que le  causaba curiosidad.

 

Al menos hasta que el santo le contó su secreto.

 

No había poder en el mundo fuera de Urano y Gea que transformara a un alfa en omega, eso era algo que atentaba con la naturaleza de la humanidad que los reyes olímpicos habían impuesto,  pero para Hera, diosa de los nacimientos y la familia, no era imposible engendrar a otro de sus hijos aún estando presa.

 

Ella creó una copia de Hércules como un omega, con la misma apariencia pero con rasgos delicados y bellos, y con una naturaleza sumisa, obediente, y sensible, tal como un omega debía ser. Esto con el propósito de enfurecer a Zeus, quien no podía soportar ver a alguien físicamente  igual a su hijo favorito abriendo las piernas para un alfa, considerándolo un insulto para su descendiente favorito.

 

“Nací como una broma de los dioses”-Le había dicho el menor. Y por si fuera poco, no estaba bendecido por ninguno de ellos. Zeus lo repudiaba, y Hera solo lo uso para burlarse de su esposo, seguro era el único omega en el mundo que no estaba protegido por su madre ni por el Olimpo. El único que no tenía a nadie.

 

“No soy Hércules.  Soy la existencia que lo insulta”.

 

-¿En qué piensas?

 

Aquella inocente voz lo sacó de sus pensamientos. Alzó la vista y se encontró con unos ojos azules que lo miraban con tristeza, pena, cariño e inocencia. Lo odiaba.

 

-En nada que te concierna-guardó silencio unos minutos-¿A qué viniste?

 

-A traerte comida. Pensé que tendrías hambre y…

 

-Lárgate-dijo fríamente.

 

-Lo dejare aquí por sí cambias de opinión.

 

A Camus ya no le sorprendía que ese omega fuera inmune a su frialdad, pero empezaba a fastidiarle esa situación que se repetía día a día. Tomó entonces, lo que le había traído y lo arrojó a la marea ante la mirada atenta de su visitante, quien solo bajó la vista al suelo y suspiró con cansancio.

 

-¿Por qué eres así, Cam?

 

-Nadie te pidió que vinieras.

 

-Solo quiero ayudarte y…

 

-Tú no puedes ayudarme-dijo en tono furioso-Lárgate y no vuelvas jamás.

 

-No puedo hacer eso…

 

-¡¿PORQUÉ?!-explotó, avanzando hacía los barrotes y lo tomó del cuello, estrangulándolo con brutalidad-¡¿Por qué no me dejas en paz, imbécil?!

 

-Gagh…ah…Ca-Camus…-la respiración se le cortaba-Ba…basta…

 

-¡Cállate! Esto te ganas por fastidiarme, maldito idiota. ¡Quiero que te largues y no vuelvas nunca!

 

Y a continuación lo soltó y esperó a que se marchara, más sin embargo no fue así. Aioros tosió para recuperar aire, y alzó la vista para observarlo con los ojos anegados de lágrimas amargas.

 

-¡¿Y?! ¡¿Qué esperar para irte?!

 

-Dices que no puedes sentir…-llevó su mano a la piedra que colgaba de su cuello, apretándola en un vano intento de no dejarse controlar por el dolor-Pero te he hecho enfadar, ¿no es así?

 

-¿Qué?

 

-Te molesto, te harto, y te causo repulsión. Si de verdad no puedes sentir, ¿Cómo es posible que logre estás emociones en ti?

 

Y por primera vez, Camus se mostró sorprendido e incrédulo. Nunca se había dado cuenta de la verdad en esas palabras, realmente sentía al ver a Aioros todos los días, aunque fuera odio, molestia o repudio, pero sentía. ¿Cómo no lo notó antes? Desde que Aioros empezara a visitarlo, todo en él cambió sin que pudiera evitarlo.

 

Más ahora si era capaz de apreciar esos cambios con claridad. Aioros de Sagitario lo hizo sentir desagrado, curiosidad, odio, molestia, lo hizo sentir emociones y le permitió volver a ver los colores del mundo.

 

No sabía en qué momento los ojos azules del castaño le parecieron de ese color, cuando la presencia de alguien empezó a desagradarle o agradarle, cuando las olas del mar comenzaron a causarle temor, y cuando el tiempo se hizo pesado para sobrellevarlo. Simplemente no entendía el momento en que el mundo volvió a cobrar sentido para él. No lo entendía, pero le gustaba.

 

“¿Acaso fue él?”-se preguntó, mirando fijamente a Sagitario. Cuando el castaño estaba presente, todo a su alrededor fluía.

 

-Camus, yo…-se mordió el labio antes de continuar-Yo te amo.

 

-¿Qué?

 

En ese momento sucedió algo inimaginable para el de Acuario. Su corazón latió fuerte, desenfrenado, enviando una corriente  eléctrica a todo su cuerpo. No podía creerlo, ¿de verdad Aioros estaba enamorado de él? Si lo había tratado como basura todo este tiempo, ¿Cómo es que podía amarlo a pesar de todo? ¿Ignoraría lo que había hecho con sus otros omegas? ¿Sabría el daño que les causo?

 

-Sé que te estarás preguntando desde cuando te amo, y la respuesta es que desde  siempre lo hice. Incluso cuando morí por primera vez, ya te amaba aunque fueses solo un niño. Yo…

 

-Lárgate.

 

Aquella orden tan fría y cortante que el de ojos azules había recibido de Camus le desquebrajo el corazón. ¿Acaso había escuchado bien? ¿Camus lo había rechazado?

 

-Cam…

 

-¡Lárgate!

 

-Pero…

 

-¡Que te largues! ¡¿No me oíste?! ¡Me das asco!-y le dio la espalda para esperar su respuesta.

 

Sin embargo, Aioros no pudo decir nada más. Sus ojos se habían abierto por completo ante esas crueles  palabras y su corazón se hizo añicos de solo escucharlas. Camus no lo amaba, Camus lo había rechazado, Camus quería que se fuera, y lo hizo. Salió corriendo de ahí tan rápido como pudo sin mirar atrás.

 

El alfa por su parte, creía que había hecho lo correcto. Aioros era dulce, sensible e inocente, y no deseaba lastimarlo como lo hizo con Milo, Surt y Hyoga. No, a él no lo lastimaría.

 

Tenía miedo, miedo de que esa chispa se apagara y terminara hiriendo al omega, no podía permitirlo. No quería lastimar a Aioros por culpa de su maldición y su egoísmo. Al menos a él no.

 

Y así pasaron los días, el castaño siguió visitando la prisión a pesar de todo, tratando de mil formas hacer que Camus lo aceptara, intentando entregarle su collar para pertenecerle por completo, pero siempre era el mismo resultado. El de Acuario lo rechazaba, le devolvía su piedra arrojándosela a la cara, y había ocasiones en las que ni siquiera volteaba a verlo, ignorándolo olímpicamente de forma cruel.

 

Pero el de cabellos rojos creía que hacía lo correcto, que era lo mejor. Aioros y él nunca podrían unirse estando encarcelado, nunca podría atenderlo en sus celos, protegerlo o cuidarlo, nunca podría estar a su lado sin temor a dejar de sentir y lastimarlo, nunca.

 

Además, no estaba seguro que lo que sentía fuera amor, y no quería cometer el mismo error que con los escorpiones, no quería ilusionarse en vano, no de nuevo.

 

Con estas ideas, los días siguieron pasando hasta que una noche todo cambio. Una tormenta azotó el santuario, las olas del mar se retorcieron con violencia, mientras los cielos retumbaron y relampaguearon como si el mismo Zeus estuviera desquitando su ira contra el mundo. Y la celda se inundó por completo.

 

Camus no pudo hacer nada cuando su barrera de hielo, aquella que había puesto en la entrada para tratar de evitar que el agua pasara, cayó hecha trizas ante la fuerza del mar e inmediatamente toda la cueva se llenó de agua.

 

Ni siquiera un caballero dorado podría sobrevivir tanto tiempo bajo el mar, aunque usara su cosmos lo lograría. La tormenta no cedería en  toda la noche, y por lo tanto, durante 12 horas trataría de mantenerse vivo con su cosmos.

 

Se aferró a la vida con toda su fuerza, con el rostro de Aioros siempre presente en su mente y el hecho de saber que si moría, el castaño tal vez sufriría. Tal vez, quizás, pero no quería averiguarlo.

 

Golpeó las rocas con fuerza, o al menos trató de hacerlo más sin embargo, dentro de esa prisión sus puños no servían. Se estaba quedando sin aire y sentía que poco a poco perdía la conciencia. La desesperación se apoderó de él, golpeó con más fuerza, rasguñó, pateó, pero todos sus intentos fueron en vano.

 

Justo antes de cerrar los ojos, su mente evoco la imagen de un Aioros sonriente, visitándolo como todos los días en su prisión, y eso fue todo. Pareció ante los mares.

 

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“Camus”.

 

Escuchó una voz lejana llamándolo.

 

“Camus”.

 

Era una voz melodiosa, dulce e inocente que le causó una extraña sensación de calidez.

 

“Camus”.

 

Respingó y abrió los ojos lentamente, encontrándose con el techo de un templo del zodiaco. Parpadeó antes de incorporarse, parecía la habitación del guardián, pero no entendía cómo es que había  llegado ahí si se suponía que estaba en Cabo Sunnion. ¿Estaría soñando?

 

-¡¡Camus!!

Se volvió hacía aquella voz solo para verse rodeado de unos cálidos brazos que lo estrecharon con fuerza, mojando con lágrimas su pecho.

 

-¿Aioros?-preguntó sorprendido-¿Qué haces aquí? ¿Cómo llegué aquí para empezar? ¿Qué sucedió?

 

-Ha-Hable en tu nombre frente a Athena-respondió sin dejar de llorar-Ella te perdonó y…te salvo de ahogarte.

 

-¿Me salvó? Aio…

 

-Tuve miedo-lo abrazó con más fuerza y el de Acuario pudo sentirlo temblar-Pensé que te perdería. No vuelvas a asustarme así, Camus.

 

El de cabellos rojos se sintió conmovido, su corazón se aceleró y no pudo menos que corresponder al abrazó de ese dulce omega. Aioros era tal y como se suponía un omega debía ser: sumiso, obediente, sensible, y hermoso, demasiado hermoso. Quizás por eso no lo miró desde un inicio, porque creía que alguien tan común como él no podría hacer arder su corazón, pero se equivocó.

 

Un omega para todo santo de Acuario, debía ser capaz de despertar sus sentimientos, pero no siempre la rebeldía de parejas como Kardia y Manigoldo son lo que se necesita para tal propósito. A veces basta con la fragilidad y la belleza para despertar el deseo de proteger y encontrar el sentido a vivir.

 

Porque la cura a veces puede ser la menos especial de todas.

 

Camus separó al castaño y lo miró a los ojos, esos bellos azulejos que tanto lo cautivaron, comprendiendo al fin que lo amaba. No sabía cuándo ni cómo, pero supuso que quizás desde que empezó a odiarlo, porque en realidad lo que detestaba era no poder estar a su lado. Ahora quería protegerlo, proteger al ser sensible  que tenía en sus brazos para que nunca volviera a llorar ni estuviera triste, amarlo hasta el último de sus días y ser para Aioros lo que no tenía; un protector. Estaba solo y no lo permitiría más.

 

Acercó sus labios hasta unirlos en un beso profundo, acariciando sus caderas con claras intenciones de llegar más lejos, pero primero tenía que hacer algo. Una de sus manos ascendió por el pecho del castaño hasta su cuello, y arrancó aquella preciosa piedra que colgaba de él, sorprendiendo al dueño.

 

-¿Camus…?-Aioros se separó para observar cómo se colgaba en su cuello su precioso regalo-¿Por qué tienes mi…

 

-Es mío-interrumpió con una sonrisa-Ahora es mío. De esta forma me perteneces por completo, mi querido Aioros.

 

Entonces, ante la mirada atónica del omega, la imagen de la herradura en su collar cambió para mostrar a una vasija enfrente de esta, protegiéndola de todo peligro que la acechara. Aunque a Camus  no pareció importarle.

 

-Cam-mng-sus palabras fueron silenciadas por otro beso aún más demandante y para cuando se dio cuenta, el pelirrojo ya lo había tumbado sobre la cama y se había montado sobre él.

 

El de Acuario no se controló. Desgarró la ropa del castaño y se abrió paso para tocar ese hermoso cuerpo. Repartió besos y mordiscos en toda la piel, haciendo que Aioros se retorciera soltando pequeños gemidos de placer ante aquella atención. Su cuerpo se calentaba con rapidez, colorando sus mejillas con carmín, y Camus dibujo un camino de saliva desde el ombligo hasta los pezones, los cuales chupó y mordisqueó hasta dejarlos erectos.

 

-…Ca-Camus…

 

-Shhh. Solo déjate llevar mi dulce arquero-tomó su rostro para plantar otro beso y luego descender a su entrepierna.

 

Apenas sopló un poco. Aioros arqueó su espalda soltando un sonoro gemido, para después abrir más las piernas en busca de más contacto. Camus aprovechó esto para introducir su miembro en su boca y comenzar a succionar.

 

El castaño sentía que se quemaba con tanto placer, siempre había soñado con ese momento que ahora le parecía irreal, más sin embargo, ahí estaba. Y era el paraíso. Camus continuó su tarea hasta que Aioros comenzó a temblar y poco, después se derramó en su boca con un grito que debió escucharse hasta Capricornio, pero no les importó.

 

-Lo hiciste bien, amor-dijo el pelirrojo mirando a su compañero, quien respiraba con dificultad y tenía las majillas rojas-Ahora viene lo mejor.

 

-¿Q-Qué?

 

El alfa se desnudó ante una avergonzado Sagitario que no le quitaba la vista de encima a su bien esculpido cuerpo, para luego tomar su mano y en salivar uno de sus dedos, el cual introdujo cuidadosamente en su entrada.

 

-¡Ah!-gimió al auto penetrarse -Ngh…ah…

 

-Muévelo-ordenó-Tenemos que dilatarte o de lo contrario te dolerá.

 

Y así lo hizo. Aioros lo movió en círculos guiado por el pelirrojo, quien sostenía su muñeca para ayudarle con la labor. Sus gemidos se hicieron más sonoros al transcurrir el tiempo, propiciando pronto la unión de otro dedo para abrirse en tijeras en su interior.

 

-Ahora, un tercero más y estarás listo.

 

A Camus lo excitaba la bella imagen que le mostraba su omega; sonrojado, gimiendo y auto penetrarse era algo que lo encendía con rapidez, haciendo que lo deseara con más intensidad a cada segundo. Su propio miembro ya estaba goteando por la excitación, lo cual sacó los dedos de su amado para reemplazarlos con su pene y comenzar así con las embestidas.

 

-¡¡AH!!...ah, ha, ah…

 

-Ah…así mi omega, compláceme amor mío.

 

Las estocas eran fuertes y profundas, acelerándose rápidamente sin importarle el dolor que sentía el castaño al ser su primera vez, pero tampoco es que fueran rudas. Aioros empezó sintiendo mucho dolor ya que le falto dilatación, sin embargo, poco a poco empezó a sentir placer conforme se iba abriendo su entrada y se iba haciendo más húmeda, tuvo que apretar las sábanas al no poder con tantas emociones unidas ni con tanto placer que se apoderaba de su cuerpo, perdiendo el control de este.

 

Las cosas se volvieron más confusas cuando Camus dio en el punto exacto, aquel que nubló su juicio y lo hizo perder noción de todo, casi queriendo explotar de tanta pasión.

 

El de Acuario no podía estar más complacido con su omega, jamás en su vida había estado tan excitado en el sexo, ni con sus tres omegas anteriores se había sentido así. Era el cielo, tenía que serlo porque no podía sentirse más feliz en ese momento.

 

Pronto se sintió cerca de terminar, por lo que se empujó más duro, más fuerte dentro de su amante, mientras masturbaba su miembro con maestría, hasta que por fin, ambos llegaron al clímax derramando su esencia.

 

Camus salió de Aioros para dejarse caer a su lado, los dos respirando con dificultad y empapados en sudor aún con las majillas rojas.

 

-Te amo, Aioros-dijo el pelirrojo, atrayéndolo a su cuerpo-De verdad, te amo.

 

-Y yo a ti, Camus-sonrió, abrazándolo por la cintura-Y yo a ti.

 

FIN

Notas finales:

espero muchos reviews, jejeje

gracias por leer

chao, chao


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