III
Alzó la vista hacia el firmamento, la Luna se encontraba saliendo, era el momento cuando le tocaba estar en el cielo, tendría que reinar y glorificarse a sí misma, era la reina de la noche después de todo.
Suspiró con pereza, se había tardado en cumplir su obligación, por lo que permaneció más tiempo del debido en la Tierra. Saco sus alas y comenzó su regreso al Cielo. Cuando llegara seguramente sería llamado por Yagari o por el Creador, ellos querrían saber el motivo de su tardanza.
Desde hace tiempo se instauro una ley, que decía ningún ángel que no fuera un guardián, no podía permanecer en la tierra después del atardecer, no sin antes pedir un permiso.
Y aunque fuera la mano derecha del Creador, esa ley también se aplicaba en él, tenía más privilegios que los otros ángeles, pero eso no adaptaba con esa ley.
Aterrizó lentamente y observó a la multitud de ángeles que paseaban por las calles, a esas horas eso era totalmente normal.
Sintió como una mano tocaba suavemente su hombro, por lo que movió la cabeza y se encontró con un par de ojos, color azul eléctrico.
Zero le sonrió al ángel de cabellos caoba rojizo. Shiki era muy amigo suyo, además de que era muy tierno cuando se lo proponía.
—Yagari quiere hablar contigo Zero.
No hacía falta que se lo digiera, ya sabía que él lo mandaría a buscar. Ya se esperaba eso, a Yagari raramente se le escapa algo.
—Iré en un momento Senri, descansare antes de ir con él –contesto.
La expresión de Shiki se volvió seria, pero pronto paso a estar avergonzado.
—Considero que deberías ir en este momento. Yagari me dijo que no perdieras tiempo y fueras inmediatamente.
No era como si se fuera quedado mucho en la tierra, Yagari tendría una razón.
—Entiendo, gracias por avisarme Shiki.
Dicho esto, comenzó a caminar y se despidió con la mano del peli caoba.
No habían pasado ni cinco minutos desde que se despidió de Shiki, cuando su cabeza le comenzó a dolor, lo cual era un poco extraño.
Llegó a la oficina de Yagari, toco la puerta y entro cuando le dieron la orden. El lugar estaba totalmente ordenado, lo más resaltante del sitio era los estantes de libros.
Se iba a acercar al escritorio, cuando se sintió mareado por lo que tuvo que sostenerse con la pared. Cerró los ojos ya que veía como todo a su alrededor se movía.
Observo como una neblina que cubría su mente comenzaba a disiparse. Unos ojos amatista iguales a los suyos, Zero respiro agitadamente. Cabellos de color plata un poco más largos que los propios, sintió un nudo en la garganta. Escucho un nombre, un nombre pronunciado por su propia voz.
¡Ichiru!
¿Cómo pudo olvidar a su amado hermano? ¿Quién lo hizo olvidar? ¿Y por qué ahora era que le recordaba?
Yagari se colocó a su lado y le ayudó a incorporarse, pero Zero se sentía perturbado, sus ojos ardían, sentía una presión en su pecho.
—Yagari, ¿Dónde está Ichiru? ¿Dónde está mi hermano? –su voz no sonaba fuerte, era muy diferente, esta vez su tono era apagado como si estuviese tratando de recordar.
—Por estar en la Tierra cuando ya había pasado el atardecer, hizo que solo una pequeña parte de tus recuerdos volvieran.
¿Qué? No era eso de lo que hace meses hablo con Kaito.