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Ese ángel y el caído por Princess Nemesis

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VII

 

Zero era conocido por su rostro inexpresivo, por la paciencia que tenía al instruir a sus ángeles, por la frialdad que tenía para dejar sus sentimientos de lado, pero que fue lo que sucedió para que en ese momento quisiera arrasar todo a su paso.

 

Bajaba todos los días a la tierra con la esperanza de encontrar al castaño, pero no, simplemente no le encontraba, y era totalmente imposible que algo se le pudiera escapar a él.

 

Y lo peor de todo, tampoco tendría ninguna noticia sobre Ichiru, el Creador no había despertado. Se volvería loco si esto continuaba así. Desplego sus hermosas alas, iría a que Yagari, y estaba vez quería que le digiera todo, no iba a soportar otra semana de martirio.

 

*

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Ambos comían tranquilamente sus desayunos, sin ningún inconveniente, el silencio del momento no era incomodo, ellos se sentían bien así, se podían entender sin tener que hablar.

 

Kaname sujeto su taza de café, y bebió un poco de ese líquido de aroma delicioso. A su mente vino un recuerdo, era extraño ya que, realmente cuando sucedió no le dio importancia.

 

—¿Sucede algo, Kaname? –preguntó Takuma.

 

—Recuerdas que te dije que el día, antes de que Rido llegara; salí solo por la ciudad. Después del contratiempo con esos idiotas. Vi al amigo de tu primo Hanabusa, a Ichiru.

 

—Entonces te acordaste, porque Hanabusa viene hoy.

 

—Si. Pero fue extraño, además su apariencia cambio un poco, se cortó el cabello.

 

—Entiendo, por cierto. Iras a ver la lluvia de estrellas.

 

Por el tono de voz que utilizo, supo que su amigo esperaba eso con ansias, raramente Takuma se comportaba infantil, pero cuando lo hacía, Kaname procuraba complacerle, amaba ver ese brillo especial en esos hermosos ojos.

 

—Si. Querrías ir conmigo Takuma.

 

Sonrió sinceramente, con él, no se le hacía difícil.

 

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Abrió la puerta sin anunciarse, quería una explicación y la quería ahora. No estaba para rodeos. No deseaba esperar más. Pero instintivamente su ira se calmó, cuando contemplo a Yagari cerca de la ventana. Nuevamente ese aire de nostalgia y melancolía, su expresión le dio a saber que estaba sufriendo, y en sus ojos solo se podía apreciar el dolor y el vacío que sentía su portador.

 

—Yagari, se encuentra usted bien –pregunto con duda en su voz.

 

El mencionado ni siquiera le encaro, mantuvo su vista fija en la ventana. Y se preguntó qué le hacía sufrir tanto.

 

—Cuando pase la lluvia de estrellas, lo estaré.

 

Zero se sintió realmente mal, ese tono de voz que había utilizado, fue el tono más triste que en su existencia había escuchado.

 

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Se encontraba caminando entre las calles humanas, se encontraba aburrido, pero era su deber vigilar, a diferencia de los ángeles de Zero, los suyos no eran tan perfectos, pero la ciudad que le fue confiada por el Creador, era la segunda más santa.

 

Vio entre los humanos a quien en haces uno segundos había pensado, Zero estaba allí, pero que hacía con ropa humana, y cuando le creció tanto el cabello. Se acercó a él y le toco el hombro, haciendo que sus ojos se encontraran. Amatista y avellana.

 

—¿Qué haces aquí, Zero? –preguntó Kaito.

 

—Creo que se ha equivocado. Mi nombre es Ichiru –respondió.

 

Kaito, se perturbo, era cierto no era Zero, su voz era mucho más amigable, y no desprendía esa aura de soledad. Se iba a disculpar por la equivocación, pero no le dio tiempo, un joven bajo, se acercó al peli plata y se lo llevo, su cabello era rubio y sus ojos eran de un bonito azul.

 

Ambos eran humanos, no existía otra esencia en sus cuerpos. Pero ambos le pudieron ver y además era extraño ya que Zero, era el ángel más bello y mano derecha del Creador, no podía existir alguien que se pareciera a él.

 

Los humanos no podían verle, por lo que saco sus alas blancas y se dirigió, al Cielo. Tendría que hablar con Yagari y Zero.

 

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—¿Quién era ese joven, Ichiru? –preguntó Aido a su mejor amigo.

 

—No lo sé, creo que me habrá confundido con alguien más.

 

Aido rio suavemente, haciendo que el otro le viera confundido. No entendía esa reacción de su amigo.

 

—Lo dudo, no creo que exista alguien que comparta tus rasgos únicos.

 

Ichiru comprendió. Lo que Hanabusa le quería decir, era que ese joven, intento coquetear con él. Pero eso era imposible, la sinceridad plasmada en sus ojos, le dieron a entender que no era como los otros morbosos que se había encontrado en la calle.

 

—Si es un alago, gracias.

 

—Lo es. Por cierto, te gustaría ir conmigo, a visitar a Takuma y a Kaname.

 

Ichiru asintió, realmente les agradaban los dos, por alguna razón cada vez que estaba con ellos una gran paz se instaba en su pecho.

 

Especialmente cuando estaba con Kaname. Él era esa clase de persona que se comportaba distante con las personas que no conocía, por lo que cuando se ganó la confianza del castaño se dio cuenta de que aprecia a las personas que están con él.

 

Kaname era alguien que ocultaba bien sus sentimientos. Era alguien que se podía romper en fragmentos. Pero, aunque ellos no eran Rido, siempre estarían allí para él.

 

Porque, Takuma protegía a Kaname. Aido se desvivía por Takuma. E Ichiru sin Aido, solo era un cascaron vacío.

 

*

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*

 

Llevaba días observando el comportamiento de Zero, le conocía demasiado bien por lo que se percató de pequeños detalles. Cada vez que bajaban a la Tierra, él parecía buscar a alguien, nunca había visto ese brillo peculiar en sus ojos, era interés o anhelo, no lo sabía, pero cada vez que volvían al Cielo ese brillo parecía desaparecer.

 

No le gustaba, se sentía celoso.

 

Llevaba años enamorado de Zero, y ahora había aparecía alguien y…… Conocía perfectamente cuales eran las señales de enamoramiento, eran los mismos sentimientos de había tenido con Zero, ese anhelo de ir a verle, la emoción de encontrase con él, la irritación porque no le había podido ver en todo el día, la añoranza de que le hablara cálidamente.

 

Cerro los ojos y suspiró.

 

Sentía sus ojos arder, deseaba llorar. Amaba a Zero, pero jamás le confeso sus sentimientos. Ahora era demasiado tarde.

 

Noto la calidez de unos brazos rodearle, eran pequeños, pero reconfortantes.

 

—Llora, grita, desahógate, Shiki.

 

Las traicioneras lagrimas salieron de sus ojos y recorrieron por sus pálidas mejillas. Necesitaba eso, su alma lo necesitaba. Fue su error por nunca haberle confesado sus sentimientos.

 

Por ahora, no se alejaría de los tranquilizadores brazos de Rima.

 

*

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*

 

Kain bostezó con pereza. Lentamente descendió en el Cielo. Se preguntaba qué había sucedido para que Kaito le dejara a cargo, mayormente era responsable, por lo que debió suceder algún contratiempo.

 

Dirigió sus pasos hacia la oficina de Yagari. Debía reportar lo acontecido en la ciudad.


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