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The Time por Ash_Ashford

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Notas del capitulo:

En primer lugar, esta capítulo tiene MUCHOS spoilers del manga, si no vas al corriente es mejor que no lo leas.

En segundo lugar, no se preocupen, no es necesario leer este capitulo para entender la historia, ya que es como un tipo de especial. 

En este especial se aclara el pasado de Sanji y el de Zoro, lo hice con la intención de que en el futuro se pueda comprender más la psicología de los personajes.

El tituo y el ambiente están inspirados en la canción "Dollhouse" de Melanie Martinez

Espero les guste^^ 

The Time.

Capítulo 4. Dollhouse.

Ocho años atrás.

Sanji no dejaba de llorar.

:-¡No eres más que escoria! –decía Ichiji, uno de sus 3 hermanos

:-¡NO! ¡Eres peor que la escoria! ¡Jajajaja! –Exclamaba Yonji

:-¡NO! ¡Ni siquiera eres algo! –Gritaba Niji. Los 3 hermanos le estaban dando su paliza diaria. Sanji había caído en la desgracia de tener una familia así de maldita. Sí, era cierto que económicamente la familia estaba por los cielos, pero en cuestiones de humanidad, de nobleza, de humildad Sanji era el único bien. Tenía un padre que le recordaba continuamente ser un error. Tres hermanos mellizos que lo aborrecían, que ni siquiera lo consideraban humano y una hermana que no se atrevía a contradecir al resto.

Pero no siempre todo había sido así.

11 años atrás.

 Antes, cuando Sanji era más pequeño, tenía a su madre: Sora, el único ser capaz de amarlo y ser lo suficientemente valiente para declararlo a todo el mundo. Mientras ella vivía lo protegía de los abusos del resto: Cuando Yonji se burlaba de él por jugar con cosas “de niñas” Sora lo regañaba. Cada vez que Ichiji le jugaba bromas pesadas, Sora le corregía. En las escazas ocasiones donde Niji obligaba a Reiju a molestar a Sanji, Sora castigaba a ambos.

A pesar que todos jugaban en contra del pequeño hijo, su madre, bondadosa hasta la medula solía decirle:

:-Son Familia Sanji, sólo son demasiado traviesos. Perdónales. –Sanji sólo sonreía y asentía. Por su madre perdonaría hasta al mismo demonio.

Sin embargo, para desgracia de Sanji su ángel guardián estaba condenada a muerte. A Sora le habían diagnosticado leucemia al cuarto mes del embarazo de los cuatrillizos, sin embargo ella no aceptó llevar tratamiento alguno.

:-A los bebes les puede afectar la terapia. No la tomaré a menos que de verdad lo necesite.

:-¡Pero Sora! ¡¿Qué no entiendes?! ¡Lo primero es tu salud! :-Decía Judge, padre de los bebes.

:-¡No! ¡Lo primero es la salud de mis bebes! Si la quimioterapia los afecta jamás me lo perdonare. Judge, mira, sólo faltan 5 meses. Soportaré 5 meses más, luego comenzaré el tratamiento, lo prometo.

Así pasaron los meses, los bebes nacieron saludables y fuertes, cada uno con ojos azules y un color de cabello diferente. Y Sora comenzó la terapia. Sin embargo nada funcionaba, ni la quimioterapia, ni la medicina, ni los medicamentos de prueba, tampoco la herbolaria o las dietas. Poco a poco la salud de Sora iba desapareciendo.

Cuando los cuatrillizos cumplieron los 5 años, Sora fue obligada a vivir en el hospital. De sus 5 hijos, Sanji era quien más la visitaba, aunque la mayoría de sus visitas eran clandestinas. En una de sus tantas visitas, Sora por curiosidad, le preguntó a su hijo:

:-Sanji, ¿por qué siempre te la pasas jugando con la cocinita de Reiju? ¿No te gustan tus carritos? –Sanji sintió un nerviosismo difícil de explicar

:-Mamá, ¿tú también crees que es malo? –Dijo el pequeño con miedo. Sora medito un momento antes de contestar.

:-Mmm, no. Pero me gustaría saber porque, para no comprarte más carritos en tu próximo cumpleaños y comprarte algo que te guste.

:-¡Ah! -El rostro de Sanji se iluminó con una cálida sonrisa.- ¡Quiero una cocina! Pero no una de mentira, quiero una de verdad, yo, ¡quiero cocinar mami!

:-Mi pequeño –Sora se levantó de la cama con cuidado y abrazó a Sanji fuertemente- entonces, tendrás tu cocina. Sólo debes prometerme que tendrás cuidado con el fuego.

Dicho y hecho.

10 años atrás.

El 2 de marzo del próximo año, los criados llevaron a Sanji a un pequeño cuarto que anteriormente servía como bodega, ubicado en la parte trasera de la mansión. Abrieron con delicadeza las puertas y la estancia iluminó el rostro del chiquillo.

Era una cocina hecha a medida para el pequeño Sanji, con una pequeña estufa, una mesita, una alacena de escasa altura y un pequeño frigorífico. Todo sólo para Sanji.

:-Señorito -dijo una de las señoras de servicio- esta cocinita fue hecha en secreto bajo órdenes de la señora Sora, para que usted pudiera emprender su sueño de cocinar. Con la excepción de que alguna de nosotras tres tiene que estar con usted cuando quiera cocinar algo. Por favor, no le cuente nada al señor Judge, se molestaría mucho con todos.

:-¡Vale! –Gritó lleno de ánimos el chiquillo, quien directamente se fue a inspeccionar todo el lugar.

Las semanas pasaban, y cada miércoles sin falta, Sanji iba al hospital con un nuevo platillo que ofrecer a su madre.

Pays con el relleno a medio cocer, ensaladas con los vegetales cortados en trozos gruesos y toscos, tacos fríos, gelatinas derretidas y todo plato mal hecho que se pueda crear por las manos de un pequeño e inocente niño eran llevados ante Sora, quien, sin siquiera poner un mal gesto, comía despacio y saboreando.

-“Te faltó algo de sal” “No puedes usar esta especia con esta otra” “Trata bajando un poco la flama para la próxima” –Aconsejaba Sora al pequeño cocinero. Pero, sin falta alguna, Sora siempre decía:

“Gracias, estuvo delicioso. ¿Podrías volver a preparar algo para mí?”

Sanji cada vez era alguien más y más feliz, pleno y misterioso. Eso era algo que llamaba la atención de sus 3 hermanos, quienes sin esperar más, siguieron por todo un día al susodicho para saber la causa de su felicidad. Y poder arruinarla.

No tardaron en descubrir la pequeña guarida de Sanji.

Judge estaba furioso, mando a despedir a todo aquel que supiera de la existencia de la pequeña cocina y se dirigió al hospital. Al llegar, ignorando las reglas del lugar comenzó a dar fajos de billetes a lo loco, así nadie se metería en su camino. Finalmente llegó a la habitación de su débil esposa y de un golpe abrió la puerta; el estruendo hizo despertar a Sora, quien, asustaba preguntó:

:-¿Judge? ¿Qué pasa cariño? ¿Está todo bien?

:-¡Maldita sea Sora! ¿Cómo puedes hacerle algo así a tu hijo?

:-¿Pero de qué estás…

:-¡CÁLLATE! ¡SABES BIEN A QUE ME REFIERO! Me gasto toda la energía que puedo tratando de cambiar a Sanji y tú vas y lo complaces con sus estúpidos juegos de niñas. ¡LO VAS A HACER MÁS MARICA DE LO QUE YA ES! ¡ESTO ES INACEPTABLE! –Dicho eso último, Judge levanto su puño y lo estampó contra la mejilla de su esposa- ¡NO VUELVAS A TRATAR DE VERME LA CARA DE ESTÚPIDO! –gritó mientras salía de la habitación

Sora quedó en shock. No por el golpe que acababa de recibir, si no por miedo a lo que su pequeño hijo tendría que afrontar.

Sanji acababa de terminar de empaquetar un pequeño pastelillo de frutillas cuando la puerta azotó.

:-¡SANJI! –La voz de su padre sonaba furiosa. Rápidamente, el pequeño escondió el paquete en su espalda y volvió a ver la puerta.

:-¡Sanji! –Gritó su padre al verlo- ¡¿Me puedes explicar que es esto?! –Sanji no podía contestar, el miedo no lo dejaba hablar. -¡CONTESTAME CUANDO TE HABLO! – Sanji pensó en lo que podría decir.

:-Lo… lo siento –dijo con un hilillo de voz. La pierna de su padre se estampó contra la alacena.

:-¡¿Qué lo sientes?! ¡TE DIJE UN MILLON DE VECES QUE TE DEJARAS DE MARICONERIAS! –Ahora era la mano de su padre la que hacia destrozos por la pequeña estancia. Sanji nunca había sentido tanto miedo en su vida -No te atrevas a preparar otra comida en tu vida –dijo finalmente Judge, con una mirada sombría en su cara y después se marchó.

Tiempo después, la madre de Sanji murió.

Ocho años atrás.

El pequeño se volvió incluso más retraído y callado. Sus hermanos solían pegarle una golpiza diaria. “Jaja, mariquita” “De seguro se viste de niña cuando no lo vemos” “Hay que decirle a Reiju que cuide su ropa” “Oye, Sanji, ¿no gustas que te regalemos una casa de muñecas para tu próximo cumpleaños?” “jajaja si, una casita de muñecas” “No te preocupes, Sanji, nos encargaremos de que tenga cocina” “Casita para la mariquita” “casitas para la muñequita”  –solían decir mientras le pegaban.

 Sanji no volvió a cocinar, sin embargo leía libros de cocina, veía programas sobre ello, la cocina era su única distracción.

Cierto día, en el cumpleaños número ocho de los cuatrillizos para ser más exactos, Judge decidió que se irían de vacaciones al otro lado del mundo; Una isla paradisiaca con gran número de atracciones turísticas sería el destino. Todo marchó bien, los seis integrantes de la familia llegaron a la isla.

:-Pueden ir a donde quieran, mis pequeños. Sólo vuelvan aquí a las cuatro. Comeremos juntos –dijo el patriarca dirigiéndose a los que parecían ser sólo cuatro hermanos. Sanji no estaba entre ellos por supuesto. Los tres monstruosos mellizos y Judge se retiraron dejando solos a Reiju y a Sanji.

:-Me voy, Reiju. Quiero irme, debo irme.

:-¿Pero qué estás diciendo? ¿Quieres hacer enfurecer a Padre?

:-¡Eso ya no me importa! ¡Quiero ser un chef! ¡Quiero ser feliz! ¡NO QUIERO QUEDARME AQUÍ A SER UN ERROR! –Gritó Sanji, mientras lloraba. En el acto, Reiju le dio una cachetada.

:-¡IDIOTA! ¡TÚ NO ERES NADA DE ESO! ¡TÚ ERES ÉL ÚNICO DE ESTA FAMILIA QUE VALE LA PENA! ¡SU UNICO ORGULLO! ¡TÚ ERES LO QUE ELLA MÁS ATESORABA! ¡TÚ NO ERES BASURA SANJI! ¡¡TÚ ERES COMO ELLA!!  ¡¡TAN BUENO COMO ELLA!! ¡EL NIÑO QUE HEREDÓ LA BONDAD DE MAMÁ! –Exclamó Reiju con lágrimas en los ojos- Voy a ayudarte a salir de aquí, pero tienes que irte lo más pronto posible.

Sanji empaco un cambio de ropa y comida. Salió de la habitación para irse a encontrar con Reiju, quien se había ido a buscar información de los barcos próximos a anclar en la isla. Mientras el pequeño salía del hotel, escucho una voz grave que lo llamaba.

:-¿Sanji? ¿A dónde vas? –Escuchó decir a su padre. Era ahora o nunca. Sanji debía de reunir valor ahora o nunca sería libre.

:-¡Me voy! ¡Nadie me detendrá! ¡Ni siquiera tú! –Gritó con los ojos cerrados esperando la respuesta de su padre.

:-¿Detenerte? ¿Por qué haría algo así? De hecho, es un alivio escucharte decir esas palabras. Estaba pensando en que, tal vez,  si tenía suerte, podrías ahogarte en este viaje para no tener que llevarte de nuevo a casa. –Las lágrimas empezaron a brotar por los ojos de Sanji- ¿por qué detendría a un error que se elimina por si sólo? No importa cuántas veces lo pensara. No soy capaz de matarte. Aunque seas tan inútil. Toma –dijo mientras le lanzaba un fajo de billetes- es lo último que piensa darte. Pero, como tu padre Sanji, hay algo que quiero que sepas –Sanji deseaba que fueran unas palabras de aliento, la única muestra de afecto por parte de su padre, algo de lo que tener un lindo recuerdo- es acerca de nuestros vínculos familiares. Nunca, bajo ningún motivo, quiero que te identifiques con el apellido “Vinesmoke” tú eres una mancha en mi vida, la única cosa de la que me arrepiento. No vuelvas nunca Sanji. –Dicho esto se marchó. Sanji veía la espalda del que alguna vez fue su padre alejándose mientras se limpiaba la nariz y toaba el fajo de billetes, pues sabía que le harían falta.

Posteriormente se reunió con Reiju a la cercanía del muelle de la isla.

:-Vale, investigue un poco y en media hora llegará un crucero. Súbete, hazte pasar por ayudante en la cocina, por sirviente, o por lo que sea y lárgate. No vuelvas nunca. ¿Entendiste?

:-Pero Reiju…

:-¡Pero nada! Esos tres demonios deben de estar buscándome o buscándote a ti. Iré a entretenerlos.

:-Yo creo que mamá también está orgullosa de ti, Reiju. –Esas palabras habían cavado profundo en el corazón de Reiju.

:-El mundo es demasiado grande Sanji. Algún día, ¡encontraras personas que te traten de la forma en la que mereces ser tratado! –dijo entre lagrimones la mayor antes de irse corriendo.

Había conseguido subir a bordo del barco. Luego, lo contrataron como pinche en otro. Sanji estaba solo, pero era mucho más feliz que antes. Cierto día, en el crucero donde vivía y trabajaba Sanji, hubo una falla en el motor del barco. Este no se podía mover, generalmente la ayuda habría llegado al cabo de unas horas, pero nunca llegó. Al segundo día el capitán del barco decretó que lo mejor era embarcar los botes salvavidas y remar hasta la próxima isla. Así empezó una guerra de sobornos para ver quien tomaría los botes salvavidas primero, quien después y quien, se quedaría por no tener suficiente dinero.

De los 300 pasajeros que tenía antaño el barco, sólo 20 se quedaron, entre ellos Sanji. Pocas horas después de que los botes salvavidas partieran, una gran tormenta azotó el barco, la tormenta duró el resto del día. A la mañana del día siguiente, al asomarse por la borda, el pequeño grupo de sobrevivientes vio con horror los restos de los botes salvavidas que hacía un día habían partido, esto, terminó con las esperanzas de todos, ya que, los botes salvavidas con la promesa de traer ayuda a los que se quedaban, se habían llevado bastantes provisiones, dejando al grupo de sobrevivientes con apenas 10 latas de comida y algunas otras cosas.

Al tercer día del incidente de los botes, sólo quedaban 2 latas de comida, 7 de los 9 sobrevivientes que seguían con vida (ya que varios se habían suicidado) peleaban ferozmente por las latas.

Sanji podía escuchar los disparos desde su escondite. En cuanto los botes salvavidas se fueron, él corrió al almacén de comida y tomo dos botellas de agua, una barra de pan y 2 pequeñas latas de elotes. Justamente en ese momento Sanji se estaba acabando la barra de pan, cuando, sin previo aviso, la puerta del escondite se abrió, un hombre rubio, con bigote muy largo y trenzado atravesó en umbral. El hombre cerró la puerta detrás de sí y hablo:

:-¿Tienes comida? –Sanji tomo las latas y botellas que se encontraban su lado.

:-¡Es mía!

:-Consérvala, yo iré a buscar más. Será mejor que no te muevas de aquí, afuera hay un hombre loco que mató a todo el mundo. –El hombre salió. Al cabo de una hora Sanji escuchó otros dos disparos. Otra media hora después al hombre regresó, se había cambiado de ropa.

:-Vamos afuera. Ambos personajes salieron a proa. Sanji observó una pila gigante cubierta por sabanas y una maleta.

:-¿Qué es eso? –preguntó Sanji mientras señalaba la pila.

:-Son cosas que robe de los camarotes; dinero, agua y comida.

:-¡¿Comida?!

:-No te hagas falsas ilusiones, esa comida es para mí. Tu quédate con tus latas y esta otra –el mayor entrego la última lata de comida, una por la que todos se pelaban y un galón grande de agua.

:-¡Eso no es justo!

:-¡Cállate! A menos que puedas matarme no te daré nada de eso. Ahora lárgate a popa y quédate ahí. A menos que no veas un barco o algo que nos pueda salvar no me busques.- El menor se quedó dudando por un momento- ¡TE DIJE QUE TE LARGUES!

Había perdido la cuenta de los días. Sólo le quedaba un trago de agua y una embarrada de frijoles en el fondo de una de las latas.

:-No es justo, ese señor tiene una pila entera de comida y yo estoy aquí muriéndome. Tengo que matarlo. No salí de ese infierno para morir de hambre.- En cuanto Sanji terminó de pronunciar las palabras, se comió lo que quedaba de su comida, tomó el último trago y se dirigió a proa.

El tipo estaba sentado, su cuerpo estaba incluso más huesudo que el de Sanji. La pila de comida seguía igual que antes, había un gran olor a podredumbre, la maleta también se veía igual.

 :-¡¿Por qué demonios no te has comido nada?!

:-Renacuajo, te dije que te quedaras en popa.

:-Al diablo con eso, ¡yo voy a comer! –Sanji levantó la sabana. Inmediatamente después volvió a cubrir su contenido. Se quedó un rato en silencio. Luego se dirigió a la maleta y la abrió: por lo menos había un millón de plata ahí. –Tú, ¡¿Qué demonios has comido?! –Sanji se acercó al hombre, entonces lo notó. -¿Por qué me diste toda la comida a mí?

:-¿Te gusta cocinar, niño?

:-¡Eso que importa!

:-Cundo salga de aquí, voy a hacer un restaurante en mi ciudad natal. ¿Quieres venir conmigo?

:-¡Te digo que me contestes!

:-No lo sé. Me recuerdas a mí, de pequeño. –Se escuchó la sirena de un barco aproximándose. El hombre se desmayó después de ello.

:-¡No! ¡Resiste! ¡Ya viene la ayuda! ¡Viejo!

Después de ser rescatados, tal y como dijo Zeff (nombre del salvador se Sanji) llegaron a la ciudad natal de este y el resto es historia.

~~~*~~~

Zoro había tenido una infancia más o menos normal. Su madre había muerto cuando él nació y su padre se había encargado de criarlo él solo.

Siete años atrás.

Cuando Zoro tenía 8 años y medio, su padre la había empezado instruir en el arte del kendo, deporte en el que ambos compartían una afición. Sin embargo, el ascenso en el trabajo de Mihawk le quitaba tiempo para entrenar debidamente a Zoro, así que decidió inscribir al pequeño en un dojo de Kendo que quedaba cerca de su casa.

El primer día Zoro decidió que era una gran idea retar al mejor del dojo a una pelea.

:-¡Kuina! –Llamó el dueño del dojo, una niña un par de años mayor que Zoro apareció.

:-¡¿Ella es la más fuerte?!

:-Que su apariencia no te engañe. Ella es mi hija, Kuina y es incluso más fuerte que yo.

:-¿Este enano quiere pelear conmigo? ¡Está bien! Trataré de ser suave para no tener que escuchar sus lloriqueos. –Su sárcastico comentario hizo rabiar a Zoro, quien tomo dos shinais  y se dispuso a pelear.

 Kuina lo derrotó en 1 minuto y medio. Desde ese entonces Kuina se convirtió en el objetivo de Zoro, quien no dejaba de entranar día y noche para alcanzarla.

Cinco años atrás.

Zoro cumplió los 10 años mientras que Kuina tenía once, la muchachita seguía siendo mejor que Zoro sin embargo la rivalidad entre ambos se había vuelto más amistosa.

:-¡Kuina, peleemos de nuevo!

:-Hemos peleado 2000 veces y en ninguna has ganado.

:-Sólo una vez más.

:-Ni hablar demasiado por hoy.

Esa misma noche, Kuina escucho hablar por teléfono a su padre.

:-No, es imposible dejarle el Dojo a Kuina, no importa lo fuerte que sea. Las mujeres no están diseñadas para compartir espacio con las katanas, eso es algo que ya le he dicho.

:-¡¿Y tú qué sabes de eso?! –Interrumpió Kuina, molesta por la conversación.

:-¡Kuina! ¡Está mal escuchar conversaciones ajenas!

:-¡Contéstame!

:-Las mujeres no están hechas para algo como el kendo, eso es algo que ya…

:-¡¿Y por qué decides por mí?! ¡¿Qué sabes tú de lo que pueden o no hacer las mujeres?! –Gritó furiosa mientras salía corriendo

Zoro iba de camino a casa, cuando vio a Kuina, sentada afuera de su casa (que estaba al lado del dojo), la chica parecía deprimida.

:-¿Qué te pasa? –preguntó Zoro

:-¡¿Y a ti que te importa?!

:-¿Pelear ye va a sacar de tu mal humor? –La pregunta desconcertó a la chica –Si es así, ¡hay que pelear con katanas de verdad!

:-Vale, iré por la mía, tú trae la tuya, nos vemos en media ahora, en el baldío que está a cinco minutos de aquí.

Los jóvenes se reunieron en el baldío a la hora acordada, la luna era su única acompañante. Blandieron espadas, con el riesgo de que todo terminara muy mal, entonces de un golpe fuerte y certero, Kuina logró derrotar a Zoro.

:-¡Maldición! ¿Por qué no puedo superarte? –chilló Zoro con lágrimas en los ojos

:-Deberías de agradecer –dijo Kuina- tú eres un chico, significa que puedes ser lo que quieras ser, después de todo con los años te harás cada vez más y más fuerte, muy pronto me superarás. Papá dice que las mujeres y las katanas no pueden estar juntas. –Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos- Desde pequeña papá no quería que hiciese otra cosa más que jugar con las estúpidas casas de muñecas, que me preparase para ser una chica ejemplar; bonita, respetuosa, siempre caminar detrás de un hombre. ¡¿Por qué no nací hombre?! Todo sería más fácil si tan sólo…

:-¡¿PERO QUÉ DEMONIOS ESTÁS DICIENDO?! Mi ambición es ser como tú. El día que te derrote lo haré por mi habilidad, no porque tú seas una mujer y yo un hombre.

:-Zoro…

:-¡Hagamos una promesa! Ambos, seguiremos el camino que nosotros mismo elijamos, sin importar si es “para un hombre” o “para una mujer”-Kuina meditó un poco, luego tomo la mano de Zoro.

:-Es una promesa –Dijeron ambos sonriendo.

Al día siguiente pasó la desgracia.

Zoro estaba a punto de salir de casa para ir al dojo cuando uno de sus compañeros toco su puerta.

:-¡Zoro! Kuina… Kuina… ¡está muerta!

Zoro no podía creer lo que había pasado. Ni siquiera se dio cuenta de en qué momento se había cambiado de ropa, ni de cunato tiempo llevaba ahí, parado, en el velorio de Kuina, al lado de su cuerpo.

:-¡Estás tratando de huir! ¡Deja de estar de coña! ¡Párate de una vez! :-Comenzó a gritar Zoro con Rabia- ¡ERA UNA PROMESA!

:-Zoro, tranquilízate –dijo Mihawk jalando a su hijo fuera de la instancia

:-¡Pero papá! ¡Era una promesa! :-contestó Zoro llorando a todo pulmón, mientras abrazaba a su padre.

Zoro no volvió al Dojo hasta después de dos semanas.

:-Koshiro-sensei ¿Cómo murió Kuina? –preguntó Zoro

:-Se cayó por las escaleras. Llevaba su espada, está la atravesó.

:-Pero, habíamos hecho una promesa –Zoro había empezado a sollozar

:-Los seres humanos somos muy frágiles, Zoro. De cuerpo y de mente. En cualquier momento podemos desmoronarnos y caer. Nadie se salva de ello.

:-¿Puedo tener la espada de Kuina?

:-Zoro…

:-¡Me esforzaré! Voy a ser el mejor, voy a ser un gran espadachín, mi nombre se escuchará por toda la tierra, así, va a llegar hasta el cielo, así Kuina verá que cumplí la promesa.

:-Esta bien Zoro, puedes tener su espada.

 

Notas finales:

Shinai = Las espadas de bambú

El pasado de Sanji es el del que más se sabe a la actualidad, por ende es del que más escribí.

En el próximo capítulo seguiremos con la trama principal.

Por cada pareja, habrá un capítulo como estos, pero los iré ponindo en medio de los normales para no hacer todo tan pesado y Sad. 

Nos vemos en el cap. 5 :D


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