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Sweet Sixteen (Yuri on Ice- Otayuri) por Korosensei86

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Notas del capitulo:

Sin un lugar mejor al que dirigirse, Yuri vuelve a cada de su abuelo, para comprobar que, en su ausencia, una visita del todo inesperada ha venido a verle. 

Yuri, varado en el paso de cebra, observaba el violáceo anochecer abalanzarse sobre la ciudad. Como si de una claudicación oficial, las primeras bombillas eléctricas empezaban a encenderse dando pie a un juego de luces crepuscular. Era la muerte anunciada del día de su dieciseisavo cumpleaños y todo sus esperanzas se habían ido al traste, pero a esas horas ya tan avanzadas y con todo lo vivido a sus espaldas, Yuri estaba incluso demasiado cansado para enfadarse.


Después de apañárselas para huir de sus fans, el patinador ruso fue incapaz de volver a encontrarse con el kazajo. Era como si ambos se hubieran puesto de acuerdo para buscarse el uno al otro en los lados opuestos del parque, casi una anomalía o, como lo sintió el propio Yuri, otra jugarreta del Destino. Justo cuando, al fin, había reunido el valor para hacer frente a todos sus miedos, se había sincerado consigo mismo y estaba a punto de enfrentarse a Otabek, justo entonces las cosas volvían a salirse de su control.


Tal vez debía rendirse ante la realidad, tal vez lo suyo con Otabek nunca hubiese podido llegar a buen puerto y había muchas razones para ello. Ambos eran patinadores de élite y aunque ese hecho había propiciado que se conocieran y que tuvieran un gran tema en común, Yuri siempre había sido muy competitivo, ambos lo eran. ¿A caso no surgirían ciertas rivalidades en su relación? Luego, estaba el asunto nada obviable de que serían una pareja formada por dos hombres, provenientes cada uno de ellos de países donde dicha unión no gozaría de mucha popularidad. Puede que el cerdo y Viktor hubieran podido superar esos obstáculos, pero ellos eran adultos y su relación se había fraguado en el fuego de la convivencia continua, mientras que Yuri y Otabek sólo mantenían una idealizada relación online.


Además, estaba su abuelo que, por alguna razón que Yuri no alcanzaba a entender, no podía ni ver a Otabek. Llevar una relación a espaldas de la persona que te había criado podía ser muy duro. Si se miraba con perspectiva Todos ellos eran motivos muy válidos pero ninguno acudió a la mente del adolescente para convencer a Yuri en contra de su necesidad acuciante por volver a hablar con Beka.


El silbido del semáforo cambiando de color y la vibración de su celular unieron fuerzas para sacar al joven ruso de su estado de profunda autocompasión. Se trataba de un mensaje de Otabek al que Yuri se atrevió a leer no sin cierta reticencia. Por desgracia, sus miedos se confirmaron, plasmados con el lenguaje directo y sin florituras propio de su hasta entonces amigo:


Voy a dormir esta noche en el hotel. Yuuri y Viktor me dejan una cama plegable que tiene en la habitación. Ya he recogido mi equipaje de casa de tu abuelo.”


Yuri volvió a leer el árido mensaje varias veces con la tonta esperanza de encontrar alguna referencia a su persona, algún signo, por muy implícito que fuera de constatar que Beka le quería tanto como había afirmado horas antes. Sin embargo, a los pocos segundos se dio cuenta de lo ridículo de su impulso .


Luchando contra una punzante decepción, Yuri chasqueó enérgicamente su lengua, decidiendo que si eso era lo que Otabek iba a esperar por él, realmente nunca valió nada su relación. Dilucidada la cuestión, aunque fuera enterrando todo el dolor de su inexperto corazón bajo la alfombra, Yuri supo que tenía que pensar en qué hacer a partir de entonces. No podía pegarse toda la noche dando vueltas por Moscú. Lo más lógico era volver a casa de su abuelo. No era una opción fácil: se habían peleado y le había echado en cara varias cosas que podrían ser injustas. Aun así no era la primera vez que se peleaban y , como buen nieto, sabía qué botones pulsar para que el anciano le perdonase. Desde luego, ahora se sentía imbécil por haber defendido a Otabek frente a su abuelo. ¡Encima de que el pobre hombre les había hecho Katsudon-piroshky !


Bueno, no pasaba nada, le pediría perdón, cenarían en silencio y Yuri se echaría en su cama a llorar sin que nadie fuera testigo de ello. Días después estaría dando saltos bajo la afilada mirada de Lilia y no tendría tiempo de pensar en lo que pudo haber sido. Es más, se aseguraría de darle una buena paliza al héroe kazajo la próxima vez que se cruzaran en alguna competición.


Poco a poco el paisaje urbano fue tornándose familiar. Había llegado al barrio donde pasara su primera infancia. Con paso firme, determinado a no dejarse abrumar por la nostalgia, cruzó el área de columpios donde jugara bajo la atenta vigilancia de Nikolai Plisetsky, allí donde se dio cuenta de que los otros niños si tenían una mamá que los esperaba en casa. Con la inercia de los pasos aprendidos, Yuri se plantó delante del vetusto portal y sacó las llaves para abrir la puerta. Conforme fue subiendo los pocos pisos de escaleras que lo separaban del apartamento, fue ensayando alguna disculpa que fuera convincente pero no demasiado comprometida. Llamó al timbre como el gato callejero advenedizo que era, pero lo que se encontró al otro lado terminó de trastocarle.


Su abuelo le recibió con una gran sonrisa y no la simple media sonrisa con la que solía recibirle, dotando a sus rostros de matices desconocidos.


—¡Ah, Yurochka! —exclamó el hombre— ¿Ya has vuelto?


Ante la obvia pregunta, Yuri sólo pudo balbucear aturdido.


—¡No te quedes en la puerta como una pasmarote!¡Entra, entra! —insistió su abuelo, adentrándose él mismo en la casa—. Hay algo que quiero enseñarte.


Yuri le siguió diligente sin terminar de entender muy bien lo que debía esperar de aquella triunfal bienvenida, pero ya su sorpresa fue mayúscula cuando vio un portátil en medio de la mesa del salón .


¿Teconología? ¿En casa de su abuelo? ¿Del mismo hombre que había estado usando el mismo coche diminuto y hecho pedazos desde hace décadas?


—Antes ha venido alguien preguntando por ti —anunció Nikolai sacando la lengua mientras desentraña los misterios de aquella inescrutable máquina—. Pero no estabas.


—Sí, Otabek, me lo ha dicho  —confirmó Yuri.


—¿Otabek? —preguntó el abuelo extrañado— ¡Ah, tu amigo! No me refería a él.


La confusión de Yuri iba en aumentando junto con una naciente irritación. No le gustaba que la gente se andara por las ramas. En cierto modo, la propensión de Beka de ir al grano era algo que solía agradecer.


—¿Entonces quién? —preguntó irascible.


Su abuelo, que parecía estar divirtiéndose con la situación, como quién le pone un acertijo a un niño, demasiado difícil para su edad; le mandó callar con un gesto de la mano.


—¡Sshish! ¡No quieras estropear la sorpresa! ¡Mira! —le ordenó.


Sin saber muy bien como lo había logrado, Nikolai atinó a reproducir un vídeo casero en la pantalla del ordenador. Ante los ojos de Yuri , apareció una mujer que rondaría la treintena. En su rostro angelical, se conjugaban con asombroso equilibrio la dulzura de una cara más bien ancha con suaves y voluminosas mejillas, unos enormes ojos verdes azulados, algo rasgados pero agrandados , en definitiva, por las curvadas y furiosas pestañas y unos delgados labios de un rosa claro; con una mandíbula triangular y unas severas y delgadas cejas que le daban cierta fiereza a la mirada.


Así mismo, en la elasticidad antigua de la piel blanquecina e impoluta se podían observar unas incipientes arrugas en la frente y pastas de gallo en el rabillo de los ojos, siendo también aquel rostro una perfecta muestra de la juventud que empezaba a perderse. Llevaba el abundante y espeso cabello rubio peinado en una trenza convenientemente acomodada en el hombro e iba vestida con un chándal con insignias nacionales rusas, muy similar al que Yuri llevaba antes de salir al hielo en sus competencias.


A pesar de haberse pasado años sin verla en persona, la imagen casi especular no deja lugar a dudas. Ante él, se hallaba la gran y esquiva Ilenka Plisetsky.


—¿Me estás grabando ya? —preguntó la mujer con evidente nerviosismo en una voz algo grave que contrastaba con su aspecto delgado y frágil.


—Síii —insistió una voz que Yuri reconoció como la de su abuelo.


—¿Estás seguro, Papá? —inquirió la dama algo escéptica—. Mira, que nunca se te han dado bien estas cosas.


—¡Si te digo que estoy grabando es porque te estoy grabando! —replicó el hombre ofendido— Haz el favor de confiar un poco más en tu padre, que todavía no es un inútil.


La mujer resopló de extenuación y hastío con un gesto que Yuri siempre se había atribuido a sí mismo y volvió a encarar a la cámara, esta vez con una mirada mucho más dubitativa y vulnerable.


—Hola, cariño —se presentó con sincera ternura en la voz—. Soy mamá.


Yuri sintió como le hervía la sangre en las venas ante la sola mención de un tan poco merecido título. El hecho de que su madre, que lo había dejado en manos de su abuelo para dedicarse a su carrera cuando más la necesitaba, se creyera con el derecho de dirigirse a él y, por si fuera poco a través de un medio tan cobarde, era más que suficiente para hacerle perder el control. Una nota discordante más en su horrible día de cumpleaños.


—¡Qué demonios hace esa aquí! —exclamó, apretando los puños y los dientes.


—¡Calla y escucha lo que te tenga que decir! —le ordenó su abuelo.


—Supongo que te preguntaras por qué justo ahora me pongo en contacto contigo  —prosiguió la mujer del vídeo antes de tomarse una pequeña pausa para continuar— Bueno, son varias cosas y me va a costar mucho saber por donde empezar —rió—. En primer lugar, cumples dieciséis años, que es la misma edad en la que te tuve a ti. Era una niña que no sabía lo que se le venía encima y creía que podría con todo.


La mujer empezó a temblar mientras apenas conseguía contener las lágrimas que se le escapaban de las comisuras de los ojos. La mano de su abuelo le pasó un pañuelo con el se limpió. Moqueó ligeramente y volvió a empezar.


—Creía que podría cuidar de ti y continuar con mi carrera, pero me equivoqué. Tuve que elegir, y lo siento. No te imaginas cuánto  —se tapó la boca y parte de la cara con la mano del pañuelo—. Supongo que por aquel entonces no podía imaginarme lo que mi decisión supondría para ti. En cierto modo quería que estuvieras con alguien que se pudiera ocupar siempre de ti. Luego, vi tu rutina en el Grand Prix de este año, y...


Pareció tener dificultades para encontrar sus palabras, mientras una gran sonrisa iluminaba su rostro. Movió el pañuelo como para acompañar su entusiasmo.


—Quería decirte que estuviste espectacular. No podía creerme que ese chico tan genial hubiera salido de mi. La vi por la calle en una televisión y yo iba diciéndole a la gente: “Ese es mi hijo. Ese es mi hijo.” Y todos pensaban que estaba loca —rió—. Tenía ganas de decírtelo en persona, pero como no estabas... y aunque estuvieras no sé si hubieses querido oírlo, decidí hacer esto de la cámara.


La mujer se estrechó de brazos en una pose expositiva justo antes de recobrar su seriedad inicial.


—Pero lo más importante es que quería, aunque solo fuese una vez, darte un consejo de madre. Verás, Yurochka... ¿Le gustan que le llamen Yurochka?


—¡Síii! ¡Le gusta que le llamen Yurochka! —se quejó la voz de su abuelo— ¡¿Quieres decirle ya lo que has venido a decirle?! ¡Se le va a acabar la batería a este trasto antes de que empieces a ir al grano!


—De acuerdo —concedió la mujer colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja—. Lo que quiero decir es que tienes toda la vida por delante y seguramente cometerás errores en el futuro. Pero tienes que saber que...¡No pasa nada!, porque muchas veces cuando nada sale como lo habías previsto se crean oportunidades de que te lleguen cosas que ni imaginabas. ¡Cosas buenas! Cuando me quedé embarazada, mucha gente pensó que había cometido el error de mi vida, yo mismo incluida, pero déjame decirte una cosa: ¡Tú no eres un error! ¡Nunca lo fuiste! El único error que he cometido en mi vida es renunciar a amar, renunciar a ti. Incluso, a pesar de lo mucho que odié a tu padre en su momento, ahora sólo puedo estarle agradecida por el hecho de que tú nacieras. Así que, por favor, enamórate, ama intensamente y comete todos los errores que quieras. Pero nunca tengas miedo de ello porque no estarás viviendo tu vida. Eso es lo que quería decirte. ¡Ah! —exclamó la mujer como si se hubiera olvidado de algo trascendental—. ¡Y Feliz Cumpleaños!


—¡Ya te vale! —rió la voz de su abuelo.


—¡Eres mi ágape, cariño! —exclamó la mujer a modo de despedida.


Conforme el vídeo se apagó, Yuri notó cómo se le humedecía el rostro. De forma totalmente inconsciente se limpió con la manga de la sudadera para darse cuenta de que estaba llorando. Su abuelo lo miró con complaciencia.


—Menos mal que no querías ver el vídeo —observó.


—Sólo se me ha metido algo en el ojo cuando venía —se excusó Yuri.


—Ya, claro —le concedió su abuelo—. Oye, como dices, ha estado aquí antes ese amigo tuyo. Hemos estado hablando. Tengo que reconocer que es un buen chico: serio, sincero y confiable. Me cae bien.


Yuri enarcó las cejas de pura desconfianza.


—¡Qué dices! ¡Pero si antes no lo soportabas!


—Ya, bueno —le explicó con una media sonrisa llena de vergüenza— La verdad es que estaba celoso.


—¿Celoso? —preguntó Yuri extrañado— ¿Por qué?


—La forma en la que te lanzaste a sus brazos en el aeropuerto, cómo te brillan los ojos cuando le miras... me recordaba a cómo me mirabas cuando eres pequeño. Me sentí como si  ya no me necesitaras y sólo fuera un viejo solitario e inútil.


—¡No! —gritó Yuri escandalizado— Lo que siento por Beka no tiene nada que ver con lo que siento por ti.


De pronto, Yuri se percató de lo que acababa de confesar delante de su abuelo. Enrojeció furiosamente.


—¿Y por qué no vas a por él? —sugirió su abuelo divertido.


—¿Cómo? —preguntó Yuri sin comprender.


—¡Vamos! ¿Vas a dejar que el chico se vaya así? ¿Vas a permitir que pase la noche en un hotel para turistas y se vaya de buena mañana sin despedirse?


—¿Por qué siempre tengo que ir yo a buscarlo? —masculló Yuri— Se podría mover él también un poquito, para variar.


—¡Bah! ¡Excusas! ¡Excusas! —exclamó Nikolai con un gesto despectivo— Te voy a decir una cosa. Los niños ponen excusas para no enfrentarse a los problemas y los hombres se enfrentan a ellos. ¿Qué eres tú, un niño o un adulto?


—Un adulto —contestó Yuri, retado por la pregunta.


—¡Pues ve corriendo a buscar a ese chico y no vuelvas hasta haberlo solucionado todo! —le exigió.


Yuri no respondió. Amarró su mochila y su teléfono móvil para averiguar donde se hospedaban Yuuri y Viktor; y salió por la puerta con la celeridad de un rayo.

Notas finales:

Bueno, el fic terminará en un par de caps más, calculo yo. A partir de ahora, las cosas empezarán a enderezarse para el pobre Yurio XDNo hay mal que cien años dure...

 

Para la madre de Yurio, me he basado en Yulia Lipnístskaya, ya que ella es el modelo para  nuestro punk ruso. 

Y sólo me queda agradecer una vez más a la gente que lee. ¡Muchas gracias por vuestro apoyo! ¡Un saludo y hasta la semana que viene!


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