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Caminando entre dragones por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

En este capítulo aparece un personaje que solamente existe (de momento) en el manga, estáis avisados. Preveo maratones de manga XDDD

14. Enana y pechugona


 


“No, no la mires ahora, mala idea”; “dios, se ha agachado… mira qué bonitas…”; “transfórmate en dragón y líbrame de esta tortura”.


Ejemplo de la nueva vida de Kobayashi. No es que sufriera todo el tiempo, pero en determinados momentos su nuevo instinto despertaba. Cada vez que Tohru hacía algún movimiento sensual a ojos de la humana, ella tenía que resistir la tentación de mirarla embelesada.


Des del primer momento que supo que aquella carga era permanente, Lucoa fue su confidente y su ayuda constante.


—Vas a sentir impulsos nuevos. Básicamente vas a volver a pasar la etapa de un adolescente. Tú no la tuviste, porque eras casi asexual, pero ahora…


—¿Cómo puede la gente normal vivir con esto? Es molesto…


—Y placentero.


—Y condenadamente placentero.


Lucoa decidió ser amable y no decir “y menos mal que no has experimentado con tu cuerpo”. Hubiera sido muy fácil, pero se contuvo, no quería molestar a Kobayashi.


—Y menos mal que solamente me pasa con ella.


—¿Cómo? —se sorprendió agradablemente Lucoa—. ¿Solamente tienes pensamientos turbios con Tohru? ¿Nada sobre mi cuerpo divino?


—Pues… sí, solo con Tohru y nada contigo y tus… sandías.


—¡Dioses, esto es maravilloso! —exclamó la dragona, obviando la puya de Kobayashi—. Es muy bonito, Kobayashi, eso es el amor y el deseo incondicional a una sola persona, a quien amas. Normalmente la gente se siente atraída por más de una persona aunque no quieran.


—Lo sé. Aún he tenido suerte, supongo.


—Y ya sabes cómo tendrás que solucionar tu… bueno… “problema” —repuso alegremente Lucoa.


—Lo sé —soltó algo desesperada la humana.


Y así durante varios días. Kobayashi medio enfadada por sus nuevas reacciones y Lucoa dándole palmaditas en la espalda para consolarla y convencerla (a la manera de una diosa de la fertilidad) de las bondades y maravillas del sexo.


Aunque ella misma no lo supiera, el instinto de Kobayashi no era tan potente como Lucoa había predicho. No era como si perdiera la cabeza o manchara la ropa interior cada dos por tres. Eso aún no había pasado. Podía mirar a Tohru a los ojos o a su culo, o a sus pechos sin inmutarse (lo había comprobado, así de tosca y simple estaba siendo mientras se acostumbraba), pero una sonrisa celestial, un poco de energía, un buen ambiente y un movimiento de cadera sexy y Kobayashi se quedaba boquiabierta por un instante. El corazón le daba un bote más brusco que antes de ese incidente, se fijaba más en los detalles de su cuerpo. Acabó pensando que ahora podía mirarla y admirarla con otros ojos, con un nuevo esplendor.


—Kobayashi está sonriendo —dijo Kanna, una de esas veces.


—No es verdad —se calmó la humana, de golpe.


—¡No mientas, Kobayashi, o Kanna lo aprenderá! —se aprovechó Tohru, sonriendo con ímpetu por la nueva faceta de la chica.


Evidentemente, Tohru estaba al corriente de los cambios físicos que estaba sufriendo su chica. Se mostraba encantada con ello, ¡claro! Era lo único que le faltaba. Esperaba que en algún momento le venciera la tentación y se repitiera algo tan apasionado como cuando estaba intoxicada. Aunque también tenía un miedo: los efectos de todo tipo en Midgard se reducían siempre en el mundo de Kobayashi. Prueba de ello eran los instintos violentos de los dragones, que prácticamente desaparecían.


—Tendrás que acorralarla antes de que nos marchemos de Midgard —le susurró Lucoa en una ocasión, como consejo—. Si no, a saber cuándo sucedería lo que esperas.


—Pero tampoco quiero forzarla…


—En eso tienes razón, tanto que te ha costado hasta ahora.


En otro día de vuelo más (Kobayashi contaba ya unos trece, lo que quería decir que apenas le quedaba una semana de vacaciones del trabajo), todos estaban en silencio, volando, cada uno pensando en sus problemas, como los recientes, cuando Fafnir levantó la cabeza. Al cabo de poco, los otros también lo hicieron, como oteando el horizonte. Era la habilidad de detectar dragones, que se había disparado (y Fafnir era el más sensible a tal habilidad).


—Iruru —dijo éste, solamente.


—¿Qué? —preguntó Kobayashi, confusa.


—Es una dragona joven, de la edad de Kanna. Y no tiene ningún control de sus impulsos. O más bien no quiere tenerlo. Está loca —le informó Tohru.


Fue el tiempo justo de decirlo, que una bocanada de llamas quiso derribar a la dragona, con Kobayashi encima. ¡Parecía que las llamas atacaran a la humana!


—¡Todos a tierra! —gritó Lucoa.


Pero solamente ella y Tohru bajaron a un campo que había allí. Kanna y Fafnir perdieron la compostura (como era habitual en Midgard) y atacaron sin piedad a la tal Iruru, que acabó derribada apenas después de dos ataques. Después de todo, Fafnir era un dragón poderoso y Kanna estaba protegiendo a los seres que más quería en todos los mundos que conocía.


—¡¿Es que te has vuelto loca?! —gritó Tohru, en su forma humana, a un dragón negro y rojo que yacía algo aturdida en el suelo—. ¡¿Qué demonios haces?!


El dragón se transformó en una chica más baja que Kanna, con una capa negra y unos pechos que Kobayashi juraría que eran más grandes que los de Lucoa. Una barbaridad.


—¿Es que nadie puede tener una delantera normal, aquí? —suspiró ella.


—Me lo estaba pasando bien con esa humana, ¿qué hay de malo?


—¡Que es la madre de Kanna, eso es lo malo! —le gritó de vuelta Tohru.


—Lo sé. Todos los dragones lo saben ya.


“¿Todos? Dios, qué incómodo”, pensó la única humana. Cada vez se sentía más pequeña.


Kanna aterrizó, se puso delante de Iruru y la miró fijamente. Ambos se desafiaron con la mirada, y entonces la primera alzó los brazos en señal de protección a Tohru y a Kobayashi.


—No me vas a dejar pasar.


—No.


—Lo imaginaba. Yo lo que vine a ver es qué tiene de especial esa humana, que hayas decidido que tu madre de tu propia especie no valía la pena.


—Me cuida.


Iruru puso una cara rara, entre molesta y sorprendida.


—¿Qué dices? ¿Acaso no recuerdas qué somos? ¿Para qué vivimos? ¡Nosotros destruimos! ¡Matamos! —Nadie, ni Kobayashi, se inmutó—. ¡No estamos para que nos cuiden! ¡Y menos loes enclenques de los humanos!


—Kobayashi no es una humana cualquiera —dijeron Kanna y Tohru a la vez. La aludida enrojeció un poco y todo por esa sincronización.


—Somos su familia —añadió Tohru, al final—. No queremos ser como los demás. Como tú.


Iruru dudó de sus palabras un instante, uno que aprovechó muy bien Kobayashi.


—A Kanna la exiliaron por hacer una travesura para llamar la atención de su familia. Apuesto lo que sea que la instigadora fuiste tú. —Se fue acercando hasta ella, pese a los intentos leves de su familia de detenerla. Cuando llegó, se puso a su nivel—. Kanna tuvo el valor de buscar a alguien que la hiciera feliz. ¿Por qué tú no haces lo mismo? Creo que necesitas una familia de verdad.


Kobayashi acabó sonriendo ante un dragón que había sido educado específicamente para matar y destruir a humanos como ella. Y ni toda esa educación y entrenamiento sirvió ante la comprensión de esa humana. Iruru cayó derrotada, sentándose en la hierba.


—Los dragones no estamos hechos para este tipo de familia —intentó negarse ella—. Siempre hemos sido educados para matar.


—Yo ahora me pregunto si Lucoa o algún dragón del Orden tendrán el mismo objetivo que tú. No hace falta ni que traiciones tus ideales con los humanos. Solamente piensa en qué es lo que realmente quieres.


Iruru la miró atentamente, como si estuviera aprendiendo algo nuevo. Cuando pareció que había acabado, miró a Kanna y a Tohru.


—Tenéis una humana muy curiosa entre vuestras filas —dijo, como si Kobayashi no hubiera dicho nada—. Por esta vez, no causaré muerte y destrucción. Tengo curiosidad por conocerla mejor.


—Entonces ¿te vienes con nosotros? —preguntó Kanna, algo esperanzada.


—¿Qué dices? ¿Para estar todo el día con cursiladas? Nah, me vuelvo con el grupo en el que iba, así destruyo alguna fortaleza humana de paso. Nos vemos en la fiesta.


Se transformó en dragón y salió volando, así, de repente. No miró atrás, pero deseaba hacerlo. Nunca se había planteado que existiera otra clase de familia, y menos una de cariñosa. Más que curiosidad por Kobayashi, tenía curiosidad por saber en qué consistía ese cariño que parecía transmitir la humana.


“Podría haberla abrazado con alguna excusa”, pensó, mientras volaba de vuelta con los suyos.


Lo cierto era que todos los humanos temían a los dragones y a Iruru le encantaba. Por mucho que cobraran valor para enfrentarse a ellos, el miedo seguía ahí. Pero esa humana, Kobayashi, no tenía ningún tipo de miedo. Se había acercado como si fuera una amiga de toda la vida a hablar. No es que cambiar de familia fuera a darle otra visión de lo que quería. Ella sabía muy bien lo que quería. No le hacía falta nadie que se lo dijera. Aunque esa humana era una buena candidata.


De todas formas, siguió volando.


De vuelta a la familia, Kobayashi estaba siendo regañada por todos sin excepción, aunque Tohru era la que estaba presionando más.


—¿Qué te crees, que nosotros no lo intentamos? Ella ha sido educada así, y no cambiará por especial que seas.


—Yo creo que es joven y está a tiempo —seguía sonriendo la humana.


Tohru se quedó un momento quieta y luego se lanzó a sus brazos, sorprendiendo a todos.


—¡Idiota! Me has asustado.


Kobayashi correspondió el abrazo con cariño y paciencia. Enseguida notó su aroma, lo que la relajó aún más. Hasta que empezó a notar calor. “¡Demasiado cerca, demasiado cerca!”, pensó rápidamente, atolondrada por la reacción de su cuerpo. Menos mal que Tohru acabó el abrazo en ese momento.


—Si Iruru está por aquí quiere decir que estamos ya muy cerca de la localización de la fiesta —señaló Fafnir, que aún miraba con algo de asco la escena de la pareja—. Ella siempre va con su grupo de dragones del caos.


—Cierto —añadió Lucoa—. Pronto encontraremos el mar de Jordmungandr.


—¿Qué es ese mar de Jord… lo que sea? —preguntó Kobayashi.


—Una frontera natural para los humanos. Es un mar muy extenso que culmina en el fin de Midgard como mundo. En ese mar habita una serpiente gigante llamada Jordmungandr que da toda la vuelta al mar y al mundo. Los humanos dicen que formará parte del fin del mundo, pero de momento está dormida.


—¿No decíais que allí donde se celebra la fiesta es terreno conocido para humanos y elfos?


—Y lo es. Los humanos han llegado hasta el fin de Midgard. No es un sitio donde solamente haya agua. Ya pedazos de tierra sueltos.


—Islas.


—Sí, supongo que se les puede llamar así. Un día cruzando el mar y habremos llegado.


Por fin, su meta estaba cerca. Hizo falta un montón de llamas de una enana pechugona para marcar el fin de su viaje.

Notas finales:

Espero que haya gustado jeje a juzgar por el número de visitas general veo que así es :) comentad cosillas, en especial ahora que EMPIEZO A QUEDARME SIN IDEAS :'v


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