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No puedes huir, Yoon Bum - Killing Stalking Omegaverse por Boo Bear LOL

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- ¿Qué diablos estás haciendo? ¿Crees que puedes pagar esto con el mísero sueldo que tienes?¡Sal de mi vista ahora mismo, omega ineficiente!.- Yoon Bum estaba encogido del terror de verse nuevamente reprendido por el jefe de la cafetería donde trabajaba por el simple hecho de haber cometido el error de dejar caer dos platos más de los que había roto en el resto de la semana.

-Lo siento señor, le prometo que no volverá a ocurrir. - Con la mirada gacha y expeliendo feromonas de terror, el omega solo esperó encarecidamente que su jefe le perdonará este error una vez más.

- ¡Ahg!¡Está bien! Sólo por esta ocasión porque por estas fechas la clientela aumenta y estamos algo corto de personal. Pero, un error más y estarás fuera. - Con la voz cargada de furia y la mirada irradiante de molestia, el jefe beta dejó al pelinegro en la sala de la cocina tembloroso y preocupado.

Bum rogaba hasta el mismo Buda que le permitiera seguir en ese empleo que, a pesar que daba una miseria de paga, era el mejor trabajo decente que pudo encontrar en los últimos seis meses desde que lo despidieron de sus otras cinco ocupaciones anteriores.

Aún recordaba la primera semana cuando había arrivado a Italia, había tenido muchos problemas ya que no sabía el idioma oriundo y su inglés apenas y era suficiente para comunicarse; sin embargo, pudo lograr hacerse un lugar en esa extraña y culinaria sociedad abundante de pastas y elogios.

Hablando con el corazón en la mano, sinceramente había supuesto que la estructura social que mantenía Italia era igual o más discriminadora y opresora que de la misma sociedad surcoreana a la que había pertenecido alguna vez; no obstante, pudo darse cuenta gracias a la manera en que los omegas actuaban de que las personas que vivían allí respetaban a cada uno por igual, incluso haciendo valer primordialmente los derechos de las personas nacidas con la misma condición que él y que en algún momento de su vida fueron maltratados por sus parejas o algún desconocido.

Yoom Bum estaba tan feliz de ello que no dudó en ir a la estación de policías para pedir resguardo de su actual pareja; sin embargo, al minuto de haber pensado en ello, se dio cuenta de que prácticamente era un inmigrante ilegal al cual no le podían dar respaldo si no tenía sus papeles en orden.

Esa fue una gran desilusión.

Había llegado con la promoción de turista que solo le permitía quedarse como máximo un par de semanas en el territorio europeo, y gracias a que no contaba con el dinero necesario para solicitar una identificación como ciudadano legal o si quiera con el debido permiso del alfa que días atrás había dejado sin su consentimiento, estaba literalmente considerado como un inmigrante ilegal, o mejor dicho, como un prófugo.

A pesar de que la vida en Italia había resultado de cierta manera sencilla, en realidad no era así como la pintaban. Pudo haber afirmado que las personas hacían valer sus derechos de manera equitativa; no obstante, cuando se había refugiado en una habitación rentada en las zonas alejadas del centro de la ciudad, esa equidad se difuminaba como niebla en primavera para dar paso a la misma opresión social a la que había estado sometido desde que tenía uso se razón.

Aunque, felizmente era en menor medida.

Los empleos que había logrado conseguir se limitaban siempre al ámbito culinario, siendo como mesero o como encargado de la limpieza del restaurante mismo. Y aunque hubiera preferido algo relacionado a la oficina, usualmente le explicaban la misma manera que se sabia de memoria.
"Omegas marcados o no, no son útiles en estos ambientes donde la eficacia siempre es necesaria. Ustedes, seres volátiles al celo, no son requeridos aquí, mejor regrese a hacer los quehaceres de su hogar que su alfa pronto llegará y se enojará si nota que usted no esta allí."

Había explicado innumerables veces sobre su precaria situación como omega separado de su alfa, pero igual lo rechazaban en cada entrevista que brindada.

No insistió más y siguió trabajando en lo que pudiese.

Así pasaron dos años.

Dos años donde la culpa y arrepentimientos de sus pecados hicieron que carcomiese su alma con cada remembranza de ese día.

Dos años donde el recuerdo del fantasma de su hijo hicieron incurables heridas en su hereje corazón.

Dos años donde, la desesperación y las lágrimas causadas por las pesadillas nocturnas donde escuchaba sin tregua algunas los reclamos y acusaciones que su fallecido retoño declaraba contra él hacían estragos tan dolorosos en su inexperto y filicida corazón de madre.

Y claro, durante todo ese tiempo no pudo dejar de ser atormentando por la sombra del único ser a quien amo en toda su vida de todo corazón, Sangwoo. No podía tener un momento de tranquilidad sintiendo que en cualquier momento los dedos del alfa se posicionarían sobre la nívea piel de su garganta y lo apretara con tal fuerzan y frialdad características de sus falanges hasta que el oxígeno se viera privado de sus pulmones, ahogándolo inmediatamente y dirigiéndolo de manera consecutiva hacia la muerte.

Bueno, quizás eso debía merecer luego de que él mismo le había arrebato la vida a un inocente.

Posiblemente ésa era la pena que debía pagar.

Vida por vida.

Futuro por futuro.

Sangre por sangre.

— Hey Bum ¿acaso te pago para que te quedes parado sin hacer nada? Corre a atender a los clientes o sino me voy a cobrar de tu sueldo de lo que comen.— La advertencia de su jefe lo trajo nuevamente a la realidad, y si no quería verse de nuevo hambriento por no costear la comida del día, debía acatar la amenaza de su superior de manera inmediata.

— ¡Enseguida!

Con pasos torpes y manos temblorosas, recogió los platos colocados sobre la barra y los entregó con carente diligencia hacia sus respectivos comensales.

La tarde y parte de la noche pasó así, entre entregas y mandados, entre gritos de advertencia de despido y disculpas por el caso.

Finalmente llegó la de que su salida, y sin demora alguna, alistó el bolso donde llevaba sus pocas pertenencias, como prendas de vestir y billetera, se vistió en sus ropas de civil y salió los más rápido posible antes de que el jefe lo encerrara por más tiempo para la limpieza de la cocina.

Caminaba pensativo por el poco iluminado atajo por donde pasaba para llegar a su hogar, sin poder quitarse las preocupaciones y temores que constantemente amenazaban el equilibrio de su estado mental. Siempre vivía con el temor de que Sangwoo volviera y lo llevara entre golpes y amenazas a la misma cárcel de hogar a la que había estado preso durante tres años.

Una mano maloliente a grasa de auto cubriéndole su boca y una fuerte opresión en el estómago junto a sus brazos gracias a la fuerza con que aplicaba el inidentificado lograron sacarlo de sus pesimistas ensoñaciones inmediatamente para alertarlo de la situación en que se había metido. 

Su atacante estaba detrás de él, impidiéndole tomar una vista de su rostro o siquiera complexión. Estaba aterrado sobre quién pudiese tratarse, el olor a alcohol que emanaba hacía que le doliese la nariz, y el pesado suspiro que emitió sobre la nuca de su cuello, donde la vieja marca de posesión que Sangwoo había dejado en él estaba menos resaltante que antes, hicieron que lágrimas de terror y desesperación brotaran como acto reflejo de sus aterrados orbes ónix.

Estaba imposibilitado de siquiera mover un músculo para defenderse, y al sentir nuevamente el aliento del desconocido sobre la curvatura de su hombro solo hizo que los vellos de todo su cuerpo se erizaran de golpe a causa del pánico.

Tenía miedo.

Mucho miedo.

Sabía que estaba borracho, y suponía que el objetivo del, por lo que podía percibir, beta, era robarle el poco dinero de las propinas que había conseguido durante el día. No podía permitírselo, era lo único que le quedaba para comer y pagar la renta del próximo mes.

Intentó gritar, pero sus alaridos se veían apagados por la grasosa mano que el vagabundo sostenía sobre su boca, haciendo que dolorosos y llorosos murmullos se escucharan en la soledad del atajo.

Las manos del beta empezaban a recorrer la curvatura de la cintura del pelinegro, metiendo sus callosos dedos bajo la camiseta negra que vestía. Lloraba de la impotencia de que nuevamente se viera como la víctima, sin poder hacer nada más que simplemente rogar silenciosamente por misericordia hacia un Dios que nunca lo había ayudado.

—No te lo tomes a mal, es un encargo.—Llegó a helar su sangre repentinamente, dejando sus orbes tan abiertos que parecien un par de bolas de billar.

La estupefacción y las suposiciones apresuradas notardaron en arrivar a su mente.

¿A qué exactamente se refería con encargo?

¿Quién le había entregado tal encargo?

No puede ser.

Sus lágrimas salían abundantemente, como si las mismas se divirtieran al ver el sufrimiento del que su dueño pasaba.

¡¿Volvió por mí?!

¡¿Dónde está?!

¡No me va a perdonar la vida!

¡No, quien fuera sea, por sálvenme!

Ahora de manera desesperada y casi irracional, trataba de pelear para sacarse de encima al sujeto que, de acuerdo a sus especulaciones, lo llevaría frente a Sangwoo para que fuera castigado de la peor manera posible por la terrible osadía que había cometido contra él.

De manera casi irracional,  el omega trató de librarse de las garras de su captor removiéndose constantemente entre sus brazos, buscando una manera de que sus desesperados gritos de ayuda se vieran finalmente libres a ser recepcionados por algún transeúnte que tuviera la piedad de auxiliarlo. 

Parecían que sus esfuerzos eran inútiles al sentir el inesperado y desagradable roce  que la entrepierna del beta había parado a dar contra su trasero. Las lágrimas parecían diminutas cascadas,  brotando de manera  imparable de sus ojos temerosos.

Ya no tenía salvación. Estaba seguro que Sangwoo iba a colgar su cabeza sobre la pared de la sala principal como si de un trofeo de caza se tratase.

Una mano del ebrio beta se coló por el cinturón del pantalón del  desesperanzado omega, rebuscando entre sus bolsillos y la bragueta del mismo.

Oh no... No podía ser cierto.  ¿Iba a ser violado por un sucio beta en medio de la calle?

Al parecer lo era,  ya que sintió el tacto de un dedo intruso en la entrada de su trasero,  tocándolo y pellizcándolo como si de un dulce se tratara.

Esperanza no había.  La desesperación había consumido su corazón dejándola con estragos de terror y resignación.

Ya no había razón de luchar,  la fuerza del beta era superior a la suya, y si se rehusaba, iba a ser golpeado de la misma manera en que lo había dejado Sangwoo. 

Lo siento Yoseob, te he fallado de nuevo,  hijo mío.

Solo se resignaba a confortarse con la ilusión de que ésta pesadilla terminaría rápido.

Un sonido estridente resonó en el silencioso pasaje,  alertando a ambos,  víctima y victimario.

—Hey, ¿qué cree que esta haciendo? — Pudo llegar a verlo. Era un hombre alto,  con una piel canela tostada y poseedor de unos oscuros ojos capulí que,  cubiertos bajo las gruesas lunas de sus lentes,  demostraban  protección,  seguridad y algo que no había sentido desde que su abuela, la única persona que lo había amado incondicionalmente,  había fallecido.

Refugio.

Y tal sentimiento,  al que se había visto necesitado desde el instante en que ella había muerto entre sus brazos,  era la marca personal que ese alfa transmitía en su aroma a eucalipto.

La felicidad  que le provocó de verse protegido a pesar de que era  un indeseado omega inundó su pecho de un cálido sentimiento del cual había esperado no sentir mas en su vida.

Se parecía a ese sentimiento que tuvo cuando se vio defendido por su querido Sangwoo de esos alfas que lo había hostigando durante su último año  de secundaria.

¿Acaso un ser desagrable como él, que había cometido el peor de los pecados como matar a su propia sangre,  le daba el derecho de ser salvado de un castigo que,  consideraba,  bien merecido?

El alivio que sintió al ver que sus súplicas eran finalmente escuchadas lo había impulsado a gritar como nunca antes lo había hecho  en su  breve existencia.

— ¡Amfudha!—Su pedido aún había quedado atrapado entre la gruesa mano del hombre que cubría sus labios,  haciendo que el mensaje se distorsionara.

— ¡Mierda!— Exclamó el beta al verse sorprendido por un policía que no debería estar patrullando en un pasaje tan solitario como éste. No sabiendo qué hacer para librarse de la complicada situación,  lo único a que pudo optar fue el robar el poco dinero que traía el pelinegro dentro de los bolsillos de sus oscuros pantalones y correr lo mas rápido que pudiera hacia la salida del callejón para que el alfa no lograra atraparlo.

Prontamente se vio liberado del asqueroso tacto de su captor,  dejándolo lleno de escalofríos, gruesas lágrimas y un creciente asco sobre sí mismo.

¿Cómo había sido posible que hubiera considerado  en un momento rendirse ante su ataque? ¿Acaso no tenía amor por sí mismo para valorarse más?

Aún seguía temblando de la impresión de verse nuevamente agredido y maltratado por alguien que abusaba de su fuerza bruta.

Y aún peor,  seguía estando en shock de verse nuevamente en manos del sádico de su ex esposo, quien no dudaría en apuñalarlo una vez lo atrapara.

— Hey,  ¿puede ponerse de pie?  — Había estado tan sumido en sus preocupaciones que no se había percatado de la presencia del alfa que estaba de pie al lado de él,  mirando de manera expectante su rostro,  esperando una respuesta.

Ni siquiera se había dado cuenta de que había caído de rodillas.  Sintió la mano de su salvador enroscarse en su delgada muñeca,  alzándolo hasta llegar a su altura.

— ¿Cómo te sientes? ¿Crees que tengas la suficiente fuerza como para que puedas acompañarme a la estación de policía para dar tu testimonio? ¿O prefieres ir a un café para que los nervios se te bajen? —El tono que utiliza era tranquilizador y a la vez recorfontante,  como algo arrollador. Aun se sentía algo despistado por el extraño desenvolvimiento que tenía ésta situación,  pero no le importo más al sentir el brazo de alfa enrollarse en su cintura, ayudándolo a sostenerse.

No quería sonar como un puberto hormonal o virgen,  pero no pudo el evitar sentir su rostro caliente a causa de los sentimientos encontrados que nacieron al ser salvado y tratado amablemente por ese alfa que ni siquiera conocía.

Quizás esto era provocado por un antiguo recuerdo.

Uno donde Sangwoo lo había sostenido de la cintura para que lograra caminar luego de algunos golpes que había recibido por esos alfas.

—Mmmm... —Se sentía algo incómodo.— Prefería ir a mi casa. —Esperó la aceptación del alfa,  pero tal fue espera en vano.

— Como el oficial que soy, no puedo dejarte en el estado en que estás,  estoy seguro que si te vieras en un espejo, realmente pensarías lo mismo que yo.— Miró sus prendas desarreglada, luego toco sus mejillas sintiendo los surcos secos que sus lágrimas había causado. —Déjame invitarte algo para tranquilizarte.

Accedió no porque sintieran pena en rechazar su oferta, sino porque hacia tanto tiempo en que alguien no se preocupaba por él, que había llegado a conmover su corazón.

Quizás podría pedirle ayuda para solicitar alguna protección del alfa al cual, seguía apreciando y temiendo.

— Por cierto,  ¿cuál es tu nombre? Yo me llamo Yang Seung Bae. —No había problema en decirle su verdadera identidad.

— Yoom Bum.

Ese fue el único momento donde intercambiaron información personal crucial durante todo el camino hacia la cafetería, luego de ello,  hablaron de anécdotas o temas cruciales,  sacando más de una tímida sonrisa al omega y una pequeña carcajada al alfa.

No quería admitirlo,  pero la personalidad y la actitud que mantenía Bae era algo tan refrescante y reconfortante que hacía su corazón levemente palpitar con cada historia graciosa que el oficial empezaba a narrar.

Claro que sus sentimientos por el alfa no podían confundirse con algo más que simplemente amabilidad,  ello lo tenía en claro.

Además,  cada vez que recordaba la cicatriz en forma de la constelación del cinturón de Orión, que estaba tatuada sobre su abdomen como señal de su pecado,  era consciente del destino que había elegido.

No podía permitirse amar nuevamente alguien más .

Y aunque el omega  no lo había notado al principio, gracias a la conmoción emocional en que se había visto envuelto gracias al ataque del ebrio beta,  una mirada achocolatada había sido expectante desde el preciso momento en que había  salido del restaurante, registrando sus pasos y gestos,  sus gemidos de dolor y su latente desesperación deformando esos ojos que tantas veces los habían visto con amor y devoción.

— Al fin te encontré, Bum.

Fin del segundo capítulo
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Notas finales:

Notas.

Lo único que diré es: Me siento mal por el destino que le escribí a Bum, su corazón merece algo mejor. 
Besos y abrazos, Boo Bear LOL <3


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