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Hay alguien en mi armario. por OnlyYou

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Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.

La historia es completamente mía.

Konoha, la aldea oculta entre las hojas, hogar del héroe del mundo ninja, las mejores ninjas médicos, el honorable clan Hyūga y el único hombre con el poder del rinnegan, poseedor además del sharingan. Un lugar pacífico ahora que la paz reinaba entre las aldeas ninja por primera vez en mucho tiempo, ya habían pasado 8 años desde aquella guerra que había marcado a muchos, cuando…

—¡Naruto!— El grito furioso se escuchó por toda la casa y barrio, casi haciendo que las paredes temblaran. Sentía palpitar las venas de su frente y el tan acostumbrado tic que atacaba a su ceja cada vez que algo lo molestaba y exasperaba. De inmediato, el llamado apareció por la puerta con apenas una toalla cubriendo sus “vergüenzas” recibiendo un kunai en el medio de su frente apenas traspasó la puerta de entrada. De inmediato desapareció en una nube de humo, dejando ver que sólo era un clon de sombras. —¡Sé que estás tras la puerta, usuratonkachi! Se hombre y trae tu trasero aquí.— Gruñó el moreno, esperando ver el cuerpo real de su pareja entrar por la puerta.

Una aldea pacífica, hasta que el héroe de la aldea hacia enojar a su esposo.

—Sasu, te lo puedo explicar.— Con el sudor frío corriendo por su espalda y nuca, Naruto hizo acto de presencia, casi temblando ante la posibilidad de que Sasuke lo atacara seriamente.

—¡Una semana, usuratonkachi! Me voy una semana y encuentro la casa hecha un chiquero.— Gruñó nuevamente, cruzando sus brazos y fijando su mirada bicolor en los ojos celestes del Uzumaki. —¿Qué explicación tienes que te salve de dormir en el sofá hoy, eh?— Preguntó, dejando en claro que por esa noche no compartirían cama.

—Es que, ¡es que! Si tú no estás no quiero estar en casa, sólo venía a comer y…— Una mueca de terror se formó en su rostro al ver un aura violácea rodear a Sasuke, anticipando que usaría el Susano contra él. —Lo limpiaré enseguida, limpiaré la casa durante todo el mes.—  Rápidamente, realizó el sello para invocar 4 clones suyos, los cuales desaparecieron de inmediato ante el ataque de 4 shurikens.

—Lo harás tú solo. Y despídete del ramen por dos semanas.— Avisó, acercándose a él y golpeando su pecho con una escoba y le trapeador. —Comienza con la cocina, luego el baño, la sala y las habitaciones.— Ordenó, retirándose de la habitación. Necesitaba con urgencia un baño caliente.

—Ya parezco cenicienta-dattebayo.— Se quejó en un susurro, girando la cabeza levemente para ver la espalda del pelinegro. —Seguro está en esos días…— Murmuró, encogiéndose en su lugar al ver cómo Sasuke se volteaba rápidamente.

—¿Dijiste algo, dobe?— Preguntó, dándole la oportunidad al rubio de retractarse más que porque no lo hubiera escuchado.

—¡No, Sasuke-sama!— Se puso derecho de golpe, comenzando a barrer rápidamente todo el suelo de la cocina, más cuando la presencia del contrario dejó de sentirse, se permitió dejar escapar un suspiro agotado y barrer lentamente con un puchero.

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Habiéndole tomado toda la mañana y mitad de la tarde limpiar el desastre de una semana, acabó agotado y tirado en el sofá como saco de papas. Para cuando acabó, lo único que recibió fue un pequeño beso en los labios de su bastardito, quien lo obligó a levantarse y salir con él de compras. Odiaba esos días, Sasuke se aprovechaba totalmente de su nobleza y lo hacía llevar junto a varios clones todo aquello que se le antojara comprar, cumpliendo también su promesa de no dejarlo comer ramen.

Dieron vueltas por el supermercado, la tienda de armas, tiendas de ropa, ¡incluso fue a lo de los Yamanaka para comprar una nueva planta de tomates! Estaba cansado de hacer que se le secaran, estaba convencido de que si no hacia algo con esas malditas cosas rojas, Sasuke acabaría con la cara tan roja como uno de esos.

Luego de 2 horas de un lado a otro, el Uchiha se apiadó de él y volvieron a la casa, teniendo que ser él quien guardara las compras en el lugar exacto en el que a Sasuke le gustaba ponerlas. Bastardo manipulador.  Pensaba mientras lo hacía, gruñendo por lo bajo incoherencias sobre la obsesión del otro por el control de las cosas.

Llegada la noche fue cuando al fin pudo descansar de su esposo, ignorando completamente la orden de que no podría dormir en su cama y, reafirmando su autoridad como dueño de una mitad, se acostó en ella de todos modos. Apenas logró dormitar unos minutos cuando un par de golpes en la puerta de entrada lo pusieron alerta, dejando que Sasuke se encargara de las visitas. Apenas estaba volviendo a dormirse cuando algo o alguien hundía el peso a su lado, al mismo tiempo que otro alguien se arrojaba sobre su espalda.

—¡Naori Namikaze!— Exclamó adolorido, saliendo por completo de la tranquilidad de su sueño, rápidamente y por su seguridad, la niña salió corriendo mientras reía. A un lado, Sasuke lo observaba con una media sonrisa en el rostro. —Fuiste tú.— Lo acusó con el dedo, recibiendo tan sólo un encogimiento por parte de su pareja.

—Ella quería saludarte antes de irse a dormir, ve a darle las buenas noches y te dejaré dormir conmigo.— Murmuró, seleccionando un tono especialmente sugerente para sus últimas palabras, logrando convencer así a su rubio, quien se levantó casi de un salto y salió de la habitación.

Cruzó el pasillo mientras se frotaba la espalda con molestia, deteniéndose frente a la puerta que daba a la única habitación habitada después de la de ellos. Ingresó en la misma lentamente por el camino de juguetes que había en el suelo, tratando de no pisar ninguno en lo que se acercaba a la cama de su hija, quien parecía estar escondiéndose de él. Con una leve sonrisa de maldad, tomó las sábanas y las retiró de golpe, sorprendiéndose al escuchar cómo la pequeña gritaba y se cubría la cabeza.

—¿Naori? ¿Qué pasa, mi amor?— Su venganza fue olvidada rápidamente al ver el miedo de su pequeña, quien lo miró con un par de ojos idénticos a los suyos llenos de lágrimas.

—Papá…creo que hay alguien en mi armario.— Susurró a la vez que le señalaba dicho objeto, auténticamente asustada.

—¿Alguien ahí? Claro que no, cariño. Mira.— Para garantizar la seguridad de su hija, tomó valor (por supuesto que no era cobarde) y se acercó a dicho armario, abriendo las puertas. Frunció el ceño al ver una niña igual a su hija cubierta de ropa y cubriéndose la boca para no sollozar.

—Papá… hay alguien en mi cama.— Le dijo aquella niña, señalando en la dirección contraria a ellos.

No supo si fue el cansancio, las películas de terror que había visto anteriormente en casa de Sai o qué, pero al ver a dos niñas exactamente iguales y en aquella situación, su consciencia desapareció y se escuchó un golpe seco al caer su cuerpo en el suelo.

—¡Papiiii! ¡Papá se desmayó!— Gritó la niña que estaba en la cama, saltando de la misma y acercándose al cuerpo inconsciente de su padre rubio al mismo tiempo que su hermana le levantaba la cabeza.

Una risa malvada se escuchó desde la puerta de la habitación, no pudiendo evitarla al ver que Naruto había caído redondo en su venganza. ¿Cómo podía ser que olvidara por momentos que habían tenido gemelas? Se acercó a ellas y a su esposo, dejando un beso en cada pequeña cabeza pelinegra.

—Acuéstense, yo me llevaré a su padre.— Las tranquilizó, cerrando el armario una vez que Yui estuvo fuera, para luego cargar a Naruto en su espalda y abandonar la habitación de sus pequeñas. —Usuratonkachi, la próxima vez no dejes la casa desordenada…o no olvides que tienes dos hijas.— Murmuró, arrojando el cuerpo desmayado sobre la cama matrimonial que compartían.

 


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