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Todo por ti. por Sora17

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Notas del capitulo:

Nuevo capitulo, mas info en notas finales <3

Después de ese encuentro en las puertas del instituto, Hannibal Lecter se dirigió hacia su casillero para recoger sus libros.

No pensaba en nada en particular, y al mismo tiempo seguía diversos pensamientos imposibles de cuantificar.

Sintió una presencia a su lado, sintió también que le hablaban, pero no escuchó las palabras, definitivamente aquel día estaba más distraído que de costumbre. Y él jamás estaba distraído.

Iba a responder cualquier cosa que se le viniera a la mente, pero cuando giró la cabeza, notó que no le estaban hablando a él, si no que a su lado estaba el mismo chico de la entrada y hablaba con… ¿Su casillero?

-Vamos, ábrete… Por favor no me hagas pasar vergüenza…- susurraba Will, intentando dar con la combinación del casillero que le habían asignado cuando se había anotado en el instituto.

Hannibal volvió la cabeza otra vez y miró el interior tan ordenado de su propio casillero, dejó a Will hablando solo por un momento más, hasta escuchar las notas de desesperación que comenzaban a hacerse presentes en su voz.

-La contraseña de todos los casilleros nuevos es “1-2-3-4”- dijo Hannibal sin mirarlo mientras juntaba sus propios libros.

-Oh Dios, gracias…- suspiró Will aliviado, logrando por fin abrir la puertecilla, le había aterrado la sola posibilidad de tener que presentarse el primer día en el despacho del director para preguntarle algo como eso. Sobre todo, porque le habían dado la contraseña en un papel hacía tiempo y él la había perdido a los dos minutos como mucho.

-De nada.- fue todo lo que respondió Hannibal antes de irse a su aula con los libros bajo el brazo.

Will se lo quedó mirando por un momento.

Vaya chico más extraño, no parecía interesado en darle charla ni nada por el estilo.

La gente que recién conocía a Will usualmente se esforzaba por mantener una conversación antes de ver que era inútil y marcharse.

Pero ese muchacho no…

Seguro era otro que no le gustaba hacer amistades…

El joven comenzó a sacar de su mochila los libros que traía y los guardó en el casillero, no eran muchos, no eran ni de lejos todo el material de estudio que iba a necesitar, pero sus gastos estaban más concentrados en ayudar a sus amigos peludos que en ninguna otra cosa.

Los revisó uno por uno y descubrió que no traía los de aquel día….

Genial… Que buena manera de empezar en ese sitio.

Tomó un libro cualquiera y se encaminó rumbo al aula dos, donde tenía las primeras clases, si no recordaba mal en esa hora tenía clase de historia.

Cuando llegó al aula descubrió que estaba llena y no había ni un solo sitio libre.

Los murmullos de sus compañeros cesaron cuando él apareció y no tuvo más opción que quedarse allí de pie, como un maniquí que recordaba muy bien de sus clases de biología en el anterior instituto al que había asistido.

Suponía que debía tener la cara tan lisa como ese muñeco, vacía de expresión, aunque por dentro se estaba muriendo de la vergüenza.

Algunas chicas lo miraban con bastante interés y susurraban cosas entre ellas, pero Will prefería hacer como que no se daba cuenta de nada.

Para su suerte solo pasaron cinco minutos hasta que el profesor llegó al aula.

Para su desgracia, lo hizo presentarse delante de todos.

“William Graham, 17 años, todo un nómada que conoce prácticamente toda la superficie de Estados Unidos, amante de los perros… ¿Soltero y cachondo?”

Al pensar eso, Will soltó una risa un poco nerviosa en mitad de su presentación, mucho más formal que la que acababa de imaginarse, y se sonrojó mucho al darse cuenta de que su risotada había sido escuchada incluso hasta los pupitres de más atrás.

-Muy bien Señor Graham, vamos a buscarle un asiento disponible.- dijo el profesor, haciendo de cuenta que no había oído esa risita espontanea de parte del nuevo alumno.

No parecía haber ningún sitio disponible, solo uno, casi al fondo de la clase, donde estaban los marginados y los que no les interesaba aprender ni aprobar.

Los asientos eran de a dos, y en ese particularmente estaba ese chico Lecter, que no era ni un marginado ni un desinteresado.

En todas sus clases Hannibal había pedido expresamente que no lo sentaran con nadie más y todos los profesores no habían tenido más opción que hacerle caso.

Lecter era un prodigio, y los profesores sospechaban que era capaz de aprobar incluso si no le vieran un pelo en la escuela durante todo el semestre.

El muchacho se sentaba solo al fondo de la clase, esgrimía sus lápices y dibujaba de tal manera que su profesor de arte usaba sus dibujos siempre para demostrar “Como tienen que hacerse las cosas”.

No había asientos, así que el profesor no tuvo más opción que señalarle a Will el asiento de Hannibal, lo lamentaba por los dos chicos, pero no armaría un revuelo haciendo traer otro pupitre solo por los caprichos del insociable de Lecter.

Will se dirigió hacia allí con la mirada baja, Hannibal no reaccionó si no hasta que sintió que la silla a su derecha se movía.

Ojeó a Will brevemente y después suspiró, como si acabara de ocurrir alguna clase de tragedia.

Will pretendía ignorarlo y ser ignorado como muestra de cortesía también, se notaba que ese chico estaba muy concentrado en sus dibujos como para hablarle y Will no pensaba hacerlo tampoco.

En parte le pareció que tenía cierto aspecto de matón, esa clase de chico por el cual las chicas perdían la cabeza y que podía llegar a ser agresivo, pero cuando Lecter se acomodó un mechón de cabello que caía sobre su rostro mientras dibujaba, Will tuvo la sensación de que no era ningún abusador de esos que había visto tantas veces en sus otros institutos.

Se veía… Pacifico, lindo en cierta forma…

Tan concentrado en sombrear el rostro de un hombre con una expresión aterradora…

Will se quedó contemplando por un momento la mano de Hannibal, que daba trazos tan naturales y expertos sobre el papel, y después miró el dibujo.

El nivel de detalle era impresionante.

Los juegos de luces y sombras en el rostro, que aparecía cada vez más claro en el papel, hacían recordar a la clase de dibujo que haría un experto con un modelo vivo. Pero por lo visto ese chico no necesitaba mirar para dibujar, como todo un artista.

Supuso que se había acercado demasiado para mirar por que en determinado momento el otro chico se envaró, cerró su block de dibujo y sacó un libro, mirando hacia la clase como si le resultara interesante.

Lo cierto es que Hannibal era sumamente consciente de la presencia allí de ese chico nuevo.

Había pensado en presentarse y dedicarle unas dos o tres palabras por pura cortesía, pero tenía la impresión de que el otro muchacho no deseaba ser víctima de la cortesía de nadie así que le otorgó la misma indiferencia con la que esperaba ser tratado.

Supo que su dibujo había captado la atención de ese muchacho, y lo dejó mirar por un momento antes de parar.

Era una prueba, de haber querido iniciar una conversación social, enseguida hubiera escuchado la cantinela de siempre.

“¡Que lindo dibujas! ¿Eres profesional? A ver… ¿Puedes dibujarme a mí?”

Sin embargo, Will se limitó a sacar su libro y a hojearlo como si fuera lo más interesante del mundo.

Era el libro de matemática…

En la clase de historia…

Hannibal notó ese detalle y estudió al joven que había a su lado con más atención.

Ropa de segunda mano, cabello sin peinar… Un cierto aroma a… ¿Perro?

El libro también estaba gastado y se notaba que había pasado por las manos de muchos estudiantes antes de llegar a las manos de Will.

De un rápido vistazo, pudo ver también los zapatos que llevaba el chico nuevo, le iban grandes y estaban un poco desgastados, la clase de zapatos que un padre sin dinero sacrificaría de su propio vestuario para que su hijo pudiera ir al instituto con el uniforme medianamente correcto.

Mientras Hannibal lo contemplaba, notó que Will movía los labios como si estuviera haciendo una lista dentro de su cabeza. Todo lo que Lecter entendió de ese inventario mental de Will fue un “Treinta dólares para la comida y las vacunas, me pregunto si me va a alcanzar”

-Señor Graham, ¿Porque no nos deleita con la lectura de las paginas cuarenta y cuarenta y tres?- preguntó ese momento en voz alta el profesor de historia, dirigiéndose al chico nuevo.

Medio mundo se dio vuelta para mirar cómo se desempeñaría Will en la lectura.

Era la clase de prueba que hacían todos los profesores el primer día, calibrar a sus estudiantes en lo más vital de todo, la fluidez de la lectura y la comprensión de ella misma.

Los ojos de Will revolotearon desconcertados hacia el profesor, y tragó saliva con fuerza.

Iba a tener que admitir que no tenía el libro y eso sería sumamente vergonzoso.

Abrió la boca para decir la verdad, pero antes de que las palabras salieran, un libro se apoyó delicadamente encima de su libro de matemática.

Un libro de historia que desprendía un sutil aroma a nuevo, y estaba abierto en las páginas correctas.

Incluso había una pequeña marca de lápiz en el sitio donde se suponía que Will debía comenzar a leer.

El joven miró a su lado y vio a ese chico rubio que no parecía darle ni la menor atención. El libro obviamente era de él, pero el movimiento había sido lo bastante rápido como para que nadie se diera cuenta de nada.

-¿Graham?-

-Eh, sí señor, disculpe.- dijo Will tranquilamente antes de comenzar una lectura perfecta sobre la guerra de secesión, sus causas y sus efectos.

Hannibal no estaba interesado, ya lo había leído y ya conocía la historia de memoria.

No esperó a que Will termine, tenía permiso para salir de la clase cuando le diera la gana gracias a unas palabras que su poderoso tío había intercambiado hacía tiempo con el director, cuando a Hannibal le apetecía salirse de la clase sin más y era constantemente amonestado.

Tomó su mochila, le dejó el libro a ese chico y salió del aula sin que nadie hiciera ningún comentario.

Las únicas muestras de su repentina ausencia quedaron patentes en la manera en que Will cortó su lectura solo para observarlo irse.

Cuando la clase de historia terminó, Will se escabulló rápidamente del aula y comenzó a caminar por el instituto con gran rapidez.

Por algún motivo el corazón le atronaba con fuerza mientras prácticamente corría por los pasillos, llevando el libro de historia apretado contra su pecho, y no era por la carrerita que se estaba echando que su corazón iba tan rápido, de eso podía estar seguro.

Quería darle las gracias a ese chico, incluso hasta se sentía capaz de presentarse formalmente y hacer un intento de charla después de la manera en que había sido salvado de la publica humillación.

Y, sobre todo, quería devolverle el libro, aunque se tomó un momento para hacerle unas cuantas fotocopias antes de decidir regresarlo a su dueño.

La clase de historia había finalizado sin que ese extraño chico volviera a dar señales de vida y ahora estaban en pleno receso entre una clase y otra. Will se preguntaba si ese muchacho seguiría en la escuela y por qué nadie le había dicho nada cuando se había marchado del aula sin más.

Era todo un misterio para Will y su curiosidad natural lo empujaba a querer saber más.

Pero dentro del instituto no lo encontró por ningún lado y no sabía su nombre como para preguntar.

Suspiró y salió al exterior, el día se había despejado y la temperatura se había tornado un poco más agradable, las caricias de los rayos del sol sobre su piel eran tan placenteras que Will se olvidó por un momento de su objetivo.

Ese olvido no le duró demasiado, cuando paseó la vista por el amplio parque del instituto que servía para tomar aire en los recesos y también de campo para las clases de educación física, notó que debajo de los árboles se encontraba sentado aquel chico misterioso, leyendo un libro a la sombra del inmenso eucalipto.

Will comenzó a caminar hacia él, y sonrió burlonamente al notar que unas chicas de no más de quince años pasaban una y otra vez, tomadas del brazo, por donde estaba el rubio, cuchicheando entre ellas con tontas expresiones de enamoradas.

Era muy típico, el chico guapo que se sienta a leer a la sombra de un árbol para impresionar a las chicas.

Eso tenía el mismo efecto que el cubo de Rubik o la guitarra en estos tiempos que corrían.

Cuando se acercó lo suficiente se arrepintió enseguida de esos pensamientos mezquinos, el chico ese realmente estaba concentrado en su lectura, tanto que tenía en el cabello un par de pequeños frutos caídos del árbol de eucalipto y no se había molestado en quitárselos.

No parecía como si estuviera buscando impresionar a nadie mientras se convertía en parte del árbol allí abajo.

Estaba tan inmóvil que Will solo estuvo seguro de que seguía vivo y respiraba cuando lo vio cambiar de página.

-Ey…- llamó Graham con cierto tono de duda en la voz, no le gustaba interrumpir, pero quería devolver ese libro antes de que el receso terminara.

Hannibal levantó la mirada hacia él, por supuesto que había escuchado a alguien acercarse, pero por un momento había pensado que era alguna de las chicas que estaban interesadas en él.

Un momento después, al oler el aire, se dio cuenta de que era el “chico con olor a perro” pero eso no hizo ninguna diferencia.

-Vengo a devolverte el libro… Yo… Bueno, te debo una.- dijo Will tendiéndole el libro, el cual Hannibal tomó en silencio y metió dentro de su mochila.

Will se sintió algo nervioso al no recibir respuestas, suponía que la lectura debía estar realmente interesante o se encontraba en presencia de una persona aún menos sociable que él.

-Tienes… Tienes cosas en el pelo…- añadió Will con voz penosa, y Hannibal procedió a quitarse los pequeños frutos del cabello y a dejarlos sobre la tierra que había a su lado.

-Bueno… Adiós…- se despidió Will al fin, algo molesto por el mutismo de ese chico.

-¿Tu padre fue a trabajar descalzo hoy?- escuchó que preguntaba una voz pensativa justo cuando él se daba la vuelta.

Will se volvió, algo descolocado, y descubrió que ese muchacho lo estaba mirando. Claramente le estaba hablando a él.

-¿Disculpa?-

-¿Lo hizo?- insistió Hannibal.

Will lo miró, levemente perturbado cuando sus ojos se encontraron con los de ese chico que lo miraba con suma atención.

Que ojos más extraños, parecían rojizos cuando la luz se reflejaba en ellos.

Lo hicieron sentirse incomodo, como si hubiera sido pillado en alguna clase de fechoría. Miró sus zapatos, los zapatos de su padre, antes de contestar.

-No, tiene otro par.- respondió al fin.

No supo que provocó su respuesta tan sincera a la pregunta de ese chico pero de pronto se sintió envuelto en una clase de influencia que no supo ni sabría que era jamás.

Hannibal dejó su libro a un lado y se levantó, mirando a Will con interés. Otro chico al escuchar esa pregunta se hubiera hecho el distraído, o el ofendido, o bien hubiera iniciado una pelea. Pero ese muchacho simplemente le había dado una respuesta corta y sincera.

-Hannibal Lecter, un gusto.- aseguró el rubio tendiéndole la mano de una manera formal que ya no se usaba entre jóvenes.

De todos modos, Will la estrechó.

 -Will Graham… Bueno, ya sabes mi nombre porque lo dije hoy frente a todo el mundo… Gracias por lo del libro, en serio…-

-De nada, ¿Por qué treinta dólares quizás no alcancen para la comida y las vacunas?-

Will se lo quedó mirando un momento, confundido. Y Después cayó en la cuenta de que Hannibal debía haberlo estado mirando mientras él hacia un inventario mental de sus ingresos y sus gastos.

-Las vacunas de perros son caras…- admitió Will tranquilamente.

-¿Tienes perros?-

-En realidad no son míos…- Will comenzó a caminar, pero haciendo una obvia pausa para que Hannibal lo siguiera.

El otro muchacho recogió sus cosas y caminó con Will, curiosamente para ambos era la primera vez que caminaban en compañía de otra persona que no fuera de su familia.

Hannibal obviamente esperaba una explicación a lo que Will le había dicho hacia un momento.

-Yo los cuido, pero realmente no me pertenecen, son callejeros…- comenzó a explicarle Will, justo cuando sonó el timbre que marcaba el final del receso.

Se sorprendió deseando coincidir con ese chico en sus otras clases, o mejor que el timbre se hubiera demorado en sonar solo un poco más.

-¿Qué clase tienes ahora?- le preguntó Hannibal mientras caminaban a paso un poco lento, como si se hiciera eco de los pensamientos de Graham.

-Creo que… Biología.- respondió Will, pensando en por qué no se había traído el papel donde tenía anotados los horarios de las clases en lugar de intentar aprendérselo de memoria para pasar lo más desapercibido posible.

-Entonces iremos juntos… ¿Tienes el libro de biología?- preguntó Hannibal, y Will se sonrojó un poco al pensar que eso de no tener libros y lo de sus zapatos lo hacía verse como un paria o algo así.

Pero Hannibal no parecía demostrarle ni lastima ni nada por el estilo, así que Will enseguida se tranquilizó.

-No, solo me alcanzó para comprar el de matemática, el de física y el de español.-

-Bueno, si quieres después...- Hannibal no pudo terminar de demostrar su amabilidad diciéndole a Will que le prestaría sus libros para sacar fotocopias, porque el otro joven se llevó un dedo a los labios y le indicó que hiciera silencio.

El rubio guardó silencio y, cuando lo hizo, ambos oyeron más claramente unos sonidos que provenían de la escalinata del instituto.

Algo en esos sonidos debió llamar mucho la atención de Will por que Hannibal pestañeó y el otro chico ya se había adelantado corriendo unos cuantos pasos.

Sin saber que más hacer, Hannibal decidió seguirlo.

En los escalones alguien había abandonado una caja de cartón, y cuando los chicos miraron dentro, vieron un montón de pequeños perritos, que eran los que habían hecho el ruido que había llamado la atención de Will.

-Oh Dios mío, la gente no tiene corazón…- murmuró Will con voz triste, tomando la caja llena de perritos.

Hannibal miró a los cachorros, eran muy pequeños, ni siquiera habían abierto los ojos y se agitaban en busca de una madre de la cual habían sido separados demasiado prematuramente.

Cinco perritos que no debían tener más de dos días de vida, dos de ellos eran negros, uno blanco, otro rubio y uno con tantas manchas que podía recordar lejanamente a un dálmata.

Will no sabía qué hacer. Obviamente no podía regresar a clase con una caja llena de perritos chillones, e incluso aunque supiera donde dejarlos tampoco su padre toleraría tenerlos en casa.

Por otra parte, se resistía a dejar la caja ahí sin más como sin duda habían hecho tantas personas al pasar por ahí mismo.

-No los dejes aquí, los agarrarían los chicos de los cursos inferiores y hasta de nuestros cursos y acabarían por matarlos.- le dijo Hannibal seriamente, parecía como si leyera la mente de Will de alguna extraña manera.

-¿Y qué puedo hacer?- preguntó Will un tanto desesperado, la campana del timbre había sonado ya hacía rato, iban a llegar tarde los dos a clase.

Hannibal parecía preguntarse lo mismo.

Will acercó un dedo a uno de los perritos después y el cachorro se aferró a su dedo e intentó mamar, aunque no iba a conseguir sacar nada de allí.

-Hay que mantenerlos calientes y darles de comer…- murmuró Will con una sonrisa adorable mientras mimaba a los cachorros, su rostro, antes preocupado, se había despejado por completo y Hannibal estuvo seguro de que no iba a abandonar a esos cachorritos por nada del mundo.

-Ven conmigo, creo que tengo una idea.- dijo al fin Hannibal, y Will se limitó a seguirlo.

En el enorme parque arbolado del instituto, casi al fondo de donde un cerco alto delimitaba la propiedad, había una vieja construcción de madera abandonada que en otros tiempos había sido una especie de capilla abierta, con una imagen de la Virgen María sobre un pedestal de piedra.

Todo lo que quedaba era el pequeño techo y las paredes, además del pedestal de piedra, la estatua que una vez había estado en ese lugar había desaparecido hacía tiempo y las ramas y las raíces de los arboles comenzaban a hacer su trabajo.

Entre el pedestal y la pared había un cómodo hueco y los chicos se metieron allí, era un sitio abrigado y oscuro, un sitio perfecto.

-Podemos dejarlos aquí…- le sugirió Hannibal a Will entre las penumbras.

-Es un lugar perfecto, no tenía ni idea de que esto estaba aquí.- dijo Will acomodándose entre unas raíces con la caja de cachorros sobre sus piernas. Sentado, el pedestal de piedra lo hacía invisible a los ojos de cualquiera que pasara por ahí.

-Este instituto era una escuela de monjas hace mucho años.- le contó Hannibal mientras miraba a los perritos.

-No lo sabia.-

-Ya vuelvo.- declaró Hannibal en ese momento antes de salir rápidamente de allí, dejando a Will con la palabra en la boca.

Y mientras lo esperaba, Graham se quedó mimando a los cachorros, olvidándose por completo de que debería estar en su aula de clases.

Todo lo que le importaba ahora era proteger a esas pequeñas criaturas abandonadas.

Hannibal se tardó bastante en regresar, pero cuando lo hizo venia con unas cuantas cosas.

Will solo se dio cuenta de que el muchacho estaba ahí cuando una linterna lo alumbró a él y a los perritos.

Hannibal dejó la linterna prendida sobre el pedestal para darse luz, y Will notó que el otro joven traía un jarro bastante grande del cual salía humo, y una jeringa también.

-¿De dónde sacaste eso?- preguntó Will, repleto de curiosidad.

-De la cocina, de la enfermería y de la sala de preescolar.- respondió Hannibal tranquilamente mientras sacaba una de esas bombuchas con las que los niños jugaban en verano, llenándolas de agua y lanzándoselas entre ellos. Llenó la jeringa con la leche que traía en el jarro y después colocó la bombucha que venía haciendo las veces de la tetina de una mamadera.

Cuando terminó con aquel improvisado biberón, se lo tendió a Will.

-Cuéntamelo bien, dime que no te vas a meter en problemas.- le suplicó el castaño mientras tomaba la jeringuilla y empezaba a alimentar a los perritos por turnos.

Gracias a la bombucha no se lastimaban el morro contra el plástico de la jeringuilla, eso era muy inteligente de parte de Hannibal.

-No… Distraje a la cocinera con un par de mentiras y tuve tiempo para tomar leche y calentarla… Espero que no eche de menos el jarro…- respondió Hannibal pensativo, sentándose también entre las raíces pero contra la pared opuesta. El sitio era bastante reducido, pero cabían ambos cómodamente, si flexionaban las rodillas ni siquiera estaban en contacto el uno con el otro.

-¿Y la jeringuilla?- preguntó Will mientras alimentaba a uno de los cachorros negros, suponía que la bombucha y la linterna era lo que se había llevado de la parte donde estaban los más pequeños de la instituto.

Hannibal apenas sonrió y Will, al levantar la vista, capturó esa pequeña sonrisa en los labios del otro chico, era la primera vez que lo veía sonreír y esa sonrisa generó una automática en su propio rostro.

-Me la robé.- admitió Hannibal encogiéndose levemente de hombros y Will soltó una risa, mirándolo con un brillo distinto de hacia tan solo un momento en los ojos.

Definitivamente ese chico tan raro era la primera persona que de verdad le comenzaba a agradar. 

Notas finales:

Me gusto mucho escribir esto n_n Por cierto ayer tambien les actualicé "Hannibal" y espero seguir subiendo capitulos a este buen ritmo, aunque se que en cualquier momento me va a absorber y a destrozar la vida la facultad xD aun asi, quedan como dos meses para los parciales(?) Bueno, da igual Xd besos y espero leer sus comentarios.


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