8 AÑOS
#236
— Está bien, Saga, sólo respira tranquilo— el castaño sobaba la espalda de un alterado niño —no te regañaré sólo tranquilízate—
La vajilla de había roto, parte de los pilares se resquebrajaron, sillas y mesas estaban tiradas en algún lugar de la habitación, el sofá de la sala corría con la misma suerte, pareciera que hubiese entrado un huracán dentro del quinto templo, pero ese huracán tenía un nombre y un adorable rostro que ahora se llenaba de lágrimas.
Había ocurrido de repente, mientras el griego más pequeño dormía una apacible siesta sobre el sofá de la sala, pero aquella horrible pesadilla que tenían desde niño lo descontrolaron, pero para Saga esta vez fue diferente porque dentro de sus sueños trató de defenderse del “hombre malo” con la energía que sentía correr dentro de su cuerpo, una corriente eléctrica cálida que segundo a segundo aumentaba y se descontrolaba.
Saga no podía con ella, sintió que esa energía seguía creciendo, casi como si le quemara la piel, como si quisiera salir toda de golpe y romper aquel frágil recipiente que era su cuerpo.
El infante abrió sus ojos cuando sintió los brazos de su padre envolviéndolo como siempre lo hacía cuando tenía una pesadilla, lloró, mientras recordaba el sueño, lloró, sintiendo el calor de su papá, lloró, cuando vio el desastre que se había formado a su alrededor sabiendo de alguna forma que él había sido el culpable.
9 AÑOS
#249
— ¿Estás seguro de eso, Saga? Posees un poderoso cosmos, un gran potencial como caballero, sólo debes saber controlar bien aquella fuerza— un hombre de cabellos largos y rubio le hablaba a un chico de 9 años mientras ambos intentaban meditar.
— No quiero lastimara nadie maestro Shaka, los admiro a todos ustedes, pero yo… yo no puedo… no quiero hacerlo, prefiero seguir con usted meditando— respondió el niño de cabellera azulada.
—Comprendo… ¿Cuándo se lo dirás a Aioria? Él estaba muy entusiasmado en enseñarte a luchar— la voz del caballero de virgo era pacífica, su pose sin errores, casi como una estatua que no se movía de su lugar, a Saga siempre le apreció curioso el grado de concentración que podía tener su maestro cuando él la mitad del tiempo que meditaba sus pensamientos fluían hacía cualquier otro pensamiento que llegara a su mente.
Como en ese mismo momento, que en vez de poner su cabeza en blanco como decía siempre el santo de virgo, sólo pensaba como decirle a su querido padre castaño que no quería ser un caballero, que no quería entrenar y como de seguro este se decepcionaría de él.
—Aioria no se decepcionará de tí, es un padre consentidor, un tonto padre consentidor y lo único que quiere es verte feliz, así que alejas esos pensamientos de tu mente y concéntrate— el gemelo a veces pensaba que su maestro además de santo dorado era telépata, porque tenía una capacidad extraordinaria de saber cuándo su mente divagaba.