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Tres meses. por HakudiNN

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Notas del capitulo:

Familia hermosa!!!! Estoy de vuelta por estos lares :D

Muchas gracias por sus comentarios y el contador de lecturas que creció :)

Dejo el capítulo número dos , espero que les guste, es un poco más largo que el primero y quizás haya un poquito de Ooc ya que ando medio oxidada u.u

A leer!!!

 

NOVIEMBRE

 Capítulo 2

 

 “Hoy no”…suplicó en silencio. “Por favor…no hoy”.

Abrió los ojos  con pesadez, gimoteando suavemente para introducir aire a sus pulmones.

--¡Nate!—la infantil vocecilla de la chica taladró en sus oídos.

Ladeó el rostro para verla.

--Misa…--musitó. Una punzada le dolió en el brazo, no necesitaba mirar para verificar la aguja que atravesaba su piel para conducir por el pequeño conducto tubular algún suero.

Otra vez atado a esa cama de hospital, rodeado de aparatos y tubos.

--¿Cómo te sientes?—abrió sus grandes ojos claros.

Nate prefirió ahorrarse una respuesta amable que sería hipócrita, simplemente inspiró con cuidado el oxígeno cargado de medicina, llenó sus pulmones de a poco y se concentró en el techo. Quizás si fingía que Misa no estaba ahí, ella se iría.

A través de su mirada periférica notó la presencia de alguien más dentro del cuarto; al fijarse descubrió que no era Light, tampoco su hermano o un doctor.

--¿Qué haces aquí?—fue directo.

El chico rubio frunció el ceño ante la brusquedad.

--Te desmayaste en…

--Ya sé. ¿Qué haces aquí?

--Nate…--murmuró Misa como reprimenda—este muchacho ayudó a Light a llevarte a una camilla.

El interpelado guardó silencio un momento.

--¿Por qué?

--¿Y que se supone que haría? Te metes en mi camino y me pides drogas, luego te desvaneces—replicó con rudeza, como si fuera su culpa.

--¡¿Drogas?!

--No era mi intención que sucediera—desvió los ojos, ignorando a Misa se llevó una mano al cabello para retorcérselo.

Antes de que Misa pudiera comenzar la verborrea en tono de reprimenda maternal, la puerta de la habitación se abrió.

--Misa…--llamó Light, asomando el rostro e ignorando al otro joven.

Tras lanzarle una mirada de infantil severidad a Nate, la interpelada se  puso de pie sin chistar y se echó a andar hacia la salida.

El cuarto quedó en completo silencio.

El rubio tamborileó los dedos sobre las piernas, indeciso sobre agregar algo o solamente largarse; comenzaba a decantarse por la primera opción.

--Se te cayó allá afuera—dijo indiferente. Nate contempló el calendario del doctor Yagami que se llevó consigo sin darse cuenta.

--Quédatelo.

--¿Y tú crees que necesito un estúpido calendario?—dijo con desdén, botándolo a un lado. Iba a darse la vuelta cuando otra vez oyó la monótona voz del muchachito.

--Gracias.

--¿Por qué?

--Tienes razón, no hay porqué—musitó enroscándose el cabello a los adoloridos dedos, y desviando los ojos--¿Cómo está tu amigo?—agregó con aparente indiferencia.

--¿Eres bipolar o solo genuinamente fastidioso?—replicó el otro, mirándolo con irritación.

--Solo es una pregunta.

--No es de tu incumbencia—tajó dándose media vuelta.

--Lo siento—oyó murmurar.

El rubio se volvió para contemplar al chico: sus ojos grises reflejaban algo más, un dejo de nostalgia palpable incluso en ese ambiente deprimente por naturaleza.

Lucía tan pequeño y frágil en medio de todos esos cables y tubos que le pasaban intravenosamente suero o algún otro medicamento de nombre extravagante.

--Él está bien--respondió al fin—en realidad está afuera esperándome, así que…

--De acuerdo—interrumpió sin verle todavía.

Frunció los labios y por fin resopló.

--Me llamo Mihael—exclamó tratando de sonar amable.

No hubo respuesta. Eso era aún más exasperante.

--¡Oye!—reclamó—primero vas y me molestas con drogas y luego…

--No era mi intención, ya te lo dije, no creí que fuese necesario repetirlo.

Mihael gruñó por lo bajo y se dispuso a salir.

Apenas oyó el portazo, Nate se dignó a mirar la puerta; presentía que lo haría durante mucho rato.

 

Mihael dio dos pasos por el corredor deteniéndose ante la imagen de su amigo Matt charlando  con la misma muchacha rubia con la que compartió la vigilia sobre el enano presuntuoso aquél.

Con un suspiro discreto se acercó distraídamente mientras echaba una mirada al tipo de bata blanca y bigote, seguramente el doctor encargado; hablaba con otro con un sujeto alto y delgado como una espiga. Los cabellos negros alborotados daban impresión de haber despertado hace poco.

A su lado estaba parado el castaño que había llegado para subir al chico a una camilla cuando se desmayó, este le dirigió una mirada filosa, así que Mihael desvió sus ojos con aire fastidiado.

--Mihael—saludó Mail con voz más animada. Había recuperado también el color sonrosado en las mejillas.

--Vámonos de aquí—ordenó con calma.

--¿Está el chico bien?—quiso saber, aun sujetando su brazo.

--Yo que sé—soltó de golpe. La rubia puso mala cara.

El chico pelirrojo sonrió suavemente y se despegó de la pared para andar con su amigo en dirección contraria al grupo reunido.

--Gracias—le habló de pronto la voz lacónica del sujeto delgado.

--No hay de qué—respondió por automático, apabullado quien sabe por qué por la apariencia desganada que le devolvía la mirada atentamente. Quizás era debido a esas pronunciadas ojeras que revelaban las muchas noches en vela que había pasado…o se trataba de esas personas que imponen a donde quiera que van. A saber.

--Esperamos que se reponga—exclamó Matt.

Nadie le respondió.

--Quiero hablar con mi hermano—la voz de Nate llenó el silencio de pronto.

Mihael y Matt se dieron la vuelta para contemplar al muchachito en medio del pasillo y llevando a rastras el tubo de suero que pendía de su vena.

Las manos del rubio hormiguearon por golpearle ¿Por qué demonios se ponía en pie? ¡Era de seguro un niñato mimado! ¿No había notado que el tubo conectado a su vena estaba entintado con su sangre?

--¡Nate!—escandalizó el doctor Yagami, sin embargo, el tipo alto se adelantó para tomar al chico por los hombros y conducirlo de vuelta a la habitación.

--Doctor, discúlpenos por favor—murmuró.

--Yo me encargo del papeleo—musitó Light a su padre.

 

Mihael creyó oír a su amigo llamarle para seguir su camino, pero casi no le prestó atención, ya que, seguía con la mirada fija en la forma como Elle trataba al chico, como si pudiese romperse en cualquier momento.

 

 

Salieron del enorme edificio blanco, andando por la explanada de concreto hacia las amplias escaleras de piedra.

La tarde comenzaba a enfriar.

--Mello—llamó Matt, dirigiéndose a él por el sobre nombre que, con estima, acostumbraba usar.

Respondió con monosílabo.

--¿Crees que esté bien?—la voz del pelirrojo fue débil.

--No lo sé.

--Ya veo—murmuró bajando la mirada.

--Pero se nota que lo cuidan como si fuese una princesa—agregó con tono burlón.

--¿Princesa?—frunció el ceño, extrañado--¿de verdad?

--Perro distraído—rió.

--Pero es que…--dudó--¿tú crees que trato a Beyond como una princesa?—detuvo a su amigo.

Mihael se tragó sus palabras, todo este tiempo su amigo estuvo hablando de Beyond, y no del muchachito pálido. Y es que, en realidad, no habría motivo para que lo recordaran más allá de un percance poco grato en ese día.

--No…yo…no—resopló—no lo tratas como princesa.

--¿De quién estamos hablando entonces?—Matt pestañeó con curiosidad.

--De nadie, idiota—se echó a andar guardando las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta.

--¡Mello!—corrió detrás, luego de cinco pasos tuvo que detenerse un momento presa del mareo.

--¿Estás bien?—asió las manos para ayudarlo.

--Mihael…Keehl…

--¿Qué?—quiso saber, ansioso.

--¿De quién hablamos?—preguntó.

--¡Mierda, imbécil!—gruñó y retomo su andar. Matt sonrió—Camina, tengo hambre.

--También yo. Me siento vacío.

--Literal—coincidió Mello—te vaciaron de sangre.

Mail se rió francamente, como si ese hecho fuese lo más divertido del mundo pese a no sonar muy agradable, lo cual, definitivamente no era.

**

 

--Nate—murmuró Elle al día siguiente, mirándolo atentamente.

Los halos de luz de la mañana se colaban por entre los pliegues de la cortina blanca, hasta lamer suavemente los cobertores de la cama.

Le habían permitido sacar a su hermano menor del hospital gracias a las influencias de Light con su propio padre, a su poder de convencimiento…y por supuesto, a la insistencia del propio Nate en negarse a permanecer atado a la camilla.

Lo que el castaño había referido como “un favor para la familia de otro apellido”, era calificado por Nate como los primeros pasos a su muerte.

¡Cómo si no fuera ya suficientemente difícil lidiar con la realidad! 

Como fuera que fuese, con miradas de rencor o ganas frustradas para reprender su falta de convicción, Elle no objetó nada, interrumpió la incansable perorata de Misa sobre que todo mejoraría eventualmente, y aceptó llevarse a su hermano menor a casa.

Lo instaló en la misma habitación en la que Nate se mudó hacía un año y medio; cuando tuvieron conocimiento de su enfermedad. El mismo cuarto en que alguna vez durmieron sus padres antes de morir; la que Elle Lawliet había evitado adrede durante largos periodos pero que tuvo que, una vez encontrado el punto sin retorno, tuvo que  habituar para los tratamientos de su pequeño hermano.

Tan solo tenía dieciséis cuando le diagnosticaron; a partir de ese momento sus vidas se descolocaron, volcándose en ciclos interminables que no parecían sino torpes pasos que una verdadera lucha. Manotazos contra un mar furioso que los ahogaba contra corriente, engulléndolos en su oscuridad conforme más esperanza iba muriendo.

La fe con la que comenzaron la jornada fue mermándose, invirtiendo la pirámide donde la arista era su entereza y el resto del cono se ensanchaba, llenándose con impotencia y lágrimas.

Pero estaban peleando. Dos años no eran suficientes ni lo serían, sin embargo, él no pensaba detenerse en ningún momento; tenía una meta e iba a cumplirla.

O la tenía, ya nada parecía tener certeza a partir de ahora. Todo de pronto le parecía un cuarto sombrío al que su hermano menor se ataba por cuenta propia. Y en ese instante de vacilación existencial solamente atinaba a cuestionar por enésima vez, a sabiendas de la respuesta, pero esperanzado a oír una respuesta diferente para variar.

--¿Estás seguro de esto, Nate?—Elle ladeó el rostro, juntando un pulgar sus labios.

El muchachito no respondió, se limitó a mirar el techo blanco de la habitación.

El mayor movió los dedos de los pies mientras esperaba, sentado con las rodillas al pecho; con tantas manías aprendidas y ejercitadas, era casi imposible creer que él era allí el menos joven.

--Sé lo que estoy haciendo, Elle—respondió al fin.

El interpelado se puso en pie apoyando las descalzas extremidades y se echó a andar hacia la puerta.

--¿Estás molesto?

--No veo porque habría de estarlo, te invitaría a reconsiderarlo…--replicó sin volverse—pero es tu decisión.

Nate deslizó los dedos por la sabana y espero con calma a que su cuerpo se sintiera un poco mejor, preparándose para volver al hospital.

**

 

Mihael Keehl se levantó temprano, saltando de la cama con inusual buen humor se encaminó descalzo rumbo a las escaleras; pasó a golpear con una palma la puerta contigua a la suya. Matt debía escuchar el llamado y despertarse en cualquier momento.

Siguió de largo por el corredor metido solo en sus pantalones negros de pijama, bajó las estrechas escaleras de la posada en la que vivía junto con su mejor amigo y al llegar a la cocina ignoró a la muchacha que ocupaba un cuarto de abajo

--¿Qué haces aquí?—preguntó al ver a Matt encaramado detrás de la mesa, desayunando una tostada.

--Aquí vivo, Mihael—respondió mirándolo a medias, en un intento infructuoso por sonreírle. El rubio torció los labios levemente al notar que la tez de su amigo aun no recobraba totalmente su color natural, una tonalidad menos verduzca o enferma.

--En serio, perro, debes considerar hacerte de más amigos—dijo de paso, abriendo la nevera.

--¿Por qué? ¿Quieres un reemplazo?—abrió sus ojos verdes.

--Porque así te evitarías donar tantas veces. No es sano y quizás un día acompañes a Beyond permanentemente—sacó un cartón de leche y le dio un sorbo.

--Estoy bien—dejó de lado el desayuno a medio comer y trató de ponerse en pie. Mihael le sostuvo antes de que el chico se tambaleara contra la alacena.

--Imbécil—exclamó a regañadientes, mirando el líquido blanco regado por el piso.

--Lo siento—Matt sonrió débilmente—Debo irme.

Mihael dejó de lamentar su leche derramada para concentrarse en la terquedad de su amigo, torció los labios con desdén aunque resignado totalmente, conocía tan bien a Matt como para saber lo inútil que era intentar razonar con él en ciertos aspectos (videojuegos, sabor de cigarrillos y Beyond Birthday).

Tenía metido a su novio hasta el tuétano y necesitaba visitarlo prácticamente todos los días, tanto como el internado requería de las plaquetas de sangre.

--Te llevaré luego de la escuela—gruñó irritado.

--No es necesario, Mello—se soltó del agarre y se recargó en el refrigerador un momento—no tienes que preocuparte, tomaré el tren no conduciré.

--No me preocupo—replicó, molesto—pero si te desplomas por ahí seré yo quien este corriendo de lado a otro. Me vestiré—sentenció.

Matt vio a Mello alejarse de vuelta a su habitación, cruzándose con Linda, quien hizo como si no existiera y siguió almorzando su ensalada de frutas.

--¿Quieres acompañarnos?

--Limpien su destrozo—dijo sin más tomando un trozo de manzana y concentrándose en seguir leyendo la revista que sostenía.

Matt suspiró en silencio, siempre fue algo incómodo compartir la casa con esos y ahora su ansiedad se exacerbaba solamente por el hecho de que ninguno tuvo la intención jamás de arreglar su situación. Es más, parecían decididos a hacer todo lo posible por cavar su trinchera más onda y preparase para los ataques.

 

**

--¿Estás seguro de esto, Nate?—preguntó el doctor Yagami, mirando por enésima vez al muchachito.

El aludido no habló, ya bastantes veces había respondido aquella pregunta como para querer hacerlo otra vez, así que, recomponiendo el gesto taciturno, se mantuvo inmóvil sobre la unidad de tratamiento.

--Es mi obligación hablarte sobre los…riesgos…--agregó en tono sugerente.

--Doctor Yagami—interrumpió—conozco a la perfección a lo que se refiere. Hágalo.

El hombre le echó una mirada ansiosa a Elle, quien miraba a su hermano con los ojos vacíos, inmune… ¿Podría ser? ¿No le afectaba acaso la decisión insensata de Nate?

--Nate…--trató una última vez—mira, he estado leyendo desde ayer y si te desistes quizás sea posible que asistas a la boda de Light…

--La única manera en que asista a la boda es si su hijo cambia la fecha, lo cual, es inaceptable. Ya he tomado mi decisión—habló sin mirarlo, retorciéndose el cabello una y otra vez.

El oncólogo asintió en silencio, muy a su pesar reconoció que se le habían terminado los argumentos, ya no le quedaba ninguna idea para obligarlo a cambiar de parecer; Nate todavía no era mayor de edad como para que se le tomara en serio dicha decisión. Sin embargo, estaba apoyado por el silencio desconcertante de su hermano menor y un cúmulo considerable de precedentes legales sobre juicios donde ganaba más la idea de la propiedad en la vida por sobre los anhelos de los mayores para mantener vivos a los enfermos de cáncer.

Con un resoplido cargado de frustración colocó la gasa bañada en alcohol sobre el omóplato desnudo de Nate.

--Esto dolerá un momento—anunció mientras lo sujetaba y hacía la pequeña incisión en la piel. Un tirón bastó para que el mecanismo se deslizara en todo su largo, como una jeringuilla, desde el interior del cuerpo del chico; llevándose consigo una marca de sangre a su alrededor. En medio segundo el catéter estuvo fuera.

El rostro de Nate apenas y sufrió un cambio cuando el mecanismo estuvo afuera de su sistema.

--No más quimioterapia, Nate— murmuró el oncólogo—ahora quisiera prescribirte algo para…

La silla se arrastró ruidosamente sobre el piso del consultorio. Yagami miró a Elle ponerse en pie y salir del consultorio sin decir una sola palabra.

Nate mantuvo la vista fija en la nada y esperó a que terminara la consulta.

 

**

--Deberías estar descansado—habló la enfermera mirando como el pelirrojo entraba pausadamente a la recepción.

Matt le sonrió en respuesta y siguió caminando. Por su parte, Mihael se llevó la barra de chocolate a la boca y saludó con una mano a la mujer con un movimiento displicente.

--No puede haber contaminación de productos externos—regañó ella en un tono que antojaba que lo había hecho varias veces.

Mello la ignoró y dobló en un pasillo antes de atravesar al pabellón que albergaba a Beyond.

Resopló en silencio al recargarse en un ventanal del pasillo superior de la planta alta. Las paredes blancas del hospital siempre le habían parecido un tanto deprimentes por ello tampoco le gustaba mucho ir allí.

Rodó sobre un hombro para curiosear a través de los cristales y mirar la explanada blanquecina de los pabellones inferiores. La gente iba y  venía. Batas blancas aquí y allá…Salas de espera repletas…

--Malditos hospitales—murmuró mordiendo su dulce.

Algo captó su atención.

Se movía con calma, era pequeño y de desarreglado cabello rubio grisáceo, casi blanco. Pijama blanco y holgado. Ojos…grises…

El chico del día anterior.

Mihael lo fue siguiendo con la mirada hasta que el chico se detuvo y alzó los ojos al tiempo que se retorcía un mechón de cabello.

Sus miradas se encontraron.

Mihael dio una mordida distraída a su barra sin evitar pensar que el chico tenía  ojos demasiado tristes. Vacíos.

Tras un eterno minuto, Nate se enfocó en el frente y se echó a andar nuevamente.

De inmediato, y sin saber por qué, Mihael se echó a andar rumbo al ascensor, algo le dijo la recepcionista pero no la oyó.

Golpeó varias veces el botón del elevador para que bajara, curiosamente ansioso.

En cuanto las puertas metálicas se abrieron, se apuró a salir. Allí, justo frente a él, estaba el chico; esperando.

Lo miró un segundo.

De pronto Mihael vaciló ante su propio comportamiento impulsivo, se debatió internamente por lo que le pareció una eternidad y luego abrió la boca para hablar.

--Mi hermano… ¿tienes auto?—interrumpió el chico.

Mello frunció el entrecejo, ahí estaba haciendo nuevamente cuestionamientos sin razón ni contexto.

--¿Qué?—torció los labios.

--¿Tienes un transporte lo suficientemente rápido para alejarse de aquí?—inquirió en tono irritado, casi molesto por no haber sido comprendido al instante.

--¿A qué viene todo esto, enano?—frunció el entrecejo, mordiendo su dulce nuevamente.

Nate miró sobre su hombro; logró distinguir la cabellera alborotada de su hermano mayor andando con calma al lado de Light. Apretó los labios fútilmente.

 El rubio estaba reclamándole algo sobre quitarse de su camino, así que no pudo prever cuando empujó con ambas manos su pecho para volverlo dentro del ascensor. Mihael se dejó hacer más por sorpresa que porque el chico bien fuera capaz de ejercer fuerza sobre él.

Las puertas de metal se cerraron dejándolos a ambos dentro.

--¿Qué…demonios?

Nate no respondió, se limitó a mirarlo de reojo y esperar que las lucecillas del elevador parpadearan hasta el estacionamiento.

Una vez que corrieron las puertas de metal, salió calmadamente mirando con sus grandes ojos grises la extensión del aparcamiento.

--Oye, enano del demonio—comenzó a replicar.

--¿Cuál es tu auto?—quiso saber, sin mirarlo. Los ojos azules se dilataron en total molestia y sorpresa.

--¿Qué?--¿Cómo se atrevía? ¿Quién se creía que era?

Los ojos grises se posaron en él con una resolución ligeramente molesta, ¿estaba acaso ese enano enojado por no recibir respuesta todavía?

--¿Eres capaz de comprenderme?—preguntó.

Mello estalló en indignación.

--No sé quien seas ni que cojones te creas, enano, pero…

--Nate—interrumpió al rubio. Mihael sacudió los cabellos.

--No me importa…

— Soy Nate River. Tengo dieciocho años, soy huérfano, tengo un hermano mayor, hace un año que no piso una escuela—habló aceleradamente, con la respiración agitada gracias al esfuerzo-- me gusta leer, soy un genio, tengo cáncer y ¿ves esto?—abrió un lado de su camisa para dejarle ver la gasa sanguinolenta sobre la herida de su pecho, allí donde estuvo el catéter--…me estoy muriendo.

Mihael se quedó callado.

Por primera vez en toda su vida no encontró respuesta a lo que acababa de oír.

--Mucho…gusto, Mihael—agregó con cansancio, doblándose ligeramente al frente para recuperarse.

Los ojos azules seguían contemplándolo. Estaba claro que supo desde el día anterior  que el chico estaba enfermo…sin embargo… ¿cáncer? ¿Muriendo?

¿Dieciocho años?

Mello se preguntó si él mismo hubiese revelado algo así a un desconocido…o a cualquiera.

Y seguía sin saber que responder. Las palabras se escapaban de su alcance.

--¿Estás…bien?—preguntó al fin.

--Me estoy muriendo—repitió y Mello se dijo que hubiese preferido que no lo hiciera—Tengo curiosidad por saber a qué viene tu pregunta…--el tono fue levemente burlón.

--Me refería a que si no…vas a…--“morirte”—desfallecerte como ayer.

Nate negó con la cabeza.

--¿Tienes auto?

Lo pensó.

--No puedo llevarte a ningún sitio—se adelantó. “No así al menos”

Los ojos grises se fijaron en él.

--No tenemos que movernos del estacionamiento.

--Ni siquiera me conoces—se cruzó de brazos.

--Se tu nombre. Eso me basta.

 

**

El chiquillo lucía increíblemente pequeño dentro del automóvil. Pudiera ser gracias a su extrema delgadez o a su rostro aniñado, porque habría que ser un idiota para admitir que aparentaba los dieciocho que decía poseer. Aún así…Mello decidió creerle. Solo por esta vez.

Le miró de reojo por enésima vez: Nate seguía inmóvil en el asiento copiloto, jugando con un mechón de su rubio cabello (que incluso lucía más frágil en él). Mihael se mordió el interior de la mejilla inconscientemente, planteándose la nueva perspectiva lastimera que le ofrecía el chico ahora que sabía sobre su condición. ¿Debería tratarlo diferente? ¿Cómo, de todas formas? Él nunca fue precisamente gentil, siempre fue demasiado bruto para todo en la vida.

--¿De quién huyes?—inquirió al fin, cediendo a la pregunta menos incómoda que se le ocurrió.

--No te basta con saber mi nombre—tajó con poca disposición.

--Estás en mi auto—recordó rodando los ojos.

--De mi hermano.

Bien, era un avance para evitar la atmósfera pesada…y el tema del cáncer.

--¿Porqué?

--No quiere que muera.

--Apuesto a que nadie en tu familia lo quiere—insinuó tratando de ser amable.

-- Él lo quiere menos que nadie…--musitó—Pero no me refería a eso.

Mihael decidió dejarlo pasar.

--¿Qué haces aquí?—oyó.

--Traje a mi amigo—respondió encogiéndose de hombros, con una repentina confianza para responderle—No puede conducir…

--Creí que este auto te pertenecía…

--No…casi—sonrió con soberbia—Hace mucho que Matt no puede conducir.

Nate guardó silencio un momento.

--¿Está enfermo?—dijo al fin.

--No.

Y nadie más dijo nada, conscientes de lo poco conveniente que era llevar la conversación hasta un límite que resultare peligroso anímica y quizás… mentalmente también.

Nate escuchó un resoplido, de modo que se atrevió a mirar al otro por debajo de las espesas pestañas.

--Mierda—masculló--Mihael Keehl. Veintitrés años. Huérfano de padre. No hermanos biológicos. Estudiante de comunicaciones. Me gusta leer también, soy un genio por supuesto y…

Nate esperó con calma, expectante a lo que diría a continuación, él le hubo revelado que moría, entonces la balanza indicaba que debía decir algo de igual magnitud. Si es que habría algo como eso.

--Y…soy homosexual—giró a verlo.

Nate siguió mirándole durante un largo instante antes de que algo parecido a una sonrisa curveara las comisuras de sus labios de forma apenas visible.

--Tu correspondiente a mi cáncer…es tu orientación sexual—murmuró con monotonía.

--Quería poner en orden la balanza ¿de acuerdo?—gruñó—Era lo correcto: tú revelas cosas…yo también. Se acabó.

--Pude mentir sobre el cáncer.

--Pude mentir sobre ser homosexual—dijo a su vez.

Nate asintió una vez.

--Me voy—avisó por cortesía, sujetando la manija de la portezuela.

--Estaba a punto de sacar drogas.

--Ser gracioso no es tu fuerte.

Mihael resopló con hastío, saliendo del auto antes que Nate.

--Te llevaré con tu hermano.

--No es necesario.

--No me importa lo que creas—se acercó hasta él para indicarle con la cabeza que se echaran a andar por el oscuro estacionamiento.

Mantuvieron un paso calmado, resonando sus pisadas contra el eco del sitio. Mello, con las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta le echaba miradas discretas al chiquillo.

--¿Me acompañas porque crees que es correcto?—le preguntó de pronto.

--Si—se encogió de hombros.

--Te aseguro que no voy a desfallecer—agregó en tono ligeramente molesto—No tienes porque vigilarme.

Mihael le detuvo antes de presionar el botón del ascensor.

--No estoy vigilándote, enano—apuntó—No eres nada de mí, así que solo estoy devolviéndote con tu hermano.

Nate enredó los dedos en su cabello antes de acercar la mano para presionar el botón.

--Así está mucho mejor—musitó.

**

--¡Nate!—el alto hombre miraba a su hermano con resolución indignada a pesar de su apariencia vaga.

El interpelado no se movió de su sitio, siguió esperando a que su hermano llegase hasta donde estaba. Elle  cruzó la sala de espera del pabellón y se plantó frente a los muchachos.

Detrás de él, Misa se llevó el celular al oído al tiempo que le seguía.

--¿Dónde estabas?—exigió saber antes de que Mihael pudiese abrir la boca.

Nate no respondió, el otro chico le miró fugazmente esperando que el enano contestara, si lo hacía, no tendría que hacerlo él.

Pero nadie hablaba.

Mihael volvió la mirada al hermano mayor, quien entonces le contemplaba a él.

--En el estacionamiento—soltó.

--¿Solos?... ¿Porqué?—escandalizó Misa—Nate…

--Solo quise ir.

--Eso no está bien. No puedes andar con un desconocido…

--Tiene dieciocho, ¿bien?—intervino Mello con poca disposición—Y te aseguro que no le ocurrió nada—agregó mirando al hermano mayor.

Las pupilas negras de Elle fueron y vinieron de uno a otro.

--Mihael ¿cierto?

--Si—respondió luego de un segundo.

--¿Te importaría acompañar a mi hermano un rato más?

--¿Eh?

--¡Elle!—reclamó Misa—Este muchacho le ofreció drogas a Nate ayer.

--Claro que no—se defendió—Fue él quien las pidió.

--¿Te importaría?—Elle parecía ajeno a la discusión—Debo llenar unas formas con el padre de mi amigo y estoy seguro que Nate no desea mi compañía en este momento.

--Yo me quedaré con él—ofreció ella.

--Misa, necesito que busques a Light, por favor—habló sin mirarla--¿Te molesta?

--Yo…--Mello se mordió los labios buscando una forma rápida y elegante de negarse, sin embargo, su mente no la halló por ningún lado.

--Los veré en la cafetería—dio media vuelta arrastrando los pies y se echó a andar por donde había llegado.

Mello permaneció quieto en su lugar, mirando la espalda del sujeto mientras se alejaba.

La chica rubia, Misa, le extendió a Nate un móvil pero éste no lo aceptó, simplemente se echó a andar.

--Por favor salúdame a Light—ordenó mientras caminaba. El rubio aspiró hondo y se echó a andar detrás de él.

Los pasillos del hospital estaban más concurridos esa tarde, la gente iba y venía constantemente, se acomodaba en las sillas de espera y vibraban ansiosas sobre éstas. El pabellón de oncología en realidad no era la mejor opción para pasearse, Mihael rodó los ojos, ¿y qué parte de un hospital lo era? Todo en ellos, absolutamente todos, era deprimente: la idea, lo que representaba… ¡hasta los colores!

“Y los pacientes” se dijo, mirando de soslayo al chico que andaba con calma a su lado. 

Detestaba ese sitio más que cualquier otro, de hecho, bastantes ocasiones bromeó macabramente con Matt, diciéndole que era preferible que Beyond estuviese en una penitenciaría antes que en un hospital, así no tendría que visitarlo en un nosocomio. A veces se arrepentía del chiste: Matt siempre terminaba por estar de acuerdo y mil veces lo hubiese preferido así.

--¿Te molesta si nos sentamos?—oyó. Mihael giró el rostro hacia el chico, quien de pronto respiraba ligeramente agitado.

Se encogió de hombros y se dirigió hacia la mesa más cercana. Nate se sentó frente a él, recargando una rodilla a su pecho.

--Me permite presionar la herida del catéter—mencionó ante la mirada desconfiada de Mihael.

--Cada quien se sienta como quiere.

Transcurrió un momento de silencio mientras los ojos azules de Mihael se dejaban distraer por la concurrencia, notando hasta entonces el aroma a café que desprendían las paredes de la cafetería.

No esperaba ver más que llanto silencioso y rostros demacrados en los ocupantes de las mesas, fue analizando persona por persona que estaba en la periferia de su mirada hasta devolverla al frente, encontrándose con un par de orbes grises que le contemplaban fijamente.

--¿Qué?—se removió incómodo.

--No mentí con el cáncer—dijo simplemente.

--No mentí con lo de ser homosexual.

Nate apartó la mirada.

--¿Qué se siente?—preguntó de pronto. Mihael parpadeó un momento antes de ofenderse.

--¿Qué quieres decir? Digo, por lo menos pudiste haber esperado más tiempo para preguntarme qué coño se siente que te guste…

--Estás malinterpretando—interrumpió—Aunque admito que no hice bien mi pregunta.

Mihael se cruzó de brazos, enfurruñado.

--Quería decir que se siente saber que no perteneces aquí y que al salir seguirás con tu vida—se encogió de hombros, mirándolo de nuevo.

¿Por qué tenía que hacerle esa clase de preguntas?

Estaba claro que no tenía la respuesta ni nunca la obtendría, entonces ¿qué esperaba que le dijera? ¿Qué milagrosamente se curaría y lo sabría? Podía tratar…solo para ser amable y salir del paso.

--Por favor no me motives—tajó, leyendo lo que su expresión estaba a punto de decir—Ya sé que moriré—musitó—Si te pregunto es porque no volveré a verte y eres la única persona que conozco además de mi familia. No me conoces y no tienes porqué mentirme—dijo con simpleza.

Primer plan descartado.

Mihael frunció los labios cada vez más incómodo. Nunca antes se había sentido así, vaya, ni siquiera en la habitación de Beyond.

Y Nate seguía esperando su respuesta. ¿Qué debía hacer? ¿Devolverle la pregunta? ¿Responder con otro cuestionamiento o evadir la conversación? ¿Preguntarle que se siente saber que va a morir?

--No lo sé—dijo al fin, cediendo ante la verdad.

--Ya veo—pareció conforme.

Mihael se atrevió a analizar con detenimiento el rostro aniñado del chico, delgado y evidentemente exhausto. Las ojeras hundidas debajo de los ojos eran amoratadas lo hacían ver todavía más flacucho; tenía manos pequeñas además.

Su expresión de determinada frialdad que solamente él y algunos creerían: parecía empeñarse en mantenerse indiferente a su condición. Casi…imperturbable por ella.

--¿Tienes hambre?—preguntó de golpe.

--No.

Mihael asintió.

--La rubia aquella… ¿es la novia de tu hermano?

--No.

--¿La tuya?—era obvia la respuesta.

--No.

Sí, eso esperaba. Comenzaba a exasperarse.

--¿Dónde está tu amigo?

Mihael alzó el rostro.

--Con su novio.

--¿Está él enfermo?—jugaba con su cabello.

--Si—aspiró hondo.

Nadie dijo nada más. Mihael evitó fijarse nuevamente en el muchachito, paseando los ojos de nuevo por la cafetería, decidiendo más pronto que tarde que en realidad no tenía interés en esas personas, así que optó por lo más sencillo: fingir estar recibiendo una llamada. Metió la mano dentro del bolsillo de su chaqueta.

--Tienes que irte—oyó decir. Alzó los ojos encontrándose de nuevo con la mirada apagada de Nate.

--Solo iba a mirar la hora—mintió.

--No tienes que quedarte solo porque mi hermano te lo haya pedido.

--No tienes que ser desagradable solo porque sabes que decir que tienes cáncer incomoda a las personas—soltó de golpe, arrepintiéndose al instante mismo en que terminó de pronunciar.

Maldijo en voz baja ante el silencio de Nate, ante su inmovilidad y su aparente indiferencia.

--Lo lamento.

Mihael alzó los ojos vivazmente ¿escuchó correctamente? ¡Mierda! ¿Lo hacía a propósito acaso? Ahora se sentía una basura todavía más asquerosa. Abrió la boca para decir algo cuando se vio interrumpido por la voz, siempre animada, de Matt.

--¡Mello!—se acercaba por la puerta oriente de la cafetería.

El interpelado alzó una mano para saludar. Matt se dejó caer sobre una de las dos sillas libres.

--Hola, chico—sonrió animado a pesar de su mal aspecto--¿Marihuana o coca?

Nate sonrió ligeramente sin atisbo de vergüenza, inclusive sus ojos se encendieron con una chispa de diversión.

Mihael recibió la punzada propia de un golpe bajo la mesa, obligándolo a apartar los ojos del chico.

--Te busqué por todo el hospital—reclamó Matt.

--Estaba ocupado. ¿Necesitas el auto?—rebuscó dentro de su pantalón hasta hallar las llaves y ofrecérselas.

--No—entornó los ojos—Pero si quieren quedarse solos puedo tomar el metro.

--Estúpido.

--Mi hermano le pidió que me cuidara—intervino Nate—Íbamos a comer algo.

Mihael olvidó como cerrar la boca.

--Magnífico. Muero de hambre—Matt se encogió de hombros volviendo la mirada a su amigo--¿Te importaría traernos algo?—sacó un par de billetes y lo puso sobre la mesa.

--¿Qué?

--Acabo de donar sangre—se defendió—Y no he tenido oportunidad de presentarme con nuestro amigo drogadicto. Rubia: ve por algo.

Nate acercó su mano hacia su pantalón para buscar algo del dinero que Elle le obligaba a cargar.

Mello le detuvo con un gesto y tras dirigirle una mirada asesina a su amigo, se puso de pie para dirigirse hacia la barra.

Se detuvo frente a los refrigeradores, echándoles miradas distraídas a la comida instantánea. ¿Nate podía comer algo así? El chico en serio le parecía de porcelana, como si fuese a romperse con la primera brisa de aire que soplara. ¿Y él pensaba comprarle, qué?

Se mordió los labios, sopesó la idea de volver sobre sus pasos para preguntar, sin embargo, se detuvo ante la imagen del chico dedicándole una sonrisa amigable a Matt. ¿En serio? Claro, no negaba que su amigo tenía un ángel particular a la hora de ser agradable, lograba que las personas confiaran en él al instante, pero con él no habían parado de discutir todo el tiempo.

Mello aspiró el aire antes de acercarse a la dependiente.

 

Cuando logró acomodar las bandejas de comida sobre sus brazos, emprendió el camino de vuelta con Matt y Nate.  Conforme se acercaba se hacían más sonoras las risas de su amigo, y más claras las muecas de amabilidad de Nate.

--En serio, te lo presentaré la siguiente vez—decía Matt, recostado con despreocupación sobre el respaldo de la silla.

--¿Beyond?

--¿Alguien más?—le devolvió la mirada.

--Supongo que no—se encogió de hombros. El segundo efecto de Matt consistía en convertir cualquier atmósfera en una nube de compañerismo--¿Te gusta la ensalada de atún?—se dirigió a Nate, extendiéndole la charola desechable—No había mucho de donde escoger.

--Atún suena bien—se encogió de hombros.

--¿Y para mí?—los grandes ojos verdes de Matt le sonrieron.

--Carbohidratos.

--Carbohidratos suenan bien para mí.

El sonido de los cubiertos llenó el silencio que de pronto reinó entre ellos. Por fin, hastiado por el hecho mismo, Mello tuvo que hablar:

--¿De qué hablaban?

--De Beyond—respondió---Nate aceptó conocerlo la próxima semana.

--¿Vendrás?—inquirió al chico.

--Debo hacerlo.

Emitió un monosílabo. Comenzaba a creer que se había convertido en una fábrica de comentarios estúpidos; esperó que aquella pregunta no hubiera incomodado a Nate con su idiotez: por supuesto que tenía que regresar al hospital.

--¿Tú vendrás?

Mello despegó la mirada de su spagetti para mirar al chico, quien hacía círculos con el tenedor en medio de la lechuga y el atún. Matt le dio un puntapié por debajo de la mesa, señalándole a Nate con la mirada.

--Debo hacerlo—contestó por fin, concentrándose en la pasta—Matt no puede conducir y alguien tiene que traerlo a ver a Beyond—explicó.

Nate asintió una sola ocasión.

--Venimos por la mañana siempre—intervino Matt, señalando con un trozo de zanahoria clavado en el tenedor—Por la tarde tenemos clase ¿cierto, Mello?

El rubio asintió mientras le dedicaba un gesto  acusador.

--Son muy buenos amigos ¿no?—el chico alzó la mirada por primera vez.

Matt le dedicó una sonrisa amable.

--Lo somos.

Mello suspiró.

Notas finales:

Gracias por leer!!!!

Vamos de a poco, familia, como la mayoría de mis fics, pero seguros!! Ya estoy trabajando en el cuarto capítulo, so...¡actualización segura la siguiente semana!

rr??

Bshosss

tronadhozzzzzzz

y

sensualezzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz


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