Sonó el despertador anunciando que debía empezar un nuevo día, a tientas y con trabajos pudo apagarlo, se desperezó y ya medio despierto se dispuso a tomar una ducha a regañadientes, a pesar de estar en plena primavera, la mañana estaba muy fría.
Escogió algunas de sus mejores prendas, por ese día quería verse bien. Sonrió al espejo cuando estuvo conforme con su aspecto, pero algo faltaba. Con temor y mucho cuidado delineó de negro sus ojos, el delineador lo había comprado por curiosidad hacía algún tiempo y aunque lo usaba algunas ocasiones, jamás lo había hecho para ir a la escuela.
Tomó su mochila y con una sonrisa salió de casa, decidido a tener un día grandioso y nada ni nadie podría evitar eso. Era su cumpleaños y tenía que ser especial.
*~*~*
Llevaba más de 20 minutos esperando en la parada del bus, agradecía haber salido un poco antes de su casa, aunque aun así ya iba tarde a la escuela, ¡Demonios! El profesor de física definitivamente no lo iba a dejar pasar a la clase y justo era de esas que no te puedes perder o no entiendes nada.
Llegó a su salón de clases jadeando por haber corrido, estaba a punto de poner un pie dentro del salón justo cuando el profesor le cerró la puerta en la cara y más le valía darse media vuelta e irse lejos del aula si no quería tener problemas a la próxima clase. Entonces recordó que había olvidado su suéter, y ¡Carajo! Que estaba haciendo un frio de esos que te cagas –si, en medio de Mayo-. Pues así, medio congelándose no le quedó más que esperar.
*~*~*
Estuvo vagando por la escuela por 2 horas completas, sin nada interesante o productivo que hacer y tiritando de frio. Lo único que lo animaba es que su siguiente clase era el laboratorio de Biología, una de sus materias favoritas, y más que lo que podría aprender en ella, lo que más le gustaba es que por fin podría ver a ChanYeol. Aquel chico tan alto y con cara de psicópata salido de un manicomio lo tenía completamente vuelto loco y estar cerca de él era lo único que podría arreglar aquel fatídico día.
Cabe mencionar que Chanyeol fue el último en entrar al laboratorio, cuando la práctica ya había empezado. Sin hacer ruido fue a la mesa de su equipo, sin siquiera voltear a saludarlo. Mentiría si dijera que eso no lo desanimó, porque aunque sabía que no era a propósito, una mirada de reojo le hubiera bastado. Esa hora y media se le hizo eterna.
BaekHyun nunca fue de los más populares de la clase, ni el más listo, ni el más guapo, ni nada; simplemente era uno más, y siempre estuvo bien con eso. Estaba empezando el segundo año de universidad y aún no había hecho amistades significativas, hasta que llegó aquel gigantón deforme.
Chanyeol es de esas personas que en unos pocos días te cambia la perspectiva del mundo, de todo lo que habías pensado en 18 años, de lo que siempre creíste que era negro, ahora lo empiezas a ver gris, ya no tan obscuro ni profundo; que te hace probar un sabor de helado nuevo y se hace tu favorito. Que tiene una perspectiva de la vida tan opuesta a la tuya, pero al mismo tiempo tan igual que se complementan de una forma que no creíste que pudiera suceder. Y ahora crees que una persona con una guitarra al hombro es la cosa más sexy que podrías ver, aunque sea un desastre para tocarla…
BaekHyun salió de su ensoñación cuando notó que el laboratorio se iba vaciando gradualmente. Guardó rápidamente sus cosas en la mochila y caminó a la salida desganado. Nadie lo había felicitado aún.
— ¡Feliz cumpleaños BaekHyun!
Se sorprendió genuinamente al encontrar a su amigo esperándolo en el pasillo vacío y sonrió. Unos cálidos y fuertes brazos lo rodearon, y por dos segundos se permitió recargar su cabeza en el ancho pecho que su amigo le ofrecía, teniendo la oportunidad de escuchar los tranquilizadores latidos de su corazón y aspirar por completo su aroma.
— ¿Te delineaste los ojos? — preguntó su amigo con curiosidad al separarse. — Te ves bien Baek. —
¡ChanYeol lo notó!
Caminaron juntos a su siguiente clase, con la promesa de un pastel de cumpleaños a la salida.