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ADICCIÓN [SeKai] por NaniNan_chan

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-¿Qué crees que hay allí arriba? - señaló al techo con tranquilidad y de forma vaga, para luego abrir y cerrar la mano como si nunca hubiera visto sus propios dedos.

 

-Los dormitorios de los demás, Kai. -

 

-Sabes a qué me refiero, SeHun. Tras ese manto azul llamado cielo… -

 

Negué con la cabeza y le quité el cigarrillo de entre sus dedos. No solía dejarle fumar más de tres cannabis pero hoy me había distraído con su cuerpo y ya iba por el quinto. Eso no era bueno. Tenerlo sin camiseta encima de mi cama tampoco.

En este asqueroso internado masculino donde se juntan adolescentes de todo tipo, la intimidad no es un derecho sino un privilegio; uno que yo tenía. Ser el heredero de la multinacional Oh representaba muchas cosas pero la que nadie sabía, era el abandono. Que mis padres nunca estuvieran en casa, las mucamas fueran fantasmas bien arregladas que dejaban mis ropas y comida a una hora exacta, que el chofer fuera con quien más hablase pese a sólo ser por cortesía… Eso nadie lo sabía, sólo Kim JongIn. O como todos aquí le decían: Kai.

 

Ese chico huérfano, problemático y que no parecía cuerdo nunca. Ese tanto por ciento de alumnado especial que el internado estaba obligado a admitir por el simple hecho de pertenecer a un orfanato. Ambos sabíamos que si por el fuera no estaría en este lugar. Puede que fuera con su pandilla habitual, que se metiera en problemas como siempre o que acabara durmiendo con cualquiera, tal vez incluso en el calabozo. A las fuerzas de seguridad no les importaría que aún fuera menor, ellos sabrían reconocer la mirada salvaje en sus orbes negras. Incluso esos destellos de locura que formaban el único brillo en sus ojos. Ese era Kai, el chico de malo. Nadie se le acercaba y menos los docentes.

 

Malditos adultos hipócritas que juzgaban a alguien sin conocerlo. Todos eran así, incluso sus mismos compañeros de orfanato. Me molesta reconocer que yo también fui así un día, tratando de ser lo que mis padres querían.

 

Un sonido me sacó de mis cavilaciones, ese molesto tono de llamada que ni siquiera venía de mi móvil pero sabía muy bien a quién pertenecía.

 

Capullo” se leía en la pantalla del teléfono que ahora mi moreno sostenía.

 

-No lo cojas, Kai. No vale la pena. -

 

-Lo sé pero… ¿Qué querrá? ¿Dinero? ¿Sexo? ¿Algún favor? Siempre he sido su segunda opción. - su voz se iba apagando a medida que nombraba las cosas, claro signo de su tristeza. Habían pasado cuatro meses desde que dejó al idiota de ChanYeol pero aún lo pensaba.

 

-Dame eso, vamos. - al igual que con el cigarro, le quité el aparato y lo puse en silencio, lanzándolo a los pies de la cama donde no iba a molestar más.

 

No quería que pensara más en él, quería ser el único en su cabeza. El único en su destrozado corazón.

 

De acostado a su lado pasé a ponerme encima, arrodillado entre sus piernas abiertas. Lucía demasiado apetecible ahí mismo, con sólo esos pantalones de deporte cortos, el torso desnudo por el que había estado jugando mientras lo veía fumar. Desde el inicio del curso que no pude evitar fijarme en su oscura y atractiva piel. Me atraía de una forma indescriptible. Siempre he pensado que destaca al lado de la mía, lechosa.

 

Me estiré sobre su cuerpo, notando el calor traspasar mi camiseta sin mangas y como nuestros rostros quedaban a centímetros. Apoyado con mi antebrazo al lado de su rostro, agarré con mi zurda su mandíbula afilada y le hice mirarme a los ojos. Sus pupilas algo dilatadas señalaban la actividad ilícita que hace unos minutos practicaba. De hecho, el humo aún formaba un ambiente pesado a nuestro alrededor e impregnaba mis paredes de ese característico aroma.

 

Sin decir nada, rodeó mi cuello y estiró de mi cabello negro. No lo dudé, no hay un sólo beso de él que haya rechazado pues sus labios eran lo mejores. Tenían ese grosor perfecto para morder y chupar, un sabor dulzón pero con un toque amargo que el cannabis le otorgaba. Me podía declarar adicto a esa sensación que me hacía temblar cuando pasaba sus dedos por mi nuca y me acercaba más. Cuando pedía sin palabras que siguiera, que no parase ni para recuperar el aliento.

 

Nuestro pulso acelerado nos hacía jadear, apenas eran unos segundos donde nuestros labios se separaban pero el húmedo hilo que nos unía no se rompía. No tenía tiempo para ello, volvíamos a ser uno entre besos y mordidas.

 

La ropa ya me sobraba. Sentía un sofocante calor invadirme como cada vez que una sesión de besos ocurría. Deseaba recorrer su cuerpo, besar cada porción de piel y marcarlo como mío para que todos lo supieran. Bajar por su cuello y lamer su manzana de adán, besar su clavícula y jugar con sus botones era lo que me moría por hacer. Oír su voz gimiendo mi nombre mientras le hacía ver el verdadero cielo era mi mayor deseo.

 

Me separé de sus rojizos labios sintiéndome satisfecho de la forma como se inclinaba para seguir el beso. Sus sus ojos se entreabrieron, dejándome ver cuánta lujuria había en ellos. Ambos queríamos seguir hasta olvidar nuestros nombre, quién éramos e incluso dónde estábamos.

 

-Quiero que seas sólo mío. - murmuré sin apartar mi mirada, rozando nuestros labios en cada sílaba.- Por favor. -

 

Y como siempre, su respuesta fue la misma. Esas cálidas manos que permanecían bailando bajo mi camiseta, calentando mi piel allí donde se posaran, desaparecieron. Su cabeza se volvió a recostar en la almohada y apartó la mirada. Sabía qué me iba a decir.

 

-No sé, Sehun. No estoy seguro de esto. Soy un alma libre. - pero no quitaba que cada vez que lo escuchara se sintiera como la primera vez: una mano invisible apretando mi corazón haciendo que ni siquiera pudiera respirar.

 

-Has sido libre a mi lado, nada va a cambiar. Esto ya no es sólo amistad. ¿Acaso los amigos se besan de esta forma? No puedes negar cómo se te acelera el pulso. -

 

-No eres tú, son los efectos de—

 

-No lo digas. Ya estás lúcido. Joder, Kai. - me quité de encima suyo de mala gana, no podía aguantar cuando este momento llegaba.

 

Agarré mi sudadera y me la puse mientras avanzaba hacia la puerta. El ruido de la cama fue casi imperceptible y antes de poder abrir e irme de mi propia habitación, unos brazos que conocía demasiado bien rodearon mi cintura, bajando por mi cadera. Su torso en mi espalda me proporcionaba un calor que yo siempre atesoraría, el de la persona a la cual amo.

 

-Lo siento mucho, no te vayas. - su voz ronca en mi oído hizo que se me erizaba la piel.

 

El efecto Kim Kai.

 

Pero sabía la realidad, sabía el por qué del abrazo, el por qué de sus lágrimas, el por qué de su indecisión. Y peor: el por qué de su adicción.

 

-Vas a volver, ¿verdad?-

 

-Siempre vuelvo, ¿no es así? - me giré para poder tenerlo en frente y besarlo una vez más, sin contenerme.

 

Pasando mis manos por su torso aún desnudo me distraía de cómo sus manos traviesas no buscaban sentir mi piel sino mis bolsillos. Besando sus labios y jugando con nuestras lenguas, no podía ver cómo su móvil aún vibraba de fondo, olvidado en la cama. Sin ver el brillo de locura en sus ojos podía fingir que me amaba, que no era un simple chico que le daba lo que necesitaba.

 

Porque esa era nuestra historia.

 

Yo conseguía del exterior lo que él no podía y nos cerrábamos en mi habitación a divagar de todo. Él me dejaba tenerlo como a mí me gustaba, tocar su sexy cuerpo y yo le dejaba apoyarse en mí, ser su consuelo del mundo de mierda donde vivía. Luego las cosas pasaban a mayores. Aun así, yo quería algo especial, algo sincero y leal. Quería ser su novio y no sólo ese clavo que quita a otro clavo. No sólo quien le daba su cannabis.

 

Se sentía mal por utilizarme y darme falsas esperanzas, mas yo me sentía peor por usar su vicio como excusa para tenerlo.

 

Porque yo era su adicción pero él era la mía.

 


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