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Dulce Tentación por Mari-Sponge

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Para cuando se dieron cuenta, ya habían pasado varias semanas, en las que se acostumbraron a la presencia del rubio. Al principio, como perro callejero que ha sufrido mucho, Yuri trataba de mantenerse alejado de Yuuri y el resto de su familia, saliendo exclusivamente de la habitación que le asignaron, para comer, o ir a las aguas termales; el señor Katsuki había hecho todo lo posible por dar con el paradero de los padres del chico, o al menos, algún familiar, sin éxito alguno. A pesar de lo que todos creían, el chico se pasaba la mayor parte del día, paseándose por el negocio de los Katsuki, observando con atención, no solo a la familia, también a los clientes; pero sus rondas no acababan ahí, de vez en cuando, salía del establecimiento, para poder pasearse por el pequeño pueblo. Todo, bajo la protección que su naturaleza le proporcionaba.

Pero no siempre las cosas salían como él quería. A veces, se topaba con Yuuri, olvidando que, de alguna manera, ese “patético” humano, como le llamaba en su mente, podía verlo. Más de una vez, fueron “vistos” por los padres del moreno, los clientes, o Mari, hablando; pero lo único que encontraban, era al amable chico lanzando palabras al aire. Los clientes reclamaban a los padres de Yuuri, que eso se debía al estrés; sin embargo, Mari y sus padres, aseguraban que el menor de los Katsuki “ensayaba” el cómo acercarse al joven rubio. ¿Por qué? Simplemente, porque todas esas veces, los chicos se encontraban en el pasillo que llevaba a las habitaciones. Y es que el pequeño rubio no soportaba la idea de convivir con “los sucios humanos” que pululaban el lugar. Lo único que deseaba, era terminar aquella ridícula “misión”, y volver al lugar que debía llamar hogar.

No entendía por qué ese lugar era tan importante; a su parecer, un simple pueblo como ese, no hacía gran diferencia entre ellos y sus “enemigos”. Y es que, cada vez que salía a patrullar, encontraba tan aburrido el panorama, las personas eran sosas; y aun así, se sentía ligeramente atraído por el lugar. Generalmente, pasaba las tardes sentado en la playa, observando las olas de mar, romper antes de llegar a la costa, disfrutando de las suaves caricias que el agua fría regalaba a sus pies. Y más de una vez, se encontró con Katsuki a su lado, sin intercambiar palabras o insultos, solo observando el horizonte, en un cómodo silencio. Más de una vez, terminó acurrucado en el hombro del moreno, como consecuencia de aquel ambiente tan relajante que el japonés creaba entre ellos; su sola presencia, calmaba al rubio, aunque este no quisiera admitirlo.

Más de una vez, se tiraba boca arriba en la cama, admirando el techo, mientras la luz de la luna se colaba por las diminutas rendijas que encontraba entre las cortinas. Nuestro trabajo es guiar a los humanos, encaminarlos por el camino que lleve a nosotros. Observar de lejos, a eso se limita nuestra interacción con ellos; por nada del mundo, debes envolverte con esas criaturas. Las palabras que el anciano que cuidó de él, inundaban sus pensamientos algunas noches, imposibilitándole el sueño; y siempre, harto de dar de vueltas en la cama, salía de su cuarto, encaminándose a la habitación contigua, sin molestarse en llamar a la puerta. Yuuri ya se había acostumbrado a despertar al sentir el pequeño cuerpo colarse en sus sábanas, dándole la espalda. A veces, al pequeño le daba por abrazarlo y hundir el rostro entre los omóplatos del moreno, quien solo sonreía en silencio, dejando que el chico hiciera lo que quisiera. –Es como un pequeño gatito –esa idea comenzó a ser recurrente en la mente del japonés.

Pero todo se le fue de las manos ese día. –Oye Yurio… ¿quieres ir conmigo a la pista de hielo? –el rubio se había rendido, a pesar de reclamar a cada rato que ese no era su nombre, la familia Katsuki y todos quienes llegaron a conocerlo, terminaron llamándolo así, ignorando sus protestas. –Como sea –fue su respuesta ante la invitación del mayor, quien solo sonrió, tomándolo como un sí. No era la primera vez que lo “acompañaba”; generalmente, se alejaba de él, al primer momento que Yuuri se distraía con algo, llegando solo al Ice Castle. O simplemente, se quedaba platicando con Yuuko, una de las encargadas del lugar y amiga de la infancia de Yuuri. Pero ese día, el moreno se aseguró de que el chico no se alejara de él en ningún momento, y al llegar, descubrió que no podría quedarse platicando con Yuuko.

Solo se limitó a quedarse fuera de la pista, observando como el japonés daba vueltas alrededor de la misma, regalándole dulces sonrisas a Yuri, cada vez que pasaba a su lado. Le llenaba de felicidad el saber que aquel pequeño y arisco rubio, comenzaba a ser más cercano a él, tomándole confianza poco a poco. Yuri comenzó a ignorar los movimientos del mayor, jugando distraídamente con sus manos; se había negado a patinar, no porque no supiera, era extremadamente bueno en ello, solo no le gustaba ser observado por nadie. El sonido de las cuchillas abriéndose paso por el hielo, era lo único que resonaba en el gran espacio helado, combinado con el golpe de los saltos que Yuuri realizaba.

 

Canción

 

La música comenzó a sonar, captando la atención del chico. Una caja de música, con un tono algo infantil para la edad del japonés; sin embargo, este se movía por el hielo al suave ritmo de la canción. A las primeras notas, se le iban agregando otras, en un instrumento diferente, sin perder esa sensación de inocencia y calma. El ritmo aumentó con la introducción de más instrumentos, y con ello, la presentación de Yuuri cobró más fuerza; los saltos no se hicieron esperar, y en cada paso, el baile del moreno, captaba la atención de aquel chico rubio. Los acordes volvieron a alentarse, como si quisieran darle un momento de descanso al intérprete que se movía por el hielo, jugando con los ritmos, para después, volver a remontar con fuerza. La admiración, no fue lo único que llenó el corazón de ese pequeño espectador, que no podía alejar la mirada aguamarina de Yuuri.

Más de una vez, se encontró limpiando unas cuantas lágrimas que caían por sus mejillas. Katsuki quedó en el centro de la pista, tratando de recuperar el aire, antes de deslizarse hasta su acompañante. – ¡Vaya! Creo que debo buscar una versión más corta –una pequeña risa acompañó aquellas palabras, aún con la música de fondo. Por su parte, Yuri se limitó a cruzar sus brazos sobre la barda, hundiendo su rostro entre ellos; no quería ser visto de esa forma por aquel chico. –Lo siento, debes estar aburrido, ¿no? –acarició suavemente aquella dorada cabellera, haciendo que el corazón del chico se detuviera unos segundos. Por alguna razón, esa melodía lo llenaba de una clase de nostalgia, sin llegar a ser tristeza, estrujando su corazón y dificultando la respiración; aunado a esas caricias, no lo soportó más, y dejó que las lágrimas cayeran libremente, sollozando sin pudor alguno.

Yuuri, alarmado por esto, comenzó a disculparse. Con rapidez, patinó hasta la salida, colocando los protectores en las cuchillas. Una vez junto al rubio, lo abrazó con fuerza, acto que fue correspondido por el chico. Nunca en su vida se había sentido tan patético y débil, pero por alguna razón, no le importaba. Pegó el rostro en el pecho del japonés, como si quisiera hundirse en él, escondiéndose de todo. –Tranquilo, no pasa nada –la suave voz de Yuuri era como una canción de cuna, que calmaba su corazón. Y así permanecieron el resto de la canción; las lágrimas del menor se fueron apagando lentamente, así como los sollozos. –Lo siento –el aliento del muchacho pegó cálido contra la ropa de Yuuri, quien solo se limitaba a acariciar su espalda, como su madre lo hacía cuando era pequeño. –Yo… no sé qué pasó –añadió el chico, alejándose un poco de la protección del mayor. Aquellos ojos castaños le miraban con dulzura, sin ningún atisbo de burla o maldad. Limpió con sumo cuidado, el rastro de lágrimas de aquella suave piel, sin apartar la sonrisa.

Como si fuera un verdadero gato, Yuri pegó su rostro a aquella mano. –No tienes que disculparte. Debes extrañar tu casa, ¿no? –aquella pregunta le tomó desprevenido. ¿Casa? Una criatura como él, no tenía eso que los humanos llamaban hogar o familia. Todos esos conceptos les eran ajenos; solo eran seres errantes, que no tenían conexión con algún lugar en especial. –No tengo nada como eso –las palabras apenas si habían sido pronunciadas con un poco de aliento. Yuuri sintió un nudo en la garganta ante tal cuadro. ¿Acaso ese adolescente era huérfano? ¿Habría escapado de casa? Un sinfín de escenarios cobraron vida en su mente, mientras el silencio sumía ese enorme lugar. Un beso en la frente volvió a enredar sus ideas, mirando confundido a ese extraño humano. –Ahora lo tienes –las lágrimas volvieron a fluir libremente, pero ya no escapaban de aquellos ojos claros. Sin pensarlo, Yuri unió sus labios con los de aquel muchacho, que sin razón aparente, había reaccionado a su llanto sin sentido. Aquel tacto no duró mucho, apenas unos dulces segundos, en los cuales el mundo se había desvanecido para aquel par de chicos. Sin apartarse, Yuri escondió su rostro entre el hombro y el cuello del moreno. –Gracias –fue lo único que pronunció.

Notas finales:

Ngyaaaaaah!!! Al fin logré actualizar!!!! >:D ¿Saben lo difícil que es escribir un capítulo al mismo tiempo que debes responder roles... y aparte acabar el capítulo, justo en las últimas horas de posteo de un evento on rol de foro?... nunca me había estresado tanto xD Tenía tanto hype, que por dentro estaba todo acelerado, y por fuera parecía todo cansado de la vida con "Hello darkness my old friend" de fondo xD

Notas:

-Mientras buscaba una canción para la interpretación de Yuuri, me puse a escuchar cosas que nada que ver -coffAvengedSevenfoldcoff-, y de la nada... ¡Boom! Canción salvaje de Undertale comenzó a sonar en mi cabeza... me puse a escuchar todo el OST del juego para dar con la condenada canción, porque no recordaba el nombre xD

-La reacción de Yuri ante la canción... prácticamente me basé en mi para esa parte. Muchas veces, canciones de ese estilo me provocan esa sensación de nostalgia y falsa tristeza... y fue esta misma canción, la que una vez me hizo llorar por lo mismo xD -patético, lo sé-. ¿Por qué usarme de referencia? A veces suelo ser muuuucho como Yuri, y sentí que él podría tener esa sensación; además, recordemos que el Gatito no es humano en este fic, así que esa sensación de nostalgia y ligero vació combinado con tristeza, podría afectarle más, como si fuera entendiendo mejor a los humanos... no me se explicar :T

Como sea... nos vemos 


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