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Una incómoda duda infantil por Neko_Elle

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Manzanas, besos y celos.

Al día siguiente, estuvieron entrenando como de costumbre. Sin embargo, Degel podía sentir la mirada de Kardia sobre sí. Se alegró. Kardia usualmente estaba a su alrededor y le hablaba a menudo, sin embargo, era él quien disimuladamente siempre lo observaba, así que saberse observado ¿y por qué no decirlo? "Deseado" por Kardia, le satisfacía, provocándole un delicioso sosiego.

En algún punto del día, el futuro santo de escorpio se le acercó peligrosamente, aun había personas alrededor, así que no podía permitir un contacto tan íntimo aun. Hizo lo que en el momento, le pareció más viable: sacó una manzana que llevaba en caso de que Kardia se pusiera muy fastidioso; le dio un beso pequeño con un movimiento veloz y disimulado, de forma que solo Kardia había podido verlo y enseguida, colocó la manzana frente a la boca de Kardia, ofreciéndosela.

- Compórtate- fue lo único que dijo.

El griego de ojos azules, después de sentir la piel de aquel fruto sobre sus labios, hundió sus dientes en él y comenzó a comerla sin perder de vista al muchacho que lo había estado "instruyendo". No pudo evitar sentir un rubor colmar su rostro. Frunció el ceño y se alejó de Degel. No le gustaba mucho la idea de ser tratado así, aunque tampoco la odiaba totalmente. El francés lo observó desplazarse lejos de él y lo permitió sin complicaciones, después de todo, sabía que tendrían un encuentro más tarde. Casi soltó una risa pequeña cuando vio al muchacho patear una piedra, era evidentemente una rabieta, pero se contuvo de hacerlo, ya habría tiempo para gratificarlo y ese no lo era.

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Esa noche, decidieron verse en otro lugar, uno quizá más privado. En esta ocasión, fue Degel quien lo esperaba, para sorpresa del escorpión. El muchacho de hebras verdosas lo invitó a sentarse en una silla frente a él. No estando muy seguro de la situación, Kardia hizo tal cual le pidió. Sin embargo, no quería ser tan "dócil" por lo que se sentó a horcajadas en las piernas de Degel y lo observó fijamente. El francés sintió algo de incomodidad al ver los ojos curiosos escudriñándolo tan de cerca, pero entonces no pudo pensar más. Kardia no había aguardado lo suficiente y se adelantó a unir sus labios, tratando así de repetir la fórmula del día anterior.

El francés respondió el beso de manera tranquila y entonces se separó. El rostro de Kardia, como siempre, mostraba inconformidad. Entonces habló antes de que pudiera llegar cualquier clase de reclamo:

- Quiero mostrarte algo- dijo al tiempo en el que creaba una pequeña pieza de hielo. El muchacho no supo para qué Degel querría algo así, por lo que se apuró a decir lo único que pudo imaginar:

- No tengo fiebre ahora, Degel- le comentó con fastidio. El acuariano colocó la pieza de helo en sus labios y se acercó nuevamente a Kardia, invitándolo a hacer lo mismo. Algo dudoso, hizo tal cual su compañero de entrenamiento le había pedido. Sintió el frío del hielo y los fríos labios entrar en contacto con él y tocarlo.

La sensación de choque térmico con sus labios, fue muy agradable, ya que le recordaba que estaba vivo. De hecho, era otra la palabra que buscaba, se la había escuchado alguna vez a Manigoldo ¿Cómo había dicho? De pronto lo recordó "excitante". Sintió un cosquilleo en su estómago, como el aleteo de varias mariposas. Con sus manos, sujetó el rostro de Degel y comenzó a chupetear aquella pieza de hielo. Sentía sus labios congelarse, pero aun así, el interior de su boca caliente. En tanto, las manos de Degel reposaban ahora en su cintura; le pareció extraño sentir unas manos que no eran suyas en esa zona, sin embargo, no le molestó. Después de todo, era Degel. Ser tocado por él no le provocaba incomodidad alguna.

Pronto, se percató de que el hielo comenzaba a hacerse cada vez más pequeño y el contacto con la boca ajena era más directo y adictivo. En algún punto, dejaron de pelear por la posesión y succión de ese trozo de agua congelada y Kardia comprendió un poco más su uso cuando sintió la fría lengua de Degel tratar de colarse en su boca. Con algo de incertidumbre, le dejó entrar más por accidente que otra cosa. En un inicio, la sensación fue extraña, casi como de ahogo, pero también de una viscosidad peculiar, más no desagradable. Las sensaciones lo distraían tanto que no pudo seguir el ritmo o hacer él mismo alguna exploración.

Si bien, sentía que la lengua de Degel recorría su boca, lo hacía de forma lenta y parecía ser una actividad laboriosa. No tenía punto de comparación para saber si era algo bueno o malo, así que no podía "calificar" nada como había escuchado a algunas personas decir al respecto. Pero de alguna forma, le gustaba lo que sentía y le hacía sentir confiado que fuera Degel.

El francés se alejó un poco, con algo de nerviosismo. Ya había besado antes alguien, sin embargo, no era como que hubiese tenido mucha oportunidad de "practicar" y "mejorar" su técnica. No sabía si había sido de gusto de Kardia, pero lo vio espaciar cuando estuvieron alejados, así que le preguntó:

- ¿Pasa algo?

- Metiste la lengua- fue su única respuesta mientras llevaba su mano hacia su boca. Degel sintió desconcierto, su honestidad tan "bruta" siempre lo desconcertaba, pero le agradaba de alguna forma.

- Dijiste que quería conocer otros tipos de besos- se excusó- ¿No te gusta?

- …Me gusta- dijo luego de un rato- Ya veo porqué los franceses tienen tal reputación- jugó, antes de ese día, no entendía del todo eso, pero con ese beso sintió haberlo comprendido. Luego, procedió él mismo a unir su boca con la de su "contrincante". Kardia depositó varios besos cortos, tratando así de comenzar a dominar la técnica. Degel le permitió experimentar y entonces sintió algo que no esperó, Kardia le estaba mordiendo el labio, pero enseguida lo liberó.

- Me mordiste- comentó. Estaba sorprendido, pero no quería dejar que su rostro lo revelara.

- ¿No te gusta?- fue ahora él el que lanzó la pregunta. Degel sonrió y depositó un beso corto mientras decía:

- Me gusta.

Siguieron un poco más, Kardia experimentaba con él, ávido de más sensaciones. Pero en realidad, ambos se fueron instruyendo, poco a poco, comenzaron a tomar un ritmo que resultó placentero para ambos. Sin embargo, no eran besos tan profundos, Degel no le permitía subir demasiado de tono. Al cabo de varios minutos, el francés lo alejó

- ¿Ahora qué?- dijo con fastidio, siempre inconforme.

- Será todo por hoy.

- ¿Por qué?- volvió a preguntar.

- Sabes la respuesta.

- ¡Tch!- chistó, volteando su rostro, pero aun permaneciendo sentado en el regazo de su compañero.

- Toma- dijo colocándole una manzana en los labios.

Kardia tomó la manzana con desgano y la mordió mientras se ponía de pie y se iba del lugar con evidente molestia, era una persona tan transparente, que el de hebras verdes no tuvo dificultad en saber que no podía continuar con un ritmo tan lento si quería mantener a Kardia interesado y en control. Degel lo siguió con la mirada y comenzó a pensar un poco más a fondo, sobre los siguientes pasos y qué tanto le faltaba para dominar la técnica a la perfección, quería hacerlo pronto, sin embargo, se preguntó si Kardia comprendería a esas alturas el peso de su petición. Para él, no representaba problema alguno, desde hacía mucho que estaba interesado en el griego, pero quizá para Kardia sería diferente. Poco después, con toda esa incomodidad en su mente, se retiró del lugar.

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Después de algún tiempo, era casi una costumbre ver a Kardia con una manzana en la boca. Solía sentirla muy vacía, así que cada que podía devoraba alguna, recordando aquella primera vez que Degel le dio un beso indirecto a través de ella; y las otras tantas ocasiones en que sustituía sus labios por ese fruto. Aunque él quería más contacto, el futuro santo de acuario no parecía muy cooperativo al respecto. Comenzaba a considerar en romper su promesa, pero tampoco era del tipo que traicionara la confianza de otros.

En uno de tantos días, iba caminando por ahí, pateando una piedra y siguiéndola para seguirla pateando, entonces vio a Hasgard o como se llamaba a sí mismo en el santuario "Aldebarán de Tauro" que venía en dirección contraria, era un joven tenía su armadura dorada. Un hombre fuerte y amable, aunque personalmente no convivía demasiado con él, sin embargo, parecía agradable a veces. Supo que se toparían de frente, así que le saludó casualmente.

- ¡Hola!- dijo levantando una mano en señal de saludo.

- Kardia, hola- le saludó de vuelta- ¿Qué estás haciendo?

- Pateo una piedra, estoy aburrido- dijo con simpleza.

- ¿Por qué no estás entrenando?

- Porque me sacaron del entrenamiento unos minutos- comentó algo molesto.

- ¿Por qué?

- Eemmm- dudó- Hice algo que no debía.

- ¿Qué hiciste?- preguntó no estando muy seguro de querer involucrarse.

- Es mejor que no lo sepas. Hubo mucho caos, la gente gritaba y todos corrían- dijo con una amplia sonrisa, para después reír a carcajadas.

Aldebarán bufó, no estaba seguro si hablaba en serio o era solo una broma, pero le cayó en gracia esa forma de ser tan traviesa y simpática de Kardia, tenía una risa muy pegajosa, negó con la cabeza mientras le revolvía el cabello al muchacho.

- Pórtate bien, enano- comentó, mientras sacaba algo de una de las bolsas que llevaba cargando- Toma.

Dijo dándole una manzana, le había visto comerlas a menudo, así que supuso que le gustaban. Kardia sonrió con picardía.

- ¿Qué?- inquirió, leyendo la expresión de travesura en su rostro.

- Nada- río por lo bajo.

- Quien a solas se ríe, de sus maldades se acuerda- le afirmó.

- Solo recordé a Degel- le respondió. Tauro le dio un golpe leve en la frente con su dedo medio, siendo propulsado en un roce con su dedo pulgar.

- No le causes problemas, él es el que tiene que rendirle cuentas a tu maestro y al patriarca.

- Lo sé, lo sé- repitió, mientras se sobaba la frente- Me portaré bien.

- Ni tú te crees eso, enano.

- No, en realidad no- dijo mordiendo la manzana- Pero tampoco quiero enfadar irremediablemente a Degel- dijo mientras mantenía el bocado alojado en su mejilla- Solo quiero molestarlo un poco.

- ¿Por qué?- no pudo evitar preguntar.

- Porque a veces es demasiado serio. Creo que le hace falta cambiar de expresión y reírse. Vivir la vida, tú sabes.

- Entiendo- le revolvió el cabello nuevamente- Solo no exageres.

- ¡Gracias por la manzana!- gritó al verlo alejarse.

Lejos de ahí, Degel observaba aquello, no le hizo mucha gracia, por no decir que no le había agradado para nada ese acto inocente y desinteresado. Sin embargo, no pasaba nada. Solo eran manzanas.

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Algunos días después, se escucharon los gritos de Manigoldo y repitiendo cosas como "rapaz, vuelve aquí" entre otros similares. Seguido de eso, se podía ver a Kardia corriendo a toda velocidad, probablemente escapando de Manigoldo, el nuevo santo dorado de cáncer. Kardia vio de espaldas al santo dorado de tauro y sonrió, entonces, el crustáceo gritó:

- ¡Aldebarán, atrápalo!- ordenó.

Por su parte, Aldebarán, al no saber a quién se refería estuvo por voltear, pero entonces sintió una presión en la cadera y en breve un peso en sus hombros. Entonces, sintió y vio unas piernas colgando, luego, escuchó:

- ¡Corre!- esa era la voz de Kardia.

Por un momento se preguntó en qué clase de situación lo habían metido, la realidad era que ambos muchachos eran muy revoltosos así que era difícil saber a cuál ayudar o si en realidad debía ayudar o no a alguno.

- ¡No lo dejes ir!

Aldebarán, por reflejo, subió sus brazos y trató de sujetarlo, pero con algunos movimientos veloces y contorciones, el griego se coló de entre sus brazos, resbalando por enfrente.

- Wow- dijeron Manigoldo y Aldebarán al unísono.

Cuando los pies de Kardia tocaron el suelo, estaba por escaparse, pero Tauro reaccionó rápido y le sujetó el tobillo, haciéndolo tropezar. Después, haciendo uso de su fuerza, lo levantó. Así, dejándolo de cabeza, Kardia comenzó a reír divertido. Cuando Aldebarán se volvió, pudo ver que Manigoldo estaba empapado y llevaba cargando como un saco de papas a otro joven recluta, Dohko.

- ¡Eres tan escurridizo como un bicho!- dijo Manigoldo- Pero eso fue un buen movimiento- admitió, dejando caer a Dohko.

- No por nada eres candidato a portar la armadura dorada de escorpio en un futuro- le halagó Tauro.

- Busco vivir mi vida al límite- se jactó mientras inflaba el pecho y se señalaba a sí mismo con el pulgar que sobresalía de su puño.

- Si eso quieres enano, puedo llevarte al límite, literalmente- amenazó Manigoldo levantando el dedo medio. Kardia, así de cabeza, como estaba, barrió su mano bajo su barbilla en dirección a Manigoldo a modo de respuesta, seguido de ello extendió el brazo para después flexionarlo, manteniendo el codo a la altura de la oreja y colocar la otra mano sobre el brazo cerca de donde flexionó.

- ¿Dónde aprendiste eso?- preguntó Aldebarán.

- Del crustáceo.

- Si tú le enseñaste eso no puedes quejarte- le regañó.

- ¡Yo no le enseñé nada a esa larva!

- ¿Y ahora qué hiciste, Kardia?- preguntó Aldebarán al ver el estado de Manigoldo.

- ¿Yo? Nada- dijo con esa amplia sonrisa que lo caracterizaba. Por su mirada, era evidente que mentía.

- Pásame al rapaz, voy a ahogarlo en el río- dicho esto, volvió a sujetar a Dohko para que no escapara.

- Ya, ya. Déjalo, ¿Cómo vas a dejar que un niño colme la paciencia del gran Santo Dorado de Cáncer?- argumentó Aldebarán.

- ¡Tch! Eres demasiado blando cuando se trata de niños- dijo soltando a Dohko y después señaló a ambos- Sepan que me la pagarán. Tal vez no hoy, tal vez no mañana, pero cuando menos esperen.

Kardia solo hizo algunas muecas y Tauro lo liberó.

- Pórtense bien. ¿Quieren manzanas Dohko, Kardia?- les preguntó. Dohko hizo una mueca de desagrado y dijo que no, para después huir como bólido.

- Yo sí quiero- dijo Kardia con su usual sonrisa socarrona- dame su parte también- dijo señalando el camino por el que se había escapado Dohko.

- ¿Y por qué a mí no me ofreces nada?- comentó cáncer con el afán de molestar.

- Porque a ti planeo invitarte un trago para celebrar que hayas ganado tu armadura- comentó mientras sacaba un par de manzanas y se las entregaba a Kardia.

- Yo también quiero ir- dijo.

- Aun eres menor, no puedes entrar a los bares.

- ¿Quién dice?- inquirió perspicaz.

- Todo el mundo- comentó Manigoldo dándole un coscorrón con los nudillos.

- Igual me colaré cuando no vean- advirtió y dicho esto se fue comiéndose la manzana.

- Ese bribón es un dolor de cabeza.

- Por fortuna, no es mi dolor de cabeza.

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Una vez que había logrado escapar, se encontró con Degel. Tenía el ceño fruncido y una mirada reticente.

- ¿Qué hiciste ahora?

- Solo engañé a Manigoldo para hacerlo tropezar en el río, no fue la gran cosa. Aunque lo hice cuando estaba tratando de lucirse con Albafica, ya sabes, ese muchacho que es candidato a la armadura de Piscis. Y bueno, por eso se enojó- dijo riendo. Degel suspiró y entonces preguntó lo que realmente deseaba preguntar

- ¿Y eso?

- ¿Las manzanas?- inquirió y Degel asintió- Me las regaló Aldebarán.

- ¿Por qué?- preguntó inevitablemente.

- Le he de caer bien- dijo con una sonrisa simpática- De un tiempo para acá me da manzanas.

Aunque no lo demostró en su expresión, a Degel no le gustó ese hecho. Sabía que era pueril enfadarse por algo así. Pero para él, una forma de "besar" a Kardia cuando no podía hacerlo, era precisamente entreteniendo su boca con manzanas. Así que el hecho de que alguien más le diera manzanas o que él las compartiera con otros…Incluso si la intensión no era esa, le causaba cierto conflicto. Aunque no planeaba admitirlo en un futuro cercano.

- ¿Quieres una?- le ofreció Kardia la otra manzana a Degel.

- ¿No te molesta?- preguntó un tanto intrigado, Kardia no era del tipo que le gustara compartir su comida.

- Si me molestara no te la ofrecería en primer lugar- dijo. Como siempre, su franqueza era agradable. Degel tomó la manzana, no pudo evitar que una ligera sonrisa se asomara. Kardia se acercó a él y le dio un beso veloz en la comisura de los labios y se fue corriendo. Dejando al francés casi petrificado.

A una distancia prudente, el par de santos dorados que estaban previamente con Kardia habían presenciado la escena. Meditaron un poco lo que acababan de ver, pero a ninguno le pareció mal, sin embargo, no sabían qué decir al respecto.

- Sabía que había algo entre esos dos- rompió el silencio Manigoldo.

- Quizá solo es la forma de Kardia de molestar a Degel- comentó el caballero de Tauro.

- De ser así, Degel lo hubiera congelado ¿no?

- Supongo. O quizá está pasmado. Solo velo- dijo haciendo un ademán con la mano y una sonrisa que indicaba que él tampoco creía lo que estaba diciendo- Aún sigue ahí parado.

- No creo que sea el caso. Míralos un poco más y verás de que hablo.

- ¿Cuánto tiempo llevas observándolos?

- No lo sé, pero ese fue el efecto del incendio que comencé hace como un mes- dijo riendo. Después de todo, sabía que aún era algo pronto para ese par, sin embargo, sabía que en algún punto, esos dos clarificarían la duda.

Notas finales:

Muchas gracias por leer y comentar.
Siendo sincera, en realidad son 3 capítulos en uno...así ¿Fin?


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