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Una decisión de adultos por Neko_Elle

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Notas del capitulo:

Hola! lamento la espera. Surgieron muchas cosas en la semana. En fin, les dejo leer.

Elección sin resolución.

 

Kardia se retiró pensativo, lo que sea que Degel fuera a decirle, parecía serio, así que no pudo evitar darle vueltas por unos momentos. Se sentó unos minutos en las puertas de su templo, para poder contemplar las estrellas. Era una noche calurosa y no solo por lo que había hecho recién con Degel. La brisa en donde estaba era muy agradable, aunque sabía que era mejor irse a dormir, en vista de lo cansado que estaba, pero las palabras del santo de acuario aun lo tenían pensativo.

El santo de escorpio sabía la opinión de Degel, porque se la había dicho tiempo atrás. “Tal vez sea sobre eso” pensó. Durante una de sus tantas faenas, el santo de acuario le había revelado que toda esa pasión que el escorpión poseía, era algo que necesitaba ser contenido, para así evitarle al griego ser consumido por la misma y que no estaba muy a gusto con algo tan informal. Aunque por supuesto, Kardia no estaba del todo de acuerdo con esta forma de pensar, él quería que las cosas fueran en sus propios términos. El problema era, que Degel también.

Lo curioso de todo es que para Degel, Kardia era con quien sentía que podía ser más él mismo que con nadie. Y lo mismo iba para Kardia. Salió de sus pensamientos y se dirigió al interior de su casa, para llegar así a su dormitorio. Ya se enteraría de lo que fuera que Degel tuviera que decirle, la siguiente noche, por lo que no tenía caso pensar tanto en ello. Estaba consciente de que cuando Aldebarán había tenido aquella “charla” con ellos, había comprendido el lío en que había metido a Degel, sin embargo, no le incomodaba para nada la idea de seguir haciendo esas cosas con el santo de acuario.

-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o

La tarde pasó increíblemente lenta para ambos muchachos. Degel había bajado al pueblo en algún punto del día para recoger su encargo y luego subió de nueva cuenta a su templo. Lo hizo de forma tan sigilosa que el escorpión dorado no se percató de este movimiento. Y de igual forma, sin que se percatara, dejó una canasta en la habitación del griego, no solo con aquel “encargo” sino, con una nota que le solicitaba hacer algunos preparativos que necesitarían para más tarde. Luego de eso, el santo de acuario regresó a su templo.

 

Pasaron alrededor de dos o tres horas y Degel volvió a bajar al templo de escorpio. Obviamente tuvo que cruzar por las casas de Capricornio y Sagitario, cuyos dueños lo observaron con curiosidad, ya que no era tan común verlo moverse tantas veces el mismo día, si no era por alguna orden del patriarca. En tal caso, era más común saludar a Kardia que sí solía vagar y holgazanear de una casa a otra. Sin embargo, pese a ello, no mencionaron nada al respecto. Aunque claro, no pudo evitar sentir que Sísifos lo observaba con algo similar a la preocupación.

Cuando llegó finalmente al templo de escorpio, se dirigió a la habitación de Kardia. La puerta estaba abierta, como cuando dejó aquella canasta, así que entró. Para su sorpresa, Kardia había salido. Por un momento meditó que, pese a todo, quizá él estaba más interesado en su “promesa” que el escorpión mismo. Sacudió su cabeza, tratando de alejar ese pensamiento de su cabeza. Luego de algún tiempo, vio al santo de escorpio aparecerse en el marco de la puerta.

-       ¿Esperaste mucho? - inquirió con una sonrisa de lado. Muy sensual, en opinión de Degel. Mientras colocaba el yelmo de su armadura en una mesa.

-       ¿Por qué estás mojado? - preguntó Degel, no estando seguro si era bueno saber los detalles.

-       El estúpido de Manigoldo me arrojó al río – comentó, quitando los guardabrazos y los codales de su armadura- Supongo que hablaba en serio con su amenaza de hace años.

Degel bufó ante eso. Algo había escuchado hace un par de años. No tardó en acercarse a Kardia y comenzó a ayudarle a retirar las hombreras y el peto de su armadura. El griego arqueó una ceja y se sintió nervioso. ¿Era eso lo que él creía que era? Pronto, el nerviosismo abrió paso a la emoción. Cuando finalmente, Degel le despojó de aquella prenda, casi pudo sentir que era devorado con la mirada que muchos calificarían como “fría” sin embargo, Kardia alcanzaba a ver aquello que los demás no. Y eso le gustaba.

-       ¿Degel? - le llamó.

-       Llegó el encargo que hice- anunció- ¿Leíste mi nota?

Kardia sonrió, para después asentir y unir sus labios con los de Degel. Pronto sintió las manos inquietas del francés, recorrer sus ropas húmedas y algunas zonas de piel.

-       Hice lo que me pediste – comentó entre besos, con algo de vergüenza- Pero aun no entiendo para qué es lo que encargaste.

-       Lo sabrás pronto- comentó sin darle ninguna pista.

Degel volvió a unir sus labios con los de Kardia y comenzó a desabrochar el cinto y el faldaje de la armadura de su compañero. El griego, a su vez, se deshizo del peto que obstruía el contacto con la piel del santo de acuario e igual de veloz, se deshizo del faldaje ajeno. Así, fueron desprendiéndose de sus armaduras entre sí. Ambos sabían que podían quitárselas de inmediato, sin embargo, sintieron más excitante ese juego en el que se desvestían el uno al otro.

Pronto, Degel le fue guiando hasta la cama, donde le empujó a sentarse, para después hincarse con una sola rodilla en el suelo y poder así, deshacerse de los quijotes, las rodilleras, las grebas y escarpes de las piernas. Para Kardia, resultaba realmente excitante ser despojado de sus ropas por el santo de acuario; y más aún, al sentir las caricias “accidentales” que el francés le prodigaba cada vez que una de las prendas que lo cubría, era desprendida. Degel se deshizo de las prendas que le faltaba, con suma celeridad. Pronto, estaban únicamente usando sus pantalones y ya era notoria la excitación en ellos.

-       ¿Hoy no habrá grilletes de hielo? – le molestó Kardia. Degel sonrió de lado, negando con la cabeza- Qué lástima, fue excitante- le susurró.

Sin perder tiempo, el de hebras azuladas se quitó la camisa de tela, que se apegaba a su piel húmeda, dejando al descubierto su pecho que subía y bajaba velozmente. La excitación de saber lo que ocurría era tal, que le era difícil controlarse. Degel no le dio oportunidad a reclamarle sobre lo mucho que estaba tardando, ahí, hincado como estaba, se estiró e impulsó para volver a hacer presa la boca de Kardia. Le acarició la cara interior de los muslos con el pulgar, sabiendo que era una zona erógena para el escorpión. Después, le arrebató el pantalón antes de que el griego pudiera descifrar cómo lo había hecho tan rápido. Para proseguir, con un beso en la cara interior del muslo, muy cerca de la base que se unía con su cadera. Le mordisqueó y chupó, dejando varias marcas por la zona. Quería dejar en claro que le pertenecía.

Se incorporó un poco y se posicionó casi como un depredador sobre él, pero el griego no se intimidó, ni retrocedió de algún modo. Se mantenía observándolo con una mirada intensa y casi hipnótica, invitándolo a acercarse con algo de tiento o podría ser él quien terminara siendo devorado. Ambos estaban en una especie de lucha de poder. Pronto, Degel unió sus labios una vez más con los de Kardia, ninguno de los dos podía resistir al otro. Luego, el griego hizo un movimiento veloz y terminó recostando a Acuario, para después sentarse sobre su cadera y comenzar a rozarse.

Degel sabía que muchas de las acciones que estaba tomando Kardia, eran deliciosas e instintivas, así que le permitió tener el control por algunos minutos. Sin embargo, no demasiado, después de todo, llevaba planeando esa experiencia por mucho tiempo. El francés se incorporó y escurrió de tal forma en que pudo quedar sentado de nueva cuenta y de tal manera en que le dio la posibilidad de así mediar el ritmo de Kardia.

Para molestia de Kardia, Degel seguía mostrándose muy calmado. Demasiado para su gusto. Pero entonces, se percató de algo: parecía ser que tenía algo en sus manos. Se sintió molesto, incluso casi ofendido. No obstante, sintió algo viscoso en su piel, específicamente en sus glúteos, por lo que dio un respingo.

-       Si no hago esto, no podrás moverte probablemente en algunos días- dijo, contestando a la pregunta que el griego no formuló.

-       ¿Qué es…? - ni siquiera pudo terminar su pregunta, la sensación era muy rara, en especial porque Degel estaba masajeando su botón por fuera con movimientos circulares. Los movimientos eran torpes, pese a que trataba de mostrarse confiado, así que no comentó al respecto. Aunque eso no evitaba que quisiera saber más sobre las acciones de su compañero.

-       Aloe vera o también conocida como Sábila – le respondió – Es una planta muy útil. Leí en algún lugar que es un buen lubricante y no tiene un aroma desagradable.

-       …- no supo que decir, pero su expresión confundida, le indicó a Degel que debía explicarle un poco más. Cosa que el santo de acuario disfrutaba. Le colocó un poco de aquel gel proveniente de esa planta en las manos, aprovechando para acariciarlas en el proceso. Kardia palpó la textura viscosa con sus dedos.

-       Los hombres no tenemos un lubricante natural en esta zona, como en el caso de las mujeres. Así que se necesita un poco de ayuda extra para hacer esto más placentero- dijo insertando la punta de su dedo, Kardia cerró uno de sus ojos ante la sensación. Comprendiendo el uso que Degel planeaba darle a esa planta.

-       Es…extraño- su rostro comenzó a enrojecerse – Y se siente baboso…

-       ¿Ves que fácil ha entrado? – le dijo, ignorando el último comentario.

Kardia se prendó una vez más de los labios de Degel, la sensación era extraña, no podía decir que doliera en realidad, pero sentía que, si se forzaba un poco más la zona, un dolor le invadiría pronto. No podía decir que era placentero tampoco, como se supone, debía ser.

-       Pronto se sentirá bien. Solo debo encontrar el punto adecuado…

Degel se tomó su tiempo para ir introduciendo más y más su dedo, con movimientos circulares. Sabía que sus dedos eran gruesos y masculinos, así que debía tener cuidado si no quería que el santo de escorpio quedara incapacitado para la lucha por algunos días. Mientras tanto, las manos hiperactivas de Kardia se estaban encargando de masajear ambos miembros y friccionarlos juntos. Degel lo permitió, ya que le tomaría un tiempo dilatar la entrada de Kardia, así que no importaba mucho si culminaban una vez. Él se encargaría de hacer las cosas de manera tal, que en tiempo pudieran volver a excitarse de nuevo y se encargaría de hacer sentir mejor a Kardia.

De solo pensar en la sensación que obtendría de Kardia al mostrarle lo que vendría después y al sentir los esponjosos labios del griego cerrarse en su cuello para hacer una de sus ya conocidas marcas, fue suficiente para hacerlo terminar antes. Algunos minutos más tarde, el escorpión le alcanzó en el momento en que introdujo su dedo un poco más profundo, como unos dos o tres centímetros y entonces, sintió el cuerpo tensarse y escuchó su garganta liberar un sonido peculiar, pero deleitante.

-       Ahí- fue lo único que pudo vocalizar el griego mientras se abrazaba con fuerza al cuerpo de Degel y comenzaba a rozarse completamente con él. Necesitaba ampliar el contacto.

-       ¿Aquí? - se aseguró, sabiéndolo de antemano. Solo quería volver a provocar la misma reacción en el escorpión - ¿Te gusta? – presionó.

Kardia poseía un cuerpo sumamente sensible y el francés lo sabía. Un cuerpo lascivo. Jadeó un poco en la oreja de su compañero y respiró su aroma, que le resultaba tranquilizador. Aunque le pareció extraño, incluso la piel de Degel se sentía un poco más tibia que de costumbre, sin embargo, no era para nada desagradable. Degel también hundió su nariz en la curvatura del cuello de Kardia, mientras continuaba con su tarea de dilatar su entrada y localizar los puntos más erógenos en él.

Pasaron varios minutos acariciándose y besándose. Kardia podía sentir los hombros de Degel en un abrazo fresco que le envolvía y evitaba que su temperatura subiera demasiado. El guardián de la onceava casa, por su parte, sentía cómo Kardia aprovechaba cada instante para tratar de conocer su cuerpo y sus reacciones, aunque no lo pareciera a simple vista, el muchacho estaba interesado no solo en sentirse bien, sino en hacerlo sentir bien también a él. Ya había pasado alrededor de media hora, la entrada de Kardia estaba lo suficientemente dilatada y lubricada, gracias a los movimientos que había hecho con sus dedos. Sus miembros también estaban despertando orgullosamente, una vez más. Entonces, el escorpión sintió cómo Degel colocaba en sus manos un poco más de ese gel.

-       Pónmelo- le pidió Degel. Kardia comprendió de inmediato y volvió a tomar aquel trozo de carne entre sus manos, impregnándolo de aquella viscosa sustancia que sentía también en su botón. Le llenaba completamente cada centímetro de piel e incluso enredaba sus dedos entre el vello de su compañero, jugueteando con toda su extensión, sintiendo la textura, las venas y velocidades que lo conformaban.

El aroma que rodeaba el lugar era a ellos: piel, sudor, sábila y semen. Los dedos de Degel habían hecho un gran trabajo en su interior, cada tanto sentía que tocaba un punto tan glorioso que sentía que era una especie de muerte, puesto sus sentidos se nublaban para abrir paso a una sola sensación: el placer. Ciertamente, aun había dolor presente, que no notaba demasiado, puesto las otras percepciones llenaban sus sentidos. Sin embargo, Degel se había encargado de que fuera la menor cantidad de dolor posible dentro de sus inexpertas manos, debido a las distracciones que había creado. Pronto, el santo de acuario sujetó la cadera de Kardia.

-       ¿Estás listo? - Kardia bufó ante la pregunta de Degel, quien lo observó directamente - ¿Qué es tan gracioso? - inquirió con molestia.

-       Creo que hablas más conmigo haciendo esta clase de cosas, que en otros momentos.

-       Cállate- le dio un beso breve- Levanta la cadera- siguió instruyéndole.

El dueño de los ojos de apatita hizo tal cual el francés le pidió. Sintió las frescas manos guiarle para comenzar a insertarse en él. La entrada del miembro del francés provocó un dolor considerable en Kardia, su rostro se contrajo y su respiración se agitó inevitablemente. Degel también sintió una cierta y dolorosa presión. Pese a la previa labor de dilatación, aun causaba cierta molestia, sin embargo, gracias a la viscosidad de aquella planta que usaron como lubricante, ingresó sin dificultad. Debían aun acostumbrarse el uno al otro.

Kardia no pudo decir palabra, pero era evidente para Degel que no era el momento indicado para moverse. Y al juzgar por el peso que sentía en sus muslos, quizá le sería imposible a Kardia moverse por su cuenta. El cuerpo del muchacho estaba temblando. El escorpión echó hacia atrás su cabeza y suspiró, tratando de acostumbrarse. La expresión era tal que Degel no pudo mantener más su temple. Con un movimiento veloz y algo brusco, hizo que Kardia terminara con su espalda recargada en la cama. Pasó las piernas largas y flexibles por encima de sus hombros, haciéndose de más espacio y permaneció así, encajado en él, hasta que sintió la respiración ajena facilitarse un poco. La posición ayudaba un poco.

-       Comenzaré a moverme, como te enseñé ayer- le susurró, mientras iniciaba con un vaivén. Los sonidos húmedos permanecieron inundando el lugar y los aromas se entremezclaban, creando un aura estimulante para ambos.

Kardia sujetó con todas sus fuerzas las sabanas. La fricción en aquella zona era muy diferente a lo que había imaginado. Degel besó su frente y Kardia aprovechó el momento para abrazarse al cuello de su compañero. Deslizó una de sus piernas por debajo del hombro de Degel, no porque le doliera mantenerla en esa posición, sino porque se le antojó morderle el hombro. Encajó sus uñas con fuerza en la ancha espalda de su compañero mientras jadeaba. El francés había comenzado nuevamente a rozar aquella zona en su interior.

Quiso mover su cadera con él, pero de momento, le resultaba imposible. Solo podía sentir el miembro de Degel entrar y salir, y sus testículos chocar con los suyos. Ocasionalmente buscaban sus bocas, pero su inexperiencia les impedía poder concentrarse adecuadamente en mantener el beso, ya que las nuevas sensaciones que estaban experimentando, eran tales, que eclipsaban cualquier otra sensación. Kardia terminó primero entre ambos cuando Degel rozó de una nueva forma aquel punto que le enloquecía, su cuerpo se estremeció y se contrajo, ciñendo así el miembro hinchado de su compañero.

Degel, pudo tolerar solo unas cuantas embestidas más, luego, extrajo su miembro y culminó en el estómago de Kardia. La expresión en el rostro del guardián de la octava casa le indicaba que se encontraba en un estado de seminconsciencia y que terminaría perdiéndose en el sueño pronto. Le observó cerrar los ojos poco a poco y depositó un beso en sus labios. Luego, pegó su frente a la de su compañero, no tenía fiebre ya que se había encargado la mayor parte del tiempo en mantener el lugar con un aura fría.

Se levantó muy a su pesar, tomó un paño y un plato hondo con agua y comenzó a limpiar el cuerpo de su compañero que yacía inconsciente. Con cuidado fue removiendo todo rastro de sábila, saliva, semen y sudor. Hasta que quedó limpio. Abrió una ventana, permitiendo a la habitación orearse. Estuvo por regresar a su templo, pero estaba en realidad muy cansado, por lo que volver a colocarse la armadura y subir todos esos escalones parecía una tarea exhaustiva. Se recostó junto a Kardia y pronto sintió al muchacho apegarse a él. Con delicadeza, depositó un beso en sus labios y acarició su paladar con su lengua, disfrutando de ellos. Sabía que no sería buena idea continuar, ya que acababa de asearlo y asearse, sin embargo, no pudo evitarlo.

Giró a su compañero para dejarlo de lado, al igual que el día anterior. Sin embargo, se limitó a repartir besos en su nuca y a abrazarlo, aspirando el aroma que tanto le gustaba. No paraba de pensar en lo que tenía que decirle, pero sabía que no podía evitarlo, así que decidió disfrutar del momento que estaba teniendo. Si alguien hubiese visto su rostro, hubiese notado cómo se deformaba en una mueca llena de pesar. Luego de algunos minutos, se dispuso a dormir con él. Kardia, que se había percatado de todo el movimiento, se limitó a sonreír satisfecho, estaba demasiado cansado como para hacer más, así que solo se permitió ser envuelto por el fresco abrazo del de hebras verdosas.

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A la mañana siguiente, el primero en despertar fue Kardia. Observó las facciones tranquilas de Degel y sintió la necesidad de despertarlo turbiamente, sonrió pícaro, pero se contuvo. No quería arruinar lo que habían vivido hacía unas horas en esa misma cama. Comenzó a acariciar el cuerpo de acuario y a besarle, repartiendo marcas y formando con ellas el símbolo de escorpio, despertándolo en el proceso. Degel bufó, esas marcas lucían muy severas, aun no estaba seguro de cómo hacía Kardia para que tuvieran una tonalidad tan alarmante, pero no le desagradaba. Se dieron los buenos días y quisieron prepararse para iniciar su día.

Degel se sentó en la cama y comenzó a vestirse. Kardia sentía dolor en el cuerpo, así que prefirió permanecer recostado un poco más.

-       Ahora entiendo para qué querías la sábila- dijo, apenas logrando sentarse.

-       ¿Cómo está tu cuerpo? - preguntó intrigado, acercándose con la camisa del escorpión.

-       Me duele un poco, pero creo que sí puedo moverme- comentó acercándose a la orilla de la cama.

Degel le ayudó a ponerse la camisa, cosa que en un inicio permitió Kardia, pero poco después agregó:

-       Me agrada más cuando me ayudas a desvestirme- una sonrisa ladina acompañó el comentario, pero el tono en que lo hizo, le dio al francés pista de que era un gesto no grato. Degel negó con la cabeza y le lanzó los pantalones.

-       Será mejor que te pongas el resto tu solo.

Kardia había hecho el comentario a propósito. No le gustaba que lo ayudara a vestirse, le hacía recordar aquellos desagradables años que estuvo en aquel sanatorio. Así que se vistió, hizo algunos estiramientos con más dificultad que de costumbre y finalmente se preparó para que desayunaran.

-       Será mejor que desayunemos aquí.

-       Ni hablar, aunque ha sido grandioso, no quiero pasar tanto tiempo encerrado en mi habitación. Salgamos a otro lugar- dijo el muchacho tomando una manzana.

-       Entonces vayamos a mi templo a comer.

-       ¿El señor privacidad invitándome por sí mismo a su templo? – jugó - ¿Cómo rechazar una invitación tan cordial y calidad? – dijo con sarcasmo, pero se le notaba contento.

Salieron del templo de escorpio y se dirigieron juntos hasta la casa de acuario. Sísifos observó a ambos muchachos de la misma manera que había observado a Degel el día anterior: preocupación. Aunque las armaduras tapaban las marcas, notó que había pasado algo. La cercanía de ambos al caminar y la manera en que el santo de escorpio parecía caminar ligeramente más lento y se movía un poco menos que de costumbre. Además, el aura entre ellos simplemente era distinta. Cuando cruzaron por el territorio de El Cid, también notó algo.

-       Kardia- le llamó. Kardia volteó a verlo, expectante por lo que fuera a decirle, ya que de por sí, El Cid era un hombre de pocas palabras, pero ninguna relevante llegó. Degel se mostró impasible – Olvídalo- dijo alejándose de ellos y permitiéndoles el paso libre por su casa.

-       Eso fue raro- comentó Kardia viendo la espalda de El Cid, sin embargo, no mostró interés en querer saber más.

Finalmente llegaron al templo del santo de acuario. Las doncellas se apuraron a preparar el desayuno para ambos, todas notaron un algo distinto, aunque no lograron detectar bien qué. No les pareció raro verlos llegar juntos ya que a menudo, veían esa escena, debido a lo social que era el santo de escorpio.

Tomaron su desayuno con calma, se sentían a gusto el uno con el otro. Sin embargo, ambos estaban más callados que de costumbre. Usualmente Kardia era el que hablaba más, pero en esta ocasión, incluso él estaba menos parlanchín. Era como si tuvieran mucho que decir y al mismo tiempo nada. El ambiente se volvió tenso de un momento a otro. Degel tomó unlibro que tenía a la mano y comenzó a hojearlo, en tanto el griego observaba con molestia. Las situaciones así fastidiaban a Kardia, así que decidió romper el silencio con un mazo.

-       Si tienes algo que decir, Degel. Dilo- pidió directo. Cualquier otro, hubiera pensado que Degel solo quería un momento de paz y estar en silencio, pero no Kardia. Sabía que algo tenía que decirle el santo de acuario, no solo por su advertencia de hace dos días, sino por la forma en que lo veía ocasionalmente.

-       Debemos terminar esto- anunció directamente. Si algo había aprendido, era que, con Kardia, no funcionaban los rodeos.

-       ¿Esto? - inquirió, comprendiendo la situación.

-       Sí. Cumplí mi promesa, y no es como cuando éramos unos niños de 13 años, a diferencia de ese entonces, ya no eres un niño que peca de ignorante- dijo cerrando el libro que fingía leer y volteando a verlo.

-       ¡Pff! – bufó para después romper en carcajadas - Así que ¿pecaba de ignorante? ¿Entonces tú qué? - le señaló con el tenedor.

-       Ahora somos santos dorados, Kardia- prosiguió Degel ignorándolo, casi como si estuviera recitando un discurso que había memorizado- No podemos dejar que este tipo de cosas interfieran con nuestro deber. Creo que El Cid y…

-       ¿Cómo podría interferir? – interrumpió. Lo cierto era que Kardia no veía ningún problema en realidad. Pero sí se sentía enojado.

-       Lo hará- afirmó. Pensando no solo en la carga que podía generar en sus cuerpos, sino también, en su juicio durante la guerra- Así que terminemos esto.

-       Bien- accedió sin problema, con un tono entre sarcástico y sincero. No fue fácil de interpretar, tomando por sorpresa a Degel. Sin embargo, el santo de acuario, no cambió su expresión facial- Eso significa que puedo buscar a quien yo quiera. Incluso una prostituta ¿no? - dijo con una sonrisa bellaca.

-       Si así lo deseas, sí - dijo muy a su pesar, por lo que no pudo evitar agregar algo más- Sin embargo, no creo que…- fue interrumpido.

-       ¿Qué no el objetivo de todo esto, esperar y las “clases privadas”, era que te preocupaba mi salud? - subió la voz.

-       …- No pudo contestarle. Quiso tomar una postura calmada y madura, permitiendo que la llamarada que era Kardia explotara como siempre, quemando el oxígeno a su alrededor y ahogándose por su propia cuenta.

-       ¡Qué estupidez! – exclamó. Sin embargo, no explotó de la forma que Degel esperaba - Entiendo, entiendo. No estoy siendo “justo” contigo- declaró.

-       …- Siguió sin contestar, esta nueva forma de ira que estaba presentándole Kardia era distinta e inesperada. Seguía siendo intensa, pasional y llena de un fuego interno indescriptible, sin embargo, diferente. Controlada.

-       Pero aclárame algo ¿Qué fue todo esto? - rio - ¿Tu forma de ser caritativo con un niño moribundo? - Degel no pudo evitar deglutir, esa pregunta fue como un pinchazo.

-       Eso no es… - trató de intervenir por primera vez.

-       Qué pérdida de tiempo, Degel- espetó en un volumen de voz normal, sin embargo, mordaz- Pero está bien. Respetaré tus deseos- anunció con una expresión que Degel no conocía- Solo no finjas que todo fue por una causa noble.  

-       …- Decidió apegarse a su estrategia y permitirle decir todo lo que tuviera que decir. Sin embargo, ya no dijo nada más. Le confrontó con la mirada. Empero, había notado que los ojos de Kardia, pese a ser siempre pasionales, por primera vez lucían como cristal. Ya no reflejaban nada para él.

 

Ninguno de los dos agregó nada más a la conversación. ¿Qué más podrían haber dicho? Si Degel decía algo más, no solo no le creería Kardia, sino que también revelaría que estaba terminando con todo muy a su pesar. La existencia de Kardia en sí misma, provocaba una fuerza de atracción irresistible para él. ¿Cómo se supone que evite sentir y cumplir su deber, si quien lo hace sentir más que nadie, le hace tener presente aquello que debe olvidar o reprimir? Comprendió inmediatamente que Kardia tenía razón, afirmar esto, volvía de alguna forma “falso” el motivo por el que decidió iniciar aquel “juego”.

El santo de escorpio, quería sentirlo todo, sin importar que tan placentero o doloroso pudiera ser. Para él, dejarse llevar por sus emociones, era su forma de vivir y también, las emociones que provocara en los otros, el impacto que ejerciera, era su forma de dejar su huella en el mundo. Un hombre muy egoísta en opinión de Degel. Un hombre siempre centrado en poner sus necesidades y emociones por encima de todo y todos los demás. Sin embargo, por como estaba la situación, no era muy diferente de él y ese era precisamente el problema.

El santo de escorpio se puso de pie, robó un pan tostado del plato de Degel y se lo llevó a la boca.

-       Bueno, nos veremos. Fue divertido mientras duró- comentó finalmente dirigiéndose a la salida. Degel sintió el impulso de detenerse, pero se contuvo.

Cuando Kardia se retiró, Degel sintió una punzada en el estómago. ¿Desde cuándo el santo de escorpio era tan controlado? Esperaba más gritos e incluso una pelea a golpes por cualquier razón que a la que Kardia pudiera darle sentido para hacerlo. Pero nada de eso llegó. En su lugar, lo que había era tan similar y perturbante como la indiferencia.

 Continuará....

Notas finales:

Gracias por leer y comentar!

Espero que este cap les haya entretenido.

Nos leeremos en el siguiente!


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