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Las apariencias engañan por Verdadero98

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LAS APARIENCIAS ENGAÑAN

PARTE 2

-Ese te queda perfecto-. Natsuki sonrió ante el halago de su novia. -¿Te lo quedas?-. Llevaba 2 horas midiéndose trajes para su boda, y ese, ese le llenó el ojo a ambas.

-Me lo quedo-. Era un traje negro, con chaleco azul marino y corbata plateada. -¿Quieres que me quite los piercings ese día?-. Preguntó mientras entraba al vestidor.

-Quiero que vayas como te sientas cómoda-. Kuga volvió a sonreír, bueno, sonreía mucho estando con Shizuru. Se colocó su jeans, playera, botas y chaqueta.

-Eres un amor-. Al salir del vestidor le entregó el traje a la empleada para que lo llevaran a caja. La primera vez que entró ahí los trabajadores habían creído que iba a asaltarles, pero su apellido hacía magia en casi todas las tiendas. Una magia que los Fujino estaban decididos a repeler a cualquier precio por tercos.

El vestido de Shizuru ya lo tenían desde hace una semana, conseguir el traje de Natsuki era uno de los últimos detalles que les faltaban por arreglar para su boda.

-¿Tus padres siguen negados a asistir?-. Pagó la ropa con su tarjeta de crédito ilimitada.

-Siguen negados a que me case con una "muerta de hambre"-. No pudo evitar reírse.

-Llevamos cinco años saliendo, ¿y aún no saben quién soy?-. Siempre se le había hecho extraño que los Fujino no le investigaran, también le extrañaba que casualmente no vieran ninguna de las noticias, revistas, entrevistas, eventos y conferencias en las cuales participaba, pero si a ellos no les importaba, ella no aclararía la confusión.

-Ya vez como se pusieron cuando les pediste mi mano-.

Porque sí, Natsuki había cumplido con ir a pedir la mano de su novia, por supuesto los Fujino no lo tomaron exactamente bien…

-¡NO!-. Gritó el señor Fujino. -¡Ni en un millón de años!-. Casi casi se le salían los ojos del coraje.

-Enojarse le resta años de vida suegrito-. Pero Natsuki tenía el don de la paciencia.

-¡MALDITA DELINCUENTE!-. Como escupía al gritar, la oji-verde quedó salpicada, las Fujino hicieron una mueca de asco. -¡LÁRGATE!-. Pero Kuga solo se limpió y siguió firme en su lugar.

-Facilite las cosas y denos su bendición viejo-. Terminó de desquiciar al señor.

-¡ESTAS LOCA!-.

Shizuru solo observaba como su padre quería aventar a Natsuki por la ventana. No interfirió porque ella trataba con su madre.

-¿¡Como que casarte con esa cosa!?-. Señaló a la oji-verde, quien se reía mientras su suegro la zarandeaba como muñeca de trapo.

-En su defensa, ella se ve más decente que papá ahora-. Él estaba completamente histérico.

-¿Qué harías con ella? ¿¡MANTENERLA TODA SU VIDA!?-. Los Fujino omitían que Natsuki estaba a punto de terminar su ingeniería. -¿¡Quién contrataría a alguien llena de piercings y tatuajes!?-. Para empezar, ella ya tenía trabajo seguro en su propia empresa. -¿¡QUIÉN CONTRATARÍA A ESA DELINCUENTE!?-. Medio país lo haría…

Pero los Fujino seguían ignorando que los Kuga eran más ricos que ellos. Alucinaban tanto a Natsuki por su apariencia que no veían lo obvio para todo el mundo.

Como que era hija de empresarios.

Con un futuro prometedor en la ingeniería.

Y campeona internacional de carreras de motocross.

-¡No tiene futuro!

-Madre… -.

Fujino Corp. se dedicaba a la industria textil y a la industria turística. Sin embargo, Kruger Inc. era el dueño absoluto de la industria automotriz y el área tecnológica.

Y la segunda tenía mucho más carisma.

Por eso en el ranking de empresas la familia de Natsuki siempre superaba a la de Shizuru.

-¡Solo pasea en su motocicleta todo el día!-.

-Es parte de su trabajo-. Justificó Shizuru. La oji-verde era quien probaba las motocicletas producidas por su familia.

-¡No es no!-.

-Nos casaremos con o sin su permiso-. Declaró la castaña.

-¡No te atrevas Shizuru!-.

-Pues si me atrevo-. Caminó a la salida mostrando su anillo de compromiso.

Natsuki se separó de su suegro con facilidad. -Adiós suegritos-. Se despidió sonriendo. -¡Los esperamos en nuestra boda!-.

-¡NATSUKI KUGA!-.

-Bueno, hoy se anuncia la boda en las noticias-. Le abrió la puerta del copiloto a Shizuru. -Quiero pensar que con eso se darán cuenta-. Ya le daban pena ajena viviendo en tanta ignorancia.

Sus suegros no cabían en la sorpresa cuando salió la noticia a nivel internacional: La heredera de Fujino Corp. contraería matrimonio con la heredera de Kruger Inc. La foto de Natsuki y Shizuru cubría toda la pantalla.

¿¡Cómo que la muerta de hambre era la heredera de su principal competencia!?

Bueno, no eran competencia porque estaban en industrias distintas, pero Kruger Inc. siempre tenía mejores ingresos que ellos, hicieran lo que hicieran.

Llamaron de inmediato a Shizuru, la castaña puso el altavoz.

-¿¡CÓMO QUE HEREDERA DE KRUGER INC.!?-.

-Creo que ya se enteraron-. La oji-verde suprimió una sonrisa burlona.

-¿¡Por qué no lo dijiste antes!?-.

-Ara, nunca preguntaron en donde trabajaba Natsuki-. Lo pensó un instante. -Ni siquiera me creían que Natsuki sí tiene trabajo-.

-¿Acaso creían que me mantenía del aire?-. Preguntó divertida la oji-verde.

-…

-¿Hola?-. La castaña creyó que sus padres habían colgado. -¿Siguen ahí?-. Debía verificar, porque sí ella colgaba ellos volverían a llamar.

-Dile a los Kuga que queremos conocerlos-. Eso sí que fue una sorpresa. Con cara de intriga, volteó a ver a Natsuki.

-¿Qué podría salir mal?-. Sonrió con seguridad. -Le diré a mis padres-.

-Natsuki dice que sí-. La voz de Shizuru se ensombreció. -Pero más les vale no molestar a su familia o no vuelvo a dirigirles la palabra-. Eso era una pequeña mentirita, no planeaba de plano dejar de hablar con sus padres, pero eso ellos no tenían que saberlo. Colgó la llamada después de escucharlos suspirar a modo de afirmación.

-Sabes que igual van a reñirle a mis padres, ¿verdad?-. Estacionó su auto fuera de un lujoso local de tatuajes, tenía tal fama que era necesario hacer cita para poder ser atendido, y a veces… se necesitaba cita, para hacer la cita.

-Quiero ver al ñango de mi papá intentado reñirle al tuyo-. Ambas rieron. El señor Fujino medía 1.68 contra el 1.97 del señor Kuga, además de que incluso su esposa tenía más fuerza que él. Natsuki bajo del vehículo y le abrió la puerta a Shizuru.

-¿Segura que no te molesta esperar mientras me tatúan?-. Cuestionó antes de empujar la puerta principal.

-Segura-. No era la primera vez que le acompañaba a ese lugar.

-Por cosas así eres el amor de mi vida-. La oji-verde le acarició la mejilla antes de besarle.

Unas horas después el nuevo tatuaje de Natsuki estaba casi terminado, era un lobo en el centro de su espalda, que le aullaba a una luna en su hombro derecho. De alguna manera combinaba a la perfección con el tatuaje de su cuello y también con el que tenía en el brazo izquierdo, los tres eran muy diferentes pero en su piel parecían el conjunto idóneo.

-Y entonces, ¿ahora los Fujino dicen que quieren conocernos?-. Saeko era quien estaba tatuando a su hija, lo hacía desde que la chica tenía 17 años. -Acepto, será interesante-.

Shizuru, quien había estado leyendo en un sofá, levantó la cabeza. -Pido perdón por adelantado, por mis padres-.

Saeko dio los últimos detalles al tatuaje y volteó a ver a Shizuru con una sonrisa de esas que solo los Kuga tenían. -No te preocupes querida-. Regresó su atención a su hija para asegurarse de limpiar adecuadamente el área. -A diferencia de Natsuki, tú eres un amor-.

-¡Oye! ¡Estoy aquí!-. Cuando su madre terminó el trabajo, se sentó, no se molestó en ponerse la playera, total, las dos mujeres ahí presentes le conocían mejor que nadie. -¿Crees que papá acepte?-.

-¿Aceptar qué?-. El señor Kuga iba entrando al local, llevaba una bolsa de papitas a medio comer y no se extrañó al ver a Natsuki sin playera. -Uy uy, nuevo tatuaje, déjame ver-. La oji-verde se volteó para enseñarle su espalda a su papá.

-Aceptar conocer a los padres de Shizuru-. Contestó sin pena por estar medio desnuda, total, los tres eran su familia… siempre daba esa excusa, Natsuki simplemente no aceptaba que era una desvergonzada.

La castaña volvió a pedir disculpas por adelantado.

Le explicaron la situación al señor.

-Acepto-. Mordió una papita evitando que su hija le quitará la bolsa. -¿Qué podría salir mal?-.

-Los Kuga son igualitos. Natsuki dijo lo mismo-. Bastaba con verlos para saber que la oji-verde era una copia de su papá. Sonreían del mismo modo desvergonzado, tenían la misma mirada cristalina y los mismos gustos para casi todo.

-Me consta querida, mira esto-. Saeko se acercó a un mini refrigerador, sacando dos cervezas. -¡Cerveza!-.

-¿¡Dónde!?-. Y tanto Natsuki como su papá voltearon de inmediato con expresiones soñadoras. Saeko y Shizuru rieron con ganas.

Dos días después los Fujino, con Shizuru incluida, estaban en un lujoso restaurante. Ellos no sabían que el lugar les pertenecía a los Kuga, pero tampoco era necesario que lo supieran o pensarían que iban a intentar envenenarlos. A la castaña le pareció un Déjà vu de la primera vez que sus padres vieron a Natsuki, sobre todo porque estaba segura de que los Kuga no irían de gala a un lugar que no fuera su empresa, a excepción quizá de Saeko.

La primera en entrar fue Natsuki, iba vestida como siempre, con jeans, botas y chaqueta de motocross; tras ella entraron sus padres, el señor Kuga vestía jeans, playera negra, chaqueta de cuero y lentes oscuros, al quitárselos revelo sus piercings y su mirada "intimidante"; Saeko, tal como pensó Shizuru, era la única que iba con ropa de gala, y se veía fabulosa.

Los tres saludaron educadamente y tomaron asiento.

El señor Kuga les resultó intimidante, una versión de delincuente andante tan "amenazante" como Natsuki, pero a Saeko, quien no lucía ni piercings ni tatuajes, le vieron como un oasis en el desierto, les brillaban los ojos al contemplarle, como si fuese la esperanza hecha mujer.

-No saben que tu madre nos tatúa y perfora, ¿cierto?-. Le susurró a Natsuki.

-No tienen ni idea-. Contestó antes de beber un poco de agua. -¿Tú tienes el corazón para decírselos? Porque yo no-.

-Como verán, ellos son la familia de Natsuki, y los dueños de Kruger Inc.-. Shizuru sonrió al decirlo, sabía que sus padres aun no terminaban de creer que los Kuga eran empresarios, los mejores de hecho.

Y aunque ya se habían presentado, el señor Kuga volvió a hacerlo. -Katashi Kuga, presidente de Kruger Inc., un placer conocerlos-. Era difícil creer que ese hombre fuese el empresario número uno de Japón, lucía tan relajado que era simplemente imposible según los Fujino.

-Y he de suponer que su esposa es la vice-presidenta-. Comentó Fujino, pues en su empresa, donde él era el presidente, la madre de Shizuru llevaba el cargo de vice-presidenta.

-Oh no, se equivoca, soy accionista de la empresa, pero me dedico a hacer tatuajes y perforaciones-. Casi se les cayó la mandíbula, su oasis se secó de golpe. Incrédulos, con una pregunta muda, señalaron a los Kuga.

-Sí, ella hace los tatuajes de mi Natsuki y su papá. ¿Son geniales, no?-. A la castaña le parecían obras de arte, pero por los rostros de sus padres sabía que ellos lo veían casi como pecado, se preguntó que habrían dicho si supiesen que incluso ella tenía un tatuaje hecho por Saeko, estaba en su espalda baja.

-Natsuki es la vice-presidenta de Kruger Inc. -. Katashi le dio una palmada en la espalda, estaba muy orgulloso de su heredera.

Su asombro les hacía olvidar las cortesías, pero al menos no le estaban gritando a la oji-verde como era costumbre.

-Pero… ¿Qué no se dedicaba a las motocicletas?-. ¿Qué no le vieron llena de lodo tantas veces por eso? Se preguntaban confundidos.

-Es campeona internacional de Motocross-. Mencionó Shizuru con orgullo, su oji-verde era una leyenda en las competencias.

-¿Y dónde queda la escuela?-.

-Ingeniería automotriz, primer lugar de su generación-. Respondió Saeko tan orgullosa de Natsuki como lo estaban Katashi y Shizuru.

Los Fujino seguían con expresión de asombro. -¿Por qué no lo dijiste antes?-. Cuestionaron a la oji-verde, quien no había necesitado decir nada para que sus logros salieran a relucir.

Natsuki se encogió de hombros, despreocupada. -Nunca me lo preguntaron-. Sonrió con cierto matiz burlón. -Desde el primer día creyeron que era una delincuente muerta de hambre que quería robar la inocencia de Shizuru-. Puso la mano en su barbilla, pensativa. -Aunque yo no le robé nada, ella me la entregó-. Le dio un tono sexual a la oración, aunque era una mentira, Shizuru aún era tan virgen como cuando nació, pero…

-¡MALDITA DELINCUENTE!-. El señor Fujino no lo sabía así que se pasó por encima de la mesa y comenzó a zarandear a Natsuki, ella solo reía.

-¡PAPÁ!-. El grito le hizo reaccionar y darse cuenta de la mirada de Katashi, se puso pálido, lentamente soltó a Natsuki, creyendo que aquel gigante iba a matarlo ahí mismo, sin embargo, el señor Kuga se echó a reír.

-Era cierto que te gritan "Maldita delincuente"-. Saeko también reía.

-Se los dije-. Respondió la oji-verde.

-Tienen suerte de que los Kuga sean como son-. Medio regañó a sus padres, quienes estaban totalmente avergonzados. -¿Irán a la boda?-. Alzó una ceja, retándolos a que se negaran después de haber hecho el ridículo.

-Sí-. Respondieron apenados.

-Perfecto-. Shizuru sonrió.

-¿Eso significa que nos darás tu bendición viejo?-.

-Paso a paso Kuga, paso a paso-. Al menos ya lo estaban considerando.

-Llegaran a adorarme-. Les guiñó un ojo, convencida de lograrlo.

Cuando llegó el día de la boda, necesitaron de mucha seguridad para evitar que se colaran los periodistas, porque ya tenían suficientes en su lista de invitados, después de todo, no todos los días contraían matrimonio dos ricas y bellas herederas. En el lugar había todo tipo de personas, unas iban con ropa formal, otros con ropa de motocross o chaquetas de cuero, pero eso sí, cada uno de los invitados tenía un gran apreció por las novias.

Katashi, enfundado en un elegante traje gris oscuro, dejó a Natsuki en el altar. La oji-verde mostraba una sonrisa tan grande como su paciencia y carisma. Los Fujino quedaron sorprendidos al verle con aquel fino traje, así, incluso con los piercings, lucía como una verdadera e imponente empresaria.

La música de marcha nupcial comenzó a sonar, todos guardaron silencio, a los Fujino casi les da un ataque cardiaco cuando escucharon que no era la canción original, si no que era una versión metal en guitarra, les dieron ganas de matar a Natsuki sin saber que esa había sido idea de su hija, pero nadie lo sabía y era un secreto que se llevarían a la tumba.

Shizuru apareció en el pasillo, les robó el aliento a todos los invitados, se veía preciosa con su vestido y su sonrisa le brindaba aún más belleza. Su padre le ofreció su brazo, y ella le tomó con alegría, en el fondo el señor Fujino se alegraba de formar parte de ese momento, nunca había visto tan feliz a su hija. Le llevó al altar, donde le esperaba la oji-verde con una mirada de: Soy la persona más afortunada del mundo.

-Te entrego mi mayor tesoro-. Las manos de ambas se entrelazaron.

-Le cuidaré con mi vida-. Su voz no podía escucharse más enamorada.

-Más te vale delincuente-.

-Papá…-.

-Lo siento, la costumbre-. Con eso, se retiró del altar.

A decir verdad, comenzaba a caerle muy bien Natsuki Kuga.

En verdad tenía que amar a Shizuru para haberlos aguantado a ellos cinco años.

Tomó asiento junto a su esposa y los padres de Natsuki. Katashi le dio un ligero golpe en el hombro, después le susurro. -Fujino… se casan porque Shizuru está embarazada-.

-¿¡QUÉ!?-. Casi le dio otro ataque cardiaco, Katashi soltó una carcajada.

-Era broma hombre-. Le dio una palmada en la espalda. -Si ambas son mujeres, Natsuki no puede embarazarla-. Continuó riendo de lo lindo.

-A veces te detesto Kuga…-.

-Ya aprenderás a amarnos Fujino-. Le mostró esa sonrisa que Natsuki le dio tantas veces y supo que en lugar de librarse de un Kuga había entrado otro en su vida.

De regreso en el altar, Shizuru y Natsuki se veían con ojos de amor eterno, irradiaban la felicidad suficiente para hacer sonreír a los padres de Shizuru. Pronunciaron unos votos tan bellos que más de uno soltó una lágrima, y aunque no eran los convencionales, eran una muestra de amor innegable. Después, Natsuki tomó el anillo y con una delicadeza que nadie creía posible en ella, se lo colocó a Shizuru. Con esa misma entrega, Shizuru le puso su anillo a Natsuki.

-Puede besar a la novia-.

Natsuki le abrazó por la cintura y le besó, Shizuru se abrazó a su cuello, buscando más cercanía. Se besaron largos minutos, hasta que alguien tuvo el valor para decirles que era hora de celebrar su matrimonio.

Tomadas de la mano, se encaminaron al área destinada al banquete y baile. Comieron entre felicitaciones, viejas anécdotas, (sí, volvieron a contar la primera vez que Natsuki fue a la casa de Shizuru) y risas que se contagiaban unos a otros. Nada, absolutamente nada, podía romper esa hermosa burbuja de felicidad. Al terminar el banquete, llegó el momento de su mágico vals.

Natsuki se puso de pie, extendiéndole una mano. -¿Lista, amor?-. Shizuru tomó su mano, entrelazando sus dedos. -Sí-.

Así, ante todos, ambas demostraron cual gráciles podían ser en la pista de baile. La oji-verde vio de reojo que su suegro le miraba con asombro. -Creo que tu papá me creía pésima bailarina-. Su sonrisa estaba ahí, como siempre.

-No paras de sorprender a mis padres-. Dieron un giro en el que la castaña sintió que voló, o bueno, en los brazos de Natsuki siempre se sentía en las nubes.

Se acercó, para susurrarle en el oído. -¿Y a ti?-.

-Siempre tienes sorpresas para mí-. Adoraba que pese a que le conocía muy bien, Kuga se las seguía arreglado para sorprenderle con bellos detalles. -Y me encanta que lo hagas-.

-Es bueno saberlo-. El vals estaba por finalizar. -Te amo Shizuru Fujino-.

-Te amo Natsuki Kuga-. La canción terminó y ellas se besaron con todo el amor del mundo.

FIN.


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