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Re: Lo que ahora es, ¿puede ser lo que fué? por Comunidad SinJu

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Notas del capitulo:

Este es uno de los capítulos que más bonito que han quedado desde que decidí re-escribir este fanfic. Por favor, diviértanse tanto como yo con ciertas escenas~ ¡Y no me culpen si cierta canción vuelve a gustarles luego! Es que fue tan pegajosa…

Disfruten del capítulo, nos leemos el domingo con el siguiente~

Lo que ahora es, ¿puede ser lo que fue?

Capítulo 9. Acuario.

Para siete horas de viaje no fue tan pesado como lo esperaba. Sinbad se detuvo en el camino muchas veces para estirar las piernas o ir a comer algo, incluso estacionaron en una carretera solo porque a Sinbad le pareció un bonito paisaje para comer el bento, que terminó siendo esa caja cubierta con tela blanca que había visto en la mañana.

Salieron a las 6:15 am y llegaron a Osaka pasando de medio día. Los diferentes paisajes lo entretuvieron tanto que olvidó dormirse pero era lo de menos, estaba con bastante energía otra vez.

El edificio que veía era enorme, con la base en un azul oscuro y seguía con una pirámide en rojo que finalizaba con una parte de cristal transparente. Era un edificio muy alto, como ya pensó antes. Pero antes de poder verlo más de cerca Sinbad conduce el auto hacia otro edificio bajo la tierra que está bastante oscuro. Ya ha visto esto antes, el llamado estacionamiento.

Hay muchísimos autos.

Se baja antes que Sinbad y se queda mirando los alrededores, algunas personas como ellos apenas llegaban y bajaban también de los autos, eran familias.

Más humanos vistiendo extraños, pero ya no puede quejarse si él está igual.

— Aquí.

La copia llega desde atrás, sorprendiéndolo. Le toma una mano para meter su brazo por la manga de una sudadera y luego hace lo mismo con el otro, él solo se deja hacer.

Es la primera vez que usa una sudadera. El hombre se mueve hasta estar al frente suya y le sube el zipper, y ya contento con su trabajo vuelve a sonreír.

¿Por qué sonríe tanto?

— Aquí fue nuestra segunda cita, ¿recuerdas?

Ah, por eso.

— Nope.

La risa suave lo confunde más, mientras lo invita a caminar tomados de la mano. Por supuesto él la aparta de un manotazo, pero la copia no se rinde y lo toma ahora por la cintura.

— Eres tan lindo rechazándome.

— Eres un imbécil.

— Sí, sí~

En verdad lo era. ¿Cuánto tardará en darse cuenta de que en serio no era su otro yo, amante de los pantalones ajustados? Era mucho más distraído que el Sinbad que recuerda como rey, y no es tan… inteligente.

Pero sin duda es mucho más noble.

Lo lleva hasta unas escaleras las cuales suben, son altas pero está bien. Otra vez ese inmenso edificio se deja ver, y desde el frente le da la ilusión de que es una pechera. Una muy fea. Pero los dibujos en la pared negra son lindos, son animales que nunca en su vida había visto. Nunca se interesó tampoco en los animales de su mundo pero estos eran sin lugar a dudas peculiares, y parecían mucho menos peligrosos que los que él conoce.

Sinbad lo lleva a una fila medianamente larga.  La espera está bien, el sol es muy agradable aquí y el frio es fresco. Tampoco hay nieve aquí. Mientras avanzan, sus ojos van bailando de lado a lado bailando por la información de la taquilla y luego mirando a las chicas tras la vitrina, siempre sonrientes mientras atienden a las personas.

¿Esto es algo así como un coliseo?

Cuando llega su turno la señorita que los atiende les da una sonrisa de lo más formal mientras les da los buenos días. Sinbad, contestando con la misma sonrisa de idiota de siempre, contesta el saludo y pide dos boletos. Deja sobre una bandeja pequeña cuatro billetes y unas cuantas monedas que empuja hacia el interior de la taquilla. La chica toma primero los billetes y los levanta un poco contra luz, Judal enarca una ceja ante eso que Sinbad entiende como que piensa que la chica sospecha que su dinero es falso. Por eso se inclina a él y le deja un sorpresivo beso en la sien izquierda.

— Protocolo nada más, bebé.

— Así es. No parece haber ningún problema. —La señorita toma algo de una caja que no se ve y luego tiende dos cupones hacia ellos. — No es nada personal, simples reglas.

— Yo no pregunté nada. —Contesta, disgustado, y la chica pierde su sonrisa al ser intimidada por su gélido tono. Sinbad por otro lado toma los boletos y vuelve a abrazarle la cintura con una mano, llevándolo en dirección hacia el inmenso edificio.

El tonto jamás se da cuenta de nada, como si para sus ojos él fuera un angelito que no dice u hace nada malo. Judal no es un experto en las actitudes de un humano enamorado, pero está aprendiendo que el amor los hace un poco tontos.

O quizá Sinbad es un caso especial, a saber.

Mientras se van acercando más a la entrada del edificio cada vez se hace más evidente lo enorme que es. Era maravilloso para alguien que no está acostumbrado, alguien como Judal. Cuando pasaron por el umbral de la entrada se junta a la copia cuando las puertas se abren sin que nadie las toque, extraño.

Pensaba que aquí no había magia. ¿En qué momento? Mientras siguen caminando él voltea la cabeza un poco para ver las puertas con ojos entrecerrados. Fue muy raro.

Vuelve a mirar al frente cuando Sinbad habla con otra persona, en esta ocasión es un hombre al que entrega los boletos para pasar por otras clase de puerta más pequeña. Es fácil imaginar su cara de asombro cuando lo lleva hasta una escalera que, ¡magia! Los lleva sin necesidad de mover las piernas.

Estas cosas las carga el diablo.

En el segundo piso comienza la aventura. Tomados ahora de la mano, izquierda a derecha, caminan por un pasillo e suelo negro y paredes de lo más peculiares. Cuando más las mira nota que es un fuerte cristal, grueso, que sostiene a dos metros sobre sus cabezas galones de agua y con ello un ecosistema marino bonito. No conoce a ninguna especie de las que ve, pero hay una inmensa que pasa por encima de sus cabezas en un nado lento y perezoso.

— ¿Qué es eso? —Y lo apunta, deteniéndose en el pasillo. Sinbad lo imita y mira hacia donde apunta, sonriendo después.

— Es un tiburón ballena.

— ¿Por qué es tan lento?

— Ese es muy grande. Sin nada a qué temerle, ¿para qué ir con prisa?  No es como los tiburón martillo, mira. —Y los señala, un pez mucho más pequeño que el tiburón ballena, que todavía pasa por encima de ellos hacia el otro lado. — Van en grupo y son más rápidos. Esos no deben medir más de un metro.

— Es muy… bonito. —Jamás vio una especie así, nunca conoció lo que es un tiburón pero le gusta. — ¿Come humanos?

— ¿Qué? No. —Algunas cuantas personas que también pasan lo escuchan también, pero nadie dice nada. Educación. — Comen peces minúsculos, pero tiene una boca tan grande que un adulto entraría sin problemas. Ven.

¿El gigantón peliazul de sus generales cabria ahí?

— Está bien… —Y se deja guiar, sin dejar de mirar las paredes de acuario. Contuvo sus preguntas por el momento, pero cuando llegaron a una estancia más grande le fue imposible no soltar la mano de la copia para explorar por su cuenta.

Sinbad, por supuesto, se mantuvo bien cerca de él mientras exploraba el acuario de los leones marinos. Pero en algún punto lo dejó solo para atender una llamada.

Poco rato después volvió a su lado para sujetarle la cintura, y él para mal ya se estaba acostumbrado.

Pero eso no significaba que lo aceptara.

— Quita tu mano, bastardo.

— ¿Refunfuñón otra vez? Tu rostro maravillado me gusta mucho, te brillan los ojos cada vez que miras algo que te gusta.

— ¿Y qué?  —Respuestas rudas para frases cariñosas eran lo que necesitaba para mantener al humano a raya, pero parece ser que no es suficiente pues se niega a soltarlo todavía. ¿Acaso nadie le rompe el ánimo?

Los peces eran lindos, aquí ninguno está intentando matarte y esas cosas regordetas son muy bonitas también, le parece chistoso que cuando caminan salten sobre su redonda barriga. Pensó, irremediablemente, que a Kougyoku le gustaría verlo también.

¿Estará ella bien? Ojalá su otro yo –menos cool que él– no la esté tratando mal, odiaría tener que matarse en otra vida.

O quizá no. Este muchacho tiene una vida envidiable.

Mientras más pisos suben más especies nuevas van viendo. En cuanto tuvo la posibilidad de tocar a las manta gigante y a los tiburones, de no más de un metro,  lo hizo. ¡Que tacto tan curioso! Como cuero mojado con baba. Eran impresionantemente suaves para su tacto. Por un momento Sinbad se alarmo cuando los dedos de Judal acariciaron muy al frente, cerca de las fauces del tiburón, pero este apenas y aleteó para alejarse, como temeroso.

El acuario Kaiyukan es increíblemente grande. Hicieron una pausa al principio para comer algo, irónicamente mariscos. Judal no le hizo ascos a nada y comió tan bien como esta mañana. ¿De qué le iba a servir matarse de hambre? Obviamente eso no iba a sacarlo de este mundo tan extraño. Así que ya rendido Sinbad estaba todavía más contento, las primeras semanas desde que estuvo extraño en verdad fue difícil notar cómo se descuidaba y comía tan solo chatarra.

El día estaba siendo productivo, y aunque no hubo mucho avance entre ambos Judal se divirtió mucho y Sinbad, a su vez, también se mostró bastante contento con la emoción del magi. Cuando se volvieron a sentar en una sala apartada de descanso la copia revisa su reloj, mientras el magi muy felizmente bebe una gaseosa de una pajilla en un vaso mediano. Lleva bajo el brazo y sobre su regazo un muñeco afelpado bastante grande de un tiburón ballena celeste.

— Son las tres y media. Hay un zoológico cercano que cierra a las cinco. Si quieres ir tenemos tiempo.

Inmediatamente se pone recto. — ¿Zoológico? —Esa palabra sí la conoce. Le da a Sinbad una mirada cargada de curiosidad. Un zoológico, de donde viene, no es más que una nebulosa de animales útiles y de especies poderosas para esclavizar.

Por supuesto el zoológico no fue lo que esperaba pero eso no tiene por qué ser malo. Al principio le pareció que las estructuras eran parecidas a las columnas altas de mármol en Reim pero era distinto cuando entraron. Era muy espacioso y había que caminar para ver todas las jaulas. Cuando salieron Judal ya tenía un nuevo animal favorito, dos peluches nuevos y el estómago lleno de comida. Aunque no sonreía cuando iban camino al auto ya para irse Judal estaba feliz y con los ánimos por el aire otra vez.

Pero se pone recto cuando la copia entra a un estacionamiento bajo un edificio enorme.

— ¿Por qué te detienes aquí? —Su voz lleva notablemente menos firmeza o rudeza, por hoy no tiene caso ya, Sinbad se ha portado realmente bien y él no tiene ninguna queja por ahora. — ¿Qué es este lugar?

— Un hotel, Judal. El viaje de regreso es muy largo y las autopistas son peligrosas de noche. ¿Qué haremos si se nos atraviesa un oso?

Oso. Le suena de haber visto un par en el zoológico.

— ¿Entonces vamos a dormir aquí?

— Así es. —Cuando encuentra lugar y el motor se apaga él es el primero en bajarse luego de quitar la llave.

— ¿Y aquí vamos a cenar?

— ¿Eso quieres? —Le ofrece la mano para bajarse del auto pero Judal la rechaza de un manotazo simple, saliendo por su cuenta del auto. Cierra la puerta entonces. — Entonces cenaremos aquí. Tenía otros planes.

— Lo que sea está bien mientras sea comida. —Acepta finalmente y se deja conducir hasta un elevador.

Por supuesto en cuanto las puertas se cerraron y el movimiento comenzó se sorprendió tanto que se acercó a la copia sin darse cuenta, agarrándolo fuerte del brazo. Ni un sonido salió de él, pero sintió deseos de quitarse esa tonta sonrisa a ese Sinbad de un puñetazo.

Llegaron al primer piso desde el estacionamiento en cuestión de segundos en el elevador. La mano de la copia, muy suavemente, lo empuja desde atrás por la espalda para hacerlo caminar a su lado hasta un recepcionista bastante algo y con cara de simpático. Parece algo joven para atender en un hotel tan bonito. Si Judal lo compara con las posadas de su mundo…

Este era verdadero lujo. Quizá con más oro sería mejor, aunque en realidad piensa que todo lo dorado es oro. La pintura también es algo nuevo para él.

— Claro, ¿por cuantos días? 

— Solo necesito una noche.

Con cierto disgusto, el joven arruga el entrecejo pero no pierde la cordial sonrisa. Y es que todos reconocerían a Sinbad, no por nada es un excelente jefe en una compañía exitosa sobre marketing. 

— Somos de Tokio. —Explica Sinbad al notar ese disgusto. — Pero mi pareja es algo snob. No confiaría esto a un motel cualquiera. Su lujo nos llamó simplemente.

— Comprendo bien, pero en este hotel la cantidad mínima de días para hospedarse es de dos. No puedo ofrecerles ninguna habitación por solo esta noche.

— ¿Lo arreglamos si rento la habitación por 48 horas, pero le devuelvo la llave mañana a primera?

Judal se mantiene callado, solo frunciendo las cejas. Entiende bien la situación pero no entiende por qué la situación debe complicarse así. De repente el sitio no le parece tan bonito.

— Déjeme ver… —El chico saca de un cajón un manual y busca una hoja velozmente. Tras ellos una familia recién llega, esperando su turno. — Umh… sí, ¿pero le parece bien? La tarifa es…

— Todo está bien. —Judal puede ver como la copia le da una sonrisa agradable al joven, mientras las dos chicas a sus espaldas comienzan a murmurar entre ellas y a señalar el cabello púrpura de Sinbad. — Por favor, una habitación.

— Entiendo, señor…

— Sinbad.

Cuando su nombre sale de su boca, las chicas a su espalda se toman de las manos y ahogan sus grititos mientras saltan, mientras los dos hombres parecen divertirse. Uno de ellos, el de mayor aspecto, se acerca por la espalda mientras el joven recepcionista busca algo en la computadora. Cuando el padre de la familia de atrás le toca el hombro Sinbad se gira, trayéndose consigo a Judal.

— ¿Sinbadsama? ¡Es maravilloso verlo por aquí!

— ¡Ah, Fuko! Es un placer verlo aquí junto a su familia. Buen día, señoritas. Minato, que bien verte, estás creciendo bien. Que gusto. 

La familia en cuestión era la de un subordinado de Sinbad. Cuando saludaron a Judal este se quedó sin saber exactamente qué decir, pero comienza a comprender que el papel de este Sinbad en la sociedad parece ser igual de importante. Por eso se quedó callado, solo observando. La mujer mayor, la madre, parecía encantada con ver a Sinbad, pero la menor miraba enamorada a Judal.

Por suerte se libraron de la familia en cuanto el recepcionista los llamó de nuevo, y con la promesa de ir juntos a cenar a las ocho Sinbad paga por los dos días y recibe la tarjeta con los dos pases para la habitación. Se va despidiendo con una mano en el aire mientras avanza junto a Judal hasta otro elevador, en esta ocasión al fondo de un pasillo corto con una decoración envidiable.

En el interior Judal alcanza a leer en un tablón los pisos.

El primero era la recepción, el segundo completo era el comedor. Luego del tercero al quinto eran solo habitaciones y el sexto era una terraza. Tiene curiosidad por la terraza. Se detienen en el cuarto piso y cuando Sinbad pasa la tarjeta por un lector es Judal quien abre la puerta para empujarla, maravillado no solo por el tacto liso y reluciente de la puerta sino por el color dorado.

— Vaya, lo decía por buscar una oportunidad pero parece que en verdad te gusta el lujo. ¿Cómo no sabía eso?

— Cállate y déjame disfrutarlo. —Mientras entra en la habitación los dedos de su mano derecha se van deslizando por la superficie de la puerta hasta que esta termina.

— Bien, me callo. —Dice risueño y entra luego del menor, cerrando la puerta luego a sus espaldas. La habitación tiene una decoración capaz de quitarle el aliento a cualquier hombre y hacer gritar de emoción a cualquier mujer. Para tener una sola cama era muy grande, de delgado suelo de madera y piedra tiene un recibidor pequeño con el respectivo mueble para guardar los zapatos en él y una agenda con los números principales de Osaka, como el hospital, la policía, bomberos y seguro civil. Las paredes estar recubiertas por una capa ligera de madera con textura de rectángulos en lo alto pero justo frente a la cama, actuando como cabecera, la parte está recubierta por algo que parece suave a la vita, suave y acolchonado.

La cama, por cierto, era tan cómoda como se veía. En cuanto Judal se sentó no tardo en palparla con ambas manos y sonreír asombrado con la suavidad. ¡Que dicha! ¿Iba a dormir aquí hoy? La idea al principio no le gustó pero ahora estaba bastante contento. La cama en aquella otra casa, la que aparentemente su otro yo comparte con este humano, no estaba para nada mal pero esta era distinta. Para comenzar era mucho más grande y se siente fresca, quizá por el aire lavado en una esquina. Estaba muy bajo.

— ¡Esto es genial!

— ¿Te gusta tanto? Tienes razón, es muy suave. —Sinbad presiona el colchón con la mano derecha, su mano de inmediato se hunde entre las cobijas blancas. Se siente muy bien. — Me da gusto. —Se pone recto y luego se quita el saco, desanuda la corbata velozmente y luego la desliza fuera del cuello de la camisa de un extremo. La mirada de Judal de inmediato se oscurece, pero no dice nada y lo observa. — ¿Nos bañamos?

— ¿Nos?

— ¿Quieres entrar tú primero? No tengo problema, bebé. —Mientras dice esto su mano derecha desabrocha las dos mancuernillas de su manga izquierda, las cuales deja luego sobre la cama antes de hacer lo mismo con las de la manga derecha. Finalmente se quita el anillo, en el cual Judal presta especial atención. Sinbad luego se quita otro, con una piedra muy bonita entre el oro.

— ¿Por qué usas esos anillo?

— ¿Bromeas? —Su mirada busca la roja del magi, sorprendido, para luego reírse. Piensa que es una broma. — ¡El anillo de compromiso! Y el de bodas también, tesorito. Sabes que me gusta llevarlos encima. —Le muestra la mano derecha al desnudo y mueve sus dedos, sonriente.

— ¿Anillos de compromiso y boda? Explícame qué son.

La sonrisa de la copia se vuelve un poco más cariñosa, mientras se sienta a su lado.

— Cuando te pedí matrimonio y aceptaste te di primero el anillo de compromiso, yo también tengo el mío. Luego, en nuestra boda, te di el de boda. ¿Recuerdas?

— Digamos que sí… —Susurra en voz baja, con los ojos entrecerrados. La verdad es que no lo recuerda por obvias razones. Habrá sido con aquél otro Judal, que este no tenía ni idea de esos supuestos anillos. Se mira las manos, ambas al desnudo, y luego busca los ojos dorados de la copia otra vez. — ¿Por qué yo no los tengo?

— Los perdiste cuando fuiste a mi oficina, todavía no los he encontrado. No te preocupes. —Sus manos toman las de Judal y las junta para luego besarlas. — Cuando los encuentre volverás a usarlos y

— ¿Tu oficina? —suena parecido a un despacho. — ¿Por qué los dejó… dejé ahí? —Arregla rápidamente su error, ojalá no lo haya notado.

Por supuesto Sinbad no lo notó, en cuanto escuchó su pregunta sus ojos adquirieron un brillo pícaro mientras su lengua asoma de entre sus labios para lamer el inferior. La espalda de Judal se pone recta de inmediato y sus mejillas se sonrojan.

Parece que su otro yo tuvo una vida sexual bastante activa con este hombre. Tose para disimular un poco su vergüenza y desvía la mirada a los anillos otra vez. Está apretando sus labios sin darse cuenta.

— ¿Y son como estos?

Sinbad enarca una ceja y sin perder su sonrisa ni su mirada tan cargada, asiente con la cabeza.

— Pero más pequeños.

— Voy a ponérmelos.

La mano izquierda de Judal se desliza por el colchón lentamente ante la atenta mirada de Sinbad, quien pronto la atrapa en su mano derecha. Judal exhala aire en un jadeo sorprendido y vuelve a quedarse quieto, con los labios entreabiertos.

Con un demonio.

— Yo lo hago. —Con su propia mano le hace separar los dedos, su mano izquierda busca ambos anillos y deja uno sobre su regazo, ese que tiene una bonita piedra al frente. Judal mira atentamente como la copia desliza el anillo de oro, de diseño más sencillo pero no menos bonito, por su dedo anular hasta que este llega a rozar su palma. Es un poco más grande, sus dedos son muy delgados en comparación con los de Sinbad. — Juju… —Susurra con una carga tremenda de amor en su tono que hace que los ojos de Judal se empañen en lágrimas sin que se dé cuenta.

— Ya te dije que ese no es mi nombre…

— Mh, pero me gusta mucho. — Toma el segundo anillo, el de la piedra más grande y llamativa, y se lo enseña al tiempo que mueve sus hombros con repentina emoción. Judal pestañea, sorprendido, y las lágrimas acumuladas se van sin que él se dé cuenta hasta su pantalón.

¿Por qué se mueve así?

Todavía manteniendo su sonrisa de ensueño, alza la mano libre y junta los dedos de mano mientras gira la muñeca de un lado a otro. Sin previo aviso comienza a cantar mientras va deslizando el anillo por el mismo dedo anular del menor.

— Don’t be mad once you see that he want it. If you liked it, then you should have a put a ring on it. Oh, oh, oh. Oh, oh…

Cuando el anillo llega a estar justo encima del de compromiso el hombre no se detiene, y mientras canta el coro se va acercando a él hasta abrazarlo con fuerza y tirarse juntos a la cama. Sinbad se ríe en voz alta, complacido por su propia broma, y luego esconde la cara en el cuello del menor para besarlo ruidosamente muchas veces.

La expresión de Judal era un poema de versos y estrofas cómicas y confusas. 

Notas finales:

Desde el martes, que comencé a leer este capítulo para hacer su debida edición, no paré de escuchar Single Ladies así que la última escena vino más por ese pequeñito trauma que tuve. La verdad yo creo que quedó bastante bien.

¡Lo siento mucho por quienes esperaban Omega02 esta semana! Como dije en una anterior ocasión no me gustó mucho el capítulo y decidí volver a intentarlo, por mala suerte no tengo superpoderes todavía y me estoy tardando lo suyo.


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