Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Only the young die young por Kitana

[Reviews - 15]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hemos llegado al final de esta historia, espero que les agrade, gracias por sus lecturas y comentarios.

Esa mañana de viernes, Kanon despertó de mal humor. No sería un viernes de vino tinto, cigarrillos y sexo a la medianoche. Sólo sería un viernes común y sin gracia. Había prometido a las niñas llevarlas al cine después del trabajo. Había prometido a Aiolia verse al día siguiente. Había prometido a Radamanthys comer al día siguiente. Estaba hasta el cuello de promesas.

 

Pero quizá la que más le pesaba era la relacionada con Radamanthys. Le había prometido al inglés intentar algo. Ninguno de los dos le había puesto una etiqueta. Kanon no se entendía a sí mismo. Radamanthys era la persona hacía la que había sentido mayor afinidad intelectual durante toda su vida. Por el momento no había tenido que hacer grandes esfuerzos para complacer al inglés, pero lo cierto era que comenzaba a sentir que aquello no estaba bien, que debía ser cortado puesto que no los llevaría a ninguna parte, no con Aiolia de por medio. No lo amaba aun, pero conociéndose tan bien como se conocía, Kanon había entendido al poco que Aiolia sería su perdición. Podía enamorarse de él sin pestañear, el joven castaño revolvía en él cosas que creía habían muerto hacía ya mucho tiempo.

 

Aiolia era completamente distinto de Radamanthys. A veces le parecía que no había terminado aún de madurar y otras que tenía los pies demasiado bien puestos sobre la tierra. Lo cierto era que el joven tenía esa fuerza de carácter, esa determinación que él tanto admiraba en las personas. Por si todo eso fuera poco, Aiolia era la clase de compañero de cama que siempre había buscado. Para Kanon una relación amorosa no podía estar completa si los amantes no se comprendían bien en la cama. Aiolia era todo intuición cuando estaban juntos, el muchacho parecía saber exactamente qué hacer para volverlo loco.

 

Pero había algo más, la personalidad de Aiolia, sus acciones, su propia vida, hacían que en muchos aspectos, Kanon se sintiera identificado con él. El ex militar comprendía que justamente esos pequeños detalles lo harían perder la cabeza si se daba la ocasión.

 

Radamanthys, por el contrario, era enteramente distinto. Dominante, seguro de sí mismo, era la clase de hombre perfecto para algo serio pero no para una aventura. Radamanthys no le permitiría jugar con él. Radamanthys quería todo y lo quería ya. Esa era la realidad a la cual se enfrentaba. Aun cuando no había podido concretar la fantasía del sexo junto a la enorme ventana de su departamento, Kanon ya había compartido las sábanas con el inglés. El resultado no lo había decepcionado, pero le había hecho comprender que a la larga no tenían futuro. Ante esa evidencia, en el presente dudaba de sí sería capaz de seguir adelante con la promesa que le había hecho.

 

Llegado a este punto con sus reflexiones, Kanon decidió no pensar más en ello. Se confiaría a la buena fortuna, como siempre lo había hecho y esperaría que el resultado fuera favorecedor.

 

La mañana transcurrió sin sobresaltos, demasiado liviana para ser real. Durante toda esa mañana, Kanon tuvo la sensación de que aquella era la paz que viene justo antes de la tormenta. De cualquier forma, decidió disfrutarlo. Pocas eran las cosas que le quedaban por disfrutar ahora que la vida se había vuelto tan complicada.

 

Al menos tenía progresos con Saga. Su hermano había decidido dejar su encierro y hacerse cargo de ciertas minucias relacionadas con las niñas. Ese, definitivamente, era un avance. Curiosamente, también había visto avances con Radamanthys. El inglés se comportaba como si estuviera cortejándolo. En otras circunstancias, aquello le habría causado gracia. De pronto Radamanthys se ponía serio, justo cuando veía competencia a la vista, porque no era tan ingenuo como para no darse cuenta de que la presencia de Aiolia había sido el detonante de aquel cambio de actitud. De cualquier modo, quizá la respuesta a sus problemas era justamente Radamanthys.

 

La salida al cine no fue tan estresante como se había creído. Thais y Melina comenzaban a confiar mucho más en él, más allá de cómo un compañero de juegos, como alguien que podría ocuparse de las cosas de las que solía ocuparse su madre. Melina ya no se despertaba cada noche llamando a su madre ni Thais se negaba a comer porque Kanon no lo había hecho como solía hacerlo Pandora. Podía sentirse satisfecho, había conseguido esa pequeña victoria. Lentamente las cosas volvían a tomar forma, aunque definitivamente se alejaban cada día más de su vieja forma.

 

Por la noche, mientras las niñas y Saga dormían, se dedicó a escribir un poco más. Entre la proximidad de las vacaciones de invierno y las complicaciones domésticas, aquella semana Kanon a penas había tenido tiempo de sentarse un momento a escribir. La madrugada lo sorprendió despierto todavía. Durmió a penas un poco, tenía un montón de cosas que hacer antes de encontrarse con Aiolia para almorzar, estaba empezando a sentirse nervioso.

 

Ese sábado, Kanon recibiría una sorpresa muy de mañana. Cuando entró en la cocina, se encontró a Saga con las niñas, sentados los tres a la mesa.

—Buenos días —balbuceó, definitivamente sorprendido.

—Buenos días —dijo Saga —. Espero que te agrade lo que preparé —añadió ofreciéndole un plato rebosante de huevo y salchichas. Kanon sonrió y se sentó junto a su hermano mayor. No recordaba cuando había sido la última vez que viera a Saga así de relajado, así de sereno —. ¿Vas a salir? —preguntó el mayor al percatarse de que su hermano estaba perfectamente vestido.

—De hecho sí, pero será más tarde.

—Thais estaba contándome lo bien que les fue ayer en el cine —dijo Saga.

—No creí que las películas para niños fueran tan buenas. Los recuerdos que yo tenía de ellas las hacían ver francamente sosas y sin gracia alguna.

—Los tiempos cambian, Kanon y junto a ellos muchas cosas. Los niños de ahora ya no son como solían ser los de nuestro tiempo.

—Sí, es verdad —dijo el más joven de los hermanos con una sonrisa en los labios.

 

Luego de que las niñas terminaran de desayunar, Kanon y Saga se quedaron en la mesa para tomar un poco de café. Kanon se sentía extrañamente cómodo. De pronto parecía como si de alguna manera extraña el cosmos hubiera terminado por alinear las piezas faltantes entre ellos. La serenidad de Saga no lo turbó como en otras ocasiones, sino que le resultó contagiosa. Por primera vez en toda su vida, la presencia de su hermano mayor le pareció reconfortante, como hubiera querido que fuera en los turbulentos años de su adolescencia y los no menos tortuosos de su primera juventud.

—Kanon… —susurró Saga en un registro de voz bajísimo. Los verdes ojos del mayor de los gemelos parecían irradiar una especie de ternura que Kanon no quiso interpretar con palabras —. Yo… sólo quiero darte las gracias. Por todo esto que has hecho…

—Eres mi hermano, y aunque a veces no lo parece, realmente te amo. Aunque no siempre logro comprenderte, te amo, Saga.

—Gracias —repitió Saga sujetando con fuerza la mano de su hermano entre las suyas —. Durante años me empeñé en creer que quién estaba mal eras tú y no yo. Me creí demasiado todas las cosas que nuestros padres decían… lo lamento, no te imaginas cuánto. Lo que sucedió… la muerte de Pandora, todo me ha hecho comprender que la vida es demasiado corta como para perder el tiempo con cosas tan absurdas como las que yo hacía contigo. Lo lamento, desde el fondo de mi corazón —dijo Saga con tanta seriedad que Kanon no pudo responder siquiera. Estaba a punto de decir algo cuando el timbre comenzó a sonar con insistencia.

—Creo que tengo que abrir, si no lo hago, terminarán por tirar la puerta.

—Ve, tendremos tiempo de hablar en otro momento, yo iré a ver que están haciendo las niñas. Han estado calladas mucho tiempo, con el tiempo he aprendido que esa es una mala señal —le dijo Saga sonriendo.

 

Mientras su hermano se dirigía a la habitación donde ahora dormían Thais y Melina, Kanon fue a la puerta. No se esperaba encontrarse a quién se encontró al abrir, como tampoco se esperaba que se encontrara en semejante condición. Era Radamanthys. A juzgar por la rigidez de sus rasgos, estaba francamente furioso.

—Kanon, necesito que hablemos. No aquí, comprendo que no tenemos por qué mezclar a tu hermano en asuntos privados. Ven conmigo —dijo, sin darle tiempo a reaccionar prácticamente lo arrastró escaleras abajo hacía su auto.

—Rad, francamente no comprendo a qué viene todo esto —dijo Kanon cuando se vio encerrado en el auto con el enorme propietario de éste.

—A que esta mañana me he enterado de que estás tirándote al muchacho que pusiste a mi cuidado —Kanon enmudeció —. Así que no lo niegas.

—Solo han sido dos veces, y tú y yo ni siquiera estábamos juntos formalmente, así que no creo que tengas derecho a reprocharme de esta manera —fue Radamanthys quién enmudeció entonces —. Lo lamento. Tú sabes que mi vida solía ser bastante desordenada antes de la llegada de Saga y las niñas, no me escudo en que lo nuestro no era formal entonces, comprendo que me equivoqué. Fue un error. Él no necesitaba que yo me metiera a su cama, él necesitaba que lo apoyara…

—Por eso lo enviaste a mi casa, ¿cierto?

—Sí, por eso, porque yo no estaba seguro de poder hacer las cosas bien si se quedaba aquí. Además estaba el asunto de Saga… demasiadas cosas… lo único que puedo decirte es que no he vuelto a estar con él desde que te prometí intentarlo con seriedad contigo.

—Lamento haberme presentado así… por extraño que parezca, me sentí furioso al creer que estabas mintiéndome.

—No lo hice, aunque tampoco te lo dije todo. No volverá a suceder.

—Eso espero…

—Es una promesa.

—Te creo.

—Tengo que subir. Saga podría preocuparse —Radamanthys sonrió —. ¿Qué?

—Bien, es sólo que jamás te imaginé jugando a la casita, ¿sabes?

—Ni yo mismo me imaginé en esta situación, pero así se dieron las cosas.

—Te admiro. Si a Aiacos o a Minos les pasara algo así, dudo que me admitieran a menos de dos kilómetros de distancia, o que yo quisiera estar cerca de ellos.

—Qué linda familia la tuya.

—Olvídalo, ¿sí? —dijo el enorme inglés antes de tomarlo en sus brazos y depositar un apasionado beso en los labios entre abiertos del griego.

—Si vuelves a besarme así, seguramente me olvidaré de eso y de no sé cuántas cosas más.

— ¿Sigue en pie la comida?

—Por supuesto.

—Entonces trae a tu hermano y a sus hijas. Creo que deberíamos empezar a conocernos mejor, porque tengo planeado estar en tu vida durante un largo, muy largo tiempo —Kanon sonrió, después de todo, quizá no sería tan difícil intentar ir en serio con ese hombre. Lo difícil sería olvidarse de Aiolia, pensó cuando a modo de despedida Radamanthys lo besó en los labios.

 

El encuentro con Aiolia no fue sencillo tampoco. Kanon estaba tenso, tanto que al joven castaño le parecía hosco y disgustado.

—Debiste quedarte en casa si es que no querías verme —le reprochó. Kanon se retorció en su asiento como si le hubieran lanzado una descarga eléctrica.

—Aiolia, no acabes con mi paciencia, ¿de acuerdo?

—Es que pareciera que no quisieras estar aquí.

—No es eso.

—Entonces, ¿qué es?

—Esto no va a funcionar, Aiolia. Yo… Radamanthys…

— ¿Estás con él? —lo interrumpió el más joven.

—Algo así. Le prometí intentarlo al menos.

— ¿A él le haces promesas y a mí me tratas como si tuviera lepra? ¡Por todos los dioses!

—Aiolia, tu sabías lo que podía pasar…

—Y tú también, estoy seguro de que tú sabías que yo bien podía enamorarme de ti…

—No le des tanto crédito a mis dotes de adivino, ¿quieres? Aiolia, no podemos seguir así. Esto es… absurdo.

— ¿Absurdo, dices? ¡Por todos los cielos, Kanon! —en ese momento, Kanon se percató de que no tenía idea de cómo hacer que Aiolia entendiera su punto de vista. Él no era bueno para Aiolia, lo sabía. Quizá tampoco para Radamanthys, pero el inglés era un adulto mucho más capacitado para lidiar con él que Aiolia. El joven castaño insistía en hablar de un nosotros y de un futuro que a juicio de Kanon sólo existía en la mente del muchacho.

 

Cuando Aiolia intentó besarlo, Kanon tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no ceder de nueva cuenta a sus instintos. En realidad lo deseaba, pero también deseaba hacer las cosas bien por primera vez en mucho tiempo.

—No, Aiolia, no podemos.

— ¿Por qué no?

—Porque estoy con Radamanthys, y va muy en serio.

— ¿Lo amas?

—No, a decir verdad. Pero estoy seguro de que podría llegar a enamorarme de él.

—Mientes.

—Por supuesto que no, ¿cómo me vienes con eso? ¡Ni siquiera me conoces bien!

—Te conozco mejor de lo que crees, en realidad te conozco mejor de lo que tú mismo te conoces.

—Estás loco.

—Estoy seguro de que no sientes con él lo que sientes cuando estamos juntos, cuando hacemos el amor —dijo el más joven, Kanon se sintió incómodo. Expuesto.

—Deja de decir idioteces, ¿quieres?

— ¿Qué tiene él que no tenga yo? Además de dinero, claro.

— ¡Imbécil! ¿Cómo te atreves siquiera a insinuar que yo podría estar con él o con cualquier otro por dinero? No sabes nada, ¡no sabes ni una puta cosa sobre mí!

— ¿Es mejor que yo?

—No es un torneo, ni un maldito concurso, Aiolia —Kanon comenzaba a disgustarse verdaderamente —. Escúchame bien, voy a pasar por alto que me insultaste, pero si vuelves a hacerlo, te garantizo que ni siquiera tu madre va a reconocerte cuando termine contigo. No estoy con él por dinero, no soy millonario, pero no me hace falta venderme para vivir bien. Que te quede claro, soy un adulto y estaré con Rad si me place.

—Ahora es Rad…

— ¡Aiolia, por favor! Intento tener una conversación civilizada contigo. No puedes obligarme a tener algo contigo, ¿comprendes?

—No quiero perderte.

—No puedes perder lo que nunca has tenido — susurró Kanon —. Aiolia. No podemos seguir así. Todo lo que puedo ofrecerte es amistad, sólo eso.

— ¿Pretendes que seamos amigos cuando cada vez que estamos juntos sólo piensas en follarme? No te creo. No podemos ser amigos, no sintiendo lo que ambos sentimos.

—No hables de mis sentimientos como si los conocieras.

—Se nota en tu manera de mirarme, en cómo me hablas, ¿hasta dónde vas a llegar para negarte a ti mismo que sientes algo por mí?

—Adiós, Aiolia.

—No, Kanon, eso no.

—No me dejas otra opción. Adiós.

—Esto no puede terminarse así, Kanon.

—Para mí sí. Adiós, Aiolia. No vuelvas a buscarme.

 

No miró atrás ni una vez, en el fondo sabía que si lo hacía, todos sus buenos propósitos, todas sus ganas de tener algo con Radamanthys se irían al demonio. Quería hacer las cosas bien, quería comprometerse con Radamanthys. Quería ayudar a Aiolia de la única manera en que era capaz de hacerlo.

 

Aiolia, por su parte, no quiso ir tras él, quería darle espacio, tiempo para pensar en lo sucedido. Tenía la esperanza de que en cuanto pudiera pensarlo detenidamente, Kanon se daría cuenta de que con quién debía estar era con él.

 

Esa misma tarde, Kanon comió en uno de los mejores restaurantes de la ciudad con Radamanthys, Saga y las niñas. El inglés fue más que encantador, no sólo con él, también con Saga y las pequeñas. Kanon estaba asombrado, jamás se había imaginado que algo semejante podía sucederle. No a él. Estaba acostumbrado a esconderle todo a Saga. En principio, ni siquiera pensó que él aceptaría comer con su prospecto de novio. Pero Saga lo sorprendió diciendo que sí. No sólo eso, Radamanthys parecía agradarle. Jamás se le había ocurrido que uno de sus amantes pudiera congeniar tan bien con su hermano mayor. Quizá lo que terminó por derrumbar todas sus creencias previas fue el que, después de la comida, Saga prácticamente le dio su bendición para estar con Radamanthys. Al parecer, la vida aún le guardaba una buena cantidad de sorpresas que ni siquiera había imaginado.

 

El paso de los días no hizo las cosas más sencillas para Kanon. Al contrario, exacerbo su inquietud. No sabía o no quería darse cuenta de la razón, pero no podía dejar de pensar en Aiolia. Ni siquiera los viernes de vino tibio y cigarrillos en la terraza de Radamanthys lo orillaron de sus pensamientos, tampoco el sexo a la media noche con el inglés hizo la magia. Sencillamente no podía dejar de pensar en él. A pesar de todos sus esfuerzos por evitar encontrárselo, a pesar de que había abandonado la casa de Radamanthys, Aiolia se las arreglaba para cruzarse en su camino, lo cual sólo dificultaba aún más las cosas. Aunque estaba decidido a no ceder, la tentación era enorme. Había algo en Aiolia que lo tornaba irresistible a sus ojos. Pero sin importar lo tentador que el joven castaño resultara, tenía un compromiso con Radamanthys, un compromiso que no pensaba romper. Le había prometido intentarlo, y eso significaba hacerlo en serio. El inglés no se merecía que jugara con él, y Aiolia tampoco. La realidad era esa y de pronto Kanon se veía a sí mismo pensando que, verdaderamente, no tenía nada que ofrecerle a ninguno de los dos. Kanon sólo era Kanon, y a decir verdad, sentía que no quedaba mucho que decir o explorar al respecto.

 

Días después, estaba rebasado ya por la situación, por todo lo que implicaban Aiolia y Radamanthys en su vida. Aiolia era la excitación, la pasión desmedida que pocas veces había sentido en su vida, era ver la vida con ojos nuevos. Radamanthys era esa serenidad que tanto había buscado, esa estabilidad amorosa y acogedora que jamás creyó alcanzar o merecer. No tenía idea de qué hacer ni consigo mismo ni con esos dos hombres que seguían enredados en su vida y decididos a no salir tan fácilmente de ella.

 

 Se sentía especialmente incómodo esa mañana de domingo. De pronto sentía que las consecuencias de sus actos caían en cascada sobre él. Tras dos meses de relación, la verdad de las cosas era que no sentía una conexión más allá de la amistad con Radamanthys.  El sexo era más que bueno entre ellos, más que satisfactorio, pero no existía ese punto de quiebre en el que Kanon solía pensar cada vez que evocaba una relación pasada. Kanon comprendía que aquello no bastaba para seguir adelante con el experimento. Esa mañana volvían de pasar juntos el fin de semana en la playa. Radamanthys había notado desde el comienzo del viaje el ensimismamiento de Kanon. Pero no había dicho nada. En realidad no quería confirmar sus sospechas.

— ¿Hay algo que te tenga preocupado? —se atrevió a preguntar el inglés antes de que Kanon bajara del auto.

—Yo… Rad, yo…

—No digas nada, ¿sí? Ya me siento lo suficientemente mal y cualquier cosa que diga cualquiera de nosotros sólo va a empeorar las cosas. Yo lo sé y tú también, esto no está funcionando como quisiéramos.

—Lo siento… de verdad.

—No, no, no lo sientas. Yo no lo siento, al menos nos dimos la oportunidad. Prometiste intentarlo, no que iba a resultar… sea como sea, gracias.

—Me siento mal, culpable.

—Pero no tienes por qué. Así son las cosas, no funcionamos como pareja y no hace falta que te responsabilices de ello. Sencillamente las cosas no se dieron como queríamos. Pero podemos ser amigos, como antes.

—Sí tú quieres… aunque no sé si será como antes.

—No creo que a ninguno de los dos le haga daño seguir siendo amigos. Lo éramos antes de empezar esto. Sé que no será igual, pero, me importas Kanon, y no quiero sacarte de mi vida.

—No sé… nunca he sido amigo de un ex.

—Yo tampoco.

—Bien, creo que podríamos intentarlo.

—Sólo sí te sientes cómodo con esto.

—No sé cómo va a funcionar, pero tampoco yo quiero que salgas de mi vida.

—Bien, en ese caso, sigamos siendo amigos —dijo Radamanthys con una sonrisa. Kanon cedió, en realidad apreciaba a Radamanthys. Era un buen amigo, alguien en quién podía confiar y lo había demostrado no pocas veces.

 

Kanon subió a su departamento sintiéndose más tranquilo. Después de todo, romper con Radamanthys no había sido tan malo. Seguirían siendo amigos. No volvería a ser como antes, pero seguirían en contacto. De eso estaba seguro. Sólo esperaba no haber lastimado a Radamanthys. Sentía afecto por él, aunque no la clase de afecto que el inglés hubiera deseado. Al abrir la puerta del departamento, Kanon se encontró a Saga completamente desencajado. Toda su serenidad se desvaneció en el momento mismo en que sus ojos conectaron con los de su hermano.

— ¿Qué sucede? ¿A dónde vas? —preguntó dudando sobre sí quería en realidad conocer la respuesta.

—Pasó algo, te contaré cuando vuelva.

— ¿Qué fue lo que pasó?—dijo sujetando a Saga del brazo.

—Aiolos está en líos, no tiene a nadie más en la ciudad, tengo que ir a ayudarlo —dijo Saga con gesto desesperado.

— ¿Qué fue exactamente lo que pasó?

—No tengo idea, ni tiempo para estar discutiendo aquí contigo. Hablaremos después. Estoy molesto ahora y no quiero decirte algo de lo que pueda arrepentirme después.

— ¿Por qué me hablas así? ¿Qué demonios está pasando?

—Sólo encárgate de las niñas, ¿de acuerdo?

—No, dime qué está pasando.

— ¡Todo este tiempo sabías dónde estaba Aiolia! Tú lo sabías y no dijiste nada. Te quedaste callado sin importarte lo preocupado que estaba Aiolos.

— ¿Preocupado Aiolos? ¡Por todos los dioses, Saga! El afecto que le tienes te ciega. ¿Quieres saber por qué no dije nada? ¡Me quedé callado porque el día en que llegó a mi puerta Aiolia tenía el rostro destrozado! ¿Quieres adivinar quién lo dejó en ese estado? ¡Aiolos, fue Aiolos ni más ni menos! ¡El perfecto Aiolos lo molió a golpes antes de dejarlo partir!

—Dioses… yo no tenía idea de que hubieran llegado a los golpes—susurró el mayor.

—No sé por qué lo hizo, pero lo golpeó, Aiolia me lo dijo. Fue por eso que no dije nada. ¿Cómo podía delatarlo? Hacerlo significaba ponerlo en riesgo.

—Oh, Dios mío —susurró Saga sin lograr asimilar lo que acababa de escuchar.

— ¿Me comprendes ahora?

—Sí… creo que sí, aunque no estoy tan seguro de que Aiolos sea capaz de algo así. Él me llamó anoche, dijo que sabía que Aiolia había estado en la ciudad todo este tiempo, creyó que también yo lo sabía, estaba furioso conmigo porque creyó que se lo estaba escondiendo. Hace diez minutos volvió a llamar y sólo dijo que necesitaba ayuda. Sólo eso.

— ¿Crees que él…?

—No. No quiero creer nada —dijo Saga interrumpiendo a su hermano —. No quiero creer que fue capaz de dañar gravemente a Aiolia. Lo ama, ¿sabes? Lo ama más que a nadie en el mundo.

—Será mejor que vaya contigo —Saga negó con la cabeza.

—Alguien tiene que quedarse con las niñas.

—Puedo pedírselo a Radamanthys.

—De acuerdo, ¡hazlo ya! Tenemos que salir lo antes posible.

 

Radamanthys no tardó, quince minutos después, los gemelos salían rumbo al lugar que Aiolos le había indicado a Saga. Llegaron a tiempo para ver como Aiolos era subido a una patrulla y Aiolia a una ambulancia. Las cosas estaban peor de lo que ambos habían imaginado.

—Ve con Aiolia, yo veré si puedo ir con Aiolos —dijo Saga bastante preocupado.

—De acuerdo, llámame en cuanto sepas algo —dijo Kanon.

—Ten cuidado y llama cuando sepas algo —Kanon subió a la ambulancia con el corazón en un puño. Tenía que llamar a Radamanthys, lo que se suponía iba a tomar sólo un momento pintaba para convertirse en un calvario. El inglés tendría que cuidar de Thais y Melina más que un par de horas.

 

El trayecto al hospital no fue sencillo. Kanon no podía pensar con claridad, no recordaba a ciencia cierta cuando había sido la última vez que se sintiera así de preocupado y nervioso. Al llegar a urgencias, pese a su insistencia lo obligaron a permanecer en la sala de espera. Pasaron más de dos horas antes de que alguien le dijera algo. Tuvo tiempo de sobra como para llamar a su hermano y a Radamanthys para informarles sobre lo que sucedía.  El profesor sólo logró calmarse cuando le informaron que Aiolia estaba consciente y, dentro de lo que cabía, en buenas condiciones. Se había luxado un tobillo y tenía la muñeca derecha rota, además de una larga laceración en la pierna, pero el golpe en la cabeza no era nada serio.

 

Cuando lo dejaron verlo, se sintió aliviado, si podía verlo entonces no estaba en riesgo alguno. A pesar del terrible aspecto de Aiolia, cuando lo vio, Kanon no fue capaz de reprimir una sonrisa.

—Kanon —susurró el joven castaño cuando se percató de su presencia.

—Dios… no vas a creerlo, pero tuve tanto miedo de que esto fuera más serio de lo que parecía cuando te subieron a la ambulancia —dijo el ex militar mientras le despeinaba el cabello —. Al menos tu cabeza dura ha servido para algo —añadió intentando sonreír.

—Gracias por venir…

—Lo hice por mi propia tranquilidad, así que no agradezcas nada.

— ¿No te importa que el cejotas se enfade contigo?

—Su nombre es Radamanthys.

—Creí que era Rad —dijo Aiolia con clara intención de fastidiarlo.

—Es… mi mejor amigo hoy en día, ¿sabes?

—Creí que era algo así como tu novio.

—Terminamos, justo hace unas horas.

— ¿Fue por mí?

—No voy a inflar todavía más tu ego respondiéndote —Aiolia rio suavemente, una punzada de dolor cortó de golpe su risa —. ¿Vas a decirme que pasó o tendré que pedirle a Saga que me cuente la versión de Aiolos? —el semblante de Aiolia se ensombreció por un segundo.

—Fue una estupidez…

— ¿Tuya o de Aiolos? —dijo Kanon con furia mal disimulada.

—De ambos, en realidad. Te juro que él no quería lastimarme.

— ¿También tú vas a defenderlo?

—No estoy defendiéndolo, sólo digo la verdad. Esto fue un accidente —dijo Aiolia señalando su muñeca envuelta en una gruesa capa de yeso.

—No te creo. No después de cómo llegaste a mi casa aquel día.

—Es cierto, aquel día Aiolos no fue precisamente amable, pero yo tampoco lo fui con él. Lo amo. Y él a mí. Somos hermanos, deberías entenderlo.

— ¿Lo dices por Saga?

—Sí, justamente por él, porque tu hermano te ama, sus ojos brillan de admiración cada vez que habla de ti. Eso salta a la vista.

—No nos desviemos del tema, ¿quieres? —dijo Kanon, el giro de la conversación lo había puesto terriblemente incómodo.

—De acuerdo. Aunque estábamos discutiendo, fue un accidente lo que me pasó, resbalé en la escalera. Te lo juro por mi madre.

— ¿De verdad o es que estás tratando de proteger a tu cavernícola hermano mayor?

—Es cierto, él intentó evitarlo. Estábamos discutiendo al pie de la escalera, de fea forma, sí. Comenzamos a gritar, alguien abrió una ventana, miré arriba instintivamente y bueno, ahora estoy aquí.

—Suena a novela barata.

— ¡Es la verdad!

—De acuerdo, suponiendo sin conceder, ¿por qué discutían?

—No quiero hablar de eso. No me corresponde hacerlo —dijo Aiolia girando el rostro para esconderse de la penetrante mirada del ex militar.

—Correcto —respondió Kanon, sumamente incómodo.

 

No hablaron más al respecto, Kanon decidió respetar el silencio de Aiolia y al término de la visita volvió a casa, tenía que relevar a Radamanthys en el cuidado de las niñas y ponerse al día con lo que había ocurrido con Aiolos.

 

Al llegar a casa se encontró a Saga tumbado en el sillón, con los ojos fijos en el techo y un gesto de profunda desolación que jamás se hubiera imaginado ver en su hermano mayor.

—Hola —susurró y se sentó frente a él. Saga se incorporó y lo miró como si de una aparición se tratara —. ¿Y las niñas? —se atrevió a preguntar en vista del silencio que reinaba en el departamento.

—Dormidas, al parecer Radamanthys es excelente como niñero —respondió Saga aún confundido —. ¿Cómo está Aiolia?

—Bien, los médicos han dicho que podrá irse mañana en la tarde del hospital, sólo quieren vigilarlo para descartar algunas cosas.

—Me alegro.

— ¿Qué pasa contigo? Parece como si una manada de elefantes hubiera pasado por encima de ti —Saga sonrió con amargura.

—No estoy bien, créeme, he tenido días mejores.

—Eso salta a la vista. Voy a prepararme un té, ¿quieres uno? —Saga negó con la cabeza. Kano se había puesto de pie.

—He estado esperándote desde que dejé a Aiolos en su hotel. Hay algo de lo que tenemos que hablar.

— ¿Podría ser más tarde? Me duele la cabeza.

—No, Kanon. Es algo de lo que tenemos que hablar ahora mismo o quizá no encuentre el valor para hacerlo después.

—Bien, hablemos —dijo Kanon volviendo a sentarse.

—Verás… yo sé que no he sido el mejor hermano del mundo. En realidad, he sido un hijo de puta contigo. Siempre quise que fueras perfecto, que fueras como yo quería que tú fueras, como papá y mamá querían que fueras. Jamás me detuve a pensar que lo que nosotros creíamos correcto, tal vez no era lo correcto para ti. No pensé que… —al llegar a este punto, a Saga se le quebró la voz —… no pensé que te estaba haciendo infeliz…creí que si hacías lo que se esperaba de ti, lo que se suponía que debías hacer, todos estaríamos bien, tú estarías bien. Pero no fue así. Me equivoqué contigo, con mamá, con papá, con Pandora, aún con Aiolos, mi mejor amigo.

— ¿De qué estás hablando? —dijo Kanon sin comprender a qué se refería su hermano.

—Siempre lo supe… es decir, nunca hablamos de eso, creo que ninguno de los dos lo consideró necesario, pero siempre supe que él era como tú. Sólo una vez me lo dijo abiertamente, ¡y yo le solté el mismo discurso que papá te soltó a ti cuando se enteró! —dijo Saga como si no hubiera escuchado a Kanon —. Siempre creí que todo se había resuelto cuando se casó con Marín, es decir, ya no había nada que temer… él estaba haciendo lo que debía hacerse y todo iba a estar bien, se había olvidado de esas cosas y así era como tenía que ser. ¡Ni siquiera sabía que estaba viendo a alguien! Mucho menos que ese alguien estaba viendo también a Aiolia. ¡Él no me dijo nada! Aunque, ¿cómo iba a hacerlo si se había pasado no sé cuántos años escuchándome decir que la gente así tenía que corregirse? ¡Dios santo, soy un imbécil! —Kanon casi no podía creer lo que escuchaba, ni lo que veía. Tuvo que sentarse. Estaba asistiendo a la debacle moral de su hermano y se sentía tan torpe como excluido.

—Saga, no entiendo ni media palabra de lo que estás diciendo.

—Aiolos es gay. Igual que Aiolia… igual que tú…—Saga parecía estarse desmoronando. Para Kanon, escuchar aquello hizo que de pronto todas las piezas cayeron en su sitio. Todo era diferente a como siempre había creído. Aiolos, el perfecto Aiolos no lo era tanto, al igual que el perfecto Saga. Todos, unos más que otros, tenían cosas que esconder, cosas de las que no querían hablar. Pero esa noche, Saga parecía decidido a hablar de todo. Parecía como si quisiera sacar de su interior no sólo la verdad, también todos sus temores —. Nosotros… Aiolos y yo, teníamos un juego, nunca fue en serio, definitivamente no, es decir, esa clase de cosas no se hacen entre hombres, o eso pensaba yo, y lo creí inofensivo hasta el día antes de que él cumpliera diecisiete. Aquella vez dijo que me amaba… yo le dije que también lo amaba, como a ti. No quise creer que lo que vi en sus ojos ese día fue desilusión, decepción. Le repetí palabra por palabra lo que papá te dijo a ti. Yo no quería creer que mi mejor amigo estuviera enamorado de mí ¿me entiendes? Yo no quería ser así tampoco, no quería aceptar que él me hacía sentir cosas que nadie más me hacía sentir. No soy más que un idiota y no sé qué hacer para resolver esto. Lo amo como a un hermano, no puedo amarlo de otra manera, no como amaba a Pandora, ¿me entiendes? Jamás vería a Aiolos así. No puedo. Pero lo amo, y siento que no puedo hacer nada por ayudarlo… dijo que va a divorciarse. Dijo un montón de cosas… y yo no dije nada.

— ¿Algo de lo que dijo te perturba? —Saga asintió pesadamente.

—Dijo que sigue enamorado de mí… ¡y yo no puedo amarlo de esa forma, pero tampoco quiero perder a mi mejor amigo! Lo herí, Kanon, lo herí tanto o más que a ti… él no es como tú, ¿sabes? Tú siempre tuviste un espíritu a prueba de todo, pero Aiolos no, se siente un monstruo... y me temo que he contribuido a ello con la cantidad de idioteces que solía repetirle a lo largo de estos años. Mis temores, mis prejuicios me hicieron dañarlo tanto o más que a ti.

 

La conversación se convirtió en un monólogo. Saga comenzó a hablar de cosas que Kanon ni siquiera era capaz de recordar, pero aun así, lo escuchó con toda la atención de que era capaz. Con todo el amor del que era capaz.

 

Aquel monologo fue la catarsis de Saga, y la iluminación para Kanon. Toda su vida, Saga había estado luchando no contra los impulsos de su hermano, sino con los propios, con esa parte de sí mismo que no terminaba de aceptar. Saga no veía en su hermano a un enemigo, sino la materialización de esa parte de su persona que se negaba siquiera a admitir que existía.

 

Fue liberador para ambos. Definitivamente. Se fueron a dormir cerca de las dos de la madrugada. Saga, ahogado todavía en sus lágrimas de remordimiento y culpa, Kanon atónito aún por todo lo que había escuchado esa noche.

 

Al día siguiente, cuando se encontraron en la cocina, la mirada de Saga le pareció más limpia. Como si ambos se hubieran quitado un enorme peso de encima, ambos se sentaron a la mesa, serenos y amables uno con el otro, sin dobleces ni rencores de por medio. Por primera vez en toda su vida, Kanon sintió que comprendía a Saga. Saga ya no tenía nada que esconder y se sentía mucho mejor, más cómodo consigo y con Kanon. Estaba resuelto a reparar, en lo posible, todo el daño que había hecho.

 

Los días siguientes a la conversación con Saga, Kanon sintió casi refrescado su modo de ver las cosas. De pronto todo encajaba, no se sentía más como el paria de la familia, ni como un marginado de la vida. Entender que Saga no era perfecto ni lo había dañado premeditadamente lo había liberado.

 

En esos momentos, las cosas con Aiolia iban bien, mejor que bien. Aunque todavía quedaban algunos cabos sueltos, ambos se esforzaban por llevar a buen puerto la relación. Ninguno de los dos había hablado con Aiolos hasta ese momento. Aiolia se sentía incómodo con la sola mención de su hermano. Kanon no quería ni tocar el tema, la relación no estaba tan afianzada como para hacerlo.

 

Aunque había una cara buena en todo aquello, los viernes de vino tibio y cigarrillo habían vuelto, al igual que el sexo después de la medianoche. Aunque el departamento de Aiolia no era tan amplio como el suyo, Kanon lo encontraba acogedor y pasaba ahí prácticamente todos los fines de semana.

 

Esa noche, era viernes. Al terminar su última clase, Kanon salió a prisa para encontrarse con Aiolia en la biblioteca. Cenarían juntos, tal vez verían una película, charlarían sobre las novedades de la semana y cerrarían el día con vino tibio y cigarrillos. Kanon no quería ni pedía más. En esos días su vida había dado un giro completamente inesperado. El manuscrito de sus memorias había terminado convirtiéndose en una novela que estaba a punto de ser publicada. Saga había vendido todo en su ciudad natal y había aceptado vivir con él y las niñas en la capital. Estaba empezando a montar su nuevo despacho y las cosas parecían pintarle bien. Parecía llevarse demasiado bien con su nueva secretaría, pero Kanon no quería imaginarse cosas todavía.

 

Las cosas no podían ir mejor.

 

La película fue aburrida, aunque la comida había sido realmente excelsa, Kanon no tenía idea de que ese restaurante al que Aiolia había insistido tanto en llevarlo fuera tan bueno. Al llegar al departamento se tumbaron en el sofá a charlar de tonterías. Cerca de las diez, se sentaron sobre la alfombra y bebieron el vino que Kanon había traído esa noche. Al poco, gracias al cansancio y al vino, Aiolia se quedó dormido tumbado junto al sofá.

 

Kanon se quedó mirándolo, en realidad, aunque lo decepcionaba aquel viernes sin sexo después de la medianoche, se sentía extrañamente feliz. Sonrió al pensar que, finalmente, cada una de las piezas de su vida parecía haber encontrado su posición exacta. No quería más, ni podría pedir más de la vida. Al fin tenía una verdadera relación con Saga, al fin había resuelto ese conflicto interno por no ser aceptado. Saga lo asumía imperfecto pero no por ello menos digno de amor, y era recíproco. Además, y quizá lo más importante, Aiolia estaba en su vida. Se sentía enamorado, como nunca antes lo había estado. Con Aiolia no necesitaba fingir ni simular absolutamente nada. Aiolia lo conocía y lo recibía en sus brazos tal como era. Era gratificante cerrar el día con una llamada telefónica, o con un café en su compañía.

 

Con Aiolia no necesitaba pensar de más ni cuidar sus palabras. Aiolia era un hombre que amaba la libertad, como él, y lo amaba. Kanon sentía, finalmente, que había encontrado su lugar en el mundo, luego de tantos años, luego de tantos avatares, finalmente había llegado a buen puerto.

 

Se acomodó en la alfombra al lado de Aiolia, dispuesto a dormir a su lado esa y todas las noches que la vida les tuviera reservadas. Finalmente había encontrado algo mejor que los viernes de vino tibio y cigarrillos, con sexo después de la media noche. Los viernes sabían mejor si los pasaba al lado de ese hombre que, sin quererlo, había cambiado su vida para siempre desde el momento mismo en que se presentó en su puerta.

 

Notas finales:

Espero que lo hayan disfrutado, gracias por leer, la próxima semana les traeré un one shoot


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).